El mensaje de la cruz – Un sermón para el Viernes Santo

«El mensaje de la cruz» es un sermón apropiado para el Viernes Santo de la Semana Santa, basado en Hebreos 4:14-16.


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Rudimentos

Texto: Hebreos 4:14-16

Tema: Por medio de su sacrificio en la cruz, Jesús ha abierto el camino a la salvación para toda la humanidad.

Área: Evangelización

Propósito: Confrontar a la audiencia con el significado de la cruz

Diseño: Sermón Doctrinal, apropiado para el Viernes Santo

Lógica: Inductiva (Usando la forma conocida como “El ojal de Lowry”) 

Bosquejo listo para predicar para el Viernes Santo

Introducción

El viernes es el día de la cruz. Desde que el Señor quedó solo en el Jardín de Getsemaní, en manos de una turba furiosa, se conocía su destino: Jesús se dirige irremediablemente al sufrimiento y a la muerte. El Señor se dirige solo a enfrentar las consecuencias de su mensaje.

Alterar el equilibrio

Ante la realidad de la cruz, creo que debemos preguntarnos qué hacemos aquí. ¿Qué conmemoramos en este día llamado santo? Y si formulo esta pregunta es porque el orden de los eventos de aquel viernes de Pascua nos deja poco que celebrar. El día en que murió el Galileo fue un día oscuro, fue un día de vergüenza; digno de borrarse de todos los libros de la historia. Sólo basta que nos preguntemos, ¿Que pasó aquél día santo en Jerusalén? El evento principal fue un juicio viciado y una muerte injusta. En eso no hay gloria.

La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había en el mundo donde vivió Jesús. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano romano. Por el contrario, se empleaba sólo para esclavos, extranjeros y sediciosos

La cruz se levantaba por dos razones: maldición y vergüenza. El crucificado estaba maldito, por eso no tocaba la tierra, para no mancharla. Además, se colgaba en un lugar alto para que todo el mundo viera como el criminal se asfixiaba cuando el peso de los músculos del pecho hacía presión contra los pulmones y le impedía respirar.

Analizar la discrepancia

Entonces pregunto, ¿conmemoramos eso, la muerte injusta de un ciudadano de segunda clase, acusado de sedición y blasfemia en una pequeña provincia de Roma en el primer siglo?

O, por otra parte, ¿conmemoramos la cobardía de unos discípulos que huyen ante la necesidad del maestro y se esconden para no sufrir con él? O, ¿acaso celebramos la victoria de los partidos extremistas del judaísmo? La victoria de los fariseos, los saduceos y los herodianos, quienes lograron asesinar a Jesús aún cuando el derecho romano se lo prohibía.

En este punto, permítanme preguntar una vez más: ¿qué celebramos en un día como este; un día que según los criterios del mundo, no tiene nada de especial y sagrado?

Revelar la clave de la solución

Permítanme contestar la pregunta indicándoles que los eventos de este día no pueden ser entendidos usando los criterios del mundo. La muerte de Jesús de Nazaret en la cruz del Calvario hay que entenderla a la luz de los valores del Reino de Dios.

El hombre de la cruz es inocente. Jesús no había cometido falta alguna. En su vida sólo había hecho bien a los demás. Con sus actos, prodigios y su palabra viva, quedaba demostrado que en Jesús había algo de Dios. Algo que le acreditaba como un profeta enviado para el bienestar y la paz de los suyos.

Sin embargo, Jesús es tratado como un criminal y es asesinado vilmente. Tanto es así que Jesús se convierte en la víctima de los poderosos de su época. Víctima, sí mis hermanas y hermanos, Jesús fue una víctima. Y quizás este es el primer paso para entender la muerte de Jesús: es necesario saber que Jesús fue víctima inocente de la injusticia.

Interesantemente, la palabra víctima se usa también el otro contexto: el del sacrificio. El corderito que era llevado al templo para ser sacrificado era llamado, comúnmente “víctima”. Así que podemos establecer una comparación o analogía entre la muerte de Jesús y el sacrificio de un cordero.

Quizás ésta es la clave; quizás esta comparación nos allane el camino para entender la muerte de Jesús.

Experimentar el evangelio

En la Biblia hay un libro que presenta la muerte de Jesús como un sacrificio. Este es el libro de los Hebreos. La carta a los Hebreos comienza diciendo:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo.

Hebreos 1:1-2

Esta es una afirmación maravillosa. Hebreos deja claro que es Dios mismo quien ha salido a nuestro encuentro en Cristo Jesús, en su Hijo. Sin embargo, afirma que este no es un primer intento.

Dios ha estado tratando de hablar con nosotros, de hacer llegar su mensaje, en muchas ocasiones y diversas maneras. Pero esos intentos fueron poco exitosos. Así que Dios envió a su propio Hijo a presentarnos el mensaje salvífico.

Dios ha tratado de hablar a tu vida en muchas maneras: por medio de la naturaleza, de amistades, de familiares, de lecturas y hasta por los medios de comunicación masiva. Ahora te habla claramente por medio de su Hijo, ya que la presencia de Cristo está en medio nuestro.

Esa es la realidad: Dios ha hablado y a esa realidad le corresponde otra no menos importante: El ser humano siempre ha buscado a Dios. Pero esa búsqueda se ha hecho difícil. La realidad es que entre el ser humano y Dios hay una gran distancia.

  • Dios es santo; nosotros somos pecadores.
  • Dios es fiel; nosotros somos ambivalentes.
  • Dios es eterno; nosotros somos mortales.

Para salvar esa distancia necesitamos un mediador, alguien que tenga acceso. Ese mediador que tiene la vía franca será quien nos lleve ala presencia de Dios.

Hebreos deja claro que el pueblo de Israel buscó muchos mediadores, tales como los ángeles, Moisés, Josué y los Sumos Sacerdotes hebreos. De estos mediadores antiguos, el más efectivo lo fue el sumo sacerdote. Permítanme explicarles como funcionaba el sumo sacerdote en el Antiguo Israel:

1. El sumo sacerdote era un hombre de la familia de Aarón, descendiente de Leví.

2. Su ministerio o trabajo principal se llevaba a cabo una vez al año.

3. El día de la purificación (llamado en hebreo el “Yom Kippur”) el sumo sacerdote iba al templo.

4. El templo estaba dividido en tres partes principales: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.

5. Aquel hombre ofrecía un sacrificio por sus propios pecados y entonces procedía a entrar al lugar santísimo, donde ofrecía un sacrificio por los pecados del pueblo.

6. Entonces, el pueblo sabía que había recibido perdón. 

7. Empero, hasta el año entrante no había otro sacrificio.

¿Complicado, verdad? Y no solamente era complicado, sino ineficaz. Porque, en el fondo, este mediador era un hombre tan pecador como los demás. Este no tenía acceso a Dios más que un día, por un ratito, en un cuartito. Este era un sacrificio deficiente; esta era una mediación ineficaz.

Nosotros podemos comprender eso de los “sacrificios ineficaces” porque en nuestra búsqueda, hemos caído en manos de muchos mediadores ineficaces:

1. El falso evangelio del formalismo: no transforma.

2. El falso evangelio del miedo: no libera.

3. El falso evangelio de la restricción: no permite el disfrute de la vida.

Tiene que haber, por lo tanto, otro mediador. Un mediador afectivo y eficaz; un mediador que tenga acceso de verdad a Dios. A esto Hebreos nos responde diciendo:

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4:14-16

Jesús es nuestro sumo sacerdote. El sí tiene acceso a Dios, porque viene de Dios. El sí tiene acceso, porque es plenamente humano. Por lo tanto, ahora sí podemos caminar con confianza al trono, es decir, a la presencia de Dios. La cruz es pues el sacrificio final y último donde Jesús es víctima y sacerdote; cordero y eficiente. En la cruz el sumo sacerdote es perfecto, ofrece la víctima perfecta que abre el camino perfecto a Dios.

