¡Jesús está en la barca! (Marcos 4.35-41)

Bosquejo de un sermón listo para predicar, basado en Marcos 4.35-41, donde Jesús de Nazaret calma las aguas del Mar de Galilea.

Texto: Marcos 4.35-41 RVC

Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» 36 Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. 37 Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. 38 Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» 39 Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. 40 A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» 41 Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?»

Tema: Jesús nos llama a tener confiar en él, aún en medio de la tormenta.

Área: Cuidado pastoral

Propósito: Dar ánimo a la audiencia, llamándola a tener fe

Lógica: Inductiva

Diseño: Narrativo

Vídeo del sermón sobre Marcos 4.35-41

Audio – Prediquemos podcast

Introducción

Había sido un día muy productivo. Jesús de Nazaret, rodeado por sus discípulos, había pasado el día enseñando, por medio de parábolas, a la multitud (Marcos 4.1-34). Llegada la tarde, Jesús decide continuar su marcha, viajando al otro lado del mar de Galilea.

El mar de Galilea, o como se le conoce en hebreo, el «Kinneret», en realidad es un lago que se encuentra al norte del territorio nacional y que, aún hoy, divide a Israel de Siria. El lago tiene unas 33 millas o 53 km de circunferencia, 13 millas o 22 km de largo y 8 millas o 13 km de ancho. 

Por lo tanto, caminar no era una opción. Caminar alrededor del lago toma entre 3 a 4 días, mientras cruzarlo en un barco de vela sólo toma algunas horas.

Trama

Aunque caía la tarde, y en el mundo antiguo no había alumbrado eléctrico, Jesús decide cruzar el lago y le dice a sus discípulos «Pasemos al otro lado» (v. 35). Con toda seguridad, el clima debía estar en condiciones óptimas, porque de otra manera el grupo no se hubiera a aventurado a cruzar el lago a esa hora. De todos modos, para mayor seguridad, los discípulos salieron junto con otras barcas, de manera que si alguna tenía problemas las otras podrían socorrerla (v. 36). 

En los tiempos de Jesús, una barca promedio tenía unos 27 pies u 8 metros de largo, por 8 pies o 2.5 metros de ancho. Tenía una sola vela, cerca de la proa, es decir, de la parte del frente. La barca promedio acomodaba unas 12 personas. Esto quiere decir que la embarcación donde iban Jesús y sus discípulos probablemente estaba sobrecargada, pues en ella iban Jesús, sus discípulos y la tripulación. Vacía, el borde de la barca podía estar a unos 3 pies o 75 centímetros sobre el agua. Cargada, podía estar tan cerca como 1 pie o 31 centímetros de la superficie. 

De repente, como suele ocurrir en el mar de Galilea, sobrevino una tormenta (v. 37). ¿Por qué son tan comunes? Porque el mar de Galilea se encuentra en un hueco, rodeado de montañas. El nivel del agua está entre 705 pies o 215 metros a 686 pies o 209 metros debajo del nivel del mar. Por eso, en algunas ocasiones, el viento que viene del mar Mediterráneo comienza a dar vueltas sobre el lago, formando trombas marinas. Nótese que el texto bíblico solo menciona que la tormenta consistía de vientos fuertes; no menciona lluvia, ni truenos. Así que podemos concluir que la «tormenta» en realidad era una tromba marina, es decir, un tornado sobre las aguas del lago.

Punto culminante

La tormenta era tan fuerte que las olas echaban agua dentro de la barca, lo que podía hundirla (v. 37b). Aterrados, los discípulos despertaron a Jesús, quien se encontraba durmiendo sobre una almohada en la popa, es decir, en la parte de atrás de la barca (v. 38). 

Ahora bien, el problema no es que lo despertaron, sino cómo lo despertaron. En lugar de despertarlo para decirle que estuviera alerta ante el peligro que enfrentaban, lo despiertan con un reproche, con una acusación: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» (v. 38). El texto griego es aún más fuerte, porque dice: «¿No te importa que vamos a ser destruidos?».

Esa es la naturaleza humana. Cuando enfrentamos un problema, en lugar de buscar sus causas reales, le echamos la culpa a Dios. 

Para los discípulos,

El problema no era el clima.

El problema no era la topografía.

El problema no era el sobrepeso de la barca.

No. El problema es Dios; el problema es que no le importamos a Dios.

El v. 40 dice: «Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma.» Noten el verbo «reprender», que es el mismo vocablo que Marcos utiliza cuando Jesús reprende los espíritus inmundos. Por lo tanto, Jesús trata a la tormenta como si fuera un demonio, y la reprende, ordenándole que guardara silencio.

Desenlace

Como es de esperar, la tormenta terminó. Empero, la tormenta puso al descubierto el verdadero problema: Los discípulos de Jesús, a pesar de caminar con él cada día, escuchando sus enseñanzas y atestiguando sus milagros, no tenían fe: «A sus discípulos les dijo: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?”» (v. 41).

Tenían miedo porque olvidaron que Jesús estaba en la barca. 

Olvidaron que Dios está en control del mundo y de la historia.

