Al partir el pan – Un sermón para Resurrección

Un sermón para el Domingo de Pascua de Resurrección, basado en  Lucas 24:28-35, escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Rudimentos del Sermón

Texto: Lucas 24:28-35

Idea Central: El experimentar la presencia efectiva del crucificado lleva a los discípulos a concluir que Jesús de Nazaret había sido resucitado por Dios, creando así la Iglesia.

Área: Evangelización

Propósito: Confrontar a la audiencia con el mensaje de la Resurrección.

Diseño: Doctrinal (Preferiblemente para ser usado en la Semana Santa)

Lógica: Inductiva

Manuscrito del Sermón
Introducción

El domingo es el día de la victoria. Después de una espera callada a la sombra de la derrota, del miedo y las esperanzas rotas, los discípulos experimentan una realidad que no pueden creer: La presencia del crucificado.

Puntos a desarrollar

A. La experiencia de ver al crucificado lleva a los discípulos a concluir que Dios había resucitado a Jesús de Nazaret de entre los muertos.

1. El domingo era otro día sin esperanzas. La mañana sorprendería a los discípulos escondidos, llenos de miedo, esperando que la gente olvidara los eventos del viernes para volver derrotados cada uno a su hogar. El nuevo día despierta a unas autoridades político-religiosas que dormían plácidamente creyendo que la muerte del Galileo sería el fin de su movimiento. Quizás quedaba en alguno algún tipo de remordimiento o temor. De hecho, la tradición dice que Herodes se ahorcó cuando años después llegó a ser gobernador de Austria. Empero, la desaparición de Jesús de Nazaret indudablemente tenía un sentido de paz personal y de victoria a sus enemigos. En este sentido, el domingo se levanta como otro día sin sentido, ya que la esperanza había muerto en la cruz del calvario.

2. Es por esto que la noticia que se esparce como el fuego es difícil de creer. El rumor de que Jesús esta vivo es lo que se desea, pero lo que no se puede creer. Lo podrán creer las mujeres que fueron a ungir el cuerpo con perfume, pero los discípulos no lo creyeron. La muerte de Jesús era definitiva; los muertos no resucitaran hasta el día postrero: Jesús se llevó con él a la tumba la esperanza de vida y redención.

3. Vemos claro este cuadro en el relato de viaje de los dos discípulos a Emaús. El evangelista nos cuenta que “el primer día de la semana” que es decir, el domingo, las mujeres vieron a “dos hombres en vestidos resplandecientes” y corrieron adonde se hallaban ocultos los discípulos para decirles que habían hallado la tumba vacía. También Pedro había visto la tumba vacía. Pero estos dos discípulos, según el relato de Lucas, confundidos por las noticias caminaban a un pueblito a unos once kilómetros de Jerusalén.

4. Es en este momento en el que se aparece el crucificado en medio de ellos. Jesús los encuentra caminando entristecidos y les conforta, demostrándoles por medio de las Sagradas Escrituras que era necesario que el ungido de Dios padeciera “y entrara así en su Gloria”. Finalmente, los discípulos le piden al personaje que pose con ellos y compartiendo la mesa con él le reconocen como el Señor. Entonces, al desaparecer Jesús, corren a Jerusalén para compartir con los discípulos la expresión más antigua del mensaje cristiano: “El Señor resucitó y se le apareció a Pedro” (Lc. 24:34).

5. En este momento debemos entender que los discípulos se vieron invadidos por la poderosa presencia del crucificado. Si bien, por un lado, nadie había visto a Jesús resucitar de entre los muertos, por otro lado era indudable que Jesús se estaba apareciendo a sus discípulos. En una palabra, el Crucificado seguía experimentándose como vivo entre sus discípulos. Es esta presencia eficaz del Crucificado entre sus discípulos la que les lleva a concluir, a aceptar la idea, de que Jesús de Nazaret había sido resucitado por Dios mediante el poder de su Espíritu Santo. Son estas apariciones de Jesús a Céfas (Pedro), a los doce, a más de quinientos personas a la vez, a Santiago y más tarde a todos los apóstoles (véase I Co. 15:5-8) el elemento que saca a los discípulos de sus escondites y les convierte en “testigos de la resurrección” (Hch. 1:22; 2:32).

B. La certeza de que Jesús había sido resucitado implica un nuevo entendimiento del evento de la cruz y de la persona de Jesús.

1. Ahora bien, debemos tener presente que la idea de que Jesús ha sido resucitado tiene implicaciones prácticas para la fe. Si los discípulos pierden el temor y salen a hablarle al mundo, es porque la interpretación de que Jesús ha sido resucitado de entre los muertos provocó un nuevo entendimiento de la muerte del Maestro en la cruz del calvario. Por medio de la fe, la cruz pierde su sentido trágico y final. Si Jesús resucitó es porque la muerte no le retuvo, porque el sepulcro no pudo mantenerlo cautivo. Vista desde la fe, la cruz ya no sólo significa un juicio injusto y una condena indebida: Vista desde la fe, la cruz también marca el momento de nuestra salvación.

2. La cruz es el evento por medio del cual Dios entra en el mundo a buscar al ser humano perdido. La cruz es un grito que señala nuestro pecado, pero que también señala la voluntad salvífica de Dios. En la cruz vemos la condición del ser humano. La humanidad cree que la salvación puede ser alcanzada por las obras de la ley, por el esfuerzo personal o, en una palabra, por la “religión”. Una religión de obras que en su esfuerzo de llegar a Dios se encuentra de frente con Dios asesina al Mesías enviado a salvarnos. En este sentido, la cruz nos enseña que el esfuerzo personal es inútil; que el deseo de lograr la salvación a fallado; que es imposible para el ser humano lograr la salvación por sí mismo. Pero si bien, por un lado, la cruz le grita al mundo que la religión de la Ley no es camino, por otro lado, nos revela que Dios, ha venido a buscar a la humanidad que se pierde; que Dios está en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo (II Co. 5: ).

3. Por eso es que ahora vemos la cruz como un encuentro salvífico, como el evento por medio del cual se alcanza la salvación. Si ahora celebramos la Semana Santa, si guardamos el día viernes de la semana mayor con actitud de recogimiento espiritual, es porque vemos en el hecho de la muerte de Jesús el sendero, la puerta y el puente que nos lleva a Dios. Este nuevo entendimiento de la cruz cambia la muerte en vida; la maldición en bendición; la condena en libertad. En la cruz, Dios revela su justicia, esto es, su deseo de relacionarse con nosotros. Su deseo de que la pared que levanta el pecado entre Dios y el ser humano se caiga, de modo que todos podamos decir en unión al apóstol: “Justificados, pues por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1).

