Una conferencia que le ayudará a determinar lo que anda mal con su predicación, a corregir errores y a desarrollar nuevas estrategias homiléticas. Media:
No te alejes de mi es un sermón expositivo sobre el Salmo 22, que es un salmo de lamentación. Fue predicado el 12 de enero de 2020 en la Iglesia Cristiana Nueva Vida, en East Boston, MA.
La memoria herida por la angustia contiene el audio, el video y el manuscrito listo para predicar de un sermón sobre el Salmo 77.
Media
Texto
El dolor es una experiencia común a toda la humanidad. Todos los seres
humanos experimentamos dolor, tanto al nivel físico como al nivel emocional.
El idioma español tiene una palabra que se refiere, específicamente,
al dolor emocional. Esta palabra es sinónimo de la aflicción, la congoja y la
ansiedad. Se define como un temor opresivo que, en muchas ocasiones, no tiene
una causa precisa. Es la sensación de estar en un aprieto, en un apuro. Y ese
dolor emocional es tan intenso que puede provocar síntomas físicos, tales como
la sofocación y la sensación de opresión en el pecho o en el estómago. Ese tipo
de dolor emocional tiene un nombre: angustia.
La Biblia contiene varios textos que describen la angustia que puede
sentir un ser humano. Sin embargo, hoy deseo compartir con ustedes un ejemplo
en particular. Se trata del Salmo 77.
El Salmo 77 es un Salmo de Lamentación. Comienza con
un lamento profundo, donde el poeta expresa toda una serie de dudas sobre su
vida y sobre su relación con Dios. Estas dudas le atormentan. La tensión y la
angustia del salmista son tan grandes que le han quitado el sueño (v. 4); ha
permanecido despierto clamando a Dios y tratando de encontrarle una explicación
a su problema (vv. 1-3).
Los versículos 5 al 9 nos permiten ver el terrible
estado de angustia del salmista. Después de haber examinado su pasado (v. 5) y
de cantar y orar al Señor (v. 6), la duda permanece: ¿Volverá el Señor a
tratarnos con bondad? ¿Se han terminado su amor y su misericordia? ¿Acaso el
Señor ya no es un Dios bueno?
En distintos momentos de la vida, todos dudamos del
amor y la misericordia divina. Se hace difícil mantenerse firme en momentos de
prueba. A veces nos entristecemos pensando que el Señor no escucha nuestra
oración y que ha faltado a sus promesas. Oramos y no escuchamos respuesta a
nuestras plegarias. Aún hay momentos cuando peleamos con Dios, reclamándole que
cumpla las promesas que nos ha hecho. ¿Qué podemos hacer en momentos como esos?
El versículo 10 marca un cambio de dirección en el
poema sagrado. Y esto no debe sorprendernos, porque cuando uno exterioriza sus
dudas puede cambiar su perspectiva de la vida; cuando uno da voz a sus temores,
uno puede encontrar nuevas formas de ver sus problemas. Hablar con una persona
que puede ofrecer un consejo sabio nos permite asimilar las experiencias
pasadas. Por eso, después de expresar sus temores en los primeros nueve
versículos del texto, el salmista recapacita y dice: «Enfermedad mía es ésta;
traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo.»
Este versículo recoge el momento cuando el salmista
encuentra la clave para salir de la angustia que le aquejaba. «Enfermedad mía
es esta»: Dios no le había fallado al salmista. En realidad, el salmista era
víctima de sus propias dudas y de su propia desesperación. En realidad, el
salmista tenía «la memoria herida».
Los seres humanos tenemos tres tipos de memoria. La
memoria sensorial se refiere a la experiencia de revivir una sensación física
pasada. La mente «archiva» la sensación y, ante el estímulo adecuado, usted
vuelve a experimentarla. Pero esto sólo dura un segundo. La memoria a corto
plazo es la conciencia de los eventos y las sensaciones experimentadas en las
últimas horas. Y la memoria a largo plazo es el recuerdo de eventos y sensaciones
del pasado. Empero, nunca recordamos el ayer de manera perfecta. En realidad,
lo que recordamos es nuestra interpretación del ayer.
