Declaración de Visión y Misión de la Iglesia Metodista El Olivo

Declaración de Visión y Misión de la Iglesia Metodista El Olivo

por María de los A. Pérez Pérez

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:19-20

 La declaración de visión y misión de la Iglesia Metodista El Olivo toma como base las palabras de Jesús antes de su ascensión a los cielos citadas en el evangelio de Mateo. Nuestra declaración contempla cinco áreas a considerar: Misión, Enseñanza, Adoración, Evangelismo y Discipulado.

Entendemos y afirmamos que Jesús nos comisiona como sus discípulos y discípulas a buscar las almas perdidas, entendiendo que toda persona tienen acceso a la Gracia Redentora de Dios. Que como parte de nuestra misión somos llamados de igual forma a equipar a los y las demás, brindándoles enseñanza para prepararlos a su vez para el ministerio.

En ese mismo propósito consideramos que es nuestro deber proveerles un ambiente de adoración y comunión como su respectiva comunidad de fe, en donde se sientan en un ambiente que los acerque a Dios. Creemos como congregación, que debemos estar en todo tiempo dispuestos y dispuestas a extender nuestras manos tanto para salir a buscar a quienes necesiten conocer de Jesús como para recibirles en nuestra congregación. Y finalmente como parte de nuestra misión, deseamos ayudarles a través del discipulado a relacionarse con nuestro Dios.

Misión y visión para una Iglesia local

Misión y vision para una iglesia local es un ensayo sobre liderazgo pastoral y revitalización de la Iglesia, por Daniel Rodríguez Figueroa.

Antes de formular la misión y la visión de nuestra iglesia, surgen unas preguntas que nos replantean la importancia de Cristo y de la Iglesia en nuestras vidas y también, como iglesia, qué le podemos brindar a nuestra comunidad. Una de estas es: ¿Por qué la gente necesita a Cristo?

Cuando Jesucristo entra en la vida del ser humano y le llena con amor, se llenan los vacíos más profundos del ser humano. Con Cristo, el ser humano encuentra paz porque Cristo es suficiente. Cristo transforma aquellas áreas de la vida más oscuras, y le guía hacia una nueva vida caracterizada por el servicio y la generosidad. Cristo trae paz, trasformación y propósito al ser humano.

Otra preguntas de vital importancia es: ¿Por qué la gente necesita de la Iglesia? La gente necesita de la iglesia porque esta es el instrumento que Dios usa para salvar y transformar el mundo; es la presencia de Cristo en el mundo. Verdaderamente, nadie puede vivir la vida cristiana en soledad. Toda persona creyente necesita de un grupo de apoyo que le acompañe y estimule en medio de su jornada de fe. Solo en medio de una comunidad es que podemos crecer y aprender a ser como Cristo. La iglesia es la escuela de toda persona creyente.

La pregunta que sigue es: ¿Qué le va a ofrecer nuestra iglesia local a la gente? En nuestra iglesia encontrarás: una adoración apasionada que conecta con Dios, predicaciones relevantes a la vida, oportunidades para crecer en la fe a cualquier edad, personas que se preocupan por los demás, y una comunidad buscando cambiar el mundo a través del servicio y la generosidad.

Por medio de este análisis surge nuestra visión y misión.

Visión (Sueño): Vidas trasformadas. Una iglesia trasformada. Una comunidad trasformada.

Misión (Propósito): Construir una comunidad cristiana en donde personas tanto no cristianas como cristianas puedan conocer, amar y servir a Dios, para convertirse así en discípulos de Cristo.

Visión y misión para una Iglesia local - Daniel Rodríguez Figueroa
Daniel Rodríguez Figueroa
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¿En qué etapa se encuentra su iglesia local?

¿En qué etapa se encuentra su iglesia local?

por Daniel Rodríguez Figueroa

Nuestra iglesia lleva más de 80 años transformando vidas dentro y fuera de nuestra comunidad. Pero estamos conscientes que trabajamos a base de ciclos de vida.

Considerando los materiales sobre el ciclo vital de la iglesia y los escritos de Tom Bandy, entendemos que en estos momentos nuestra iglesia local se encuentra en la etapa 5, Adultez. Se encuentra en esa etapa puesto que hubo una gama de pastores que descuidaron la iglesia y bajó significativamente hasta la etapa 2, Nacimiento. Y esto porque enviaron a un nuevo pastor con ganas de trabajar y comenzó a motivar a la iglesia con la visión y a fomentar las relaciones y el programa.

