Una espada traspasará tu alma (Juan 2)

“Una espada traspasará tu alma” es un sermón narrativo en primera persona sobre María de Nazaret, basado en textos de Lucas y en Juan 2.1-11, apropiado para el Día de las Madres.

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La prédica titulada “Una espada traspasará tu alma” por Pablo A. Jiménez, narra una interpretación dramatizada y en primera persona de la vida de María, madre de Jesús. Destaca su perspectiva sobre los eventos significativos de la vida de su hijo, desde su nacimiento hasta su muerte.

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A partir del anuncio del ángel y hasta el nacimiento en Belén, el texto enfoca en cómo María, a pesar de ser una joven de Nazaret, acepta con fe su papel en la concepción y crianza del Mesías. La trama empieza alrededor de la presentación de Jesús en el Templo, donde el anciano Simeón profetiza el sufrimiento tanto de Jesús como de María, indicando que su alma sería “traspasada” por una espada, simbolizando el dolor que enfrentaría.

La historia también cubre la infancia y juventud de Jesús, resaltando un episodio clave cuando Jesús, a los doce años, se separa de sus padres. Lo encuentran debatiendo con maestros de la ley en el Templo, mostrando su creciente sabiduría y destino.

El relato alcanza un punto crucial en las bodas de Caná, donde Jesús realiza su primera señal milagrosa al convertir agua en vino, marcando el inicio de su ministerio público. El relato presenta este evento como un momento de revelación divina donde participa María, quien instiga a Jesús a mostrar su verdadera naturaleza.

La prédica culmina con la crucifixión de Jesús, descrita desde la dolorosa perspectiva de María que, a pesar de su sufrimiento, reconoce la importancia divina y redentora de los actos de su hijo. Este acto de sacrificio no solo subraya la misión mesiánica de Jesús sino también la profunda fe y la angustia maternal de María, quien, aunque atormentada por la pérdida, encuentra un propósito en su dolor.

En resumen, la prédica ilustra no solo los aspectos bíblicos de la vida de Jesús, sino también el impacto emocional y espiritual de estos eventos en su madre, ofreciendo una reflexión sobre el sacrificio, la fe y la obediencia a Dios.

María de Nazaret
Una espada traspasará tu alma
Día de las Madres
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En tu cumpleaños…

Un ensayo personal, recordando a mi madre, tanto en su cumpleaños como en el día de la madre.


El 30 de diciembre era mi día preferido de la temporada navideña. ¿Por qué? Simplemente porque era tu cumpleaños. Para el resto del mundo, el 24, el 25 o el 31 de diciembre eran mucho más importantes. Empero, para mí el 30 era tu fiesta; el día en que la familia se reunía para celebrar tu vida.

Madres
Yo te recuerdo

Y teníamos mucho que celebrar. Eras una mujer excepcional. No he conocido a una mujer más inocente o con mejores sentimientos que tú. Tampoco he conocido personas que sepan darse por su familia como te dabas tú. Mucho menos he escuchado de personas que sean admiradas unánimemente, como te admiraba toda persona que te conocía.

Claro está, no eras perfecta. Cometiste muchos errores, de los cuales yo fui el peor. Sin embargo, supiste amarme desde antes de mi nacimiento. Luchaste por mí y te enfrentaste al mundo como madre soltera, cuidándome con la fiereza que caracteriza a una leona que protege un cachorro.

¿Cuánto tiempo ha pasado? No sé, porque no quiero contarlo. Sólo sé que no estás conmigo. A pesar de que trato de recordarte todos los días, tu recuerdo cada día se pone más viejo y se vuelve más elusivo. La imagen de tu rostro y el sonar de tu risa se pierden en la penumbra del tiempo. Ya no recuerdo tu voz. Por eso trato de pensar en ti todos los días, por lo menos un minuto, pues temo que si yo no te recuerdo nadie te recordaría. Entonces tu ausencia sería definitiva.

Si pudieras oírme, te diría que tengo dos niñas: Paola y Natalia, a quien le decimos Tati. También tengo un hijo mayor, que ya cumplió 28 años, llamado Antonio José.

Pao sería tu nieta mimada. Se parece tanto a ti en sus actitudes, en su rostro y en su pelo. Se peina como tú, usando diademas, lazos y cintas en el pelo. En ocasiones, mis lágrimas afloran al verla peinada como tú. Me parece increíble que, habiendo nacido 23 años después de tu muerte, se parezca tanto a ti. Paola también es quien más pregunta sobre ti. Habla de su abuelita desconocida con amor y tiene una osita de peluche que lleva tu nombre, Saby. A veces, cuando me ve triste, Pao me pregunta si estoy pensando en ti. En muchas ocasiones, está en lo cierto. A veces, cuando me ve triste, Pao me pregunta si te extraño. Y yo siempre le respondo: “Todos los días de mi vida”.

Si pudieras oírme, te diría que he dedicado mi vida al ministerio cristiano. Sé que esta sería una gran sorpresa para ti, pues cuando te fuiste yo era un adolescente cuyos únicos intereses eran el ron y la rumba, en ese orden. Al morir, tu mayor preocupación era mi futuro, ya que temías que me dirigía a la perdición.

No te niego que después de tu muerte me hundí en el alcohol. Pero cerca de diez meses después de tu partida, tuve una experiencia de fe. Fue sencilla, pero me llevó a la certeza de la existencia de Dios. Comprendí que Dios me ama, me acepta y me perdona. Desde ese día estoy sobrio; y desde ese día le sirvo Jesucristo, mi Señor y salvador.

El 30 de diciembre era mi día preferido de la temporada navideña. ¿Por qué? Simplemente porque era tu cumpleaños. Hoy es el día más difícil de toda la temporada. ¿Por qué? Simplemente porque sigue siendo tu cumpleaños.

Ahora descansa en paz, mamá. Te veré en la mañana; en la mañana de aquel día cuando “se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:10-11).

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