  • No hay otro mediador (ni santo, ni espíritu, ni hombre, ni obra alguna)
  • No hay otro evangelio (ni miedo, ni pompa, ni restricciones)
  • No hay otro camino 

En la cruz, fuimos comprados a precio de sangre inocente para Dios

Anticipar las consecuencias

Ese es el mensaje de Dios para ti en esta hora. Dios te está buscando, porque desea salvarte. Ahora el camino a la salvación está libre, la vía está franca y el temor ha sido superado. Jesucristo, el mediador de un nuevo y mejor pacto, está dispuesto a recibirte.

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4:16

¡Acércate, con confianza al altar del Señor!

Viernes Santo
Hebreos 4
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Getsemaní – Un sermón para el Jueves Santo


Un sermón sobre la oración de Jesús en Getsemaní, basado en Marcos 14:32-42, apropiado para el Jueves Santo, de la Semana Santa.

Jueves Santo
Jardín del Gertsemaní
Monte de los Olivos
Getsemani
Getsemani

Texto: Marcos 14:32-42

Texto: Marcos 14:32-42

Tema: En Getsemaní, nos encontramos con Jesús como el hijo obediente hasta la muerte, muerte de cruz por un pueblo que lo deja en la absoluta soledad.

Área: Desafío profético

Propósito: Que la audiencia se identifique con los discípulos de Jesús.

Diseño: Expositivo

Lógica: Inductiva

Introducción

El Jueves es el comienzo del fin. Al salir del “aposento alto ya dispuesto” (Mr. 14:15) donde tomaban la cena, Jesús y sus discípulos se enfrentaban a la escena final que comienza y que les llevaba al sufrimiento de la cruz.

Difícilmente hubieran podido encontrar un sitio más adecuado. Getsemaní, que significaba “molino de aceite”, era un pequeño jardín de olivos donde Jesús acostumbraba a meditar y que hoy se convierte en el lugar de encuentro con la voluntad de Dios.

Puntos a desarrollar

A. En Getsemaní, encontramos al Jesús-Hombre que se enfrenta a la exigencia terrible de Dios.

1. Al llegar al jardín, el Señor divide a sus discípulos en dos grupos. Por un lado están Pedro, Juan y Jacobo, quienes siempre le acompañaban en los momentos más difíciles, y les insta a orar. Por otro, están el resto de los discípulos.

2. En esos momentos Jesús hace una revelación que nos parece extraña: Jesús está angustiado y tiene miedo. El Señor se enfrenta en su carácter de “Dios-ser humano” con la realidad del futuro. Le espera una muerte terrible a manos de un grupo religioso dispuesto a romper su ley, por prenderle, y de un gobierno impersonal e injusto. Jesús se enfrenta a las consecuencias de su mensaje: Ha predicado la vida y el mundo le depara la muerte y el sufrimiento.

3. Esta revelación de la angustia de Jesús debe parecernos extraña. Por lo regular la historia celebra a aquellos que enfrentan la muerte en forma heroica o estoica, es decir, sin mostrar dolor o angustia. La historia recuerda a Sócrates por tomar la cicuta y morir plácidamente, sin mostrar sentimiento alguno. Pero ese no es el caso de Jesús.

  • Tampoco tenemos en Jesús el místico para quien el cuerpo, no importa porque lo importante son las “cosas espirituales”. El Señor no es un “gurú” que vive en el mundo como si la creación fuera la cárcel del alma.
  • Mucho menos encontramos en Jesús, la actitud de algunos “super-espirituales” que se han metido en la Iglesia de Cristo y que ven a todo aquel que sufre, que llora y que está triste como un creyente de segunda categoría, que está enfermo porque no ora lo suficiente.

4. No hermanos míos, Jesús no se encuentra en ninguna de estas categorías Jesús sufre porque es verdadero hombre, porque su humanidad no es un juego. El Señor se enfrenta a una muerte cruel e injusta que le obliga a dejar atrás la compañía y el amor de sus amigos. Jesús sufre porque es hombre, porque es siervo de Dios y el ministerio que Dios da en el mundo no es uno que nos lleva a evitar el sufrimiento, sino que nos lleva a través del valle de la sombra de la muerte (Sal. 23:3).

5. Este hecho de la humanidad de Cristo es sumamente importante para nosotros, porque significa que tenemos en él no un “Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hebreos 4:15).

B. En Getsemaní encontramos a Jesús-siervo el que está dispuesto a obedecer al Padre hasta la muerte.

1. Ahora bien hermanos, este siervo que sufre es uno que tiene una relación especial con su amo. Este “siervo” no es esclavo, es hijo. Es uno que tiene una relación más profunda de la que ha tenido ningún otro con Dios. El Siervo que sufre es el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Santo de Israel.

2. Jesús es el único personaje en la historia de Israel que llamó a Dios “Padre” en forma personal. La palabra “abba ” es una expresión del lenguaje arameo, que era utilizada solamente por los niños pequeños para dirigirse a su padre. En este sentido, Jesús hace lo que sería la herejía frente a los fariseos de su época. Jesús llama a Dios “papi” o “papito”, algo que no había hecho ningún otro personaje en la historia de Israel, donde Dios aparece como el Padre del pueblo en su totalidad.

3. Es este hombre con una relación especial con Dios el que se enfrenta con la copa amarga. Copa que no era otra cosa que el destino que Dios le tenía deparado para el futuro. Esto es importante, no es un destino preparado por los hombres, por las instituciones o poderes de su época. Nadie le quita la vida a Jesús, el la da voluntariamente (Jn. 10:18). La muerte de Jesús no es una muerte forzada por el pecado, sino que es instrumento de Dios en la revelación su justicia.

4. En este sentido es importante el uso de la palabra “copa” y de la frase “la hora señalada” los judíos utilizaban estas frases, para hablar del tiempo futuro, en el cual el Reino de Dios se haría una realidad para todo el pueblo. Con la palabra “copa” se hablaba del momento en que la salvación llegaría a todo el mundo, en la manifestación del momento de Dios.

5. En este sentido, vemos claro el motivo de la obediencia del Hijo. Jesús obedecía la exigencia de Dios porque su muerte sería instrumento, camino, puente por el cual llegaría la manifestación poderosa del Reino de Dios para todo el mundo. Su muerte –el tomar la “copa”– marcaría “la hora señalada” por la cual Dios llegaría a la humanidad y todo creyente recibiría el “Espíritu de Adopción” que le capacitaría para decir “abba, Padre” (Ro. 8:15; Gal. 4:16).

C. En Getsemaní vemos a Jesús dispuesto a sufrir por el pueblo pecador que lo deja solo.

1. En este momento, hemos llegado al punto de preguntarnos el significado para los discípulos de esta noche de oración. Si para Jesús el jardín de oración es angustia y obediencia, debemos preguntarnos que significó el monte para aquellos que acompañaban al Señor en aquella noche crucial. Este es el momento de ver, que significa Getsemaní para los discípulos del Señor.

2. En este sentido, Getsemaní es lugar de llamado, de vocación y de comisión. El monte es el lugar escogido por Dios para asignar a los discípulos una tarea especial: Getsemaní es llamado divino a velar en oración. Velar no solo en el sentido de “romper una noche orando” sino, de vigilar y estar atento a la voluntad Dios que nos revela. De este modo el “velad” que les dice el Maestro a sus discípulos transciende el tiempo y se convierte en un mandato a seguir la voluntad de Dios en forma inquebrantable.