Cuando recordamos los eventos pasados, los traemos
de la memoria larga a la corta; del lugar dónde están «archivados» hoy. Y esos
recuerdos del ayer vienen acompañados por sensaciones físicas. Usted no sólo
recuerda ideas o palabras, sino que también recuerda golpes, olores y
temperaturas.
Por eso, cuando uno recuerda eventos dolorosos del
ayer, bien puede experimentar dolor hoy. Y ese dolor es real. Cuando usted
recuerda el grito, la amenaza o el golpe recibido, usted vuelve a experimentar
miedo, aprehensión y dolor.
¿Por qué el salmista siente que Dios lo ha
desechado? Porque tiene la memoria herida. Porque sólo puede recordar el dolor
de ayer. Y porque ese recuerdo le provoca angustia hoy, aquí y ahora.
El poeta comprende que para sanar su memoria herida
debe aprender una nueva manera de recordar. En lugar de evocar el dolor de
ayer, debe recordar de los actos portentosos que, a través de los años, Dios ha
hecho en su vida (vv. 10-12).
Así la oración del salmista es contestada. El Poeta
que comenzó dudando del amor de Dios, termina afirmando la existencia de Dios
(v. 13). Una vez mas, el salmista ha recibido una nueva orientación en su vida,
pasando del lamento a la alabanza.
El Salmo 77 nos enseña que no tenemos que andar en angustias, sufriendo porque tenemos la memoria herida. Dios desea sanar nuestros recuerdos. Dios desea librarnos de la angustia. Dios desea que pasemos del lamento a la alabanza.
Un bosquejo para un sermón listo para predicar sobre Jeremías 31, adecuado para el Año Nuevo, por Pablo A. Jiménez.
Media
Rudimentos del sermón
Texto: Jeremías 31.7-14
Idea Central: Dios desea hacer un nuevo pacto con su pueblo.
Área: Cuidado pastoral
Propósito: Motivar a la congregación a pensar positivamente
sobre su relación con Dios.
Diseño: Expositivo, en ocasión del Día de Año Nuevo
Lógica: Inductivo
Bosquejo listo para predicar – Jeremías 31
Introducción
El comienzo de año nos da la
oportunidad de cerrar capítulos viejos y de abrir nuevos capítulos. Esto es muy
importantes en términos psicológicos y sociológicos. Particularmente después de
un año difícil, es importante poder decir que ese tiempo acabó y que comienzan
tiempos nuevos. El Día de Año Nuevo marca un nuevo comienzo para cada persona y
para toda la sociedad.
Puntos a desarrollar
A. La realidad del sufrimiento
Y si hablamos de tiempos difíciles es porque la vida es dura para toda persona, en todo tiempo y en todo lugar. Cada uno de nosotros tiene que luchar por la vida diariamente. Tenemos que procurar el bienestar propio, el de nuestros seres queridos y el de nuestra sociedad.
Empero, algunos tiempos son más difíciles que otros. En el caso del texto bíblico que hoy nos ocupa, el pueblo de Judá había sido conquistado por el Imperio de Babilonia. Los ejércitos extranjeros habían ocupado la Tierra Santa, manchándola de sangre. Y el liderazgo del pueblo fue deportado a campos de concentración en Babilonia. Esto dejó al pueblo dividido entre la masa de gente pobre que permanecía en Judá bajo el mandato militar extranjero y el liderazgo encarcelado lejos de su tierra.
La destrucción de Jerusalén, la ocupación militar de Judá y la deportación del liderazgo del pueblo dejó a los judíos a una profunda crisis. La crisis era política, económica, social, moral y religiosa. Tal parecía que el pueblo no tenía esperanza alguna.
