¡Maestro! – Un sermón para Resurrección

 Texto: Juan 20:11-18

Tema: Por medio del ministerio del Cristo resucitado, Dios nos llama a reconocer su señorío sobre nuestras vidas.

Área: Evangelización

Propósito: Que la audiencia sienta que Dios “la llama por su nombre”.

Lógica: Inductiva

Tipo: Narrativo (Preferiblemente para ser usado en la Semana Santa)

Audio:

Vídeo: http://www.drpablojimenez.com/video/Maestro.3gp

La búsqueda

La vida tiene muchos puntos irónicos. La vida tiene muchas vueltas que nos detienen en el camino y nos hacen pensar. A veces, es como si jugara al esconder con nosotros.

Tome por ejemplo, el siguiente caso, que más que un caso parece ser una ley de la vida: cuando uno tiene prisa nunca encuentra lo que busca. Usted lo sabe. Si dejamos la tarea de buscar algo para la última hora, a la hora de salir de nuestra casa o de nuestra oficina no podemos encontrarlo. 

Y si difícil es buscar una cosa, más difícil es buscar una persona. ¿O es que acaso usted nunca ha cometido el error de ir a un centro comercial y decirle a la persona que le acompaña “te encuentro en tal sitio”? Después de media hora de búsqueda, la encontramos sentada tomándose un café.

En casos como estos, parece que mientras más buscamos, más nos perdemos. Es por eso que no debe extrañarnos la confusión de María Magdalena.

1. Por razones que el texto no deja claras, María va al sepulcro (v. 1).
2. Al encontrarlo vacío, avisa a Pedro y al “discípulo amado” (v. 2).
3. Estos ven el sepulcro vacío y comprenden el milagro de la resurrección (vv. 3-10). 
4. “Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro”, nos dice el v. 11.

La acción de Dios

En su desesperación por encontrar a Jesús, María no podía comprender el milagro ocurrido. En medio del dolor de su pérdida, María no podía entender el misterio de la acción de Dios.

Y su dolor era real. Perder a un ser amado no es fácil. Y si perder un ser amado es difícil, perder a la persona que da sentido a nuestras vidas es muy doloroso. Es tan doloroso que nos deja aturdidos, atontados ante la profundidad de la pérdida. Por eso María no podía entender; porque había perdido su maestro; porque había perdido la persona que daba norte a su vida.

María no entiende el milagro de la tumba vacía. María no entiende lo sobrenatural de la presencia de los ángeles. El dolor no la deja. Así se da un intercambio de palabras entre los ángeles y María. Ellos le hacen la única pregunta que se le puede hacer a una persona que llora: ¿Por qué? María responde: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (v. 13). Esa respuesta nos da la clave para comprender su tristeza. María cree que el cuerpo de Jesús había sido robado.

Así somos nosotros: Nos aferramos a nuestras propias explicaciones, negándonos a reconocer la posibilidad de la acción de Dios en nuestras vidas.

Encuentro con Dios

Entonces la historia llega a un punto alto; María encuentra a Jesús. Ella voltea a ver quién está a su lado. Al voltearse, logra ver a Jesús. Sin embargo, no logra reconocerlo. Aunque ella le conoce, no lo re-conoce.
Jesús le hace una misma pregunta muy parecida a la de los ángeles: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (v. 14a). Sin embargo, María sigue confundida. Por eso responde a las preguntas con Jesús con una acusación y con un reproche: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré” (v. 14b).

Así somos nosotros. Aunque conocemos a Dios, somos incapaces de reconocer su presencia en nuestras vidas y en nuestro mundo. En lograr de reconocerle, lo confundimos a Dios hasta con la persona más humilde. Lo que es más, en ocasiones hasta culpamos a Dios de nuestros problemas, de nuestra confusión y de nuestro dolor. Al igual que María, quedamos sumidos en la tristeza y en la soledad.El llamado de Dios

Pero Jesús no deja a María en su confusión. Jesús viene a su auxilio en la forma más sencilla posible: llamándola por su nombre (v. 16a).
Esto no es una casualidad. Al contrario, es un acto de profundo significado teológico

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Más el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Más al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

Juan 10:1-6 

Jesús llama por su nombre a los que le pertenecen. Y al hablar de “nombre”, nos referimos aquí a algo mucho más profundo que la forma de llamar a alguien. En el mundo antiguo, el “nombre” identificaba la esencia de la persona.

Jesús llamó a María por su nombre, porque le conocía. Conocía su vida, su identidad, su historia, su esencia y su confusión. La conocía, y aún así la amaba. La conocía, como te conoce a ti y me conoce a mí. Sí, Jesús nos conoce, y aún así nos ama.

Nuestra respuesta

María reaccionó cuando escuchó su nombre en la voz de Jesús. Ella respondió de la única manera que puede reaccionar un ser humano cuando escucha la voz divina. María reconoció el señorío de Jesús sobre su vida, llamándolo “¡Maestro!”

Hoy, en este Domingo de Pascua de Resurrección, Jesús te llama por tu nombre. Responde hoy mismo, llamándole: “¡Maestro!”

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Bahía de San Juan
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Verdaderamente – Un sermón narrativo para el Viernes Santo

Verdaderamente: Un sermón narrativo, en primera persona, sobre las Siete Palabras desde la cruz y las Siete Palabras a la cruz (AudioVídeo & YouTube).

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Noche
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La locura de la cruz – Un sermón para la Semana Santa

Un sermón apropiado para la Semana Santa, basado en 1 Corintios 1.21-25, por el Dr. Pablo A. Jiménez.

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Manuscrito del sermón, para el Viernes de la Semana Santa

Rudimentos

Texto: I Corintios 1:21-25

Tema: La cruz es el evento escatológico por medio del cual se invierten todos los criterios y se revela la justicia de Dios.