3. Pero si bien por un lado, Getsemaní es lugar de llamado y comisión, por otro, el monte es también lugar de flaqueza. Flaqueza que se expresa en el sueño, en la dejadez, en la ceguera ante la llegada de los acontecimientos que se temían. La “debilidad” de los discípulos consiste en no tener la sabiduría de Dios y el discernimiento para leer en el tiempo que el mal estaba a la mano, dispuesto a destruir a su Maestro. La “debilidad de la carne” no consiste sólo en el cansancio físico sino que nos habla principalmente de la condición humana; del pecador que se resiste a hacer la voluntad divina y busca siempre su propia comodidad.

4. Es precisamente esa debilidad la que nos lleva al fracaso. Fracaso de no poder velar una hora; fracaso de resistir el Espíritu de Dios –el cual está siempre dispuesto– y seguir la pereza; fracaso de dejar solo al Maestro en la lucha; fracaso de no poder resistir los pecadores que se llevan a nuestro Señor; fracaso que nos lleva a salir corriendo desnudos (Mr. 14:52) y a negar a nuestro Señor (Mr. 14:66-72).

5. Getsemaní es el lugar donde todos abandonamos a Jesús –donde todos le fallamos– y le dejamos absolutamente solo, luchando contra el pecado por nosotros.

Conclusión

Como Iglesia, el Señor que se da por nosotros nos llama a velar en oración por un mundo que se pierde. Somos con quien único el Señor cuenta a su lado en esta lucha contra los elementos del mundo. Pudiera usar ángeles –legiones de ángeles– con sólo una palabra suya. Empero nos ha escogido a nosotros como mensajeros suyos. El Señor cuenta con nosotros. Sin embargo, hoy le hemos fallado; le hemos dejado solo: “Ahora ya podéis dormir y descansar, Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” (v. 41).

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Bendito el que viene – Un sermón para el Domingo de Ramos

Un sermón para el Domingo de Ramos, de la Semana Santa, basado en Lucas 19.28-40, predicado por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Texto: Lucas 19:28-40

Tema: En la Entrada Triunfal, Dios viene a nuestro encuentro en la persona de Jesucristo, propiciando un momento de juicio y decisión.

Área: Evangelización

Propósito: Que la audiencia se sienta emplazada por la iniciativa salvífica de Dios.

Diseño: Narrativo, en ocasión del Domingo de Ramos, Semana Santa

Lógica: Inductiva


Audio
Vídeo

Manuscrito del Sermón – Domingo de Ramos – Semana Santa

Para establecer el tono

Hay cosas inevitables; cosas que sabemos que vamos a enfrentar. Lo inevitable por excelencia: La muerte. Aun hay personas que perciben tener una cita con la muerte. Saben que la muerte, hermosa y atrevida, les coquetea y les ronda. Saben que la muerte tiene una cita con ellas.

Los profetas, en general, se saben condenados por hablar con la verdad, por decir lo que Dios ha puesto en su alma. Así el Dr. Martín Luther King, poco tiempo antes de su asesinato, predicó el sermón titulado “El tambor principal”. En él, Dr. King decía que la lucha por los derechos civiles no debía terminar con su muerte, pues él sólo era el tamborilero principal en la marcha.

En adición a esto, podemos decir que hay lugares, que nos huelen a encuentro; lugares donde sabemos que encontramos algo que transformará nuestras vidas. Para usted, ese lugar puede ser esta Iglesia, en esta hora. Para Jesús, ese lugar fue Jerusalén.

Marco escénico

Los eventos de este día de entrada triunfal , ocurren en Jerusalén, y esto no es casualidad. Para Lucas, Jerusalén es la ciudad de encuentro; el espacio vital y sagrado donde Dios viene a encontrarse en forma definitiva con la humanidad.

  1. El Evangelio de Lucas, comienza en Jerusalén, narrando como un ángel del Señor se le aparece a Zacarías en el templo y le indica que su esposa, Elizabet, tendría un niño de nombre Juan (1:5-25).
  2. Después de nacer el niño Jesús, sus padres le llevan al Templo en Jerusalén (1:21-38) donde un hombre justo y piadoso llamado Simeón, bendice a Dios al ver la salvación del mundo en la figura de aquel bebé.
  3. En Lucas, la última de las tentaciones es aquella donde Jesús es llevado al pináculo del templo y es tentado a echarse abajo (4:9-13).
  4. En Lucas 9:51, el texto nos dice que cuando se cumplió el tiempo en que Jesús había de ser recibido por Dios, “afirmó su rostro” para ir a Jerusalén.

Así el cuadro está claro: Jesús tiene una cita con su destino; Jesús tiene una cita con su misión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es Jerusalén. En Jesús, Dios mismo viene a visitar a su pueblo, a enfrentarle y a llevarlos a una toma de decisión.

Y ese momento salvífico se está repitiendo otra vez. Es más, se está repitiendo aquí y ahora. Jesús tiene una cita con nosotros; contigo y conmigo, Jesús tiene una cita salvífica, un momento donde su figura imponente y su presencia salvadora nos llaman a un momento de encuentro y decisión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es este. En Jesús, Dios mismo viene a visitarnos, a enfrentarnos y a llevarnos a tomar una decisión.

Trama

La historia es viva, dinámica, eficaz y punzante, Jesús va delante de sus discípulos a enfrentar su destino; Jesús va delante subiendo a Jerusalén.

Al llegar al Monte de los Olivos, el Galileo envía dos de sus discípulos en una encomienda extraña:

Lucas 19:30-31

¿Por que, una encomienda tan extraña? ¿Para que tanto secreteo y tantas instrucciones en privado?

Las palabras de Jesús, no son vanas; sus instrucciones tienen razón y sentido. El pueblo judío, esperaba el cumplimiento de las profecías antiguas, esperaba la venida de un rey pacifico que fuera instrumento de salvación, bienestar y paz en las manos de Dios. Este relato nos deja claro quien es ese Rey.

El Mesías esperado, el que había de venir, el Rey pacifico, cuyo gobierno sería salvífico, no es otro que Jesús de Nazaret. Su cabalgata en un potrito joven y dócil, es señal y confirmación de su ministerio de paz. Su palabra aguda, segura y certera, deja claro que su misión proviene de Dios.

Lucas 19:31

Por lo tanto, la acción de Dios comienza. El momento de Dios visitar a su pueblo ha llegado. El burrito ha sido traído, los discípulos están apostados en el camino, prestos a bendecir el nombre de Dios y el camino está franco.

Este es el momento de encuentro, el Señor monta en su cabalgadura y el camino se hace corto. Los discípulos le reconocen como el enviado de Dios, la multitud grita diciendo: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” (19:38).

¿Y nosotros, donde estamos? ¿Donde estas tú, en este cuadro? ¿Es Jesús para ti un hombre más o es el que había de venir? ¿Es Jesús para ti un maestro más o es el salvador de tu vida? ¿Es Jesús para ti otro hombre bueno, o es el rey que llega a transformar tu vida para el Reino de Dios?

Punto Culminante

Jesús recorre el camino a Jerusalén. Y a su paso encuentra dos tipos de personas. Los unos, lo aclaman como enviado de Dios y tienden sus mantos a su paso en señal de reconocimiento y reverencia (19:35-37). Los otros, miran recelosos a la distancia y le piden a Jesús que acalle a sus discípulos (19:38).

De este modo el mundo se divide ante Jesús en dos. Hay discípulos que reconocen su misión y fariseos que reniegan conocerlo. Hay seguidores y hay enemigos. Hay creyentes y hay incrédulos. Pero todos tienen que tomar postura; todos tienen que tomar una decisión.

¿ Quién es Jesús? Esa es la pregunta inescapable. Este domingo en el principio del fin. Hoy comienza la semana final. Hoy Dios viene en Cristo a tu encuentro y su presencia es inescapable.

Hoy es el día de tu visitación, Dios viene a visitarte en Cristo. Dios viene a propiciar un momento de salvación. Por lo tanto, la pregunta se impone: ¿Quién es Jesús y por qué puede salvarnos?