B. La promesa divina
En medio de esa crisis, Dios le ordena a Jeremías que profetice, ofreciendo palabras de esperanza. El mensaje es claro: el cautiverio tendrá fin y el pueblo volverá a su tierra oportunamente (Jer. 31.7-14, RVC):
«El Señor dice: “Canten de gozo y alegría por el pueblo de Jacob, la principal entre todas las naciones. Hagan oír sus alabanzas y digan: ‘El Señor salvó a su pueblo, lo que quedaba de Israel.’ Voy a hacerlos volver del país del norte, y a reunirlos del último rincón del mundo. Con ellos vendrán los ciegos y los cojos, las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz; ¡volverá una enorme multitud! Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua, por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel, y Efraín es mi hijo mayor. “Naciones, escuchen la palabra del Señor y anuncien en las costas lejanas: ‘El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas.’ Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob, lo libró de una nación más poderosa. “Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión, se deleitarán con los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serán como una huerta bien regada, y no volverán a perder las fuerzas. Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría, y les daré una alegría mayor que su dolor. Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes. Yo, el Señor, lo afirmo.” »
La promesa divina, proclamada por el profeta, demuestra el interés y la disposición de Dios para relacionarse con su pueblo. En particular, nos enseña que Dios está dispuesto a entrar en una nueva relación de pacto con nosotros. Es más, Jeremías 31.31-34 (RVR1960) afirma que Dios desea hacer un nuevo pacto con cada creyente.
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
En el pasado, las palabras de Jeremías le dieron aliento y esperanza al pueblo de Dios. Quienes fueron deportados guardaron en sus corazones la promesa de libertad, enseñando a sus hijos y a sus hijas que el cautiverio no sería permanente. Por eso, cerca de 70 años después de llegar a Babilonia, el grupo de personas deportadas pudieron volver a la tierra de Judá.
Conclusión
Y hoy, las palabras de Jeremías también
deben darnos aliento y esperanza. La Biblia nos enseña que:
Aunque todos pasamos por momentos de crisis, el
sufrimiento no es permanente.
Dios promete liberarnos del sufrimiento, causado por
el pecado, la violencia y la maldad.
Y, más importante aún, Dios desea hacer un nuevo
pacto con su pueblo.
Sí, hermanos y hermanas, la buena
noticia es que Dios desea hacer un nuevo pacto con nosotros. La pregunta que
resta es si nosotros, ustedes y yo, estamos dispuestos a entrar en una nueva
relación de pacto con Dios.
Para entrar en esa relación, debemos examinar
nuestras vidas.
¿Qué tenemos que dejar de hacer?
¿Qué tenemos que comenzar a hacer?
¿Qué tenemos que volver a hacer?
Respondamos con amor a la oferta divina, renovando nuestro pacto con Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN.
Esta meditación sobre lo que significa ser santo, basada en Mateo 12.1-7, define la santidad como la imitación del carácter de Dios en la vida cotidiana.
En esta ocasión hablaremos sobre la preocupación. En especial, hablaremos del lugar que tiene la preocupación en la vida de un creyente. Este tema puede parecer algo extraño para una reflexión. ¿Acaso no venimos a la Iglesia buscando la forma de enfrentarnos más eficazmente a nuestros problemas y preocupaciones? ¿Porqué, pues, hablar de algo que todos deseamos evitar? Hermanos y hermanas, en esta ocasión hablaremos de la preocupación porque tiene tres áreas que requieren que siempre nos mantengamos alertas.
En primer lugar, todos debemos preocuparnos por los eventos que ocurren en el mundo y, muy en especial, en nuestro país. La persona cristiana debe estar alerta; debe estar informada; debe estar pendiente a estos sucesos. Ahora bien, ¿por qué el creyente debe preocuparse por estas cosas? Es necesario preocuparse porque Dios le ha dado a los seres humanos la tarea de ser mayordomos del mundo. Al crear al ser humano, Dios le dio la orden de llenar la tierra y “sojuzgarla” (Gen. 1:28). Es decir, Dios puso al hombre y a la mujer como guardianes y administradores del planeta. De este modo, sabemos que Dios nos pedirá cuentas de cómo hemos administrado su mundo.
