¿Son seres humanos?

El ensayo titulado “¿Son seres humanos?” critica la deshumanización que sustenta la discriminación y la violencia.


Jesús de Nazaret se distinguió tanto por sus enseñanzas como por su práctica de la fe. 

  • Sí, Jesús era un gran maestro.
  • Sí, Jesús hablaba con autoridad sobre temas espirituales,
  • Sí, Jesús hacía milagros que maravillaban aún a sus enemigos.

Empero, también se distinguió por la manera tan sencilla y directa como se relacionaba con todo tipo de personas, aún con aquellas que la sociedad no consideraba como plenamente humanas.

Ya sé, probablemente  le confundí al decir «plenamente humanas». ¿Qué quiero decir con esta enigmática frase?

En el mundo antiguo, donde se practicaba la esclavitud, la servidumbre y el vasallaje, los filósofos debatían si las personas que pertenecían a las capas más bajas de la sociedad eran humanas. Por ejemplo, se debatía si los esclavos tenían alma. Del mismo modo, se debatía la plena humanidad de quienes padecían enfermedades crónicas, ya que se veían como personas asediadas por las fuerzas de la muerte. Por ejemplo, en las sociedades judías del tiempo de Jesús se debatía si un leproso todavía era un hombre, al punto que algunos rabinos afirmaban que era un «muerto que todavía caminaba».

Cuando estudiamos los Evangelios de Jesús tenemos que «leer entrelíneas» para ver las consecuencias prácticas de este debate. Sin embargo, los estragos sociales causados por esta discusión filosófica son claros:

  • Se cuestionaba la plena humanidad de la mujer.
  • Se cuestionaba la plena humanidad de las personas extranjeras.
  • Se cuestionaba la plena humanidad de las personas sometidas a la esclavitud y a la servidumbre.
  • Se cuestionaba la plena humanidad de las personas enfermas, particularmente de quienes padecían enfermedades crónicas o incurables.
  • Y se cuestionaba la plena humanidad de aquellas personas consideradas como «pecadoras» por el judaísmo rabínico.

Jesús de Nazaret, como un buen hombre judío, conocía todas estas trabas sociales. Sabía que, dependiendo de factores tales como el género, la condición de salud, el empleo, el trasfondo religioso y hasta la etnicidad, una persona judía podía ser catalogada como alguien con «mancha leve» o «mancha grave». Jesús sabía que había personas «intocables» en la sociedad, tales como los leprosos, las prostitutas y los recaudadores de impuestos para el opresivo Imperio Romano.

Aún sabiendo todo esto, Jesús toma la opción de transgredir las barreras sociales, relacionándose con todas aquellas personas que la sociedad de su época consideraba como inferiores, sub-humanas o «subalternas».

  • Jesús se relacionaba con mujeres (véase Lucas 10.38-42), hablando con ellas en público (véase Juan 4.1-42) y hasta aceptándolas como discípulas (véase Lucas 8.1-3).
  • Jesús se relacionaba con personas extranjeras (véase Lucas 17 .11-19; Mateo 2.1-12 & 19-20), aún con mujeres de otros países (véase Mateo 15.21-28) y hasta con militares romanos (véase Lucas 7.1-10).
  • Jesús se relacionaba con los esclavos y con los siervos que formaban la masa del pueblo. De hecho, los vocablos «siervo», «pobre» y «esclavo», en conjunto, aparecen más de 100 veces en los Evangelios. 
  • Jesús se relacionaba con personas enfermas (véase Marcos 1.32-34), aún con quienes padecían condiciones terribles que no tenían tratamiento ni cura (véase Marcos 1.40-45 y sus textos paralelos, Lucas 7.11-17, Juan 5.1-15, 9.1-12 & 11.38-44).
  • Jesús se relacionaba con personas consideradas como «pecadoras» (véase Mateo 9.9-13), al punto que era llamado «amigo de pecadores» (véase Mateo 11.19).

Jesús se relacionaba con personas de todas las capas sociales, sin tomar en consideración las «manchas» que la sociedad usara para catalogarlas. Jesús se relacionaba con hombres y mujeres; con personas enfermas y sanas; con ricos y pobres; con personas empleadas y desempleadas; con esclavos y libres; con personas judías y extranjeras; con amigos y hasta con enemigos.