4. Pero debemos dar todavía un paso más; el paso que nos da la clave para ver en la cruz el camino de salvación. Si creemos que Jesús de Nazaret fue levantado de entre los muertos “como dice la escritura” (I Co. 15:4) ya no podemos ver en él un joven carpintero de Galileo, un predicador de itinerante, un taumaturgo, un revolucionario, un místico religioso o un filósofo. Desde la fe no podemos ver en Jesús un hombre muerto injustamente, y nada más. Visto por medio de la fe, aún los títulos “Rabí”, “Maestro” y “Maestro bueno” son insuficientes. La fe del domingo de Pascua no acepta la sola humanidad de Jesús.

5. Cuando Jesús de Nazaret es visto por la fe y desde la fe, tenemos que confesar que aquel que se levanta victorioso de la muerte es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn I:29). Aceptar la resurrección de Jesús como un hecho indudable es entender “que Dios ha constituido Señor y Cristo a este a quien vosotros habéis crucificado (Hch. 2:36). El Jesús que se ve desde la fe es Jesús el Cristo, declarado hijo de Dios con poder. Es el Señor y salvador del mundo. Es Señor porque es amo, porque es Rey, porque es el único digno (Ap. 5:9,12) de recibir poder, honor, gloria y alabanza. En una palabra. aceptar el hecho de la resurrección tiene como consecuencia práctica aceptar a Jesús el Cristo como dueño y Señor de nuestras vidas.

C. La presencia del Jesús crucificado, ahora entendido como Señor resucitado, se manifiesta en forma efectiva en la comunidad de fe que Dios ha apartado para si.

1. En el camino a Emaús encontramos a dos desanimados discípulos que van lamentando la muerte de su Maestro. Pero al final de la narrativa, encontramos a los dudosos convertidos en testigos de la resurrección. Testigos a quienes no les importó correr 11 kilómetros de vuelta a Jerusalén para dar testimonio de su fe. Ahora bien, ¿qué les paso a los discípulos en su trayecto a Emaús? ¿Qué provocó semejante cambio? ¿Acaso fue el encuentro con el resucitado? ¿Donde ocurrió ese encuentro con el Crucificado? Y si ocurrió ese encuentro, ¿qué provocó el cambio? 

2. El encuentro con el crucificado ocurre en el camino. Es un encuentro que les da ánimo a los entristecidos discípulos, que les abre las Escrituras y les quema el corazón. Los caminantes viajan con Cristo, y eso los llena de una presencia gloriosa, pero aún eso no es suficiente. No es hasta que los discípulos reconocen en el caminante al Crucificado que se renuevan sus entendimientos y que alcanzan por la fe el conocimiento de Jesús como Señor. No es hasta que se reconoce la resurrección del Crucificado que hay conversión, que se cambia nuestra mente, que se renueva nuestro entendimiento (Ro. 12:1). No es hasta que confesamos con nuestros labios la fe en el Señor resucitado que somos salvos, o como dijera el Apóstol Pablo: “Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos serás salvo” (Ro. 10:9).

3. Del mismo modo, muchos de nosotros caminamos con nuestro Señor, somos consolados por él, somos fortalecidos y bendecidos con su presencia. Empero, no le reconocemos como Señor y dador de vida. Hermanos, es necesario algo más que llamarse “discípulo” como lo hacían los caminantes a Emaús.

  • Es necesario tener un encuentro glorioso con el Jesús crucificado, con el Cristo resucitado.
  • Es necesario que tengas un encuentro con aquel que dio su vida por ti.

Es momento de que habrás tus ojos y te entregues a los pies del maestro. Ahora bien, ¿donde podemos encontrarle para entregarnos a él?.

4. Para esto sugiero que contestemos primero dónde los discípulos encontraron al Señor resucitado. Los discípulos no vieron a su Señor en el camino, o mejor dicho, los discípulos no le reconocieron en el camino al poblado. A Jesús no se le reconoce en el camino. Al Nazareno no se le puede ver como Señor y Salvador en la calle. Al Señor crucificado se le encuentra en un acto especifico, en un compartir, en una comunidad. Los discípulos de Emaús encuentran al Señor crucificado en la comunidad de mesa, al compartir la cena, en el partimiento del pan. Las palabras que emplea Lucas para describir la acción de Jesús nos recuerdan la institución de la cena como acto memorial (Lc. 24:30), diciéndonos de este modo que la presencia de Jesús Cristo está en forma efectiva en el acto de la comunión.

5. Eso tiene implicaciones muy importante para nosotros, en especial porque la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) es la única denominación evangélica que toma la cena del Señor todos los domingos. El hecho de que el Señor Resucitado esté en el memorial de la cena nos convierte en la comunidad donde se encuentra el Espíritu de Cristo. La resurrección del Señor nos convierte en Iglesia, esto es, en la comunidad que Dios apartó del mundo para andar en comunión con él. De este modo la Iglesia se convierte en el cuerpo de Cristo, en la encarnación de Dios para un mundo necesitado, en un cuerpo de personas diferentes que están unidas por la experiencia de haberse encontrado con el Señor Resucitado, por medio del Espíritu de Cristo, O como dijera el Apóstol Pablo: “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo, porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (I Co. 12: 12-13).

Conclusión

El día de Pascua de Resurrección es día de victoria, es el día en que Jesús vence la muerte para darnos la vida. El Domingo de Resurrección es un día para renovar nuestras mentes, viendo la salvación que recibimos en la cruz por medio de la muerte del Señor en el Calvario. Pero, sobre todas las cosas, el Domingo de Pascua de Resurrección es día de encuentro. Es día de encontrarse con el Señor que ha viajado toda la vida con nosotros, consolándonos y enseñándonos en el camino. Hoy es el día de abrir los ojos para ver la presencia efectiva de Jesús en medio nuestro. Hoy es día de abrir el corazón, dándole cabida en él al Señor resucitado para recibir la vida que él nos da por su muerte.

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La locura de la cruz – Un sermón para la Semana Santa

Un sermón apropiado para la Semana Santa, basado en 1 Corintios 1.21-25, por el Dr. Pablo A. Jiménez.