Área: Educación Cristiana

Propósito: Llevar la congregación a considerar el alcance de la muerte de Jesús.

Diseño: Sermón Doctrinal (Sermón para el Viernes Santo)

Lógica: Inductiva

Texto

I. Introducción

El viernes, es el día de la cruz. Desde que el Señor quedó solo en el jardín de Getsemaní a manos de una tumba furiosa de “pecadores” se conocía el destino del Maestro: Jesús se dirige irremediablemente al sufrimiento y a la muerte. El Señor se dirige solo a enfrentar las consecuencias de su mensaje.

II. Puntos a desarrollar

A. Los alcances de la muerte de Cristo sólo pueden conocerse a la luz de la experiencia de Pascua.

1. Es por esta razón que debemos preguntarnos que hacemos aquí esta mañana, que conmemoramos en este día llamado santo. Y si formulo la pregunta es porque un repaso del orden de los eventos de aquel viernes de pascua nos deja poco que celebrar. El día en que murió el Señor, fue un día oscuro, fue un día de vergüenza, digno de borrarse de todos los libros de historia. Solo basta que nos preguntemos: ¿Que paso aquel día santo en Jerusalén? El evento principal fue un juicio viciado y una muerte injusta. En eso no hay gloria. La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había en el mundo antiguo. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano, por el contrario, solo se utilizaba para esclavos, extranjeros y sediciosos. La cruz se levantaba por dos razones: a) maldición y b) vergüenza. El condenado, estaba maldito, por eso no toca la tierra, para no mancharla- y se cuelga en un lugar alto para que todo el mundo vea como el “criminal” se asfixiaba cuando el peso de su caja torácica hacía presión contra los pulmones y no le dejaba respirar. Entonces pregunto, ¿conmemoramos eso, la muerte injusta de un ciudadano de segunda clase por sedición y blasfemia, en una pequeña provincia de Roma en el primer siglo?

2. O por el contrario conmemoramos la cobardía de unos discípulos que huyen ante la necesidad del Maestro, y se esconden para no sufrir con él. O acaso celebramos la victoria de los partidos extremistas del judaísmo, los cuales pudieron mandar a matar a Jesús cuando el derecho romano se lo prohibía. En este punto permítanme preguntar otra vez ¿que celebramos, en un día de vergüenza como este; un día que según los criterios del mundo no tiene nada de especial o sagrado.

3. Permítanme contestar la pregunta adelantándome un poco en la semana. La Iglesia no celebra en ese mismo el día del viernes de la semana mayor, sino que la Iglesia celebra la Semana Santa, alrededor de la experiencia de Pascua que tuvieron los discípulos a raíz de los eventos en Jerusalén. Hablando más claro, si celebramos hoy el día santo, es porque lo vemos a la luz de la resurrección.

4. Debemos comprender que los discípulos del Señor no entendieron la muerte de Jesús como una victoria. Ellos vieron en su muerte la derrota, el fin de todo. Al morir Jesús muere con él la esperanza del Reino. Al morir Jesús todo acaba y lo único que resta es esconderse en lo que se calma el ambiente en Jerusalén y podemos volver a casa. Pero debe quedar claro en nuestras mentes, que para los discípulos no había futuro; ellos no tenían esperanza. Y es precisamente eso lo que sorprende de la semana de Pascua. Los deprimidos discípulos son sorprendidos por una realidad que no pueden creer; el Señor crucificado ha sido visto en Jerusalén, aquel que estaba muerto se experimenta como viviendo todavía y se está apareciendo a los discípulos que dejo. O como muchos entienden que comenzó este nuevo mensaje: El Señor resucitó y se le apareció a Pedro.

5. Es esta realidad de experimentar a Jesús entre ellos después de la crucifixión lo que los hace Iglesia. Es esta presencia gloriosa de Cristo lo que saca a los discípulos de sus escondites, de detrás de las redes y de la incredulidad y los convierte en Iglesia. Es esta realidad de ver al Jesús crucificado la que lleva a la Iglesia a reflexionar, a concluir que Jesús de Nazaret ha resucitado de entre los muertos y a predicarle como Señor de todo.

6. En este sentido, podemos ver que los discípulos no comprendieron el cuento de la muerte de Jesús hasta la Pascua. Debemos comprender que la cruz solo puede ser entendida cuando es vista después de haber experimentado la presencia del Señor crucificado en nuestras vidas.

B. La cruz es el evento escatológico por medio del cual se invierten todos los criterios y valores humanos.

1. En este momento –desde la fe– cabe preguntarnos: ¿Que significa la muerte de Jesús en la cruz del calvario? ¿Qué implica su muerte y qué consecuencias tiene para nosotros? Para esto debemos ver que sentido tenía su muerte para Jesús mismo. Con que certeza va Jesús de Nazaret a la muerte en la cruz del calvario.

2. Para contestar esta pregunta debemos remontarnos al momento de Getsemaní, al lugar donde Jesús ora pidiendo fortaleza al Padre, para enfrentar su futuro. Y si leemos en las narrativas de Getsemaní, encontraremos las dos formas básicas con que Jesús ve la experiencia de su muerte: a) la cruz es la “copa” amarga que él debe apurar y b) la muerte es “la hora señalada” por el Padre.

3. Estas frases son sumamente importantes porque eran las formas que usaba el judaísmo para referirse al momento en que Dios establecería su Reino entre los hombres. Por un lado, la palabra ” copa”, hacía referencia al juicio final, al momento en que Dios juzgaría al mundo por su actitud hacía su palabra. Por otro “la hora señalada” se refería al establecimiento del Reino de Dios; al momento en que Dios lo sería todo en todo y se establecería la justicia divina. En este sentido, vemos que Jesús ve su muerte como un momento decisivo en la historia de la salvación; como el momento en que Dios establecería su Reino en medio de los hombres.