En resumen: Jesús se relacionaba hasta con las personas que la sociedad consideraba «intocables». Para decirlo de manera positiva: Jesús afirmó la plena humanidad de toda persona, aún de aquellas rechazadas por la sociedad.

¿Por qué la actitud de Jesús ante los demás es tan importante? Porque todo movimiento que fomenta el odio, la discriminación y el rechazo niega la plena humanidad del «otro» para justificar sus acciones. Por ejemplo:

  • Los europeos que conquistaron América negaron la humanidad de las comunidades indígenas.
  • Los promotores del movimiento esclavista negaron la humanidad de las comunidades africanas.
  • Y el movimiento Nazi negó la humanidad de las comunidades judías, entre muchas otras. 

Esta corta lista recalca una gran verdad: Los movimientos políticos y sociales que fomentan el odio cuestionan la humanidad de los demás para justificar tanto sus discursos como sus actos de violencia.

El racismo que nos divide hoy también está predicado sobre la negación de la humanidad del «otro». El odio que consume a las personas racistas les lleva a justificar el maltrato de niños y niñas; de hombres y mujeres; y de ancianos y ancianas.

Esto me lleva a plantear respetuosamente una serie de preguntas:

  • El feto que se desarrolla saludablemente en el vientre de una madre, ¿es un ser humano?
  • La niña que cruzó la frontera entre Estados Unidos y México de la mano de su madre, ¿es humana?
  • Y las personas adultas que entran ilegalmente a otro país, ¿son humanas?
  • El chico que está preso por haber cometido un crimen, ¿es un ser humano? 
  • La mujer reducida a practicar la prostitución por un proxeneta, ¿es humana?
  • El criminal convicto que espera la pena de muerte, ¿es un ser humano?
  • El anciano que espera la muerte en un hospicio, ¿es un ser humano? 

¿Ven que este debate no es tan fácil? Estoy seguro que algunas de mis preguntas han levantado objeciones en su mente: «Sí, son humanos, pero…» Aún las personas más liberales justifican la muerte de alguien y aún las más conservadores justifican el maltrato de alguna otra persona.

El debate es difícil, pero necesario. Tenemos que hablar de estos temas, porque tanto ustedes como yo formamos parte de sociedades que justifican el maltrato y aún la muerte de los demás, cuestionando su plena humanidad. Hablemos de estos temas con mesura, antes de que alguien decida que usted o yo no debemos vivir porque no somos seres humanos. Y, sobre todas las cosas, sigamos el ejemplo de Jesús de Nazaret, quien siempre afirmó la plena humanidad de los demás.

Vea otros ensayos sobre Teología Pastoral.

12 consejos prácticos para diseñar sermones narrativos

Consejos prácticos para el diseño y la presentación de sermones narrativos, por el Dr. Pablo A. Jiménez.

El sermón narrativo es un tipo de predicación muy sencilla que apela a todos. Tanto grandes como chicos se involucran en la historia, prestándole más atención al sermón. Sin embargo, el diseño de sermones narrativos puede ser muy difícil, especialmente para aquellas personas que no están acostumbradas a prepararlos. A continuación presentamos doce consejos prácticos que podrán ayudarle a diseñar este tipo de sermones.