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Manuscrito del sermón, para el Viernes de la Semana Santa

Rudimentos

Texto: I Corintios 1:21-25

Tema: La cruz es el evento escatológico por medio del cual se invierten todos los criterios y se revela la justicia de Dios.

Área: Educación Cristiana

Propósito: Llevar la congregación a considerar el alcance de la muerte de Jesús.

Diseño: Sermón Doctrinal (Sermón para el Viernes Santo)

Lógica: Inductiva

Texto

I. Introducción

El viernes, es el día de la cruz. Desde que el Señor quedó solo en el jardín de Getsemaní a manos de una tumba furiosa de “pecadores” se conocía el destino del Maestro: Jesús se dirige irremediablemente al sufrimiento y a la muerte. El Señor se dirige solo a enfrentar las consecuencias de su mensaje.

II. Puntos a desarrollar

A. Los alcances de la muerte de Cristo sólo pueden conocerse a la luz de la experiencia de Pascua.

1. Es por esta razón que debemos preguntarnos que hacemos aquí esta mañana, que conmemoramos en este día llamado santo. Y si formulo la pregunta es porque un repaso del orden de los eventos de aquel viernes de pascua nos deja poco que celebrar. El día en que murió el Señor, fue un día oscuro, fue un día de vergüenza, digno de borrarse de todos los libros de historia. Solo basta que nos preguntemos: ¿Que paso aquel día santo en Jerusalén? El evento principal fue un juicio viciado y una muerte injusta. En eso no hay gloria. La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había en el mundo antiguo. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano, por el contrario, solo se utilizaba para esclavos, extranjeros y sediciosos. La cruz se levantaba por dos razones: a) maldición y b) vergüenza. El condenado, estaba maldito, por eso no toca la tierra, para no mancharla- y se cuelga en un lugar alto para que todo el mundo vea como el “criminal” se asfixiaba cuando el peso de su caja torácica hacía presión contra los pulmones y no le dejaba respirar. Entonces pregunto, ¿conmemoramos eso, la muerte injusta de un ciudadano de segunda clase por sedición y blasfemia, en una pequeña provincia de Roma en el primer siglo?

2. O por el contrario conmemoramos la cobardía de unos discípulos que huyen ante la necesidad del Maestro, y se esconden para no sufrir con él. O acaso celebramos la victoria de los partidos extremistas del judaísmo, los cuales pudieron mandar a matar a Jesús cuando el derecho romano se lo prohibía. En este punto permítanme preguntar otra vez ¿que celebramos, en un día de vergüenza como este; un día que según los criterios del mundo no tiene nada de especial o sagrado.

3. Permítanme contestar la pregunta adelantándome un poco en la semana. La Iglesia no celebra en ese mismo el día del viernes de la semana mayor, sino que la Iglesia celebra la Semana Santa, alrededor de la experiencia de Pascua que tuvieron los discípulos a raíz de los eventos en Jerusalén. Hablando más claro, si celebramos hoy el día santo, es porque lo vemos a la luz de la resurrección.

4. Debemos comprender que los discípulos del Señor no entendieron la muerte de Jesús como una victoria. Ellos vieron en su muerte la derrota, el fin de todo. Al morir Jesús muere con él la esperanza del Reino. Al morir Jesús todo acaba y lo único que resta es esconderse en lo que se calma el ambiente en Jerusalén y podemos volver a casa. Pero debe quedar claro en nuestras mentes, que para los discípulos no había futuro; ellos no tenían esperanza. Y es precisamente eso lo que sorprende de la semana de Pascua. Los deprimidos discípulos son sorprendidos por una realidad que no pueden creer; el Señor crucificado ha sido visto en Jerusalén, aquel que estaba muerto se experimenta como viviendo todavía y se está apareciendo a los discípulos que dejo. O como muchos entienden que comenzó este nuevo mensaje: El Señor resucitó y se le apareció a Pedro.

5. Es esta realidad de experimentar a Jesús entre ellos después de la crucifixión lo que los hace Iglesia. Es esta presencia gloriosa de Cristo lo que saca a los discípulos de sus escondites, de detrás de las redes y de la incredulidad y los convierte en Iglesia. Es esta realidad de ver al Jesús crucificado la que lleva a la Iglesia a reflexionar, a concluir que Jesús de Nazaret ha resucitado de entre los muertos y a predicarle como Señor de todo.

6. En este sentido, podemos ver que los discípulos no comprendieron el cuento de la muerte de Jesús hasta la Pascua. Debemos comprender que la cruz solo puede ser entendida cuando es vista después de haber experimentado la presencia del Señor crucificado en nuestras vidas.

B. La cruz es el evento escatológico por medio del cual se invierten todos los criterios y valores humanos.

1. En este momento –desde la fe– cabe preguntarnos: ¿Que significa la muerte de Jesús en la cruz del calvario? ¿Qué implica su muerte y qué consecuencias tiene para nosotros? Para esto debemos ver que sentido tenía su muerte para Jesús mismo. Con que certeza va Jesús de Nazaret a la muerte en la cruz del calvario.

2. Para contestar esta pregunta debemos remontarnos al momento de Getsemaní, al lugar donde Jesús ora pidiendo fortaleza al Padre, para enfrentar su futuro. Y si leemos en las narrativas de Getsemaní, encontraremos las dos formas básicas con que Jesús ve la experiencia de su muerte: a) la cruz es la “copa” amarga que él debe apurar y b) la muerte es “la hora señalada” por el Padre.

3. Estas frases son sumamente importantes porque eran las formas que usaba el judaísmo para referirse al momento en que Dios establecería su Reino entre los hombres. Por un lado, la palabra ” copa”, hacía referencia al juicio final, al momento en que Dios juzgaría al mundo por su actitud hacía su palabra. Por otro “la hora señalada” se refería al establecimiento del Reino de Dios; al momento en que Dios lo sería todo en todo y se establecería la justicia divina. En este sentido, vemos que Jesús ve su muerte como un momento decisivo en la historia de la salvación; como el momento en que Dios establecería su Reino en medio de los hombres.