4. Por está razón es que Jesús se entrega a la voluntad de Dios y va de la mano de los pecadores hasta la muerte de cruz. Porque Jesús sabía que su muerte sería instrumento en las manos de Dios para el establecimiento del reino divino. Por eso es que Jesús ve la muerte en el calvario como un momento de victoria donde los que le llevaban a la muerte no son mas que instrumentos del plan divino. De este modo los partidos fariseos que veían la muerte de Jesús como el fin, que estaban dispuestos a romper la ley por condenarle, son los que más contribuyen a la revelación de Jesús como el ungido de Dios, como el Señor del Nuevo Reino.

5. En este sentido, es interesante ver el primer significado de la cruz. La muerte de Jesús de Nazaret, significa la derrota del esfuerzo humano por la salvación. La cruz significa la derrota de la religión, donde el hombre en su esfuerzo personal de llegar a Dios le encuentra de frente y lo asesina para establecer su propia justicia. La cruz implica que la religión de las obras ha fallado y que el deseo de llegar a Dios por medio de la ley, nos conduce al pecado y a la muerte. La cruz revela la imposibilidad del hombre para salvarse a si mismo; la imposibilidad de que una religión nos lleve a Dios.

6. Por eso es que Pablo dice que para los judíos el mensaje de un Cristo resucitado es un escándalo, y para los griegos es una necedad. Porque en la cruz se cambian todos los valores humanos por los nuevos criterios del reino divino. Porque en la cruz recibimos vida de la muerte, recibimos la bendición por medio de un maldito, y la libertad por medio de un esclavo. La cruz es el momento decisivo de Dios para mostrarnos la imposibilidad humana y el poder de Dios para solución.

C. La cruz es el lugar cósmico donde se revela la justicia de Dios.

1. Ahora bien, si la cruz es el evento final y decisivo donde se nos muestra la condición del hombre, la cruz es también el lugar donde se revela la justicia de Dios para salvación de todo aquel que cree. Justicia que no se define como hacer lo bueno o lo justo, sino que se define como la disposición de Dios para relacionarse con el hombre. ( Ro. 1:17, 5:1 ; II Co. 5:17-21 ).

2. En este sentido, si bien la cruz por un lado nos revela el pecado humano, por otro nos revela que Dios que ha venido a buscarnos, el Dios que llega al hombre en Cristo Jesús. En la cruz, Dios le grita al mundo que el camino de la ley no tiene salida y que el único camino al Padre es Jesús de Nazaret. La muerte de Jesús nos revela la disposición, el deseo, la acción de Dios para venir a salvar al hombre que no puede llegar a él.

3. Por eso es que predicamos el evangelio de gracia donde somos justificados por la fe, porque el amor de Dios se revela en esto, en que siendo todavía pecadores, Jesús murió por nosotros (Ro. 5:8). Si bien la salvación no puede ser comprada con dinero, puede alcanzarse por la fe en Jesús como el ungido de Dios, el Señor y Salvador del mundo. En Cristo la salvación llega por gracia –no por obras– como un regalo que no se compra, como un don para una humanidad pecadora.

4. Esto es de una importancia crucial para nosotros y para nuestro mensaje. Por un lado, la justificación por la pura gracia de Dios, implica que nuestra salvación es un regalo, esto es, que nuestro valor es dado por Dios. Por la cruz de Cristo, yo no tengo que luchar en el mundo para demostrar lo que valgo –el esfuerzo humano es inútil. Por el contrario, es Jesucristo quien me da valor, quien me da sentido. El es “mi gloria y el que levanta mi cabeza” (Sal 3:3). En Cristo yo no tengo que establecer mi propio valor, porque “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mi y la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amo y se entregó así mismo por mí” (Gal. 2:20).

5. Por otro lado, la revelación de la justicia de Dios en la cruz de Cristo, implica un giro nuevo en el mensaje de la causa de Jesús. El mensaje se convierte en buena noticia de que por medio de la fe en Jesús de Nazaret -por medio de la palabra de la cruz- somos justificados sin merecerlo- recibimos la vida cuando todavía merecemos la muerte, ¡Que mayor noticia que esta para gritar al mundo, que por medio de Cristo Dios ha cumplido la profecía del II Isaías que dice: “Consolaos, Consolaos pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, que ya ha pagado su culpa” (Is. 40: 1-2).

6. En este sentido vemos el profundo sentido del sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros, porque la muerte de Jesús, en Pablo, es primordialmente vicaría. Es una muerte en beneficio de; en beneficio de la humanidad imposibilitada de acercarse a Dios, en beneficio del hombre perdido en su pecado, en beneficio tuyo y mío, en beneficio del hombre que necesita salvación.

III. Conclusión

Hoy conmemoramos, el asesinato cruel de Jesús de Nazaret en la cruz del calvario. Predicamos a un crucificado como Señor, predicamos a un condenado como Rey, porque sabemos que por medio de El, la vida ha entrado al mundo, el pecado ha sido descubierto y ha comenzado la posibilidad de la salvación. Por eso decimos que en la cruz todos los valores del mundo se invierten, porque:

Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura, En cambio, para los llamados Cristo es poder y sabiduría de Dios, porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

1 Corintios 1.22-25

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El mensaje de la cruz – Un sermón para el Viernes Santo

«El mensaje de la cruz» es un sermón apropiado para el Viernes Santo de la Semana Santa, basado en Hebreos 4:14-16.



Rudimentos

Texto: Hebreos 4:14-16

Tema: Por medio de su sacrificio en la cruz, Jesús ha abierto el camino a la salvación para toda la humanidad.

