El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es pastor, conferenciante, escritor, editor de libros teológicos y profesor en el área de teología pastoral, particularmente de homilética y predicación.
La Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Espinosa desea que todas las familias de la Iglesia y de la comunidad celebren un servicio de ALTAR FAMILIAR cada mes. El propósito es fomentar la oración en familia y por la familia. Adjunto encontrará los materiales para Enero 2016. Esperamos que los mismos sean de edificación para usted y para toda su familia.
Una nueva creación es una prédica cristiana basada en Juan 1.1-14, apropiada para la celebración del Año Nuevo.
Introducción
No sé si alguno de ustedes ha experimentado el placer y el terror de mudarse a una casa nueva. Quienes hayan pasado por la experiencia de mudarse a un nuevo hogar pueden testificar que uno la vive con una mezcla de euforia y de temor.Por un lado, uno disfruta el proceso, pensando en todas las nuevas posibilidades que abre la relocalización. Pero, por otro lado, no podemos negar que relocalizarnos es un proceso difícil que ciertamente nos da temor.
Dejar lo conocido para aventurarnos a lo desconocido puede paralizarnos del miedo. Es necesario invertir mucha energía emocional en el proceso.
Se me antoja pensar que el comienzo del nuevo año presenta desafíos similares a los de una mudanza o una relocalización. El nuevo año trae consigo posibilidades y desafíos; oportunidades y dificultades. Y la pregunta que se impone es: ¿De dónde vamos a sacar fuerzas físicas, emocionales y espirituales para lidiar con esos desafíos, esas dificultades y esos retos que trae el Año Nuevo?
Les sugiero que, del mismo que hacemos cuando vamos a hacer una mudanza grande, busquemos ayuda, particularmente de alguien que sea experto en ese tipo de transiciones. ¿Y quién mejor que Dios mismo, el Señor del tiempo y el espacio, para ayudarnos a empezar un nuevo tiempo en un nuevo lugar?
La creación (Génesis 1)
De acuerdo al testimonio bíblico, Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Esto lo encontramos en Génesis 1.1 al 2, que dice: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.”
El texto es impresionante, porque describe el acto de la creación como una lucha contra el caos que imperaba en el mundo. Dios impone el orden y llena un mundo que, hasta ese momento, había estado vacío y en desorden.
¿Y cómo es que Dios crea? Lo hace por medio del poder de su palabra. Eso lo vemos en el resto del capítulo 1 de Génesis, del cual les leo los versículos 3 al 5, a manera de ejemplo: “Y dijo Dios: “¡Que haya luz!” Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas; a la luz, Dios la llamó “Día”, y a las tinieblas las llamó “Noche”. Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día primero.”
Nótese que Dios crea por medio de su palabra. Solo tiene que decir “que haya luz” para que esta sea una realidad. Así es que la Biblia describe cómo era el mundo “en el principio”.
La nueva creación (Juan 1)
Por su parte, el Evangelio según San Juan comienza con palabras muy similares a las de Génesis, cuando dice: “En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho.”
Como bien habrán notado, Juan también comienza con la frase “en el principio”. ¿Por qué el evangelista hace esto? Sencillo, porque quiere decir que la llegada de Cristo Jesús al mundo de los seres humanos marca un nuevo “Génesis”, una nueva creación.
Jesucristo se presenta, pues, como el agente de la creación, por medio del cual todo lo que existe ha sido creado. Esta idea no solo aparece claramente en los versículos ya leídos, sino que también se encuentra en otros libros del Nuevo Testamento, tales como Colosenses, que dice en el capítulo 1, versículos 15 al 17: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. En él fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de él y para él. Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden.”
Por lo tanto, podemos concluir que Jesucristo transforma el corazón del ser humano. Esa transformación es tan profunda, que bien podemos decir que la persona que entra en una profunda relación de amor y amistad con Dios llega a ser una nueva creación.
Una vez más, esta idea no es particular de Juan, sino que la encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento, tales como 1 Corintios 5.17, que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!”