4. Por está razón es que Jesús se entrega a la voluntad de Dios y va de la mano de los pecadores hasta la muerte de cruz. Porque Jesús sabía que su muerte sería instrumento en las manos de Dios para el establecimiento del reino divino. Por eso es que Jesús ve la muerte en el calvario como un momento de victoria donde los que le llevaban a la muerte no son mas que instrumentos del plan divino. De este modo los partidos fariseos que veían la muerte de Jesús como el fin, que estaban dispuestos a romper la ley por condenarle, son los que más contribuyen a la revelación de Jesús como el ungido de Dios, como el Señor del Nuevo Reino.

5. En este sentido, es interesante ver el primer significado de la cruz. La muerte de Jesús de Nazaret, significa la derrota del esfuerzo humano por la salvación. La cruz significa la derrota de la religión, donde el hombre en su esfuerzo personal de llegar a Dios le encuentra de frente y lo asesina para establecer su propia justicia. La cruz implica que la religión de las obras ha fallado y que el deseo de llegar a Dios por medio de la ley, nos conduce al pecado y a la muerte. La cruz revela la imposibilidad del hombre para salvarse a si mismo; la imposibilidad de que una religión nos lleve a Dios.

6. Por eso es que Pablo dice que para los judíos el mensaje de un Cristo resucitado es un escándalo, y para los griegos es una necedad. Porque en la cruz se cambian todos los valores humanos por los nuevos criterios del reino divino. Porque en la cruz recibimos vida de la muerte, recibimos la bendición por medio de un maldito, y la libertad por medio de un esclavo. La cruz es el momento decisivo de Dios para mostrarnos la imposibilidad humana y el poder de Dios para solución.

C. La cruz es el lugar cósmico donde se revela la justicia de Dios.

1. Ahora bien, si la cruz es el evento final y decisivo donde se nos muestra la condición del hombre, la cruz es también el lugar donde se revela la justicia de Dios para salvación de todo aquel que cree. Justicia que no se define como hacer lo bueno o lo justo, sino que se define como la disposición de Dios para relacionarse con el hombre. ( Ro. 1:17, 5:1 ; II Co. 5:17-21 ).

2. En este sentido, si bien la cruz por un lado nos revela el pecado humano, por otro nos revela que Dios que ha venido a buscarnos, el Dios que llega al hombre en Cristo Jesús. En la cruz, Dios le grita al mundo que el camino de la ley no tiene salida y que el único camino al Padre es Jesús de Nazaret. La muerte de Jesús nos revela la disposición, el deseo, la acción de Dios para venir a salvar al hombre que no puede llegar a él.

3. Por eso es que predicamos el evangelio de gracia donde somos justificados por la fe, porque el amor de Dios se revela en esto, en que siendo todavía pecadores, Jesús murió por nosotros (Ro. 5:8). Si bien la salvación no puede ser comprada con dinero, puede alcanzarse por la fe en Jesús como el ungido de Dios, el Señor y Salvador del mundo. En Cristo la salvación llega por gracia –no por obras– como un regalo que no se compra, como un don para una humanidad pecadora.

4. Esto es de una importancia crucial para nosotros y para nuestro mensaje. Por un lado, la justificación por la pura gracia de Dios, implica que nuestra salvación es un regalo, esto es, que nuestro valor es dado por Dios. Por la cruz de Cristo, yo no tengo que luchar en el mundo para demostrar lo que valgo –el esfuerzo humano es inútil. Por el contrario, es Jesucristo quien me da valor, quien me da sentido. El es “mi gloria y el que levanta mi cabeza” (Sal 3:3). En Cristo yo no tengo que establecer mi propio valor, porque “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mi y la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amo y se entregó así mismo por mí” (Gal. 2:20).

5. Por otro lado, la revelación de la justicia de Dios en la cruz de Cristo, implica un giro nuevo en el mensaje de la causa de Jesús. El mensaje se convierte en buena noticia de que por medio de la fe en Jesús de Nazaret -por medio de la palabra de la cruz- somos justificados sin merecerlo- recibimos la vida cuando todavía merecemos la muerte, ¡Que mayor noticia que esta para gritar al mundo, que por medio de Cristo Dios ha cumplido la profecía del II Isaías que dice: “Consolaos, Consolaos pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, que ya ha pagado su culpa” (Is. 40: 1-2).

6. En este sentido vemos el profundo sentido del sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros, porque la muerte de Jesús, en Pablo, es primordialmente vicaría. Es una muerte en beneficio de; en beneficio de la humanidad imposibilitada de acercarse a Dios, en beneficio del hombre perdido en su pecado, en beneficio tuyo y mío, en beneficio del hombre que necesita salvación.

III. Conclusión

Hoy conmemoramos, el asesinato cruel de Jesús de Nazaret en la cruz del calvario. Predicamos a un crucificado como Señor, predicamos a un condenado como Rey, porque sabemos que por medio de El, la vida ha entrado al mundo, el pecado ha sido descubierto y ha comenzado la posibilidad de la salvación. Por eso decimos que en la cruz todos los valores del mundo se invierten, porque:

Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura, En cambio, para los llamados Cristo es poder y sabiduría de Dios, porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

1 Corintios 1.22-25

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Semana Santa
Creo

Getsemaní – Un sermón para el Jueves Santo


Un sermón sobre la oración de Jesús en Getsemaní, basado en Marcos 14:32-42, apropiado para el Jueves Santo, de la Semana Santa.

Jueves Santo
Jardín del Gertsemaní
Monte de los Olivos
Getsemani
Getsemani

Texto: Marcos 14:32-42

Texto: Marcos 14:32-42

Tema: En Getsemaní, nos encontramos con Jesús como el hijo obediente hasta la muerte, muerte de cruz por un pueblo que lo deja en la absoluta soledad.

Área: Desafío profético

Propósito: Que la audiencia se identifique con los discípulos de Jesús.

Diseño: Expositivo

Lógica: Inductiva

Introducción

El Jueves es el comienzo del fin. Al salir del “aposento alto ya dispuesto” (Mr. 14:15) donde tomaban la cena, Jesús y sus discípulos se enfrentaban a la escena final que comienza y que les llevaba al sufrimiento de la cruz.

Difícilmente hubieran podido encontrar un sitio más adecuado. Getsemaní, que significaba “molino de aceite”, era un pequeño jardín de olivos donde Jesús acostumbraba a meditar y que hoy se convierte en el lugar de encuentro con la voluntad de Dios.