Además, debemos estar pendientes de los eventos que ocurren en nuestro mundo porque Dios nos ha dado su Espíritu Santo para juzgar entre lo bueno y lo malo. Si nosotros no velamos por la ética, por la moral y el buen juicio; si la Iglesia no vela por la honestidad y por el derecho a disfrutar la vida, entonces, ¿quién lo hará?
En segundo lugar, los creyentes debemos vivir preocupados por la Iglesia. Esto es necesario porque la Iglesia no sólo es una institución divina, sino que es, además, una organización humana. Como la Iglesia es una organización humana hay que velar porque en ella haya orden, honestidad, decencia y decoro. Hay que evitar las riñas, los deseos malvados, el abuso de confianza y la manipulación. En una palabra, hay que cuidar de que el pecado y la maldad humana no entorpezcan las relaciones en la Iglesia. Es necesario evitar que lo negativo y lo malo se enseñoreen de la Iglesia de Cristo
En tercer y último lugar, hay una preocupación que todos debemos tener. Una preocupación que debe tener cada persona cristiana. Cada creyente debe preocuparse por su vida espiritual. Cada cual debe preocuparse por mantener una buena relación con Dios.
Quiera Dios que siempre podamos estar preocupados por vivir en forma agradable a Dios.
En esta hora hablaremos acerca de la comunidad. Al hablar de la comunidad no nos referiremos al pueblo, al país o al lugar donde vivimos. Por el contrario, hablaremos de la Iglesia como una comunidad; como un grupo de personas unidas por la cruz de Cristo que se reúnen para adorar a Dios y servir a los demás en amor.
En primer lugar, debemos decir que la comunidad cristiana es creada por la Palabra de Dios. La Iglesia surge cuando diversas personas responden a la predicación del Evangelio y se unen para adorar a Dios. En cierto sentido, la comunidad cristiana se forma en base al testimonio de los escritores bíblicos y se convierte en una comunidad de nuevos testigos que continúan la tarea de la evangelización.
En este punto pudiéramos preguntar, ¿cómo es que la comunidad de fe puede llevar a cabo su tarea evangelística? ¿Cómo es que la Iglesia “habla” la palabra divina? En fin, ¿cómo es que la Iglesia da testimonio de Jesucristo?
La respuesta más sencilla a esta pregunta es que la Iglesia da testimonio por medio de la predicación y la enseñanza. Es decir, la Iglesia “habla” a través de las palabras, habladas y escritas, que enuncian sus miembros cuando predican, cuando ofrecen clase de Escuela Bíblica, cuando conducen talleres, conferencias, dinámicas y cualquier otra actividad parecida en la Iglesia.
Pero debemos tener claro que la Iglesia no habla sólo con sus palabras. La mera existencia de una comunidad cristiana en un lugar determinado es un testimonio vivo del poder de Dios. El que un grupo se reúna a adorar a Dios ya es un testimonio firme de la misericordia divina.
Por otro lado, la comunidad de fe da testimonio de Jesucristo al servir al prójimo. Cuando la Iglesia sirve a los necesitados, los incapacitados y los débiles, está “hablando” elocuentemente; también está dando testimonio de Jesucristo.
En segundo lugar, encontramos que la misma Palabra que crea la comunidad, la confronta y la desafía. La Palabra de Dios siempre le está preguntando a la Iglesia si su testimonio es verdadero, si está mostrando el amor de Dios en forma clara, si está proclamando el mensaje del Evangelio en forma sencilla y pura.
Pero debemos tener claro que, si nosotros formamos parte de la comunidad cristiana, ese reto, esa confrontación que hace la Palabra de Dios es también para nosotros al nivel individual. En esta hora Dios nos pregunta si estamos siendo una comunidad de testigos; una comunidad viva, santa donde cada persona refleje claramente el amor de Dios. Dios quiere que cada uno de nosotros demuestre en su vida lo que cree.