Ahora bien, ¿cómo es que Dios hace esta nueva creación? Al igual que en Génesis 1, Dios crea por medio de su palabra. Lo único que esa “palabra” ahora se ha hecho carne en Cristo Jesús, como dice Juan 1, del 9 al 14: “La Palabra, la luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.”
Conclusión
Comenzamos un nuevo año, marcando una nueva etapa en el tiempo y en el espacio. En cierto modo, este nuevo tiempo también marca el comienzo de una nueva creación.
No importa tu pasado,
No importa tu presente,
No importa el futuro que hayas pensado tener,
Hoy Dios te dice, por medio de su palabra, que está dispuesto a hacer de ti una “nueva creación”.
Sí, esa es la promesa divina. Gracias a la obra de Jesucristo, quien es la Palabra de Dios hecha carne, hoy puedes llegar a ser “hecho” hijo o hija de Dios.
Sé que la oportunidad que Dios nos ofrece presenta tanto posibilidades como desafíos. Y también sé que, si bien por un lado nos da ánimo y esperanza, por otro bien puede infundirnos temor.
Aún así, Dios nos invita a transitar por estos tiempos nuevos con ánimo renovado, con esperanzas nuevas. ¡No tengan temor! El Dios del tiempo y del espacio nos llama porque desea imponer orden en el caos de nuestras vidas. Desea que seamos nuevas criaturas, en el nombre del Señor Jesucristo. AMÉN
Un ensayo personal, recordando a mi madre, tanto en su cumpleaños como en el día de la madre.
El 30 de diciembre era mi día preferido de la temporada navideña. ¿Por qué? Simplemente porque era tu cumpleaños. Para el resto del mundo, el 24, el 25 o el 31 de diciembre eran mucho más importantes. Empero, para mí el 30 era tu fiesta; el día en que la familia se reunía para celebrar tu vida.
Y teníamos mucho que celebrar. Eras una mujer excepcional. No he conocido a una mujer más inocente o con mejores sentimientos que tú. Tampoco he conocido personas que sepan darse por su familia como te dabas tú. Mucho menos he escuchado de personas que sean admiradas unánimemente, como te admiraba toda persona que te conocía.
Claro está, no eras perfecta. Cometiste muchos errores, de los cuales yo fui el peor. Sin embargo, supiste amarme desde antes de mi nacimiento. Luchaste por mí y te enfrentaste al mundo como madre soltera, cuidándome con la fiereza que caracteriza a una leona que protege un cachorro.
¿Cuánto tiempo ha pasado? No sé, porque no quiero contarlo. Sólo sé que no estás conmigo. A pesar de que trato de recordarte todos los días, tu recuerdo cada día se pone más viejo y se vuelve más elusivo. La imagen de tu rostro y el sonar de tu risa se pierden en la penumbra del tiempo. Ya no recuerdo tu voz. Por eso trato de pensar en ti todos los días, por lo menos un minuto, pues temo que si yo no te recuerdo nadie te recordaría. Entonces tu ausencia sería definitiva.
Si pudieras oírme, te diría que tengo dos niñas: Paola y Natalia, a quien le decimos Tati. También tengo un hijo mayor, que ya cumplió 28 años, llamado Antonio José.
Pao sería tu nieta mimada. Se parece tanto a ti en sus actitudes, en su rostro y en su pelo. Se peina como tú, usando diademas, lazos y cintas en el pelo. En ocasiones, mis lágrimas afloran al verla peinada como tú. Me parece increíble que, habiendo nacido 23 años después de tu muerte, se parezca tanto a ti. Paola también es quien más pregunta sobre ti. Habla de su abuelita desconocida con amor y tiene una osita de peluche que lleva tu nombre, Saby. A veces, cuando me ve triste, Pao me pregunta si estoy pensando en ti. En muchas ocasiones, está en lo cierto. A veces, cuando me ve triste, Pao me pregunta si te extraño. Y yo siempre le respondo: “Todos los días de mi vida”.