Empoderó a la iglesia y la encaminó hacia una nueva visón y misión. En estos momentos contamos con un personal estable, un programa completo y una excelente administración. Fomentando la rotación y el trabajo en equipo. Hay mucha pasión por la visión y la misión.

Sabemos que no nos podemos estancar en esta etapa. Por lo cual seguimos soñando y reevaluando el perfil de la iglesia y de la comunidad. Es por eso que trabajamos fuertes en seguir desarrollando estrategias para llevarla al crecimiento.

Como por ejemplo:

Evangelizando a la comunidad: Promoviendo un evangelismo personal que nos permita dar seguimiento a las personas con quienes compartimos nuestra fe cristiana. Mejorando nuestras instalaciones físicas de manera que podamos atraer y recibir adecuadamente a las personas que buscan una iglesia. Ofreciendo una bienvenida sorprendente y auténtica a quienes nos visitan. Y promoviendo una adoración apasionada que conecte con Dios;

Desarrollando nuevos/as líderes: Trabajar con nuestra niñez y la sociedad de jóvenes. Brindando oportunidades de servir a toda la congregación. Apoyando económicamente a quienes participan de eventos de capacitación. Promoviendo en trabajo en equipo. Colaborando con otras congregaciones locales. Formando grupos pequeños que promuevan el aprendizaje en comunidad y el compañerismo.

Sirviendo por medio de proyectos comunitarios: Actualmente contamos con varios proyectos y otros los estamos desarrollando. Como por ejemplo: Construye: limpiando y arreglando casas de la comunidad. Estamos involucrados con la Liga Atlética Policiaca. Vamos a Crear un proyecto que se llama, Vida: visitando ancianos de la comunidad. Creamos un fondo para Ayudas económicas para la comunidad. Vamos a crear un Centro de acopio para desastres naturales. Contamos con un programa llamado, Bendice tu escuela: organizando actividades para cooperar con la escuela. Nos vamos a involucrar con Relevo por la vida: uniéndonos al esfuerzo para combatir el cáncer. Y recientemente abrimos un centro de tutorías llamado Educarte.

Haciendo y manteniendo estos proyectos es como transformamos nuestra comunidad y fomentamos a que nuestra iglesia no se estanque sino que siga creciendo con Dios por delante.

Queremos ser una iglesia que valga la pena. Deseamos destacarnos a lo largo de la vida como una iglesia que contenga una doctrina saludable, un liderato pastoral sabio e íntegro, integridad financiera, una iglesia que sirve a la comunidad, una congregación que invierte en las próximas generaciones y un lugar que transforma.

Daniel Rodríguez Figueroa
Daniel Rodríguez Figueroa

Cómo ilustrar un sermón

Sobre las ilustraciones para sermones

Por Pablo A. Jiménez

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Una ilustración es una anécdota o una historia que desarrolla, aclara o apoya una de las ideas presentadas en un sermón. También se consideran como “ilustraciones” el uso de símiles, metáforas, analogías, alegorías, ejemplos, poemas, y testimonios, entre otros recursos literarios y figuras de construcción.

Una ilustración efectiva debe ser tan clara que no necesite mayores explicaciones. Las ilustraciones demasiado complejas o complicadas no tienen utilidad alguna. No emplee ilustraciones que hablen de asuntos científicos o técnicos, tales como la electricidad o la medicina. Una buena ilustración debe aclarar una idea; una mala ilustración confunde, aburre o distrae.

Todo sermón debe tener, por lo menos, una ilustración, anécdota o una historia que  aclare o ejemplifique su mensaje. Es común encontrar libros que recogen cientos de ilustraciones para sermones. En términos generales, estos libros son de poca utilidad por dos razones fundamentales. Por un lado, estas historias, anécdotas y citas son tan conocidas que la mayor parte de nuestra feligresía ya las ha escuchado anteriormente. Por otro lado, muchas de estas historias hacen referencia a la historia y la literatura europea o estadounidense. Por esta razón, gran parte de nuestra feligresía no las puede comprender a cabalidad.

En el pasado, era común usar escenas de la literatura universal como ilustraciones para sermones. Por ejemplo, quienes predicaban citaban las obras de Cervantes, Shakespeare o de Calderón de la Barca.  Sin embargo, es difícil hacer este tipo de referencias literarias en la actualidad sin darle al predicador un aire de superioridad, pues la mayor parte de la gente no conoce las novelas y las obras de teatro que hoy se consideran como “clásicos” de la literatura.

Podemos encontrar una nueva fuente de ilustraciones para la predicación en las películas de cine y los programas de televisión. Sin embargo, es necesario evitar referencias a los productos culturales que puedan distraer a la audiencia, sobre todo a películas y a programas de televisión no tienen la dignidad que merece el púlpito cristiano..