Ciertamente «Admiración» es un nombre muy extraño para una meditación sobre la fe. Por lo regular, nos admiramos ante lo sorpresivo, lo extraordinariamente hermoso o lo que causa temor. Sentimos admiración ante lo desconocido o ante lo que representa una amenaza para nuestra seguridad. Entonces, ¿de qué modo se relaciona la fe con esta sensación de temor? ¿Qué relación hay entre la vida cristiana y la admiración? En esta hora presentaremos la importancia que tiene la admiración para el creyente y daremos cuatro ejemplos concretos dónde se manifiesta esa sensación en la vida cristiana.
En primer lugar, debemos afirmar que la admiración es el punto de partida para toda búsqueda; es el comienzo de toda jornada. En la vida, cada ser humano encuentra diversas cosas que le atraen, que le interesan y, entonces, procede a estudiarlas de más cerca. La vida cristiana no es diferente. El caminar de fe comienza cuando nos quedamos maravillados ante la realidad del Dios que nos llama y respondemos con fe a su Palabra santa. De este modo, es imposible interesarse por las cosas de Dios si no hay una sensación de amor y respeto que nos lleve a buscar la presencia de Dios.
En segundo lugar, y a diferencia de la admiración que nos lleva al estudio de otras materias, esa sensación de admiración no puede cesar después de un tiempo. Es imposible que un creyente fiel pierda esa capacidad de maravillarse. Esto es así, porque no estamos estudiando una materia que pueda ser comprendida a cabalidad, en todas sus partes. No amados míos. Nos hemos acercado al Dios infinito, sabio, poderoso, insondable y profundo. A aquél que es «Alfa y Omega» (Ap. 1:8), el principio y el fin del discurso (Ecl. 12:13). Nos hemos encontrado con un Dios poderoso cuyo conocimiento siempre nos sorprende, cuyo poder siempre nos maravilla, cuya fidelidad siempre causa admiración. De esta manera, podemos afirmar que es imposible que una persona pueda llegar al conocimiento de Dios sin maravillarse, o que pueda mantenerse en la fe sin experimentar una profunda admiración por el Dios que le ha dado la vida.
Quizás, en este punto, sería provechoso presentar algunos ejemplos donde esa sensación de admiración se manifiesta en nosotros. El primero de ellos, lo encontramos en la Biblia, la Palabra de Dios. La Biblia contiene varios relatos que causan admiración. Relatos como el Éxodo, la conquista de Canaan, las historias de David, el Exilio y restauración de Judá, la historia del Bautista, el nacimiento de Jesús, la cruz, la resurrección, los milagros y las conversiones de distintas personas al Evangelio de Jesucristo. Esas historias nos hacen maravillar; nos hacen sentir admiración.
Otro ejemplo lo tenemos en la maravilla de la conversión. ¿Quién no encuentra maravilloso el cambio que puede ocurrir en una vida? ¿Qué se puede pasar de muerte a vida; ir del pecado a la gracia de Dios? O, ¿dejar atrás una vida oscura por la luz del Evangelio de Jesucristo?
Jesucristo mismo es nuestro tercer ejemplo. Él es el evento definitivo de Dios. Él es la persona en quien Dios ha revelado su amor, sus cuidados y su preocupación por cada uno de nosotros.
Y, precisamente, nuestro cuarto ejemplo es el más sorprendente de todos, el más maravilloso, el más admirable. Lo que más admiración debe causarnos es nuestra propia experiencia. ¿Se imaginan ustedes a un Dios santo que recibe a criaturas pecadoras como hijas suyas? ¿Se imaginan que cada uno de nosotros ha experimentado la más grande de las maravillas? ¿Comprenden ustedes que cada uno de nosotros puede mirar al futuro y enfrentarlo sin temor porque podemos decir «Dios me ama; Dios me ama, a mi»? Permita Dios que cada uno pueda admirarse ante la profundidad de tal milagro.
Audio, vídeo y texto listo para predicar de un sermón sobre Isaías 9.6, apropiado para el día de Navidad.
Rudimentos
Texto: Isaías 9:6
Tema: Jesús desea tener una relación
personal con usted.
Área: Evangelización
Propósito: Explorar el significado de la
persona de Jesucristo.