Si pudieras oírme, te diría que he dedicado mi vida al ministerio cristiano. Sé que esta sería una gran sorpresa para ti, pues cuando te fuiste yo era un adolescente cuyos únicos intereses eran el ron y la rumba, en ese orden. Al morir, tu mayor preocupación era mi futuro, ya que temías que me dirigía a la perdición.
No te niego que después de tu muerte me hundí en el alcohol. Pero cerca de diez meses después de tu partida, tuve una experiencia de fe. Fue sencilla, pero me llevó a la certeza de la existencia de Dios. Comprendí que Dios me ama, me acepta y me perdona. Desde ese día estoy sobrio; y desde ese día le sirvo Jesucristo, mi Señor y salvador.
El 30 de diciembre era mi día preferido de la temporada navideña. ¿Por qué? Simplemente porque era tu cumpleaños. Hoy es el día más difícil de toda la temporada. ¿Por qué? Simplemente porque sigue siendo tu cumpleaños.
Ahora descansa en paz, mamá. Te veré en la mañana; en la mañana de aquel día cuando “se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:10-11).
Muchas veces las personas que enfrentan las más grandes adversidades de la vida se conviertan en nuestras maestras. De una manera u otra, nos enseñan a vivir. Nos vemos reflejados en su dolor y comprendemos nuestro “poco” comparado con el “mucho” de ellas. Y así descubrimos lo mucho que tenemos.
He estado meditando sobre esto recientemente porque una pastora amiga, que está gravemente enferma, recientemente escribió una frase en las redes sociales que me sacudió. Traducida al español, la frase dice: “Es difícil vivir rodeado de gente que solo desea sobrevivir”.
La frase me sacudió por dos razones. Por un lado, afirma el deseo de vivir que tiene esta valiente sierva de Dios. Por otro lado, dice una gran verdad: hay personas que solo están empeñadas en sobrevivir.
No disfrutan la vida a plenitud.
No valoran la hermosura de un nuevo día.
No pueden ver el futuro con esperanza.
Solo están empeñadas en sobrevivir un día más.
En tiempos de crisis
Este sentimiento es común en tiempos de crisis, como el que vive nuestra sociedad. Como desgraciadamente me he visto obligado a decir centenares de veces, la crisis social puertorriqueña es larga, es vieja y es pesada. Nuestro país sufre una crisis integral que afecta todas las áreas de nuestra vida comunitaria.
La economía está en crisis.
La ética gubernamental está en crisis.
La seguridad pública está en crisis.
La familia está en crisis.
Y la salud mental está en crisis.
Quizás lo que hace más dura la crisis es que, al examinar nuestras vidas, comprendemos que los recursos que tenemos para lidiar con la crisis son relativamente pocos. Las herramientas que tenemos en nuestras manos parecen sencillas, pobres y hasta torpes para enfrentar los enormes problemas que la vida nos presenta.
Miqueas en su contexto histórico
El pueblo de Israel pasó por problemas similares. El estado de Israel, aun en su momento de mayor esplendor, era un reino pequeño. En particular, era pequeño comparado con los grandes reinos de Egipto, de Asiria y de Babilonia. La situación se agravó con la división del Reino, que dejó 10 tribus en el Reino del Norte, cuya capital era Samaria, y 2 tribus en el Reino del Sur, cuya capital era Jerusalén.
¿Cómo enfrentar las presiones internacionales?
¿Cómo luchar contra ejércitos tan grandes?
¿Cómo pagar el tributo, los impuestos, que imponían los grandes imperios?
El profeta Miqueas habla de todos estos temas en su libro. El mismo contiene dos tipos de profecías. Por un lado, contiene profecías de juicio contra el Reino del Norte, contra el Reino del Sur y contra los líderes políticos y religiosos de ambos pueblos. Por otro lado, contiene profecías de vida y salvación.