  • Este Jesús es el Dios hombre. Es Dios mismo hecho uno de nosotros. ¡Por eso puede salvarnos! Porque al compartir nuestra naturaleza, comprende nuestros problemas y nuestras necesidades.
  • Este Jesús es quien demostró claramente, por sus obras, que era el enviado de Dios. Por sus milagros y señales; por sus discursos y palabras vemos que Dios estaba obrando en él.
  • Este Jesús es quien está ahora mismo a tu lado, aunque no puedas comprenderlo; es quien te ha cuidado desde el principio; es quien te ha traído a esta Iglesia en esta hora.

Es evidente, es claro que Jesús es el enviado de Dios. Por eso si los discípulos no lo dicen, las piedras hablarían.

Desenlace

Hoy es el principio del fin, el momento de encuentro, el momento de decisión. Hoy puedes mirar de lejos y criticar la figura del maestro, perdiendo así la oportunidad de vida y paz en Cristo. O bien, puedes tomar tu manto, ponerlo a sus pies y decir: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (19.38).

Domingo de Ramos
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Una nueva creación (Juan 1.1-14)

Una nueva creación es una prédica cristiana basada en Juan 1.1-14, apropiada para la celebración del Año Nuevo.

Introducción

No sé si alguno de ustedes ha experimentado el placer y el terror de mudarse a una casa nueva. Quienes hayan pasado por la experiencia de mudarse a un nuevo hogar pueden testificar que uno la vive con una mezcla de euforia y de temor.Por un lado, uno disfruta el proceso, pensando en todas las nuevas posibilidades que abre la relocalización. Pero, por otro lado, no podemos negar que relocalizarnos es un proceso difícil que ciertamente nos da temor.

Dejar lo conocido para aventurarnos a lo desconocido puede paralizarnos del miedo. Es necesario invertir mucha energía emocional en el proceso.

Se me antoja pensar que el comienzo del nuevo año presenta desafíos similares a los de una mudanza o una relocalización. El nuevo año trae consigo posibilidades y desafíos; oportunidades y dificultades. Y la pregunta que se impone es: ¿De dónde vamos a sacar fuerzas físicas, emocionales y espirituales para lidiar con esos desafíos, esas dificultades y esos retos que trae el Año Nuevo?

Les sugiero que, del mismo que hacemos cuando vamos a hacer una mudanza grande, busquemos ayuda, particularmente de alguien que sea experto en ese tipo de transiciones. ¿Y quién mejor que Dios mismo, el Señor del tiempo y el espacio, para ayudarnos a empezar un nuevo tiempo en un nuevo lugar?

La creación (Génesis 1)

De acuerdo al testimonio bíblico, Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Esto lo encontramos en Génesis 1.1 al 2, que dice: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.”

El texto es impresionante, porque describe el acto de la creación como una lucha contra el caos que imperaba en el mundo. Dios impone el orden y llena un mundo que, hasta ese momento, había estado vacío y en desorden.

¿Y cómo es que Dios crea? Lo hace por medio del poder de su palabra. Eso lo vemos en el resto del capítulo 1 de Génesis, del cual les leo los versículos 3 al 5, a manera de ejemplo: “Y dijo Dios: “¡Que haya luz!” Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas; a la luz, Dios la llamó “Día”, y a las tinieblas las llamó “Noche”. Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día primero.”

Nótese que Dios crea por medio de su palabra. Solo tiene que decir “que haya luz” para que esta sea una realidad. Así es que la Biblia describe cómo era el mundo “en el principio”.

La nueva creación (Juan 1)

Por su parte, el Evangelio según San Juan comienza con palabras muy similares a las de Génesis, cuando dice: “En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho.”

Como bien habrán notado, Juan también comienza con la frase “en el principio”. ¿Por qué el evangelista hace esto? Sencillo, porque quiere decir que la llegada de Cristo Jesús al mundo de los seres humanos marca un nuevo “Génesis”, una nueva creación.

Jesucristo se presenta, pues, como el agente de la creación, por medio del cual todo lo que existe ha sido creado. Esta idea no solo aparece claramente en los versículos ya leídos, sino que también se encuentra en otros libros del Nuevo Testamento, tales como Colosenses, que dice en el capítulo 1, versículos 15 al 17: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. En él fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de él y para él. Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden.”

Por lo tanto, podemos concluir que Jesucristo transforma el corazón del ser humano. Esa transformación es tan profunda, que bien podemos decir que la persona que entra en una profunda relación de amor y amistad con Dios llega a ser una nueva creación.

Una vez más, esta idea no es particular de Juan, sino que la encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento, tales como 1 Corintios 5.17, que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!”

Ahora bien, ¿cómo es que Dios hace esta nueva creación? Al igual que en Génesis 1, Dios crea por medio de su palabra. Lo único que esa “palabra” ahora se ha hecho carne en Cristo Jesús, como dice Juan 1, del 9 al 14: “La Palabra, la luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne,  ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.”

Conclusión

Comenzamos un nuevo año, marcando una nueva etapa en el tiempo y en el espacio. En cierto modo, este nuevo tiempo también marca el comienzo de una nueva creación.

  • No importa tu pasado,
  • No importa tu presente,
  • No importa el futuro que hayas pensado tener,

Hoy Dios te dice, por medio de su palabra, que está dispuesto a hacer de ti una “nueva creación”.

Sí, esa es la promesa divina. Gracias a la obra de Jesucristo, quien es la Palabra de Dios hecha carne, hoy puedes llegar a ser “hecho” hijo o hija de Dios.

Sé que la oportunidad que Dios nos ofrece presenta tanto posibilidades como desafíos. Y también sé que, si bien por un lado nos da ánimo y esperanza, por otro bien puede infundirnos temor.

Aún así, Dios nos invita a transitar por estos tiempos nuevos con ánimo renovado, con esperanzas nuevas. ¡No tengan temor! El Dios del tiempo y del espacio nos llama porque desea imponer orden en el caos de nuestras vidas. Desea que seamos nuevas criaturas, en el nombre del Señor Jesucristo. AMÉN

Una nueva creación
¡Feliz Año Nuevo!
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Vivir o sobrevivir (Texto completo más audio y vídeo)

Vivir o sobrevivir es un sermón basado en Miqueas 5.2-5a, apropiado para la temporada de Adviento, escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Texto: Miqueas 5.2-5a

Idea Central: Dios salvará a su pueblo usando los pocos recursos que tenemos en nuestras manos.

Área: Desafío profético

Propósito: Dar ánimo y esperanza a nuestro pueblo.

Diseño: Sermón expositivo, apropiado para la temporada de Adviento.

Lógica: Inductiva

Muchas veces las personas que enfrentan las más grandes adversidades de la vida se conviertan en nuestras maestras. De una manera u otra, nos enseñan a vivir. Nos vemos reflejados en su dolor y comprendemos nuestro “poco” comparado con el “mucho” de ellas. Y así descubrimos lo mucho que tenemos.

He estado meditando sobre esto recientemente porque una pastora amiga, que está gravemente enferma, recientemente escribió una frase en las redes sociales que me sacudió. Traducida al español, la frase dice: “Es difícil vivir rodeado de gente que solo desea sobrevivir”.

La frase me sacudió por dos razones. Por un lado, afirma el deseo de vivir que tiene esta valiente sierva de Dios. Por otro lado, dice una gran verdad: hay personas que solo están empeñadas en sobrevivir.

  • No disfrutan la vida a plenitud.
  • No valoran la hermosura de un nuevo día.
  • No pueden ver el futuro con esperanza.

Solo están empeñadas en sobrevivir un día más.

Este sentimiento es común en tiempos de crisis, como el que vive nuestra sociedad. Como desgraciadamente me he visto obligado a decir centenares de veces, la crisis social puertorriqueña es larga, es vieja y es pesada. Nuestro país sufre una crisis integral que afecta todas las áreas de nuestra vida comunitaria.