Diseño: Expositivo, apropiado para el Día de Navidad
Lógica:
Inductiva
Manuscrito listo para predicar en Navidad
Introducción
¡Cristo es la Navidad! ¡Jesús es el motivo de nuestra celebración! ¡La Navidad es la celebración del nacimiento de nuestro Señor!
Para
la Iglesia, la Navidad es un tiempo de gran gozo. Celebramos la temporada
navideña con alegría, dado que conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret,
a quien la Iglesia confiesa como Señor y Cristo.
Una celebración distinta
Ahora
bien, queda claro que la forma como la Iglesia celebra la Navidad es distinta a
la forma como el mundo la celebra. Mientras el resto de la sociedad canta a la
comida, a la bebida y a la fiesta, la Iglesia celebra el milagro de la
encarnación; celebramos a Dios con nosotros.
Y ese me lleva a plantear una pregunta: ¿Quién es este Jesús que celebramos en la Navidad?
Esa
pregunta es de crucial importancia, dado que va a la médula del
asunto. ¿A cuál Jesús celebramos? Es claro que muchos celebran a un Jesús que no
tiene relación con la figura de
Jesús
como se presenta en las Sagradas Escrituras.
Muchos celebran a un niño indefenso, que no tiene impacto alguno en sus vidas.
Otros celebran el nacimiento de una celebridad, de una persona famosa.
Y aún otros celebran una Navidad sin Cristo, que sirve como una mera excusa para la fiesta y el desenfreno.
Por
eso repito la pregunta: ¿Quién es este Jesús que celebramos en la Navidad?
La promesa de Isaías
Esto
nos lleva a la profecía de Isaías, recogida en el versículo 6 del capítulo 9:
Porque
un niño
nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre
Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
En
términos
históricos,
esta profecía se refiere al nacimiento de Ezequías, quien
llegaría a ser Rey de Judá. Ezequías era hijo de Acaz, uno de los peores reyes que tuvo el
Reino del Sur. De acuerdo a 2 Reyes 16, Acaz fue un idólatra que
hasta llegó a sacrificar a uno de sus hijos a un ídolo. También se rindió
voluntariamente ante los Asirios, tomando el tesoro el templo para pagar
tributo a los extranjeros. Gracias a la profecía de Isaìas, el nacimiento de su hijo trajo esperanza al pueblo. Y
Ezequías
llegó
a ser uno de los mejores reyes de Judá, destacándose por la forma tan vigorosa como combatió la idolatría (véase 2 Reyes
18 al 20).
Empero,
en términos
proféticos,
la Iglesia ha afirmado por siglos que este es un texto mesiánico; un
texto que se refiere a la llegada del Mesías enviado por Dios para salvar a la humanidad.
Isaías habla del Mesías venidero de una manera particular. En lugar de describir sus características físicas o morales, Isaías enumera los nombres del Mesías. Y lo llama: “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Admirable consejero: Esta frase afirma la sabiduría del Mesías y asegura que dirigirá al pueblo con pericia.
Dios fuerte: La segunda frase recalca el poder del Mesías, quien
puede combatir el mal y defender a los fieles.
Padre Eterno: La tercera frase sugiere que el Mesías infundiría seguridad a
los creyentes, como un padre calma el corazón de sus hijos y de sus hijas.
Príncipe de paz: Y la cuarta frase describe al Mesías como el líder efectivo
que puede traer un orden paz, protegiéndonos del caos.
A
través
de los siglos, la Iglesia ha afirmado que esta profecía se cumplió en la
persona histórica de Jesucristo. El Maestro Galileo predicó un mensaje
de justicia y paz, invitando al mundo a soñar con otra manera de vivir. Su proclamación aún nos invita
a soñar
con el Reino de Dios:
Un nuevo orden de justicia que se opone al caos;
Un nuevo orden de vida que se opone a las fuerzas de la muerte;
Un nuevo orden de luz que se opone a las tinieblas que amenazan a la humanidad.
Conclusión
¿Conoces su nombre? ¡Se llama Jesús de Nazaret!