Quizás la profecía más dura es aquella que habla de cómo el Reino del Sur sería conquistado por el Imperio Babilónico. ¿Por qué? Porque ese Imperio acostumbraba llevarse presa toda la clase dirigente de los países conquistados a Babilonia, condenándoles a vivir en campos de concentración.
Escuchen lo que dice Miqueas 4.10 al 5.1:
¡Pues sufre y llora, hija de Sión, con dolores de parturienta, porque ahora vas a salir de la ciudad, y vivirás en el campo, y llegarás hasta Babilonia. Allí serás liberada; allí el Señor te salvará del poder de tus enemigos. Muchas naciones se han juntado ahora contra ti, y dicen: “¡Que Sión sea profanada! ¡Que se nos conceda ver eso con nuestros propios ojos!” Pero esas naciones no conocen los planes del Señor; no entienden sus designios, ni que él los junta como a manojos de trigo, para trillarlos. ¡Levántate y tríllalos, hija de Sión! ¡Yo te daré cuernos de hierro y garras de bronce, para que desmenuces a muchos pueblos! Y las riquezas que les arrebates las consagrarás al Señor de toda la tierra. ¡Levanta murallas a tu alrededor, ciudad de guerreros, porque nos han sitiado y con su cetro golpearán al juez de Israel en la mejilla.
De ti saldrá
Es precisamente después de esta profecía de juicio que encontramos una promesa de vida y salvación. Y no es meramente “una promesa”, es la promesa de que Dios habría de enviar un salvador a redimir a su pueblo de todos sus sufrimientos.
La promesa se encuentra en Miqueas 5.2 hasta la primera parte del versículo 5, y dice de la siguiente manera:
Tú, Belén Efrata, eres pequeña para estar entre las familias de Judá; pero de ti me saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes se remontan al principio mismo, a los días de la eternidad. El Señor los entregará hasta el momento en que dé a luz la que ahora está encinta y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Se levantará para guiarlos con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirán tranquilos porque él será engrandecido hasta los confines de la tierra. Y él será nuestra paz.
Belén es una ciudad del sur de Israel, ubicada a pocas millas de Jerusalén. Era la ciudad de donde surgió David, el más grande rey de Israel. La región también era conocida por el nombre “Efrata”, que de acuerdo a 1 Crónicas 2.50 fue la madre un hombre llamado Belén, hijo de Judá, que le dio nombre a la ciudad.
Hasta el sol de hoy, Belén es una ciudad pequeña. Y el texto dice que de ella saldrá un bebé que llegará a guiar a su pueblo “con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirán tranquilos porque él será engrandecido hasta los confines de la tierra” (v. 4). Ese bebé traerá la paz (v. 5).
Empero, una vez más, encontramos el mismo problema. ¿Qué puede hacer un bebé tan pequeño para corregir los enormes males que enfrenta la sociedad?
Un país pequeño y sin recursos.
Una ciudad pequeña alejada de los centros de poder.
Un bebé indefenso que acaba de nacer.
Conclusión
Parece que no tenemos nada en nuestras manos. Sin embargo, la promesa de Dios persiste: Dios salvará a su pueblo usando los pocos recursos que tenemos en nuestras manos. ¿Por qué? Porque lo poco de Dios es mucho más que lo abundante del mundo y que los recursos de los hombres.
La Iglesia entiende que esta profecía se cumplió a cabalidad con el nacimiento de Jesús de Nazaret, a quien confesamos como Señor y salvador. Sobre la base de esta profecía, podemos ver el futuro con esperanza, no importa lo nefasto que pueda parecer. ¿Por qué? Porque el nacimiento de Jesús de Nazaret nos capacita para vivir, no meramente para sobrevivir.
Algunos recursos sobre la revitalización de la Iglesia.