Área: Evangelización

Propósito: Confrontar a la audiencia con el significado de la cruz

Diseño: Sermón Doctrinal

Lógica: Inductiva (Usando la forma conocida como “El ojal de Lowry”) 

Manuscrito

Introducción

El viernes es el día de la cruz. Desde que el Señor quedó solo en el Jardín de Getsemaní, en manos de una turba furiosa, se conocía su destino: Jesús se dirige irremediablemente al sufrimiento y a la muerte. El Señor se dirige solo a enfrentar las consecuencias de su mensaje.

Alterar el equilibrio

Ante la realidad de la cruz, creo que debemos preguntarnos qué hacemos aquí. ¿Qué conmemoramos en este día llamado santo? Y si formulo esta pregunta es porque el orden de los eventos de aquel viernes de Pascua nos deja poco que celebrar. El día en que murió el Galileo fue un día oscuro, fue un día de vergüenza; digno de borrarse de todos los libros de la historia. Sólo basta que nos preguntemos, ¿Que pasó aquél día santo en Jerusalén? El evento principal fue un juicio viciado y una muerte injusta. En eso no hay gloria.

La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había en el mundo donde vivió Jesús. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano romano. Por el contrario, se empleaba sólo para esclavos, extranjeros y sediciosos

La cruz se levantaba por dos razones: maldición y vergüenza. El crucificado estaba maldito, por eso no tocaba la tierra, para no mancharla. Además, se colgaba en un lugar alto para que todo el mundo viera como el criminal se asfixiaba cuando el peso de los músculos del pecho hacía presión contra los pulmones y le impedía respirar.

Analizar la discrepancia

Entonces pregunto, ¿conmemoramos eso, la muerte injusta de un ciudadano de segunda clase, acusado de sedición y blasfemia en una pequeña provincia de Roma en el primer siglo?

O, por otra parte, ¿conmemoramos la cobardía de unos discípulos que huyen ante la necesidad del maestro y se esconden para no sufrir con él? O, ¿acaso celebramos la victoria de los partidos extremistas del judaísmo? La victoria de los fariseos, los saduceos y los herodianos, quienes lograron asesinar a Jesús aún cuando el derecho romano se lo prohibía.

En este punto, permítanme preguntar una vez más: ¿qué celebramos en un día como este; un día que según los criterios del mundo, no tiene nada de especial y sagrado?

Revelar la clave de la solución

Permítanme contestar la pregunta indicándoles que los eventos de este día no pueden ser entendidos usando los criterios del mundo. La muerte de Jesús de Nazaret en la cruz del Calvario hay que entenderla a la luz de los valores del Reino de Dios.

El hombre de la cruz es inocente. Jesús no había cometido falta alguna. En su vida sólo había hecho bien a los demás. Con sus actos, prodigios y su palabra viva, quedaba demostrado que en Jesús había algo de Dios. Algo que le acreditaba como un profeta enviado para el bienestar y la paz de los suyos.

Sin embargo, Jesús es tratado como un criminal y es asesinado vilmente. Tanto es así que Jesús se convierte en la víctima de los poderosos de su época. Víctima, sí mis hermanas y hermanos, Jesús fue una víctima. Y quizás este es el primer paso para entender la muerte de Jesús: es necesario saber que Jesús fue víctima inocente de la injusticia.

Interesantemente, la palabra víctima se usa también el otro contexto: el del sacrificio. El corderito que era llevado al templo para ser sacrificado era llamado, comúnmente “víctima”. Así que podemos establecer una comparación o analogía entre la muerte de Jesús y el sacrificio de un cordero.

Quizás ésta es la clave; quizás esta comparación nos allane el camino para entender la muerte de Jesús.

Experimentar el evangelio

En la Biblia hay un libro que presenta la muerte de Jesús como un sacrificio. Este es el libro de los Hebreos. La carta a los Hebreos comienza diciendo:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo.

Hebreos 1:1-2

Esta es una afirmación maravillosa. Hebreos deja claro que es Dios mismo quien ha salido a nuestro encuentro en Cristo Jesús, en su Hijo. Sin embargo, afirma que este no es un primer intento.

Dios ha estado tratando de hablar con nosotros, de hacer llegar su mensaje, en muchas ocasiones y diversas maneras. Pero esos intentos fueron poco exitosos. Así que Dios envió a su propio Hijo a presentarnos el mensaje salvífico.

Dios ha tratado de hablar a tu vida en muchas maneras: por medio de la naturaleza, de amistades, de familiares, de lecturas y hasta por los medios de comunicación masiva. Ahora te habla claramente por medio de su Hijo, ya que la presencia de Cristo está en medio nuestro.

Esa es la realidad: Dios ha hablado y a esa realidad le corresponde otra no menos importante: El ser humano siempre ha buscado a Dios. Pero esa búsqueda se ha hecho difícil. La realidad es que entre el ser humano y Dios hay una gran distancia.

  • Dios es santo; nosotros somos pecadores.
  • Dios es fiel; nosotros somos ambivalentes.
  • Dios es eterno; nosotros somos mortales.

Para salvar esa distancia necesitamos un mediador, alguien que tenga acceso. Ese mediador que tiene la vía franca será quien nos lleve ala presencia de Dios.

Hebreos deja claro que el pueblo de Israel buscó muchos mediadores, tales como los ángeles, Moisés, Josué y los Sumos Sacerdotes hebreos. De estos mediadores antiguos, el más efectivo lo fue el sumo sacerdote. Permítanme explicarles como funcionaba el sumo sacerdote en el Antiguo Israel:

1. El sumo sacerdote era un hombre de la familia de Aarón, descendiente de Leví.

2. Su ministerio o trabajo principal se llevaba a cabo una vez al año.

3. El día de la purificación (llamado en hebreo el “Yom Kippur”) el sumo sacerdote iba al templo.

4. El templo estaba dividido en tres partes principales: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.

5. Aquel hombre ofrecía un sacrificio por sus propios pecados y entonces procedía a entrar al lugar santísimo, donde ofrecía un sacrificio por los pecados del pueblo.