En conclusión, la mejor opción es que la persona que predica escriba sus propias ilustraciones, haciendo referencias claras que sean comprensibles para la congregación. En el proceso, evite el error de hablar de su vida privada, publicando las interioridades de su vida familiar. Busque historias, anécdotas y citas que ayuden a su congregación a recordar los puntos principales de su sermón.

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Dios te acepta, versión libre de un sermón de Paul Tillich

Dios te acepta es una versión libre de un sermón de Paul Tillich, titulado “You Are Accepted”, basado en Romanos 5.20.

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Vídeo:

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Estas palabras del Apóstol Pablo resumen su experiencia, su mensaje y su visión de la vida. Nunca me he atrevido a predicar antes sobre este texto. Pero algo me ha impulsado a considerarlo durante los últimos meses. Es un deseo de dar testimonio de los dos hechos que, en las horas cuando nadie me ve, me parecen determinantes en nuestra vida: la abundancia del pecado y la sobre abundancia de la gracia.

Existen pocas palabras más extrañas que “pecado” y “gracia”. Son extrañas, aunque son bien conocidas. Hoy, estas palabras han perdido gran parte de su poder, al punto que es necesario preguntarnos seriamente si debemos usarlas o descartarlas como herramientas inútiles.

Empero, hay un hecho misterioso en las grandes palabras de nuestra tradición religiosa: no pueden ser reemplazadas. No hay sustitutos para palabras como “pecado” y “gracia”. Estas palabras nacieron en lo profundo de la existencia humana. Allí ganaron su poder para todas las edades, y allí cada generación puede reencontrar su poder. Acerquémonos, pues, a los niveles más profundos de nuestra vida, con el propósito de redescubrir el significado del pecado y de la gracia.

¿Qué significa el pecado en nuestros tiempos? ¿Acaso la gente todavía puede sentirse en pecado? ¿Están conscientes de que el pecado no es un mero acto inmoral? ¿Comprenden que el pecado es el mayor problema de la vida? ¿Sabemos que es un error dividir los seres humanos, llamando a algunos “pecadores” y otros “justos”?

Me gustaría sugerir una palabra, no como un sustituto de la palabra “pecado”, sino como una idea útil en su interpretación de la palabra “pecado”: “separación”. El pecado es separación. Estar en pecado es estar en un estado de separación. Y la separación es triple: separación de Dios, de uno mismo y de los demás.

Nosotras, las personas que nos sabemos separadas, sufrimos las consecuencias destructivas de nuestra separación, pero también sabemos por qué sufrimos.

Sabemos que estamos alejados de Aquel a quien realmente pertenecemos, y con quien debemos estar unidos.

Sabemos que experimentamos esa separación por culpa nuestra. Eso es el pecado: separación y culpa.

Así vivimos toda nuestra existencia, desde que nacemos hasta que morimos. Esa separación se prepara en el vientre de la madre y hasta mucho antes, en cada generación anterior. Alcanza más allá de nuestras tumbas, afectando a todas las generaciones venideras. ¡La existencia es la separación! Por eso, más que un acto o un error, el pecado es un estado de separación.

Podemos decir algo similar sobre la gracia, ya que los conceptos “pecado” y “gracia” están unidos entre sí. Ni siquiera conocemos el pecado hasta que experimentamos la unidad de la vida, que es la gracia. Del mismo modo, no podemos comprender el significado de la gracia hasta que experimentamos la separación de la vida, que es el pecado.

La gracia es tan difícil de describir como el pecado.

  • Para algunas personas, la gracia es la voluntad de un padre celestial que perdona una y otra vez la locura y la debilidad de sus niños. Debemos rechazar ese concepto infantil de la gracia y de la dignidad humana.
  • Para otras, la gracia es un poder mágico en los lugares oscuros del alma. El problema es que ese poder mágico no tiene significado alguno para la vida práctica.
  • Para otras personas, la gracia es la bondad que podemos encontrar junto a la crueldad en la vida. Es un regalo recibido de parte de Dios, de la naturaleza o de la sociedad, para hacer cosas buenas.

Pero la gracia es más que regalos.

  • La gracia es un poder que nos ayuda a superar la separación y distanciamiento.
  • La gracia es el reencuentro de la vida con la vida, la reconciliación del ser humano consigo mismo.
  • La gracia es la aceptación de quien antes había sido rechazado.

La gracia transforma nuestros caminos de muerte en caminos de vida; cambia la culpa en confianza y amor. Hay algo triunfante en la palabra gracia.