Olvidaron que Dios tiene poder aun sobre las repentinas tormentas que puedan azotar nuestras vidas.

Olvidaron que Dios está presto a protegernos, respondiendo aún a nuestros reclamos más injustos.

«¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?»: Preguntó Jesús a sus discípulos ayer. Y Jesús nos plantea las mismas preguntas hoy. Sí, es cierto que el mundo está enfrentando una pandemia sin precedentes para las generaciones actuales; una emergencia de magnitudes no vistas desde el 1918. Empero, la vida está llena de momentos críticos. Cada uno de nosotros y cada una de nosotras ha enfrentado varias crisis en el pasado. Y, si sobrevivimos esta, enfrentaremos muchas más: «¿Por qué tenemos tanto miedo? ¿Cómo es que no tenemos fe?».

La respuesta comunica la buena noticia que tiene este pasaje bíblico para toda la humanidad: No debemos tener miedo porque:

Aún en medio de la tormenta, ¡Jesús está en la barca!

Aún en medio de la crisis, ¡Jesús está en la barca!

Aún en medio del «valle de la sombra y de la muerte» (cf. Salmo 23.4), ¡Jesús está en la barca!

¡Jesús está en mi barca!

¡Jesús está en tu barca!

!Jesús está en nuestra barca!

Tengamos valor,

Tengamos fe,

Y tengamos paz. 

Sermón sobre Marcos 4.35-41
Marcos 4.35-41
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Yo soy: Un sermón sobre Mateo 14.22-36

Yo soy” es el título de este bosquejo de sermón listo para predicar, basado en Mateo 14.22-36.

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Escuche un sermón basado en este bosquejo homilético

Texto: Mateo 14:22-36

Yo soy - Mateo 14.30
Mateo 14.30

Tema: La presencia del Cristo resucitado capacita a la iglesia para enfrentar y derrotar a las fuerzas del caos y la muerte.

Área: Cuidado pastoral

Propósito: Llamar a la audiencia a poner la vista en Jesús.

Clasificación: Expositivo

Lógica: Deductiva

Introducción

En ocasiones nuestra lectura de la Biblia se queda en la superficie. No nos damos cuenta de que los ecos de y las referencias a otros pasajes de la Escritura. Tomando esto en cuenta, vamos a tratar de hacer una lectura más profunda de Mateo 14.22-36.

Puntos a desarrollar

A. La súbita tormenta

  1. El pasaje relata la segunda ocasión en la cual Jesús calma la tempestad en Mateo. La primera vez Jesús se encontraba con sus discípulos en la barca (8.23-27). La segunda, los discípulos se encontraban solos, pues Jesús se había quedado en la orilla orar.
  2. Era común encontrar tormentas súbitas en el Mar de Galilea.
  3. El mar representa a las aguas del caos (Gn. 1.1-10; 7.11; Sal. 18.15-16; 69, 1-3; 107:23-32; 144.5-8). La barca representa a la iglesia que se enfrenta sola a los sufrimientos y la tortura (gr. “basanizo”).

B. Jesús camina sobre las aguas

  1. Los discípulos ven a Jesús caminando sobre las aguas. Se aterrorizan pensando que era un fantasma.
  2. La caminata tiene un valor simbólico. En el AT encontramos varias referencias al dominio divino sobre las aguas del caos (Espíritu Santo: Gn. 1.1-2 / Dios: Job. 9.8; 38.16; Sal. 77.19; Is. 43:16; 51.9-10; Hab. 3.5).
  3. Del mismo modo, las palabras de Jesús tienen un valor simbólico. Jesús dice “Yo soy” en referencia directa a la revelación de Dios a Moisés en el monte Sinaí (Ex. 3). Por lo tanto, también hace referencia a los muchos “Yo soy” de Isaías 40 en adelante. De aquí que lo normal es esperar una palabra de salvación después de la frase.

C. La respuesta de los discípulos

  1. Los discípulos contestan con temor y duda. Pedro, representando a los demás, cuestiona la veracidad de la presencia de Jesús.
  2. Pedro se hundió rápidamente. La clave para entender su fracaso está en el verbo gr. “distazo”, que quiere decir literalmente tratar de mirar dos cosas a la vez. Por eso, se traduce como dudar, tener la mente dividida  o ser de doble ánimo. Por lo tanto, Pedro se hunde porque su mirada alterna entre Jesús y la tormenta.
  3. Después que Jesús sube a la barca, el viento cesa y los discípulos adoran a Jesús.

Conclusión

Este texto es mucho más que una historia de milagro. Es una alegoría donde la barca representa la iglesia; y la tormenta representa la persecución y el sufrimiento. Pedro representa a los discípulos que dudan de la presencia divina y abandonan a la comunidad de fe porque cuestionan la presencia de Dios en sus medios. La única constante es Jesús, como mediador de la presencia divina que salva y transforma la humanidad.

Quiera el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que calma la tormenta capacitarnos para proclamar el Evangelio aún cuando tengamos que enfrentar los ataques de las fuerzas del mal, del pecado y la muerte.

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