Puntos a desarrollar

A. En Getsemaní, encontramos al Jesús-Hombre que se enfrenta a la exigencia terrible de Dios.

1. Al llegar al jardín, el Señor divide a sus discípulos en dos grupos. Por un lado están Pedro, Juan y Jacobo, quienes siempre le acompañaban en los momentos más difíciles, y les insta a orar. Por otro, están el resto de los discípulos.

2. En esos momentos Jesús hace una revelación que nos parece extraña: Jesús está angustiado y tiene miedo. El Señor se enfrenta en su carácter de “Dios-ser humano” con la realidad del futuro. Le espera una muerte terrible a manos de un grupo religioso dispuesto a romper su ley, por prenderle, y de un gobierno impersonal e injusto. Jesús se enfrenta a las consecuencias de su mensaje: Ha predicado la vida y el mundo le depara la muerte y el sufrimiento.

3. Esta revelación de la angustia de Jesús debe parecernos extraña. Por lo regular la historia celebra a aquellos que enfrentan la muerte en forma heroica o estoica, es decir, sin mostrar dolor o angustia. La historia recuerda a Sócrates por tomar la cicuta y morir plácidamente, sin mostrar sentimiento alguno. Pero ese no es el caso de Jesús.

  • Tampoco tenemos en Jesús el místico para quien el cuerpo, no importa porque lo importante son las “cosas espirituales”. El Señor no es un “gurú” que vive en el mundo como si la creación fuera la cárcel del alma.
  • Mucho menos encontramos en Jesús, la actitud de algunos “super-espirituales” que se han metido en la Iglesia de Cristo y que ven a todo aquel que sufre, que llora y que está triste como un creyente de segunda categoría, que está enfermo porque no ora lo suficiente.

4. No hermanos míos, Jesús no se encuentra en ninguna de estas categorías Jesús sufre porque es verdadero hombre, porque su humanidad no es un juego. El Señor se enfrenta a una muerte cruel e injusta que le obliga a dejar atrás la compañía y el amor de sus amigos. Jesús sufre porque es hombre, porque es siervo de Dios y el ministerio que Dios da en el mundo no es uno que nos lleva a evitar el sufrimiento, sino que nos lleva a través del valle de la sombra de la muerte (Sal. 23:3).

5. Este hecho de la humanidad de Cristo es sumamente importante para nosotros, porque significa que tenemos en él no un “Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hebreos 4:15).

B. En Getsemaní encontramos a Jesús-siervo el que está dispuesto a obedecer al Padre hasta la muerte.

1. Ahora bien hermanos, este siervo que sufre es uno que tiene una relación especial con su amo. Este “siervo” no es esclavo, es hijo. Es uno que tiene una relación más profunda de la que ha tenido ningún otro con Dios. El Siervo que sufre es el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Santo de Israel.

2. Jesús es el único personaje en la historia de Israel que llamó a Dios “Padre” en forma personal. La palabra “abba ” es una expresión del lenguaje arameo, que era utilizada solamente por los niños pequeños para dirigirse a su padre. En este sentido, Jesús hace lo que sería la herejía frente a los fariseos de su época. Jesús llama a Dios “papi” o “papito”, algo que no había hecho ningún otro personaje en la historia de Israel, donde Dios aparece como el Padre del pueblo en su totalidad.

3. Es este hombre con una relación especial con Dios el que se enfrenta con la copa amarga. Copa que no era otra cosa que el destino que Dios le tenía deparado para el futuro. Esto es importante, no es un destino preparado por los hombres, por las instituciones o poderes de su época. Nadie le quita la vida a Jesús, el la da voluntariamente (Jn. 10:18). La muerte de Jesús no es una muerte forzada por el pecado, sino que es instrumento de Dios en la revelación su justicia.

4. En este sentido es importante el uso de la palabra “copa” y de la frase “la hora señalada” los judíos utilizaban estas frases, para hablar del tiempo futuro, en el cual el Reino de Dios se haría una realidad para todo el pueblo. Con la palabra “copa” se hablaba del momento en que la salvación llegaría a todo el mundo, en la manifestación del momento de Dios.

5. En este sentido, vemos claro el motivo de la obediencia del Hijo. Jesús obedecía la exigencia de Dios porque su muerte sería instrumento, camino, puente por el cual llegaría la manifestación poderosa del Reino de Dios para todo el mundo. Su muerte –el tomar la “copa”– marcaría “la hora señalada” por la cual Dios llegaría a la humanidad y todo creyente recibiría el “Espíritu de Adopción” que le capacitaría para decir “abba, Padre” (Ro. 8:15; Gal. 4:16).

C. En Getsemaní vemos a Jesús dispuesto a sufrir por el pueblo pecador que lo deja solo.

1. En este momento, hemos llegado al punto de preguntarnos el significado para los discípulos de esta noche de oración. Si para Jesús el jardín de oración es angustia y obediencia, debemos preguntarnos que significó el monte para aquellos que acompañaban al Señor en aquella noche crucial. Este es el momento de ver, que significa Getsemaní para los discípulos del Señor.

2. En este sentido, Getsemaní es lugar de llamado, de vocación y de comisión. El monte es el lugar escogido por Dios para asignar a los discípulos una tarea especial: Getsemaní es llamado divino a velar en oración. Velar no solo en el sentido de “romper una noche orando” sino, de vigilar y estar atento a la voluntad Dios que nos revela. De este modo el “velad” que les dice el Maestro a sus discípulos transciende el tiempo y se convierte en un mandato a seguir la voluntad de Dios en forma inquebrantable.

3. Pero si bien por un lado, Getsemaní es lugar de llamado y comisión, por otro, el monte es también lugar de flaqueza. Flaqueza que se expresa en el sueño, en la dejadez, en la ceguera ante la llegada de los acontecimientos que se temían. La “debilidad” de los discípulos consiste en no tener la sabiduría de Dios y el discernimiento para leer en el tiempo que el mal estaba a la mano, dispuesto a destruir a su Maestro. La “debilidad de la carne” no consiste sólo en el cansancio físico sino que nos habla principalmente de la condición humana; del pecador que se resiste a hacer la voluntad divina y busca siempre su propia comodidad.

4. Es precisamente esa debilidad la que nos lleva al fracaso. Fracaso de no poder velar una hora; fracaso de resistir el Espíritu de Dios –el cual está siempre dispuesto– y seguir la pereza; fracaso de dejar solo al Maestro en la lucha; fracaso de no poder resistir los pecadores que se llevan a nuestro Señor; fracaso que nos lleva a salir corriendo desnudos (Mr. 14:52) y a negar a nuestro Señor (Mr. 14:66-72).

