Sobre la Doctrina Cristiana
Resumen del libro #3
Escrito por Agustín de Hipona
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En el Libro 2 Acerca de la Doctrina Cristiana, originado en el 397 D.C, Agustín expuso su entendimiento de cómo las palabras indican significado. Las palabras son “signos” que apuntan a significados. Ludwig Wittgenstein, un filósofo del siglo XX, llamó a esto la “teoría de la imagen” de la lengua. Se podría pensar de esto como un dibujo animado. Cuando leo una palabra, una imagen que es el significado de la palabra aparece en la burbuja por encima de mi cabeza.
Esto sólo funciona parte del tiempo. Wittgenstein señaló que el significado de muchas palabras y “señales” no puede ser representado. Por ejemplo, usted puede representar un gesto grosero, pero usted no puede imaginar su significado. Otros ejemplos que podría dar incluyen la palabra “es” o la palabra “justicia”. Personalmente no imagino una “búsqueda de una aguja en un pajar” y sin embargo, entender la frase perfectamente bien.
Wittgenstein más profundamente propone que el significado de las palabras no se encuentra en una definición representada, sino más bien en la forma en que las usamos en determinados contextos. En ciertos contextos o “formas de vida”, como él los llamaba, jugamos ciertos” juegos de lenguaje” con las palabras. Si grito “fuego” en una habitación llena de gente, usted sabe que lo que realmente he dicho es salir de la habitación lo más rápidamente posible si no quiere morir quemado. Si grito “fuego” como comandante de un grupo de hombres armados con rifles apuntando a un criminal con los ojos vendados, probablemente estoy diciendo que disparen a la persona para matarla. Más ejemplos podrían ser proporcionados.
Por cierto, es en el Libro 2 de Agustín titulado Acerca de la Doctrina Cristiana en el que él da lo que sin duda viene a convertirse en el consenso de los cristianos en ese momento acerca de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. El canon del Antiguo Testamento, como es llamado, incluye los libros llamados apócrifos que Martín Lutero más tarde retira del canon protestante. El canon del Nuevo Testamento corresponde a la lista de libros que apareció por primera vez sólo tres décadas antes en la carta 367 de Pascua de Atanasio.
El Libro 3 trata de la cuestión de la ambigüedad de las Escrituras y sobre todo cuando debemos leer la Biblia literalmente y cuándo debemos leer la Biblia en sentido figurado. Ambigüedad puede provenir de cuestiones de puntuación (cap. 2). Aquí hay que tener en cuenta que los textos de la época de San Agustín (y este fue el caso de los textos originales bíblicos también) en gran parte no hicieron uso de la puntuación para separar las palabras entre sí, y mucho menos una frase de otra (esto se llama “escritura continua, “o scriptio continua en latín). Toda la puntuación en nuestras Biblias es una cuestión de interpretación.
Agustín, por supuesto, enseña que las decisiones sobre puntuación deben guiarse por la “regla de la fe” cuando no se puede resolver un problema sobre la base del contexto. Para los cristianos de los primeros siglos, la regla de fe fue el significado de las creencias cristianas básicas, el núcleo de pensamiento cristiano, el “depósito” de la fe dejada por los primeros apóstoles. Para Agustín, fue esta teología cristiana de base que resolvió los problemas de ambigüedad. Podríamos decirlo de esta manera: en caso de duda, ir con una interpretación que resulta en un significado “ortodoxo”.
Este enfoque pone de manifiesto una cuestión crucial. Parece fuera de toda duda que el significado original que tenía un texto bíblico era una función de su contexto histórico y literario. Es decir, el sentido que un autor bíblico o una audiencia bíblica habrían entendido por las palabras de un texto bíblico era en función de cómo las palabras se estaban utilizando en ese momento en el tiempo y lugar y que ellos habrían entendido las palabras de un verso a la luz de las palabras que acababan de llegar antes.