Cuando nos examinamos a nosotros mismos, descubrimos una lucha entre la separación y el reencuentro, entre el pecado y la gracia. Encontramos esa lucha en nuestra relación con los demás, en nuestra relación con nosotros mismos y en nuestra relación con Dios.

Si esta breve descripción del pecado y de la gracia resuenan en nuestros corazones, quizás podemos encontrar nuevos significados de estos conceptos. Pero en este proceso las palabras no son tan importantes. Lo más importante es cómo resuenan estos conceptos en los niveles más profundos de nuestro ser. Podemos decir que llegamos a conocer verdaderamente la gracia cuando logramos comprender esta lucha entre la separación y la reconciliación.

¿Quién no ha sentido soledad aún en medio de una multitud? El sentimiento de separación es más agudo cuando estamos rodeados por mucha gente y de mucho ruido, pero aun así no podemos conectarnos con los demás. Esa soledad nos hace sentir distanciados de la vida. Ni siquiera el amor puede ayudarnos a romper las paredes nos separan del prójimo. Cuando estamos en pecado podemos sentirnos separados de nuestra pareja, de nuestras amistades y hasta de nuestros hijos y de nuestras hijas.

La expresión más clara de separación en el mundo actual es la rivalidad entre los grupos sociales dentro de una misma nación. Si no podemos relacionarnos con alguien que vive en nuestra propia tierra, ¿cómo vamos a relacionarnos con gente de otros países? Cuando leemos, escuchamos o vemos partes de prensa sobre guerras, genocidios y ataques terroristas, tenemos que aceptar que en nuestro mundo abunda el pecado.

Recalco que no solo estamos separados de los demás: también estamos separados de nosotros mismos. El ser humano está dividido dentro de sí mismo. Esa separación se manifiesta cuando nos odiamos a nosotros mismos, permitiendo que la desesperación nos arrope. Es un círculo vicioso, pues quien se odia a sí mismo es incapaz de amar a los demás.

El pecado crea en nosotros un instinto de autodestrucción. Nuestra tendencia a destruir a otras personas esconde una tendencia encubierta para destruirnos a nosotros mismos. La crueldad hacia los demás nace de la crueldad hacia nosotros mismos.

Pablo expresó este hecho en sus famosas palabras: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7.19).Y luego continuó con otras palabras que bien podrían ser el lema de toda la psicología profunda: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7.20). Como vemos, el Apóstol detectó en su propio ser esta lucha entre el pecado y la gracia, entre la separación y la reconciliación.

“Más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, dice Pablo en la misma carta en la que describe el poder inimaginable de la separación y la autodestrucción tanto en el alma como en la sociedad. Pablo vivió esta experiencia en carne propia, quien recibió gracia divina a pesar de haber perseguido la Iglesia. La recibió tal como Jesucristo, quien experimentó la resurrección después de sufrir la cruz, su mayor momento de separación.

Así es la gracia de Dios. En nuestro momento más oscuro, cuando nos sentimos más lejos de Dios, tenemos un momento de gracia. Es como si una ola de luz irrumpiera en nuestra oscuridad y es como si una voz celestial nos dijera: “Dios te acepta. Dios te acepta. Dios te acepta.”

Te acepta uno más grande, más poderoso y más fuerte que tú.

Te acepta uno más alto, más sublime y más excelso que tú.

No tienes de hacer nada ahora;

Ni tienes que buscar nada más.

Lo único que debes hacer es aceptar el hecho de que Dios te acepta. Cuando te sucede esto, estás experimentando la gracia de Dios.

El momento de gracia es corto, pues sólo toma un momento de nuestras vidas. Sin embargo, todo se transforma a partir de ese momento de gracia. ¿Por qué? Porque saber que Dios te acepta te capacita para vencer la separación del pecado y reconciliarte con Dios, contigo mismo y con los demás.

Esa gracia también transforma nuestra relación con los demás. Nos capacita para mirar a los ojos aún de nuestros enemigos y aceptarlos sin esperar nada a cambio, tal como Dios nos acepta a nosotros.

“Pecado” y “gracia” son dos palabras extrañas; pero no son cosas extrañas. Encontramos el pecado y la gracia cada vez que nos miramos al espejo y examinamos nuestra mirada, la ventana a la mente y al corazón. El pecado y la gracia determinan nuestras vidas. El pecado abunda en el mundo y en la sociedad, pero la gracia sobreabunda en nosotros.

Dios te acepta
Romanos 5.20
Paul Tillich
Pablo A Jiménez
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