6. Entonces, el pueblo sabía que había recibido perdón. 

7. Empero, hasta el año entrante no había otro sacrificio.

¿Complicado, verdad? Y no solamente era complicado, sino ineficaz. Porque, en el fondo, este mediador era un hombre tan pecador como los demás. Este no tenía acceso a Dios más que un día, por un ratito, en un cuartito. Este era un sacrificio deficiente; esta era una mediación ineficaz.

Nosotros podemos comprender eso de los “sacrificios ineficaces” porque en nuestra búsqueda, hemos caído en manos de muchos mediadores ineficaces:

1. El falso evangelio del formalismo: no transforma.

2. El falso evangelio del miedo: no libera.

3. El falso evangelio de la restricción: no permite el disfrute de la vida.

Tiene que haber, por lo tanto, otro mediador. Un mediador afectivo y eficaz; un mediador que tenga acceso de verdad a Dios. A esto Hebreos nos responde diciendo:

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4:14-16

Jesús es nuestro sumo sacerdote. El sí tiene acceso a Dios, porque viene de Dios. El sí tiene acceso, porque es plenamente humano. Por lo tanto, ahora sí podemos caminar con confianza al trono, es decir, a la presencia de Dios. La cruz es pues el sacrificio final y último donde Jesús es víctima y sacerdote; cordero y eficiente. En la cruz el sumo sacerdote es perfecto, ofrece la víctima perfecta que abre el camino perfecto a Dios.

  • No hay otro mediador (ni santo, ni espíritu, ni hombre, ni obra alguna)
  • No hay otro evangelio (ni miedo, ni pompa, ni restricciones)
  • No hay otro camino 

En la cruz, fuimos comprados a precio de sangre inocente para Dios

Anticipar las consecuencias

Ese es el mensaje de Dios para ti en esta hora. Dios te está buscando, porque desea salvarte. Ahora el camino a la salvación está libre, la vía está franca y el temor ha sido superado. Jesucristo, el mediador de un nuevo y mejor pacto, está dispuesto a recibirte.

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4:16

¡Acércate, con confianza al altar del Señor!

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Viernes Santo
La cruz

 

El Sermón de las Siete Palabras

Adquiera el libro del Dr. Jiménez sobre Las Siete Palabras.

Las Siete Palabras: Introducción

Primera de las Siete Palabras: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

Segunda de las Siete Palabras: Hoy estarás conmigo en el paraíso

Tercera de las Siete Palabras: Mujer, he ahí tu hijo

Cuarta de las Siete Palabras: ¿Por qué me has desamparado?

Quinta de las Siete Palabras: ¡Tengo sed!

Sexta de las Siete Palabras: ¡Consumado es!

Séptima de las Siete Palabras: En tus manos encomiendo tu espíritu

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Prediquemos
Prediquemos

No lo soy – Un sermón para el Jueves Santo

Un sermón o prédica cristiana apropiada para el Jueves Santo, sobre la negación de Jesús por parte de Pedro, basada en Juan 18.15-18.


Rudimentos

Texto: Juan 18:15-18

Idea Central : Dios llama a la humanidad a demostrar su compromiso con Cristo optando por la luz.

Área: Evangelización

Propósito: Que la audiencia evalúe la seriedad de su compromiso con Dios.

Lógica: Inductiva

Tipo: Expositivo



Manuscrito

Para establecer el tono

Yo no soy una persona temerosa. Digo, por lo menos yo creo que no lo soy. Sin embargo, hay momentos en que el miedo se ha apoderado de mí. Y, en ocasiones, ese temor ha sido tan intenso que me he sentido paralizado ante la amenaza.

De hecho, todavía recuerdo claramente uno de esos momentos. Me dirigía en un “bus” viejo e incómodo hacia la ciudad de Quetzaltenango, en la República de Guatemala. Faltando aún como una hora de viaje, el “bus” se detuvo súbitamente. Miré con curiosidad por la ventana y vi que una cuadrilla de militares eran los responsables del alto. El sargento habló con el chofer. No sé lo que le dijo, pero poco después los militares subieron al bus acompañados por dos jóvenes ensangrentados.

El silencio en aquel bus era sepulcral. Durante ese tiempo la represión en Guatemala era tan grande que casi todo el mundo podía contar historias de horror relacionadas con los militares. Yo estaba paralizado. El miedo cedió un poco cuando los militares bajaron. Sí, cedió, pero sólo un poco. Pasaron varias horas hasta que pude volver a sentirme en paz.

Marco escénico

No, mis hermanas y mis hermanos, no es fácil verse rodeado de militares. Más aún cuando dichos militares están dispuestos a hacerle daño a la gente que amamos.

Por eso pienso que la acción de Simón Pedro y del otro discípulo fue un acto valeroso. Pedro y su anónimo acompañante entraron al palacio de Anás, el Sumo Sacerdote de turno, para estar cerca del lugar donde se llevaba a cabo el viciado juicio del cual Jesús fue víctima.

La acción de entrar al patio de la casa de Anás era muy peligrosa. Poco antes, esa misma noche, estos discípulos habían sido testigos del arresto de Jesús (Jn. 18:1-11). Estando “al otro lado del torrente del Cedrón, donde había un huerto” (18:1) –el huerto de Getsemaní– Judas, el hermano traidor, había llegado acompañado por militares y religiosos. Allí habían arrestado a Jesús.

El Evangelio de Juan nos dice que en medio de las sombras Simón Pedro hirió a un militar llamado Malco, siervo del Sumo Sacerdote (18:10-11). Y ahora Simón estaba precisamente en la casa del jefe del siervo herido; rodeado –como dice el v. 18– por los mismos militares que habían arrestado a Jesús.