Lo que vamos a encontrar varias veces en el Libro 3 de Acerca de la Doctrina Cristiana es que las decisiones de Agustín sobre el significado de un texto siguen el contexto a menos que el sentido dado sea contrario a la regla de fe. En ese caso, el se desplazará a un sentido figurado que se ajusta a la regla de fe y considera el significado que Dios intenta dar al texto. Él es en todo sentido único en este enfoque. Es fácil encontrar este enfoque en otros intérpretes de la época (por ejemplo, Filón el escritor judío del primer siglo), sin dejar de lado los autores del Nuevo Testamento.
Desde la Reforma protestante, ha habido renuencia en interpretar los textos bíblicos en sentido figurado a menos que fuera evidente que los autores bíblicos mismos estaban siendo figurativos en un principio. Por ejemplo, podemos interpretar la historia de Sara y Agar alegóricamente en Gálatas 4 porque esa es la manera en que Pablo toma la historia allí. Una alegoría es cuando alguien interpreta los personajes o varios elementos de una historia como representaciones de algo que no está relacionado con el sentido original.
Así que Sarah en la interpretación de Pablo se convierte en un símbolo de la Jerusalén celestial, mientras que Agar simboliza la Jerusalén terrenal. Esta interpretación no tiene nada que ver con la historia original de Sara y Agar, que era de dos mujeres que lucharon por sus hijos. La interpretación de Pablo es alegórica.
Puede decirse que los evangélicos del siglo XX han tendido a modificar el método de Agustín. Siga lo que parece ser el significado contextual más probable del texto bíblico, a menos que entre en conflicto con la regla de fe (es decir, las “ortodoxias” de la tradición evangélica y la comunidad de fe en particular, de los cuales uno es una parte). Si entran en conflicto, busque otras posibles formas de leer el texto en su contexto de manera que se ajusta a la regla de fe. De esta manera, la hermenéutica evangélica (el estudio de cómo interpretar los textos) ha evitado el tipo de interpretaciones en sentido no literal de interpretación anterior a la Reforma, mientras que todavía está tratando de leer los textos bíblicos en su contexto. Uno de los efectos de este resumen es que nos ayuden a luchar con estas preguntas de la hermenéutica.
Curiosamente, Agustín considera que algunas de las ambigüedades de puntuación son relativamente poco importantes. Si el contexto no está claro, si la regla de la fe no impone una interpretación particular, el lo deja en manos de la persona. Puntualice como más le guste si ni el contexto ni la regla de la fe le dan un sentido claro de cómo se puntúan.
Agustín va a discutir cómo resolver las ambigüedades de la pronunciación o de silabeo (ya que las palabras se llevaron a cabo en conjunto). Algunos pueden ser resueltos por la regla de la fe, en otros casos se puede consultar el griego original.
En el capítulo 5 de la Parte 2, Agustín entra en la cuestión más difícil de lo metafórico. El establece esta regla: “Debemos tener cuidado de tomar una expresión figurativa en sentido literal.” En retrospectiva, parece bastante obvio que Agustín a menudo borro lo que se pretendía en realidad sea literal en el texto bíblico con sus interpretaciones figurativas o figurativa de ellos. Por así decirlo, adopta una perspectiva de Dios-como para determinar qué fue lo figurativo y lo que era literal, en lugar de seguir las pistas de los textos literarios propios inductivamente.
Así que el sitúa la mayor parte de la ley judía en la categoría de figurativo, utilizando el ejemplo en capítulo 6 de oposición a las curaciones de Jesús en el Día de Reposo. Los líderes judíos toman el sentido figurativo del la ley del Día de Reposo literalmente. Tal vez él está en lo correcto acerca de la mente de Dios en este tema (el problema es siempre cómo podemos saber esto), pero él se equivoca en los propios textos. Nada de lo dispuesto en los textos del Antiguo Testamento llevarían a una persona a tomarlos en sentido figurado, e incluso el propio Jesús en Marcos 2 sólo reclama una excepción a la ley del Día del Reposo, no hace una alegoría de ella.
El problema, afirma San Agustín, es que la gente confunde el signo, la señal simbólica, por la cosa misma a la que apunta. Confunden el signo de la cosa significada. La cosa significada es espiritual, y debe ser nuestro enfoque. Jesús y los apóstoles han transmitido algunos ritos como por ejemplo el bautismo y la comunión. Agustín considera el significado espiritual de estos como obvios.