1. El Ciclo Vital de la Iglesia (PPT)
2. Una Iglesia Misionera (PPT)
3. Cómo desarrollar un proceso de visión (PPT & Vídeo educativo)
4. Tareas
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Ser una iglesia que predique las Buenas Nuevas de Salvación no tan solo de manera verbal sino a través de nuestras acciones, para así poder restaurar y transformar con amor por medio de la palabra de Dios las vidas que se allegan a nuestra comunidad.
Hacernos presente en la comunidad que nos rodea y en las naciones, evangelizando y atendiendo las necesidades de aquellos más susceptibles tanto física como espiritualmente a través del servicio y la mayordomía.
Mostrar a otros la gracia y el amor de Nuestro Señor Jesucristo a través de nuestro ejemplo y testimonio para así ser luz que alumbra e imparte esperanza en un mundo en tinieblas.
Ser un centro de capacitación para nuestra comunidad de fe donde cada miembro sea capaz de influenciar de forma positiva a las vidas que le rodean.
El autor de este ensayo titulado “Análisis del ciclo vital de una iglesia local” es Kevin Feliciano Vega.
Analicé las características de la iglesia local la cual tengo el privilegio de pastorear por los pasados doce meses. Dichas características fueron contrastadas con el material del ciclo vital de la iglesia provista por el profesor Jiménez. Cabe reconocer que nuestra iglesia acaba de celebrar 73 años de establecida en la comunidad donde ubicamos, aunque somos una iglesia activa y de presencia en la comunidad lo cierto es que luego de tantos años es importante conocer el lugar donde nos encontramos y hacia donde nos movemos en los próximos años.
Para poder comprender nuestro lugar en el ciclo vital evaluamos cada uno de los 4 principios para la vida de la iglesia, los cuales son: visión, relaciones, programa y administración. Se analizó cual es la interacción de estos 4 principios dentro de la vida de la iglesia. También se evaluó ese análisis hecho con cada una de las 10 etapas que forman el ciclo vital de la iglesia para poder llegar a una conclusión concreta. Una vez identificamos la posición donde nos encontramos dentro del ciclo pudimos establecer cuales debían ser nuestras acciones o estrategias para lograr una revitalización de ser necesaria.
Los resultados obtenidos a raíz de este análisis fueron sorprendentes para mí, siendo uno de los pastores de la iglesia. Los resultados de este análisis, luego de contrastar la información enviada por el profesor acerca del tema fueron los siguientes: Nuestra iglesia local se encuentra en la etapa 7 del ciclo: envejecimiento. Esto debido a que la dinámica que rige la iglesia en cuanto a su forma de trabajar, respaldo a actividades y prioridades constituye el siguiente patrón: vRpA. En este momento nuestra iglesia centra sus esfuerzos en mantener las relaciones como comunidad de fe y muestra una administración bien fortalecida. La programación de la iglesia necesita reinventarse con el fin de ser atractiva para todos los sectores. La visión no es clara o básicamente inexistente ya que la mayoría de los líderes desconoce si hay una visión y que dicta la misma si existiera. Además los líderes que entienden hay una visión no pueden definir la misma por lo que no se tiene una ruta o plan de trabajo definido para los próximos años.
A partir de estos resultados podemos concluir que la iglesia local necesita pasar por un proceso de revitalización. Para el mismo, primeramente, se discutirá con el liderato de la iglesia (incluyendo al consejo del pacto, otros líderes de la iglesia y a las personas de influencia dentro de la congregación) la presentación sobre el ciclo vital de la iglesia para que puedan llegar a sus conclusiones y compararlas con los resultados de nuestro estudio personal. Segundo, se establecerá cual será nuestra visión de trabajo por los próximos años y se le hará conocer para poder encontrar nuestra ruta de trabajo. Finalmente, se trabajará con la programación de la iglesia para que la misma sea atractiva y cumpla con las necesidades de todos los sectores que constituyen nuestra comunidad de fe. De esta forma estaremos entrando en un proceso de revitalización de la iglesia que nos permitirá movernos dentro del ciclo vital para extender nuestra vida de iglesia de una manera eficaz.