Es el Mesías, el Señor y el Salvador de la humanidad. Es tu Señor y tu Salvador. Jesús quiere traer luz, vida y salvación a tu corazón. Jesús quiere tener una relación personal contigo. Y esa relación bien puede comenzar hoy.
Flores en el desierto es una prédica cristiana sobre la profecía que aparece en el capítulo 35 del libro del profeta Isaías, apropiada para la temporada de adviento.
Rudimentos
Texto: Isaías 35:1-10
Idea central: La esperanza de vida y salvación nos lleva a proclamar que el futuro que Dios tiene deparado para la humanidad traerá grande bendición.
Bosquejo – Flores en el desierto – listo para predicar
Introducción
Cuando uno viaja por las riveras del Río Jordán, usted puede ver en medio del desierto toda una serie de árboles frutales. La escena es impresionante, pues evoca la profecía que aparece en el capítulo 35 del libro de Isaías.
Una promesa de salvación
El capítulo 35 de Isaías contiene una serie de profecías muy hermosas. La más conocida se encuentra en los vv. 1-2.
Isaías 35 afirma que el desierto florecerá. Esta es una profecía sobre el final de los tiempos. Empero, no es una profecía de juicio, sino de salvación. Las flores en el desierto simbolizan la renovación de todas las cosas, la victoria de la vida sobre la muerte y el gozo de la salvación. Esta profecía de salvación le da ánimo al creyente. Por eso, el profeta exhorta a quienes han perdido la esperanza en los vv. 3 y 4.
¿Cómo describe el profeta los actos salvíficos de Dios? En los vv. 5 y 6a el profeta afirma que Dios ha de hacer grandes prodigios y milagros en medio de su pueblo. El texto bíblico describe cómo Dios restaura a la humanidad. Al final de los tiempos, los ciegos verán, los sordos escucharán, los cojos saltarán y los mudos cantarán. Estas también son «flores en el desierto» que sugieren que nada hay imposible para Dios. Del mismo modo que el desierto puede florecer, la humanidad puede ser regenerada, en el nombre del Señor.
El profeta describe un terreno fértil por donde corren torrentes de aguas.(vv. 6b-7). ¡Hasta las partes más secas se convertirán en estanques! ¡Hasta las cuevas de los perros salvajes serán campos fértiles! Estas son imágenes de fertilidad, de gozo y de esperanza.
Dios exige santidad
Ahora bien, la promesa de vida y salvación va de la mano con una demanda o condición: Dios exige que el ser humano viva en santidad (v. 8).
La santidad es integridad. La persona que vive en santidad, actúa con integridad. Tiene una sola cara, una sola voz y una sola palabra; sus palabras y sus acciones son congruentes; y su conducta es consistente.
Para el justo, el juicio de Dios trae alegría y esperanza. La persona justa no teme al juicio divino. Quien vive en comunión con Dios, vive confiado en el cuidado divino. Por el contrario, quien practica la injusticia vive en el miedo, en la ansiedad y en la desesperación. Teme al juicio divino, porque sabe que está actuando de manera indebida. Por eso ve el futuro con desconfianza y aprensión.
Conclusión
El poema profético de Isaías concluye con palabras tan conmovedoras como hermosas (vv.9-10). Quienes creemos en Cristo Jesús, Señor nuestro, esperamos con ansias el día cuando desaparezcan los peligros del camino. Esperamos el día cuando las personas redimidas y liberadas por Dios puedan regresar al santuario.
Esta esperanza de vida y salvación nos lleva a proclamar que el futuro que Dios tiene deparado para la humanidad traerá grande bendición. Será un futuro de gozo, de paz y de alegría. Será un futuro de renovación y victoria. Sabemos que todo esto es cierto porque la iglesia ve flores en el desierto todos los días. Vemos personas que reciben sanidad, que superan vicios y que cambian sus vidas. Cada vez que una mujer escapa de una situación de violencia, que un hombre asume sus responsabilidades como padre, y que una familia se restaura, vemos flores en el desierto.
¡Proclamemos con esperanza que el desierto florecerá, en el nombre del Señor, Amén!