5. Getsemaní es el lugar donde todos abandonamos a Jesús –donde todos le fallamos– y le dejamos absolutamente solo, luchando contra el pecado por nosotros.

Conclusión

Como Iglesia, el Señor que se da por nosotros nos llama a velar en oración por un mundo que se pierde. Somos con quien único el Señor cuenta a su lado en esta lucha contra los elementos del mundo. Pudiera usar ángeles –legiones de ángeles– con sólo una palabra suya. Empero nos ha escogido a nosotros como mensajeros suyos. El Señor cuenta con nosotros. Sin embargo, hoy le hemos fallado; le hemos dejado solo: “Ahora ya podéis dormir y descansar, Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” (v. 41).

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Sexta de las Siete Palabras: ¡Consumado es!

La sexta palabra es:

            Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es! (Juan 19.30)

Adquiera el libro del Dr. Jiménez sobre Las Siete Palabras.

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Dos palabras. Nunca dos palabras habían dicho tanto como éstas. Nunca una frase tan corta había tenido un sentido tan profundo como ésta.

“Consumado es.” Esta es una declaración de victoria. La obra salvífica de Jesús estaba sellada. El mundo perdido ahora tiene oportunidad de salvación. Jesús ha obedecido al Padre hasta lo sumo y éste lo ha declarado “Hijo de Dios con poder”, como dijo el Apóstol Pedro en Hechos 2. Con obediencia perfecta, Jesús ha demostrado que el mal no es absoluto; que es posible vivir en comunión con Dios. Con su obediencia perfecta, Jesús ha llevado la humanidad hasta el seno del Padre. Ahora la humanidad tiene en Jesús un intermediario, un intercesor.

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, pero alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4.14-16

“Consumado es” es la declaración de la derrota del mal. Ya la vida ha triunfado sobre la muerte. Ya la esperanza ha triunfado sobre el dolor. Ya la justicia ha triunfado sobre el pecado. Ya Dios ha triunfado sobre el Adversario y sus huestes del mal. Ahora:

…ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo alto, ni lo bajo, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús.

Ro 8.38-39

Pero, en un sentido más profundo, “consumado es” significa que ya no hay abismo. El grito de Jesús desde la cruz le dice al mundo que el abismo que creó el pecado entre Dios y el ser humano ya no existe. Ahora hay un punto de contacto entre la divinidad y el género humano. La cruz es el puente.

La cruz es el puente que lleva al ser humano hasta la presencia de Dios. La cruz de Jesús ha revelado la justicia divina y ahora es posible ser salvo por gracia. La salvación es, pues, don divino; regalo de vida para todo aquel que cree.

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Sin plena conciencia – Un sermón para el Domingo de Ramos

Un sermón sobre Mateo 21:1-11, sobre la Entrada Triunfal de Jesús a Jerusalén, apropiado para el Domingo de Ramos en la Semana Santa.

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Esperanza
Esperanza

Bendito el que viene – Un sermón para el Domingo de Ramos

Un sermón para el Domingo de Ramos, de la Semana Santa, basado en Lucas 19.28-40, predicado por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Texto: Lucas 19:28-40

Tema: En la Entrada Triunfal, Dios viene a nuestro encuentro en la persona de Jesucristo, propiciando un momento de juicio y decisión.

Área: Evangelización

Propósito: Que la audiencia se sienta emplazada por la iniciativa salvífica de Dios.

Diseño: Narrativo, en ocasión del Domingo de Ramos, Semana Santa

Lógica: Inductiva


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Manuscrito del Sermón – Domingo de Ramos – Semana Santa

Para establecer el tono

Hay cosas inevitables; cosas que sabemos que vamos a enfrentar. Lo inevitable por excelencia: La muerte. Aun hay personas que perciben tener una cita con la muerte. Saben que la muerte, hermosa y atrevida, les coquetea y les ronda. Saben que la muerte tiene una cita con ellas.

Los profetas, en general, se saben condenados por hablar con la verdad, por decir lo que Dios ha puesto en su alma. Así el Dr. Martín Luther King, poco tiempo antes de su asesinato, predicó el sermón titulado “El tambor principal”. En él, Dr. King decía que la lucha por los derechos civiles no debía terminar con su muerte, pues él sólo era el tamborilero principal en la marcha.

En adición a esto, podemos decir que hay lugares, que nos huelen a encuentro; lugares donde sabemos que encontramos algo que transformará nuestras vidas. Para usted, ese lugar puede ser esta Iglesia, en esta hora. Para Jesús, ese lugar fue Jerusalén.

Marco escénico

Los eventos de este día de entrada triunfal , ocurren en Jerusalén, y esto no es casualidad. Para Lucas, Jerusalén es la ciudad de encuentro; el espacio vital y sagrado donde Dios viene a encontrarse en forma definitiva con la humanidad.

  1. El Evangelio de Lucas, comienza en Jerusalén, narrando como un ángel del Señor se le aparece a Zacarías en el templo y le indica que su esposa, Elizabet, tendría un niño de nombre Juan (1:5-25).
  2. Después de nacer el niño Jesús, sus padres le llevan al Templo en Jerusalén (1:21-38) donde un hombre justo y piadoso llamado Simeón, bendice a Dios al ver la salvación del mundo en la figura de aquel bebé.
  3. En Lucas, la última de las tentaciones es aquella donde Jesús es llevado al pináculo del templo y es tentado a echarse abajo (4:9-13).
  4. En Lucas 9:51, el texto nos dice que cuando se cumplió el tiempo en que Jesús había de ser recibido por Dios, “afirmó su rostro” para ir a Jerusalén.

Así el cuadro está claro: Jesús tiene una cita con su destino; Jesús tiene una cita con su misión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es Jerusalén. En Jesús, Dios mismo viene a visitar a su pueblo, a enfrentarle y a llevarlos a una toma de decisión.

Y ese momento salvífico se está repitiendo otra vez. Es más, se está repitiendo aquí y ahora. Jesús tiene una cita con nosotros; contigo y conmigo, Jesús tiene una cita salvífica, un momento donde su figura imponente y su presencia salvadora nos llaman a un momento de encuentro y decisión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es este. En Jesús, Dios mismo viene a visitarnos, a enfrentarnos y a llevarnos a tomar una decisión.