  • La economía está en crisis.
  • La ética gubernamental está en crisis.
  • La seguridad pública está en crisis.
  • La familia está en crisis.
  • Y la salud mental está en crisis.

Quizás lo que hace más dura la crisis es que, al examinar nuestras vidas, comprendemos que los recursos que tenemos para lidiar con la crisis son relativamente pocos. Las herramientas que tenemos en nuestras manos parecen sencillas, pobres y hasta torpes para enfrentar los enormes problemas que la vida nos presenta.

El pueblo de Israel pasó por problemas similares. El estado de Israel, aun en su momento de mayor esplendor, era un reino pequeño. En particular, era pequeño comparado con los grandes reinos de Egipto, de Asiria y de Babilonia. La situación se agravó con la división del Reino, que dejó 10 tribus en el Reino del Norte, cuya capital era Samaria, y 2 tribus en el Reino del Sur, cuya capital era Jerusalén.

  • ¿Cómo enfrentar las presiones internacionales?
  • ¿Cómo luchar contra ejércitos tan grandes?
  • ¿Cómo pagar el tributo, los impuestos, que imponían los grandes imperios?

El profeta Miqueas habla de todos estos temas en su libro. El mismo contiene dos tipos de profecías. Por un lado, contiene profecías de juicio contra el Reino del Norte, contra el Reino del Sur y contra los líderes políticos y religiosos de ambos pueblos. Por otro lado, contiene profecías de vida y salvación.

Quizás la profecía más dura es aquella que habla de cómo el Reino del Sur sería conquistado por el Imperio Babilónico. ¿Por qué? Porque ese Imperio acostumbraba llevarse presa toda la clase dirigente de los países conquistados a Babilonia, condenándoles a vivir en campos de concentración.

Escuchen lo que dice Miqueas 4.10 al 5.1:

Es precisamente después de esta profecía de juicio que encontramos una promesa de vida y salvación. Y no es meramente “una promesa”, es la promesa de que Dios habría de enviar un salvador a redimir a su pueblo de todos sus sufrimientos.

La promesa se encuentra en Miqueas 5.2 hasta la primera parte del versículo 5, y dice de la siguiente manera:

Belén es una ciudad del sur de Israel, ubicada a pocas millas de Jerusalén. Era la ciudad de donde surgió David, el más grande rey de Israel. La región también era conocida por el nombre “Efrata”, que de acuerdo a 1 Crónicas 2.50 fue la madre un hombre llamado Belén, hijo de Judá, que le dio nombre a la ciudad.

Hasta el sol de hoy, Belén es una ciudad pequeña. Y el texto dice que de ella saldrá un bebé que llegará a guiar a su pueblo “con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirán tranquilos porque él será engrandecido hasta los confines de la tierra” (v. 4). Ese bebé traerá la paz (v. 5).

Empero, una vez más, encontramos el mismo problema. ¿Qué puede hacer un bebé tan pequeño para corregir los enormes males que enfrenta la sociedad?

  • Un país pequeño y sin recursos.
  • Una ciudad pequeña alejada de los centros de poder.
  • Un bebé indefenso que acaba de nacer.

Parece que no tenemos nada en nuestras manos. Sin embargo, la promesa de Dios persiste: Dios salvará a su pueblo usando los pocos recursos que tenemos en nuestras manos. ¿Por qué? Porque lo poco de Dios es mucho más que lo abundante del mundo y que los recursos de los hombres.

La Iglesia entiende que esta profecía se cumplió a cabalidad con el nacimiento de Jesús de Nazaret, a quien confesamos como Señor y salvador. Sobre la base de esta profecía, podemos ver el futuro con esperanza, no importa lo nefasto que pueda parecer. ¿Por qué? Porque el nacimiento de Jesús de Nazaret nos capacita para vivir, no meramente para sobrevivir.

Vivir o sobrevivir
Vivir o sobrevivir
Vea otros sermones apropiados para Adviento, Navidad y Epifanía.

Dios te acepta, versión libre de un sermón de Paul Tillich

Dios te acepta es una versión libre de un sermón de Paul Tillich, titulado “You Are Accepted”, basado en Romanos 5.20.

Audio:

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Vea este sermón en nuestro canal de YouTube

Estas palabras del Apóstol Pablo resumen su experiencia, su mensaje y su visión de la vida. Nunca me he atrevido a predicar antes sobre este texto. Pero algo me ha impulsado a considerarlo durante los últimos meses. Es un deseo de dar testimonio de los dos hechos que, en las horas cuando nadie me ve, me parecen determinantes en nuestra vida: la abundancia del pecado y la sobre abundancia de la gracia.

Existen pocas palabras más extrañas que “pecado” y “gracia”. Son extrañas, aunque son bien conocidas. Hoy, estas palabras han perdido gran parte de su poder, al punto que es necesario preguntarnos seriamente si debemos usarlas o descartarlas como herramientas inútiles.

Empero, hay un hecho misterioso en las grandes palabras de nuestra tradición religiosa: no pueden ser reemplazadas. No hay sustitutos para palabras como “pecado” y “gracia”. Estas palabras nacieron en lo profundo de la existencia humana. Allí ganaron su poder para todas las edades, y allí cada generación puede reencontrar su poder. Acerquémonos, pues, a los niveles más profundos de nuestra vida, con el propósito de redescubrir el significado del pecado y de la gracia.

¿Qué significa el pecado en nuestros tiempos? ¿Acaso la gente todavía puede sentirse en pecado? ¿Están conscientes de que el pecado no es un mero acto inmoral? ¿Comprenden que el pecado es el mayor problema de la vida? ¿Sabemos que es un error dividir los seres humanos, llamando a algunos “pecadores” y otros “justos”?

Me gustaría sugerir una palabra, no como un sustituto de la palabra “pecado”, sino como una idea útil en su interpretación de la palabra “pecado”: “separación”. El pecado es separación. Estar en pecado es estar en un estado de separación. Y la separación es triple: separación de Dios, de uno mismo y de los demás.

Nosotras, las personas que nos sabemos separadas, sufrimos las consecuencias destructivas de nuestra separación, pero también sabemos por qué sufrimos.

Sabemos que estamos alejados de Aquel a quien realmente pertenecemos, y con quien debemos estar unidos.

Sabemos que experimentamos esa separación por culpa nuestra. Eso es el pecado: separación y culpa.

Así vivimos toda nuestra existencia, desde que nacemos hasta que morimos. Esa separación se prepara en el vientre de la madre y hasta mucho antes, en cada generación anterior. Alcanza más allá de nuestras tumbas, afectando a todas las generaciones venideras. ¡La existencia es la separación! Por eso, más que un acto o un error, el pecado es un estado de separación.

Podemos decir algo similar sobre la gracia, ya que los conceptos “pecado” y “gracia” están unidos entre sí. Ni siquiera conocemos el pecado hasta que experimentamos la unidad de la vida, que es la gracia. Del mismo modo, no podemos comprender el significado de la gracia hasta que experimentamos la separación de la vida, que es el pecado.

La gracia es tan difícil de describir como el pecado.

  • Para algunas personas, la gracia es la voluntad de un padre celestial que perdona una y otra vez la locura y la debilidad de sus niños. Debemos rechazar ese concepto infantil de la gracia y de la dignidad humana.
  • Para otras, la gracia es un poder mágico en los lugares oscuros del alma. El problema es que ese poder mágico no tiene significado alguno para la vida práctica.
  • Para otras personas, la gracia es la bondad que podemos encontrar junto a la crueldad en la vida. Es un regalo recibido de parte de Dios, de la naturaleza o de la sociedad, para hacer cosas buenas.

Pero la gracia es más que regalos.