Trama

Pero la historia sólo comienza. Los discípulos habían llegado a casa del Sumo Sacerdote aprovechando la amistad del discípulo anónimo con su familia (v. 15). Al principio, Pedro se quedó fuera (v. 16a), pero el otro discípulo habló con la portera y consiguió la entrada de Pedro al patio de la casa de los asesinos.

Allí encontramos el nudo de la acción. La criada a cargo de la puerta reconoció a Simón: “Entonces la criada portera dijo a Pedro: “¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?” (v. 17). El momento, ciertamente, no era cómodo para Pedro. Su vida dependía de su respuesta: “¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?”

Lo interesante es que casi 2,000 años después ustedes y yo nos encontramos en la misma posición de Pedro: nuestro futuro depende de nuestra respuesta a la misma pregunta. Rodeados por las fuerzas del mal, el mundo cuestiona la profundidad y solidez de nuestro compromiso con Cristo: “¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?”

Y nuestra respuesta es muy importante. Es más, nuestra respuesta es crucial. Al contestar esta pregunta estamos tomando una opción; estamos indicando cual será el sendero que tomará nuestra vida.

“¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?” es una pregunta cargada. En ella se nos pide que tomemos la decisión más importante de nuestras vidas.

¿Eres tú seguidor de la vida o de la muerte? ¿Del bien o del mal? ¿De la luz o de las tinieblas? ¿De Dios o del maligno? No hay términos medios. No hay zonas grises. No hay vías alternas. ¿Eres tú también de los discípulos de este hombre? ¿Si o No?

Punto culminante

Entonces, un Pedro paralizado por el miedo a la muerte le contestó a la portera: “No lo soy”. Sí, oyeron bien. Simón Pedro contestó: “No lo soy”.

  • El mismo Pedro que había confesado que sólo en Jesús había palabras de vida eterna (6:68);
  • El Pedro que ante la amenaza de no poder compartir más con Jesús si no se dejaba lavar los pies por el maestro le había pedido a Jesús que no sólo le lavara los pies, sino las manos y la cabeza (13:9);
  • El Pedro que había defendido con la espada a su maestro (18:10
  • El Pedro que había dicho que daría aún la vida por Jesús (13:37);
  • Este mismo Pedro ahora dice: “No lo soy”.

De nada valió la advertencia de Jesús (13:36-38) ante la actitud quijotesca del Apóstol: “¿Tú vida pondrás por mí? De cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.” Pedro negaba a su maestro.

Y esto nos ofrece un interesante contraste. En la narrativa del arresto de Jesús, el Maestro fue confrontado con una situación similar a la experimentada por Pedro. Decir la verdad podía costarle la vida. Sin embargo, Jesús actuó con resolución ante la turba asesina, diciendo: “¿A quien buscáis?” Entonces, dice la Biblia que Jesús les dijo: “Yo soy”. Otra vez en el v. 6 Jesús les dice “Yo soy”, y Juan nos indica a renglón seguido que cuando los soldados y los religiosos escucharon su voz, éstos cayeron a tierra. Y, aún una tercera vez, en el v. 8, Jesús insiste diciendo “Yo soy”. Entonces es arrestado.

¿Ven el contraste? Ante tres “Yo soy” de Jesús, Pedro niega al Señor tres veces (18:17, 25-27): No lo soy; No lo soy; No lo soy.

Quizás usted se plantee la misma pregunta que yo ante la actitud de Pedro: ¿Por qué? ¿Qué llevo al Apóstol a ceder tan vilmente ante el miedo? No sé, no conozco la respuesta, pero cuando leo este pasaje recuerdo las veces cuando yo mismo he negado al Señor.

No lo soy. Decimos “no lo soy” cuando anteponemos nuestros propios intereses al amor que le profesamos tanto a Dios como a los demás. Cuando buscamos nuestro propio bienestar es lugar del bienestar de la persona amada.

Y, ¿será eso amor? Sí y no. No es amor en el sentido del que habla Juan en 13:31-35; ese amor que tiene como modelo la práctica de Jesús; ese amor es perfecto. Pero, en otro sentido, sí es amor. Es un amor tierno que acaba de nacer; un amor débil que aún comienza a desarrollarse. Otra vez es necesario recurrir a I Juan para explicar conceptos del Evangelio. Allí, en el 4:18, leemos:

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en si castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

I Juan 4:18

Interesantemente, en griego la palabra “perfecto” es sinónimo de “maduro”, Esto explica muchas cosas. Sí, Pedro amaba a Jesús. Pero lo amaba con un amor joven, débil e inmaduro. Por eso el miedo, y como consecuencia del miedo, el castigo. Por otra parte, el amor de Jesús era fuerte, maduro, perfecto. De ahí que a la hora de la confrontación, el maestro no dudó en decir “Yo soy”.

Desenlace

Con toda seguridad, podemos afirmar que Pedro lloró amargamente su acción. Y merecía llorar. _Acaso no había traicionado a su Maestro? Quizás ustedes y yo le hubiéramos dado la espalda en una situación como esta. Sin embargo, Sin embargo Jesús le buscó en señal de comprensión, en señal de amor.

Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: apacienta mis corderos. Volvió a preguntarle: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Cuida de mis ovejas. Por tercera vez le preguntó: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro, triste porque la le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó: Señor, tu lo sabes todo: tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Cuida de mis ovejas.

Juan 21.15-18 (DHH)

Esa es la palabra de Dios para hoy. No importa cuantas veces hayas dicho: “No lo soy”, Dios te plantea una nueva pregunta: ¿Me amas? No importa las veces que hayas dicho: “No lo soy”, Dios te llama hoy.

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Jueves Santo
La Cruz

Getsemaní – Un sermón para el Jueves Santo

Texto: Marcos 14:32-42

Tema: En Getsemaní, nos encontramos con Jesús como el hijo obediente hasta la muerte, muerte de cruz por un pueblo que lo deja en la absoluta soledad.