Trama

La historia es viva, dinámica, eficaz y punzante, Jesús va delante de sus discípulos a enfrentar su destino; Jesús va delante subiendo a Jerusalén.

Al llegar al Monte de los Olivos, el Galileo envía dos de sus discípulos en una encomienda extraña:

Lucas 19:30-31

¿Por que, una encomienda tan extraña? ¿Para que tanto secreteo y tantas instrucciones en privado?

Las palabras de Jesús, no son vanas; sus instrucciones tienen razón y sentido. El pueblo judío, esperaba el cumplimiento de las profecías antiguas, esperaba la venida de un rey pacifico que fuera instrumento de salvación, bienestar y paz en las manos de Dios. Este relato nos deja claro quien es ese Rey.

El Mesías esperado, el que había de venir, el Rey pacifico, cuyo gobierno sería salvífico, no es otro que Jesús de Nazaret. Su cabalgata en un potrito joven y dócil, es señal y confirmación de su ministerio de paz. Su palabra aguda, segura y certera, deja claro que su misión proviene de Dios.

Lucas 19:31

Por lo tanto, la acción de Dios comienza. El momento de Dios visitar a su pueblo ha llegado. El burrito ha sido traído, los discípulos están apostados en el camino, prestos a bendecir el nombre de Dios y el camino está franco.

Este es el momento de encuentro, el Señor monta en su cabalgadura y el camino se hace corto. Los discípulos le reconocen como el enviado de Dios, la multitud grita diciendo: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” (19:38).

¿Y nosotros, donde estamos? ¿Donde estas tú, en este cuadro? ¿Es Jesús para ti un hombre más o es el que había de venir? ¿Es Jesús para ti un maestro más o es el salvador de tu vida? ¿Es Jesús para ti otro hombre bueno, o es el rey que llega a transformar tu vida para el Reino de Dios?

Punto Culminante

Jesús recorre el camino a Jerusalén. Y a su paso encuentra dos tipos de personas. Los unos, lo aclaman como enviado de Dios y tienden sus mantos a su paso en señal de reconocimiento y reverencia (19:35-37). Los otros, miran recelosos a la distancia y le piden a Jesús que acalle a sus discípulos (19:38).

De este modo el mundo se divide ante Jesús en dos. Hay discípulos que reconocen su misión y fariseos que reniegan conocerlo. Hay seguidores y hay enemigos. Hay creyentes y hay incrédulos. Pero todos tienen que tomar postura; todos tienen que tomar una decisión.

¿ Quién es Jesús? Esa es la pregunta inescapable. Este domingo en el principio del fin. Hoy comienza la semana final. Hoy Dios viene en Cristo a tu encuentro y su presencia es inescapable.

Hoy es el día de tu visitación, Dios viene a visitarte en Cristo. Dios viene a propiciar un momento de salvación. Por lo tanto, la pregunta se impone: ¿Quién es Jesús y por qué puede salvarnos?

  • Este Jesús es el Dios hombre. Es Dios mismo hecho uno de nosotros. ¡Por eso puede salvarnos! Porque al compartir nuestra naturaleza, comprende nuestros problemas y nuestras necesidades.
  • Este Jesús es quien demostró claramente, por sus obras, que era el enviado de Dios. Por sus milagros y señales; por sus discursos y palabras vemos que Dios estaba obrando en él.
  • Este Jesús es quien está ahora mismo a tu lado, aunque no puedas comprenderlo; es quien te ha cuidado desde el principio; es quien te ha traído a esta Iglesia en esta hora.

Es evidente, es claro que Jesús es el enviado de Dios. Por eso si los discípulos no lo dicen, las piedras hablarían.

Desenlace

Hoy es el principio del fin, el momento de encuentro, el momento de decisión. Hoy puedes mirar de lejos y criticar la figura del maestro, perdiendo así la oportunidad de vida y paz en Cristo. O bien, puedes tomar tu manto, ponerlo a sus pies y decir: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (19.38).

Domingo de Ramos
Sermones para la Semana Santa
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Dios te acepta, versión libre de un sermón de Paul Tillich

Dios te acepta es una versión libre de un sermón de Paul Tillich, titulado “You Are Accepted”, basado en Romanos 5.20.

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Estas palabras del Apóstol Pablo resumen su experiencia, su mensaje y su visión de la vida. Nunca me he atrevido a predicar antes sobre este texto. Pero algo me ha impulsado a considerarlo durante los últimos meses. Es un deseo de dar testimonio de los dos hechos que, en las horas cuando nadie me ve, me parecen determinantes en nuestra vida: la abundancia del pecado y la sobre abundancia de la gracia.

Existen pocas palabras más extrañas que “pecado” y “gracia”. Son extrañas, aunque son bien conocidas. Hoy, estas palabras han perdido gran parte de su poder, al punto que es necesario preguntarnos seriamente si debemos usarlas o descartarlas como herramientas inútiles.

Empero, hay un hecho misterioso en las grandes palabras de nuestra tradición religiosa: no pueden ser reemplazadas. No hay sustitutos para palabras como “pecado” y “gracia”. Estas palabras nacieron en lo profundo de la existencia humana. Allí ganaron su poder para todas las edades, y allí cada generación puede reencontrar su poder. Acerquémonos, pues, a los niveles más profundos de nuestra vida, con el propósito de redescubrir el significado del pecado y de la gracia.

¿Qué significa el pecado en nuestros tiempos? ¿Acaso la gente todavía puede sentirse en pecado? ¿Están conscientes de que el pecado no es un mero acto inmoral? ¿Comprenden que el pecado es el mayor problema de la vida? ¿Sabemos que es un error dividir los seres humanos, llamando a algunos “pecadores” y otros “justos”?

Me gustaría sugerir una palabra, no como un sustituto de la palabra “pecado”, sino como una idea útil en su interpretación de la palabra “pecado”: “separación”. El pecado es separación. Estar en pecado es estar en un estado de separación. Y la separación es triple: separación de Dios, de uno mismo y de los demás.

Nosotras, las personas que nos sabemos separadas, sufrimos las consecuencias destructivas de nuestra separación, pero también sabemos por qué sufrimos.

Sabemos que estamos alejados de Aquel a quien realmente pertenecemos, y con quien debemos estar unidos.