A continuación, el capítulo 10 se refiere a la situación opuesta, donde una persona toma una forma literal de la palabra como si fuera figurativo. Aquí Agustín establece: una regla fundamental: “Todo lo que hay en la palabra de Dios que no se puede, si se toma literalmente, referirse tanto a la pureza de la vida o la solidez de la doctrina, es posible establecerlo como figurativo.” Lo que usted debe tomar literalmente en las Escrituras, por lo tanto, es cualquier instrucción relacionada con el amor de Dios y al prójimo (la pureza de la vida), y usted debe tomar literalmente cualquier enseñanza relacionada con la fe católica (la solidez de la doctrina). En el lado negativo, tenemos que tomar literalmente, cualquier instrucción en las Escrituras que nos dice que debemos evitar la lujuria.
Así que cualquier enseñanza bíblica que parece atribuir una acción pecaminosa a Dios debe ser tomada en sentido figurado, al igual que cualquier enseñanza que atribuya santidad a la humanidad. Agustín también muestra cierta consideración a la importancia del contexto y la intención a la hora de evaluar la moralidad. Lo que es apropiado para un tiempo puede no serlo en otro, y la misma acción puede ser virtuosa o pecaminosa, dependiendo de la intención de la persona que lo hace. Ceguera a nuestro propio contexto también nos puede impedir ver los puntos donde nuestras propias costumbres están fuera de concordancia con el amor de Dios y al prójimo. Mientras tanto, otros pueden caer en una especie de relativismo, porque están conscientes de cómo la cultura afecta a lo que uno considera correcto e incorrecto.
Pero la regla de “hacer a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti” es universal. No puede ser alterada por las costumbres de nuestra gente. Así que aquí va la regla otra vez: “con cuidado revise en nuestra mente y medite sobre lo que leemos, hasta que se encuentre una interpretación que tiende a establecer el reino del amor. Ahora bien, si cuando se toma literalmente da un significado de este tipo, la expresión no debe ser considerada como figurativo “(cap. 15). O también: “Si la oración es una de mandato, ya sea prohibiendo un crimen o un vicio, o instruye de un acto de prudencia o de benevolencia, este no es figurativo. Si, sin embargo, parece instruir un crimen o un vicio, o prohibir una acto de prudencia o de la benevolencia, este es figurativo “(cap. 16).
Hoy desde nuestro punto de vista, podemos ver que Agustín desdibuja en conjunto la interpretación y apropiación. Si un texto es figurado o literal, en primera instancia, depende de si el autor uso las palabras en sus sentidos normales para la hora y el lugar cuando él o ella estaba escribiendo, no en si su contenido se adapta o no a nuestra teología. Sin embargo, nosotros, como cristianos, por el contrario, directamente tomamos decisiones en como apropiar textos por su relación con la ley o regla de amor o regla de, las cuales creemos que son, literalmente instruidas y ensenadas en varios lugares de la Escritura.
El simbolismo de algunos pasajes puede ser aclarado por los mismos símbolos en otros lugares. Así, un pasaje en el que el significado simbólico de un escudo no está claro puede ser aclarado por otro pasaje donde se encuentra. Tampoco es un problema si una persona da una interpretación de una escritura que se ajusta a una interpretación clara en otros lugares. Una vez más, Agustín aquí está leyendo textos teológicamente y no en términos de lo que significaban originalmente. El significado original de un pasaje es una función de su contexto individual y no de los significados de otros pasajes escritos en contextos muy diferentes.
El conocimiento de los tropos o dispositivos literarios ayudan aclarar el significado. Son numerosos y se aprenden en la escuela, cosas como alegoría, parábola, metáfora e ironía. Agustín termina el Libro 3 de Acerca de la Doctrina Cristiana con las siete reglas que se encuentran en las obras de alguien llamado Ticónico en relación con la búsqueda de significados alegóricos en la Escritura.