  • La gracia es un poder que nos ayuda a superar la separación y distanciamiento.
  • La gracia es el reencuentro de la vida con la vida, la reconciliación del ser humano consigo mismo.
  • La gracia es la aceptación de quien antes había sido rechazado.

La gracia transforma nuestros caminos de muerte en caminos de vida; cambia la culpa en confianza y amor. Hay algo triunfante en la palabra gracia.

Cuando nos examinamos a nosotros mismos, descubrimos una lucha entre la separación y el reencuentro, entre el pecado y la gracia. Encontramos esa lucha en nuestra relación con los demás, en nuestra relación con nosotros mismos y en nuestra relación con Dios.

Si esta breve descripción del pecado y de la gracia resuenan en nuestros corazones, quizás podemos encontrar nuevos significados de estos conceptos. Pero en este proceso las palabras no son tan importantes. Lo más importante es cómo resuenan estos conceptos en los niveles más profundos de nuestro ser. Podemos decir que llegamos a conocer verdaderamente la gracia cuando logramos comprender esta lucha entre la separación y la reconciliación.

¿Quién no ha sentido soledad aún en medio de una multitud? El sentimiento de separación es más agudo cuando estamos rodeados por mucha gente y de mucho ruido, pero aun así no podemos conectarnos con los demás. Esa soledad nos hace sentir distanciados de la vida. Ni siquiera el amor puede ayudarnos a romper las paredes nos separan del prójimo. Cuando estamos en pecado podemos sentirnos separados de nuestra pareja, de nuestras amistades y hasta de nuestros hijos y de nuestras hijas.

La expresión más clara de separación en el mundo actual es la rivalidad entre los grupos sociales dentro de una misma nación. Si no podemos relacionarnos con alguien que vive en nuestra propia tierra, ¿cómo vamos a relacionarnos con gente de otros países? Cuando leemos, escuchamos o vemos partes de prensa sobre guerras, genocidios y ataques terroristas, tenemos que aceptar que en nuestro mundo abunda el pecado.

Recalco que no solo estamos separados de los demás: también estamos separados de nosotros mismos. El ser humano está dividido dentro de sí mismo. Esa separación se manifiesta cuando nos odiamos a nosotros mismos, permitiendo que la desesperación nos arrope. Es un círculo vicioso, pues quien se odia a sí mismo es incapaz de amar a los demás.

El pecado crea en nosotros un instinto de autodestrucción. Nuestra tendencia a destruir a otras personas esconde una tendencia encubierta para destruirnos a nosotros mismos. La crueldad hacia los demás nace de la crueldad hacia nosotros mismos.

Pablo expresó este hecho en sus famosas palabras: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7.19).Y luego continuó con otras palabras que bien podrían ser el lema de toda la psicología profunda: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7.20). Como vemos, el Apóstol detectó en su propio ser esta lucha entre el pecado y la gracia, entre la separación y la reconciliación.

“Más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, dice Pablo en la misma carta en la que describe el poder inimaginable de la separación y la autodestrucción tanto en el alma como en la sociedad. Pablo vivió esta experiencia en carne propia, quien recibió gracia divina a pesar de haber perseguido la Iglesia. La recibió tal como Jesucristo, quien experimentó la resurrección después de sufrir la cruz, su mayor momento de separación.

Así es la gracia de Dios. En nuestro momento más oscuro, cuando nos sentimos más lejos de Dios, tenemos un momento de gracia. Es como si una ola de luz irrumpiera en nuestra oscuridad y es como si una voz celestial nos dijera: “Dios te acepta. Dios te acepta. Dios te acepta.”

Te acepta uno más grande, más poderoso y más fuerte que tú.

Te acepta uno más alto, más sublime y más excelso que tú.

No tienes de hacer nada ahora;

Ni tienes que buscar nada más.

Lo único que debes hacer es aceptar el hecho de que Dios te acepta. Cuando te sucede esto, estás experimentando la gracia de Dios.

El momento de gracia es corto, pues sólo toma un momento de nuestras vidas. Sin embargo, todo se transforma a partir de ese momento de gracia. ¿Por qué? Porque saber que Dios te acepta te capacita para vencer la separación del pecado y reconciliarte con Dios, contigo mismo y con los demás.

Esa gracia también transforma nuestra relación con los demás. Nos capacita para mirar a los ojos aún de nuestros enemigos y aceptarlos sin esperar nada a cambio, tal como Dios nos acepta a nosotros.

“Pecado” y “gracia” son dos palabras extrañas; pero no son cosas extrañas. Encontramos el pecado y la gracia cada vez que nos miramos al espejo y examinamos nuestra mirada, la ventana a la mente y al corazón. El pecado y la gracia determinan nuestras vidas. El pecado abunda en el mundo y en la sociedad, pero la gracia sobreabunda en nosotros.

Dios te acepta
Romanos 5.20
Paul Tillich
Pablo A Jiménez
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Cómo bosquejar el sermón temático-doctrinal

Consejos prácticos sobre la elaboración del sermón temático-doctrinal, con ejemplos de bosquejos homiléticos, por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Introducción 

El sermón temático-doctrinal es ciertamente la forma homilética que presenta los más grandes desafíos a quienes hoy predican el Evangelio de Jesucristo.

A la hora de diseñar bosquejos homiléticos, el sermón textual-expositivo toma sus pautas del texto bíblico y el sermón narrativo se orienta por la estructura literaria de la porción sobre la cual se basa. Empero, el sermón temático-doctrinal fundamenta su bosquejo en el desarrollo de un argumento.

Desafíos metodológicos del sermón temático-doctrinal

Afirmo que el sermón temático-doctrinal presenta un gran desafío por los siguientes elementos:

  1. El diseño de sermones temáticos y doctrinales demanda un buen manejo de las bases de la teología cristiana y de las disciplinas básicas de la teología sistemática. Por ejemplo, la disciplina que estudia las perspectivas teológicas sobre el pecado se llama “hamartiología”. Esta disciplina esta íntimamente relacionada a la doctrina sobre la salvación, cuyo nombre técnico es “soteriología”, y al concepto teológico de la humanidad, conocido como “antropología teológica” Como ven, el estudio sistemático de la teología cristiana requiere el manejo de un lenguaje técnico especializado.
  2. Aunque la fe cristiana tiene puntos esenciales que la unen, expresadas en documentos tales como “El Credo Apostólico”, cada tradición cristiana tiene sus propios énfasis teológicos. Por eso, un libro de teología cristiana escrito desde un punto de vista reformado puede presentar ideas extrañas para quien desea predicar en una congregación de tradición wesleyana. Por lo tanto, no sólo es necesario estudiar las bases de la teología sino que también es necesario conocer los énfasis principales de las tradiciones cristianas más importantes.
  3. Y no podemos olvidar el gran desafío que presenta la postmodernidad, ya que en estos tiempos los conceptos están vacíos de contenido. Es decir, hoy no se puede asumir que todo el mundo entiende lo mismo cuando se habla de un concepto. El mundo de las ideas hoy es tan diverso que nos obliga a definir con claridad lo que nosotros queremos decir cuando empleamos un concepto. Por ejemplo, mientras hace solo unas décadas todo el mundo entendía que la muerte ocurría en el momento cuando el corazón dejaba de latir, hoy también se emplea el concepto para hablar sobre la “muerte cerebral”, sobre el suicidio asistido (el derecho a terminar con la vida propia en situaciones terminales) y sobre la eutanasia (el derecho a terminar con la vida de otra personas, usualmente un ser querido, que padezcan enfermedades crónicas o terminales). Por eso, si usted habla sobre la muerte en un sermón, debe indicar si se refiere a una, a parte o a todas estas opciones.

Siete modelos homiléticos para elaborar el sermón temático-doctrinal

A estos desafíos metodológicos se unen los prácticos: ¿Cómo redactar los “puntos” o las ideas principales de nuestro bosquejo para un sermón temático-doctrinal?