Área: Desafío profético

Propósito: Que la audiencia se identifique con los discípulos de Jesús.

Diseño: Expositivo

Lógica: Inductiva

Introducción

El Jueves es el comienzo del fin. Al salir del “aposento alto ya dispuesto” (Mr. 14:15) donde tomaban la cena, Jesús y sus discípulos se enfrentaban a la escena final que comienza y que les llevaba al sufrimiento de la cruz.

Difícilmente hubieran podido encontrar un sitio más adecuado. Getsemaní, que significaba “molino de aceite”, era un pequeño jardín de olivos donde Jesús acostumbraba a meditar y que hoy se convierte en el lugar de encuentro con la voluntad de Dios.

Puntos a desarrollar

A. En Getsemaní, encontramos al Jesús-Hombre que se enfrenta a la exigencia terrible de Dios.

1. Al llegar al jardín, el Señor divide a sus discípulos en dos grupos. Por un lado están Pedro, Juan y Jacobo, quienes siempre le acompañaban en los momentos más difíciles, y les insta a orar. Por otro, están el resto de los discípulos.

2. En esos momentos Jesús hace una revelación que nos parece extraña: Jesús está angustiado y tiene miedo. El Señor se enfrenta en su carácter de “Dios-ser humano” con la realidad del futuro. Le espera una muerte terrible a manos de un grupo religioso dispuesto a romper su ley, por prenderle, y de un gobierno impersonal e injusto. Jesús se enfrenta a las consecuencias de su mensaje: Ha predicado la vida y el mundo le depara la muerte y el sufrimiento.

3. Esta revelación de la angustia de Jesús debe parecernos extraña. Por lo regular la historia celebra a aquellos que enfrentan la muerte en forma heroica o estoica, es decir, sin mostrar dolor o angustia. La historia recuerda a Sócrates por tomar la cicuta y morir plácidamente, sin mostrar sentimiento alguno. Pero ese no es el caso de Jesús.

  • Tampoco tenemos en Jesús el místico para quien el cuerpo, no importa porque lo importante son las “cosas espirituales”. El Señor no es un “gurú” que vive en el mundo como si la creación fuera la cárcel del alma.
  • Mucho menos encontramos en Jesús, la actitud de algunos “super-espirituales” que se han metido en la Iglesia de Cristo y que ven a todo aquel que sufre, que llora y que está triste como un creyente de segunda categoría, que está enfermo porque no ora lo suficiente.

4. No hermanos míos, Jesús no se encuentra en ninguna de estas categorías Jesús sufre porque es verdadero hombre, porque su humanidad no es un juego. El Señor se enfrenta a una muerte cruel e injusta que le obliga a dejar atrás la compañía y el amor de sus amigos. Jesús sufre porque es hombre, porque es siervo de Dios y el ministerio que Dios da en el mundo no es uno que nos lleva a evitar el sufrimiento, sino que nos lleva a través del valle de la sombra de la muerte (Sal. 23:3).

5. Este hecho de la humanidad de Cristo es sumamente importante para nosotros, porque significa que tenemos en él no un “Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hebreos 4:15).

B. En Getsemaní encontramos a Jesús-siervo el que está dispuesto a obedecer al Padre hasta la muerte.

1. Ahora bien hermanos, este siervo que sufre es uno que tiene una relación especial con su amo. Este “siervo” no es esclavo, es hijo. Es uno que tiene una relación más profunda de la que ha tenido ningún otro con Dios. El Siervo que sufre es el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Santo de Israel.

2. Jesús es el único personaje en la historia de Israel que llamó a Dios “Padre” en forma personal. La palabra “abba ” es una expresión del lenguaje arameo, que era utilizada solamente por los niños pequeños para dirigirse a su padre. En este sentido, Jesús hace lo que sería la herejía frente a los fariseos de su época. Jesús llama a Dios “papi” o “papito”, algo que no había hecho ningún otro personaje en la historia de Israel, donde Dios aparece como el Padre del pueblo en su totalidad.

3. Es este hombre con una relación especial con Dios el que se enfrenta con la copa amarga. Copa que no era otra cosa que el destino que Dios le tenía deparado para el futuro. Esto es importante, no es un destino preparado por los hombres, por las instituciones o poderes de su época. Nadie le quita la vida a Jesús, el la da voluntariamente (Jn. 10:18). La muerte de Jesús no es una muerte forzada por el pecado, sino que es instrumento de Dios en la revelación su justicia.

4. En este sentido es importante el uso de la palabra “copa” y de la frase “la hora señalada” los judíos utilizaban estas frases, para hablar del tiempo futuro, en el cual el Reino de Dios se haría una realidad para todo el pueblo. Con la palabra “copa” se hablaba del momento en que la salvación llegaría a todo el mundo, en la manifestación del momento de Dios.

5. En este sentido, vemos claro el motivo de la obediencia del Hijo. Jesús obedecía la exigencia de Dios porque su muerte sería instrumento, camino, puente por el cual llegaría la manifestación poderosa del Reino de Dios para todo el mundo. Su muerte –el tomar la “copa”– marcaría “la hora señalada” por la cual Dios llegaría a la humanidad y todo creyente recibiría el “Espíritu de Adopción” que le capacitaría para decir “abba, Padre” (Ro. 8:15; Gal. 4:16).

C. En Getsemaní vemos a Jesús dispuesto a sufrir por el pueblo pecador que lo deja solo.

1. En este momento, hemos llegado al punto de preguntarnos el significado para los discípulos de esta noche de oración. Si para Jesús el jardín de oración es angustia y obediencia, debemos preguntarnos que significó el monte para aquellos que acompañaban al Señor en aquella noche crucial. Este es el momento de ver, que significa Getsemaní para los discípulos del Señor.