Sabemos que experimentamos esa separación por culpa nuestra. Eso es el pecado: separación y culpa.

Así vivimos toda nuestra existencia, desde que nacemos hasta que morimos. Esa separación se prepara en el vientre de la madre y hasta mucho antes, en cada generación anterior. Alcanza más allá de nuestras tumbas, afectando a todas las generaciones venideras. ¡La existencia es la separación! Por eso, más que un acto o un error, el pecado es un estado de separación.

Podemos decir algo similar sobre la gracia, ya que los conceptos “pecado” y “gracia” están unidos entre sí. Ni siquiera conocemos el pecado hasta que experimentamos la unidad de la vida, que es la gracia. Del mismo modo, no podemos comprender el significado de la gracia hasta que experimentamos la separación de la vida, que es el pecado.

La gracia es tan difícil de describir como el pecado.

  • Para algunas personas, la gracia es la voluntad de un padre celestial que perdona una y otra vez la locura y la debilidad de sus niños. Debemos rechazar ese concepto infantil de la gracia y de la dignidad humana.
  • Para otras, la gracia es un poder mágico en los lugares oscuros del alma. El problema es que ese poder mágico no tiene significado alguno para la vida práctica.
  • Para otras personas, la gracia es la bondad que podemos encontrar junto a la crueldad en la vida. Es un regalo recibido de parte de Dios, de la naturaleza o de la sociedad, para hacer cosas buenas.

Pero la gracia es más que regalos.

  • La gracia es un poder que nos ayuda a superar la separación y distanciamiento.
  • La gracia es el reencuentro de la vida con la vida, la reconciliación del ser humano consigo mismo.
  • La gracia es la aceptación de quien antes había sido rechazado.

La gracia transforma nuestros caminos de muerte en caminos de vida; cambia la culpa en confianza y amor. Hay algo triunfante en la palabra gracia.

Cuando nos examinamos a nosotros mismos, descubrimos una lucha entre la separación y el reencuentro, entre el pecado y la gracia. Encontramos esa lucha en nuestra relación con los demás, en nuestra relación con nosotros mismos y en nuestra relación con Dios.

Si esta breve descripción del pecado y de la gracia resuenan en nuestros corazones, quizás podemos encontrar nuevos significados de estos conceptos. Pero en este proceso las palabras no son tan importantes. Lo más importante es cómo resuenan estos conceptos en los niveles más profundos de nuestro ser. Podemos decir que llegamos a conocer verdaderamente la gracia cuando logramos comprender esta lucha entre la separación y la reconciliación.

¿Quién no ha sentido soledad aún en medio de una multitud? El sentimiento de separación es más agudo cuando estamos rodeados por mucha gente y de mucho ruido, pero aun así no podemos conectarnos con los demás. Esa soledad nos hace sentir distanciados de la vida. Ni siquiera el amor puede ayudarnos a romper las paredes nos separan del prójimo. Cuando estamos en pecado podemos sentirnos separados de nuestra pareja, de nuestras amistades y hasta de nuestros hijos y de nuestras hijas.

La expresión más clara de separación en el mundo actual es la rivalidad entre los grupos sociales dentro de una misma nación. Si no podemos relacionarnos con alguien que vive en nuestra propia tierra, ¿cómo vamos a relacionarnos con gente de otros países? Cuando leemos, escuchamos o vemos partes de prensa sobre guerras, genocidios y ataques terroristas, tenemos que aceptar que en nuestro mundo abunda el pecado.

Recalco que no solo estamos separados de los demás: también estamos separados de nosotros mismos. El ser humano está dividido dentro de sí mismo. Esa separación se manifiesta cuando nos odiamos a nosotros mismos, permitiendo que la desesperación nos arrope. Es un círculo vicioso, pues quien se odia a sí mismo es incapaz de amar a los demás.

El pecado crea en nosotros un instinto de autodestrucción. Nuestra tendencia a destruir a otras personas esconde una tendencia encubierta para destruirnos a nosotros mismos. La crueldad hacia los demás nace de la crueldad hacia nosotros mismos.

Pablo expresó este hecho en sus famosas palabras: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7.19).Y luego continuó con otras palabras que bien podrían ser el lema de toda la psicología profunda: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7.20). Como vemos, el Apóstol detectó en su propio ser esta lucha entre el pecado y la gracia, entre la separación y la reconciliación.

“Más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, dice Pablo en la misma carta en la que describe el poder inimaginable de la separación y la autodestrucción tanto en el alma como en la sociedad. Pablo vivió esta experiencia en carne propia, quien recibió gracia divina a pesar de haber perseguido la Iglesia. La recibió tal como Jesucristo, quien experimentó la resurrección después de sufrir la cruz, su mayor momento de separación.

Así es la gracia de Dios. En nuestro momento más oscuro, cuando nos sentimos más lejos de Dios, tenemos un momento de gracia. Es como si una ola de luz irrumpiera en nuestra oscuridad y es como si una voz celestial nos dijera: “Dios te acepta. Dios te acepta. Dios te acepta.”

Te acepta uno más grande, más poderoso y más fuerte que tú.

Te acepta uno más alto, más sublime y más excelso que tú.

No tienes de hacer nada ahora;

Ni tienes que buscar nada más.

Lo único que debes hacer es aceptar el hecho de que Dios te acepta. Cuando te sucede esto, estás experimentando la gracia de Dios.

El momento de gracia es corto, pues sólo toma un momento de nuestras vidas. Sin embargo, todo se transforma a partir de ese momento de gracia. ¿Por qué? Porque saber que Dios te acepta te capacita para vencer la separación del pecado y reconciliarte con Dios, contigo mismo y con los demás.

Esa gracia también transforma nuestra relación con los demás. Nos capacita para mirar a los ojos aún de nuestros enemigos y aceptarlos sin esperar nada a cambio, tal como Dios nos acepta a nosotros.

“Pecado” y “gracia” son dos palabras extrañas; pero no son cosas extrañas. Encontramos el pecado y la gracia cada vez que nos miramos al espejo y examinamos nuestra mirada, la ventana a la mente y al corazón. El pecado y la gracia determinan nuestras vidas. El pecado abunda en el mundo y en la sociedad, pero la gracia sobreabunda en nosotros.

Dios te acepta
Romanos 5.20
Paul Tillich
Pablo A Jiménez
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