Para responder a este reclamo, le presento siete alternativas que bien pueden ayudarle a diseñar sermones efectivos sobre los temas y las doctrinas que usted desee exponer. Estos son:

  1. El sermón “interrogativo”
  2. El sermón “hegeliano”
  3. El sermón “joya”
  4. El sermón “escalera”
  5. El sermón basado en el “Cuadrilátero de Wesley”
  6. El sermón “Ver-Pensar-Actuar”
  7. Y el sermón basado en el modelo de Paul Ricouer

1. El sermón “interrogativo”

La forma más sencilla de organizar nuestras ideas es por medio de preguntas y respuestas. Usted puede plantear varias preguntas sobre el tema, tales como “qué”, “cómo”, “cuándo”, “cuáles”, “dónde” o “por qué”, y contestarlas en su sermón. Esta es la forma sermonaria más simple.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre el tema de la depresión de la siguiente manera:

  1. ¿Qué es la depresión?
  2. ¿Puede una persona cristiana padecer de depresión?
  3. ¿Qué herramientas nos da la fe para enfrentar y vencer la depresión?

El sermón que se incluye al final de este ensayo, a manera de apéndice, sigue esta forma sermonaria.

2. El sermón “hegeliano”

Este modelo de sermón emplea una estructura basada en el pensamiento de Hegel, el filósofo alemán, dividiendo el cuerpo del sermón en tres instancias: tesis, antítesis y síntesis. La tesis es una idea principal; la antítesis es una idea que contradice la tesis, al menos en apariencia; y la síntesis armoniza ambas ideas, presentando una perspectiva más profunda del tema.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre el tema de la paternidad divina de la siguiente manera:

  1. Tesis: Dios es padre
  2. Antítesis: Dios no es padre
  3. Síntesis: Porque Dios es mucho más que un padre.

3. El sermón “joya”

Este estilo sermonario analiza diversos aspectos de un tema. Como escribiera Clarence S. Roddy: “Aquí el proceso consiste en rotar una idea como si fuese una gema y considerar todas las facetas o aspectos de la misma.” Esta es una forma muy útil para considerar temas muy complejos, que tienen diversas facetas que debemos analizar.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre los distintos aspectos del amor, inspirado en 1 Corintios 13, de la siguiente manera:

  1. El amor y el sufrimiento.
  2. El amor y la bondad.
  3. El amor y la esperanza.
  4. El amor y la fe.
  5. El amor y la perseverancia.

4. El sermón “escalera”

En ocasiones, encontramos conceptos que se entrelazan con otras ideas importantes. En cierto modo, una idea lleva a la otra, como un peldaño de una escalera le lleva al otro.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre la dinámica del pecado, inspirado en Santiago 1.12-15, de la siguiente manera:

  1. Los malos deseos conducen a la tentación.
  2. La tentación conduce al pecado.
  3. El pecado conduce a la muerte.

5. El sermón basado en el “Cuadrilátero de Wesley”

El “cuadrilátero de Wesley” es un método de análisis teológico relacionado a la tradición wesleyana. Este modelo explora las fuentes que usamos para hacer teología y llega a la conclusión de que son cuatro: las Sagradas Escrituras, la tradición, la razón y la experiencia.

Un sermón basado en este modelo teológico exploraría cómo, a través del análisis de un tema, la congregación llega al conocer más sobre Dios. Claro está, es importante que la persona que predica este tipo de sermón sea disciplinada, porque de otro modo podría extenderse demasiado en una o más de las partes de su presentación.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre el tema del pecado que siga la siguiente estructura:

  1. Qué nos enseña la Biblia sobre el pecado.
  2. Qué nos enseña la tradición histórica y teológica de la Iglesia sobre el pecado.
  3. Qué nos enseña la razón sobre el pecado.
  4. Qué nos enseña la experiencia sobre el pecado.

6. El sermón “Ver-Pensar-Actuar”

Hablando del método teológico, pasemos a considerar un modelo que proviene de la Teología Latinoamericana. Me refiero al modelo que identifica tres momentos en el proceso de reflexión teológica:

  1. Ver: La mediación socio-analítica que contempla el mundo desde el sufrimiento de las personas oprimidas.
  2. Pensar: La mediación hermenéutica que contempla el mundo desde el punto de vista divino, según se ha revelado a través de la Biblia y se ha manifestado en el pensamiento teológico de la Iglesia.
  3. Actuar: La mediación práctica que contempla el mundo desde la acción, tratando de identificar pautas pastorales que guíen los pasos del pueblo de Dios en nuestro mundo.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre el tema del racismo de la siguiente manera:

  1. Ver: Identifique las manifestaciones del racismo en nuestra sociedad.
  2. Pensar: Explore el testimonio bíblico, confirmando que Dios desea alcanzar “a todas las naciones” con el mensaje evangélico y que Dios “no hace acepción de personas”.
  3. Actuar: Sugiera pautas pastorales que la Iglesia puede seguir para luchar contra el racismo que divide a la humanidad.

7. El sermón basado en el modelo de Paul Ricouer

Paul Ricoeur fue uno de los más grandes pensadores del Siglo XX, haciendo enormes aportes a la teoría de la interpretación. Sus escritos exploran cómo uno interpreta toda clase de escritos, tanto en el campo de la literatura, en el campo de las leyes y en el campo de la religión.

Ricoeur desarrolló un modelo muy útil que, en lo personal, yo utilicé para desarrollar mi método de interpretación bíblica para la predicación, llamado “Los Tres Pasos”. Lo que este insigne autor francés propone es lo siguiente:

  1. El primer encuentro que uno tiene con un texto es una “lectura inocente”, una lectura “pre-crítica” del texto. Es decir, es una lectura que no cuestiona el texto, sino que lee su contenido a la luz de la experiencia del intérprete.
  2. La segunda lectura toma distancia del texto para hacer una “reflexión crítica”, es decir, para cuestionar y examinar a profundidad el contenido del texto.
  3. El tercer momento, llamado por Ricouer “la segunda lectura inocente” se acerca al texto otra vez. Es una lectura informada por el análisis crítico hecho en el segundo paso. Sin embargo, la persona que interpreta el texto trata de comprender las implicaciones del texto para hoy.

Por ejemplo, usted puede diseñar un bosquejo sermonario sobre el tema de la pobreza de la siguiente manera:

  1. Primera lectura Inocente: Podemos encontrar distintas manifestaciones de la pobreza en nuestros medios. Muchas personas piensan que la pobreza es resultado de la indolencia, la vagancia y la inacción de las personas pobres.
  2. Lectura crítica: Sin embargo, un análisis más profundo demuestra que la pobreza tiene varias causas, todas relacionadas a nuestro sistema político y social. También nos lleva a considerar que, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, Dios se interesa por el bienestar de las personas más pobres y vulnerables de la sociedad.
  3. Segunda lectura inocente: Dios llama a la Iglesia a bendecir “al pobre, al huérfano y a la viuda”. ¿Qué acciones concretas podemos tomar para bendecir a las personas empobrecidas por nuestro sistema social?

Conclusión

El sermón temático-doctrinal es muy útil para propósito educativo, cuyo propósito es discipular a la comunidad de fe. Esperamos que estos siete modelos arrojen alguna luz a las personas interesadas en diseñar, escribir y predicar sermones sobre las doctrinas cristianas y sobre los temas que afectan a las comunidades que Dios les ha llamado a servir.

Del mismo modo, esperamos que usted predique regularmente el sermón temático-doctrinal, hasta que desarrolle su propio estilo, derivando sus bosquejos del argumento particular de su tema.

Bibliografía sobre la elaboración del sermón temático-doctrinal

Allen, Ronald J. The Teaching Sermon. Nashville: Abingdon Press, 1995.