2. En este sentido, Getsemaní es lugar de llamado, de vocación y de comisión. El monte es el lugar escogido por Dios para asignar a los discípulos una tarea especial: Getsemaní es llamado divino a velar en oración. Velar no solo en el sentido de “romper una noche orando” sino, de vigilar y estar atento a la voluntad Dios que nos revela. De este modo el “velad” que les dice el Maestro a sus discípulos transciende el tiempo y se convierte en un mandato a seguir la voluntad de Dios en forma inquebrantable.

3. Pero si bien por un lado, Getsemaní es lugar de llamado y comisión, por otro, el monte es también lugar de flaqueza. Flaqueza que se expresa en el sueño, en la dejadez, en la ceguera ante la llegada de los acontecimientos que se temían. La “debilidad” de los discípulos consiste en no tener la sabiduría de Dios y el discernimiento para leer en el tiempo que el mal estaba a la mano, dispuesto a destruir a su Maestro. La “debilidad de la carne” no consiste sólo en el cansancio físico sino que nos habla principalmente de la condición humana; del pecador que se resiste a hacer la voluntad divina y busca siempre su propia comodidad.

4. Es precisamente esa debilidad la que nos lleva al fracaso. Fracaso de no poder velar una hora; fracaso de resistir el Espíritu de Dios –el cual está siempre dispuesto– y seguir la pereza; fracaso de dejar solo al Maestro en la lucha; fracaso de no poder resistir los pecadores que se llevan a nuestro Señor; fracaso que nos lleva a salir corriendo desnudos (Mr. 14:52) y a negar a nuestro Señor (Mr. 14:66-72).

5. Getsemaní es el lugar donde todos abandonamos a Jesús –donde todos le fallamos– y le dejamos absolutamente solo, luchando contra el pecado por nosotros.

Conclusión

Como Iglesia, el Señor que se da por nosotros nos llama a velar en oración por un mundo que se pierde. Somos con quien único el Señor cuenta a su lado en esta lucha contra los elementos del mundo. Pudiera usar ángeles –legiones de ángeles– con sólo una palabra suya. Empero nos ha escogido a nosotros como mensajeros suyos. El Señor cuenta con nosotros. Sin embargo, hoy le hemos fallado; le hemos dejado solo: “Ahora ya podéis dormir y descansar, Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” (v. 41).

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La Cruz
La Cruz

Las Siete Palabras: Introducción

Adquiera el libro del Dr. Jiménez sobre Las Siete Palabras.

Texto

El viernes es el día de la muerte. Temprano en la mañana, Jesús es arrestado y llevado preso ante los líderes religiosos de Jerusalén. Estos le juzgan–ilegalmente, por cierto–por los delitos de sedición y blasfemia. Poco después, el Galileo es llevado ante un gobernante cobarde—Poncio Pilatos—y ante un político corrupto—Herodes Antipas—para ser azotado, golpeado, torturado y condenado a muerte. Entonces, es presentado ante el pueblo junto a Barrabás—un criminal habitual—para que la masa escogiera uno para ser liberado. Y la turba, sedienta de sangre inocente, escoge al justo como la víctima que había de morir en la cruz.

No hay esperanza; el galileo se dirige a la cruenta muerte en la cruz. Allí, entre los clavos y el madero, encontrará la voluntad de Dios para su vida. Allí, dirá las siete “palabras”, siete frases que resumirán su obra, su trabajo, su labor en beneficio de la humanidad.

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Creo
Creo

Primera de las Siete Palabras: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

La primera palabra es:

Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23.34)

Adquiera Las Siete Palabras.

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La primera frase nos revela la bondad de Jesús. En el momento de agonía y de muerte, su primera palabra es una oración dirigida—en forma personal—al Padre celestial; oración por medio de la cual intercede aún por los asesinos que le crucificaban.

Jesús llama a Dios “Padre”, hablándole en forma íntima y personal. Jesús le llama “padre” para subrayar su profunda comunión con el Creador de todo. Y en su oración al Padre, pide misericordia para sus victimarios.

Jesús intercede por aquellos soldados que se repartían sus vestidos al pie del árbol de la cruz y echaban suertes sobre su manto. Soldados que “no sabían lo que hacían” porque sólo obedecían la férrea disciplina militar del ejército romano. Sólo seguían las órdenes de Pilatos, el gobernador militar. Este había cedido a las presiones políticas de los líderes religiosos que deseaban ver muerto al profeta galileo. Por eso hoy los soldados asesinan a Jesús, considerándolo un reo más; otro condenado a muerte por el regente romano.

Jesús intercede, además, por aquellos que le condenaron. En su oración, el caminante de Nazaret intercede ante Dios por Pilatos, quien le condenó a cruz después de una profunda lucha consigo mismo. Del mismo modo, intercede por Herodes Antipas, el desquiciado gobernante que veía a Jesús como la reencarnación de Juan el Bautista.

Jesús intercede por los fariseos y los saduceos—los líderes religiosos de la época—quienes le mataban pensando que hacían un servicio a Dios. El Maestro pide por aquellos religiosos que en su esfuerzo de salvarse a sí mismos, se encuentran de frente con Dios en la persona de Jesucristo. Lo contradictorio es que una vez encuentran al Dios encarnado, en vez de adorarle deciden asesinarle.

Jesús intercede por la masa del pueblo, por esa muchedumbre que aún hoy es llevada de un lado para otro por cualquier líder hábil que presente lo malo como bueno y lo bueno como malo.

En fin, Jesús intercede desde la cruz por la humanidad perdida, dejando claro que esa será su labor por toda la eternidad: el representar a la humanidad ante el Padre celestial. En este sentido, Jesús intercede por ti, por mí, por todos nosotros delante de Dios. Intercede porque cuando pecamos contra Dios y el prójimo, tú y yo tampoco “sabemos lo que hacemos”.

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