_____. Thinking Theologically. Minneapolis: Fortress Press, 2008.

Carl, William J III. Preaching Christian Doctrine. Philadelphia: Fortress Press, 1984.

Hughes, Robert G. & Robert Kysar. Preaching Doctrine: For the Twenty-First Century. Minneapolis: Fortress Press, 1997.

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Apéndice – El sermón temático-doctrinal

A manera de Apéndice, ofrecemos un bosquejo extendido de un sermón sobre el tema del bautismo, usando el modelo de “preguntas y repuestas”. Como es de esperar, este sermón refleja las perspectivas doctrinales de mi tradición, la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo). Lo ofrezco en ánimo de ilustrar la metodología, no de debatir puntos doctrinales

Del agua y del Espíritu

Texto: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3.5)

Tema: El Bautismo es crucial para nuestra formación espiritual, dado que es una ordenanza por medio de la cual nos acercarnos más a Dios.

Área: Formación Espiritual

Propósito: Resaltar la importancia de la ordenanza o sacramento del bautismo.

Diseño: Sermón temático-doctrinal, en ocasión de la celebración de bautismos en la Iglesia

Lógica: Deductiva

Introducción

La celebración de bautismos en una Iglesia local es siempre motivo de grande gozo. La comunidad de fe se regocija, celebrando con un nuevo grupo de hermanos y hermanas que marcan un nuevo comienzo en su vida espiritual.

Ahora bien, el gozo y a la alegría no son suficientes; también necesitamos entendimiento. Por eso, en esta ocasión, vamos a dedicar algunos minutos a explorar el significado de esta ordenanza de Jesús.

Declaración del tema

El tema central de nuestra meditación es que el bautismo es crucial para nuestra formación espiritual. ¿Por qué? Porque es dado que es un mandato u ordenanza de Jesús, por medio de la cual nos acercarnos más a Dios.

Transición

Habiendo hecho esta declaración general, pasemos a considerar tres pregunta específicas sobre el bautismo cristiano: ¿Qué significa el bautismo cristiano? ¿Cuáles con los orígenes de este hermoso ritual? ¿Cuál es la manera correcta de bautizar a un nuevo creyente?

Cuerpo del sermón
A. ¿Qué significa el bautismo cristiano? 
  1. El bautismo cristiano es el ritual por medio del cual una persona afirma su fe en Jesús, como Señor y Salvador, entrado en una relación de pacto con Dios.
  2. Debe quedar claro que las aguas bautismales no confieren fe, dado que no tienen poderes mágicos. El agua de la pila bautismal es agua común y corriente. Lo que la hace especial es la fe del creyente, que entiende el significado del evento.
  3. Al descender a las aguas, el creyente se solidariza con Cristo, evocando su muerte y su resurrección. Así como Jesús murió, fue sepultado debajo de la tierra y después fue resucitado con poder, el creyente muere a la vida vieja, es sepultado de manera simbólica en las aguas y se levanta a una vida nueva en Cristo.
  4. Romanos 6.3-5 (TLA) explica con claridad el significado del bautismo, cuando dice:

Ustedes bien saben que, por medio del bautismo, nos hemos unido a Cristo en su muerte. Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder. Si al bautizarnos participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de su nueva vida.

5. La Iglesia debe celebrar el bautismo con gozo y con entendimiento, comprendiendo que por medio de este sagrado ritual el ser humano se identifica con la muerte y resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro.

B. ¿Cuáles con los orígenes de este hermoso ritual? 
  1. Los orígenes del bautismo cristiano se remontan a los baños rituales que los judíos celebraban en obediencia a la Ley de Moisés, tal como aparece en libros de Levítico y Números. De acuerdo al orden sacerdotal, el agua se usaba para lavar vestidos, para salpicar objetos que debían ser purificados y para que las personas catalogadas como ritualmente impuras se bañaran.
  2. La tradición farisea desarrolló la práctica de los baños rituales semanales. El viernes en la tarde, en preparación para la observación del descanso sabático, los creyentes se bañaban en un estanque muy particular. Era llamado un “mikveh”, y recogía agua de lluvia por medio de un sistema de canaletas. La persona se bañaba fuera del estanque, usando un poco de agua. Entonces se sumergía en el agua, para quedar purificado.
  3. Las personas no-judías que se convertían al judaísmo eran llamadas “prosélitos”. Estas personas se bautizaban, usando los estanques de agua para la purificación que estaban en el templo, en las sinagogas o en las residencias de personas pudientes.
  4. Juan el Bautista adoptó este ritual de purificación como una señal de arrepentimiento. Juan bautizaba a personas judías, lo que era algo fuera de lo ordinario. Para muchos, la invitación de Juan era una ofensa, porque entendían que sólo las personas no judías debían bautizarse.
  5. Jesús se bautizó, siguiendo las enseñanzas de Juan (Mt. 3.13-17). Después, sus discípulos también se dedicaron a bautizar (Jn. 4.1-3). Finalmente, el Cristo Resucitado le dejó a la Iglesia las instrucciones que hoy conocemos como “La Gran Comisión” (RVR 1960):

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

C. ¿Cuál es la manera correcta de bautizar a un nuevo creyente? 

  1. La palabra española “bautismo” procede del vocablo griego “bapticho”, que literalmente quiere decir “sumergir”, es decir, colocar algo debajo del agua. Esto es congruente con las prácticas judías, donde los creyentes eran sumergidos completamente en el agua.
  2. La Iglesia Primitiva, pues, bautizaba por inmersión, sumergiendo a la gente en agua. Sin embargo, la Iglesia fue muy flexible, permitiendo otros tipos de bautismo, dependiendo de la disponibilidad del agua y de la salud de la persona a ser bautizada.
  3. Un documento muy antiguo, llamado “La Didaché” o “la Instrucción de los Doce Apóstoles” –que forma parte de una prestigiosa colección de escritos cristianos llamada “Los Padres Apostólicos”– contiene las siguientes instrucciones sobre el bautismo en su capítulo VII:

1. En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.
2. Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en (agua) fría, (bautiza) en caliente.
3. Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
4. Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes.

Hoy, la Iglesia reconoce tres tipos de bautismo:

  • Bautismo por inmersión, donde el creyente se sumerge completamente en el agua.
  • Bautismo por afusión, donde se derrama agua sobre la cabeza del creyente.
  • Bautismo por aspersión, donde se rocía agua sobre el creyente.

Y el bautismo se hace en dos modalidades:

  • Bautismo de creyentes, dónde sólo se bautizan a personas que confiesan voluntariamente su fe en Cristo Jesús. Por lo regular, se entiende que la “edad de consentimiento” es cerca de los 12 años, dependiendo de la madurez de la persona.
  • Bautismo infantil, donde se bautizan niños y niñas cuyos padres, madres o personas encargadas se comprometen a levantar a sus hijos en la fe de Jesucristo. Por lo regular, los infantes se bautizan por aspersión, aunque la Iglesia Ortodoxa bautiza infantes por inmersión, sumergiéndoles en la pila bautismal.

Conclusión

La Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) bautiza creyentse, personas que han confiesan libre y voluntariamente su fe en Cristo Jesús, Señor nuestro. Eso quiere decir que no bautizamos infantes, sino creyentes que hayan llegado a la edad de consentimiento.

Y nuestra Iglesia bautiza por inmersión, a menos que la persona tenga alguna condición de salud –temporal o crónica– que lo impida. En ese caso, se puede oficiar las otras modalidades del bautismo.

Hoy tenemos el honor de celebrar un acto de bautismo, donde un grupo de personas afirma su fe en Cristo Jesús y su pacto con Dios.

Quiera Dios bendecirles.

Quiera Dios darles crecimiento constante en la fe de Jesucristo.

Y quiera Dios que perseveren en la fe por siempre, para que puedan vivir junto al Dios que vive para siempre, por los siglos de los siglos. AMÉN

el sermón temático-doctrinal
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