  1. Apréndase bien la historia: El primer paso para predicar un sermón narrativo en forma efectiva es aprender la historia que vamos a narrar. Para lograr este objetivo podemos seguir el siguiente método. Primero, lea la historia varias veces. Segundo, encuentre las secciones principales de la historia (marco escénico, trama, punto culminante y desenlace) e identifique sus episodios más importantes. Tercero, identifique cada sección por medio de una palabra clave. Cuarto, haga un corto bosquejo siguiendo las palabras claves. Finalmente, memorice el bosquejo.
  2. Identifique los tipos de personajes: Recuerde que una historia puede tener hasta tres tipos de personajes. Las «sombras» son los personajes que apenas se mencionan en la historia. Éstos, más que personajes, son parte del trasfondo de la narración. Los «tipos» son los personajes que representan a una clase de persona o a un grupo social. Es común que los «tipos» carezcan de nombre, por lo cual se les denomina por sus profesiones (un fariseo, un sacerdote, etc.). Muchos personajes secundarios pertenecen a esta clasificación. Los «caracteres» son aquellos personajes que se desarrollan a plenitud. En unión a la profesión que puedan tener, también tienen características personales que les distinguen. La mayor parte de los personajes principales de las historias son «caracteres».
  3. Estudie el contexto social e histórico del pasaje bíblico: El conocimiento del contexto de la Biblia no sólo puede darle más vida a la historia sino que puede ayudarle a relacionar la narración con la vida diaria de su congregación. Por ejemplo, en Israel las mujeres no podían hablar en público con hombre alguno, ni siquiera con sus esposos. También estaba prohibido el contacto físico en lugares públicos entre personas de sexos opuestos. Estos detalles le ayudarán a comprender cómo la conducta de Jesús–quien hablaba públicamente con mujeres y hasta permitía que le tocaran los pies o le ungieran la cabeza–era escandalizante para el liderazgo religioso de la época. Del mismo modo, estos detalles le permitirán recalcar en sus sermones la actitud inclusiva y liberadora de Jesús hacia las mujeres de ayer y de hoy.
  4. Conozca el contexto literario del pasaje: Quien predica un sermón narrativo debe tener presente los eventos que han ocurrido antes del pasaje bíblico que desea exponer. De otro modo, podrá cometer errores graves. Como un estudiante que, predicando un sermón de práctica sobre Lucas 5.1-11, recalcó varias veces que ésta era la primera vez que Simón (Pedro) veía o escuchaba a Jesús. Este novel predicador no había leído el capítulo anterior, donde Lucas 4.38-39 narra cómo Jesús sanó a la suegra de Simón.
  5. No invente episodios: En ocasiones, debido a la brevedad de las historias bíblicas, algunos predicadores se sienten tentados a alargar las narraciones inventando episodios que no aparecen en el texto. Este es una práctica que debemos evitar pues tiende a confundir a los oyentes y a fomentar interpretaciones bíblicas equivocadas. Recuerdo con tristeza cuando un día mi abuela quiso enseñarme el pasaje bíblico que había servido de base al hermoso sermón que su pastor había predicado aquella mañana. Después de una larga búsqueda, encontramos el texto por medio de la concordancia. Pero al leer el pasaje nos dimos cuenta que, basado en la poca información que ofrecía el pasaje bíblico, su pastor había creado una versión ampliada de la historia.
  6. No omita episodios: La mayor parte de las historias bíblicas son tan breves que, si se salta un episodio, se pierde el sentido de la historia. Hasta en historias bien conocidas, como la parábola del Hijo Pródigo (Lc. 15.11-32), es común omitir detalles. La inmensa mayoría de las personas que predican esta historia afirman que el hijo menor cae en una situación deplorable a consecuencia de haber despilfarrado su dinero. Pero pocos recuerdan que la región donde vivía este joven fue afectada por una crisis económica que dejó al pueblo hambriento (v. 14). Esto explica por qué el muchacho no pudo conseguir un trabajo honesto y tuvo que dedicarse a una profesión inmunda, como lo era la crianza de cerdos para el pueblo judío.
  7. Evite los anacronismos: El anacronismo ocurre cuando se dice que un evento ocurrió en una fecha que resulta ser equivocada. ¡Como el predicador aquel que, exponiendo la historia de Ruth, afirmó que la situación de las viudas en la Biblia no era tan desesperada porque «el gobierno ayuda a las viudas y a los envejecientes»! Eso es un anacronismo, ya que en el mundo antiguo no habían programas de seguridad social. Ahora bien, los anacronismos más comunes en los sermones surgen del desconocimiento de la cronología bíblica. Por ejemplo, quien no conoce el orden de los eventos bíblicos puede afirmar equivocadamente que Salomón escuchó las profecías de Jeremías o que el apóstol Pablo estuvo presente en la «Última Cena».
  8. Corrija sus errores: Si por alguna razón se salta un episodio o cambia el orden de la historia, detenga su sermón para explicar cual es el orden correcto de la historia. De otro modo, la congregación podrá salir de la iglesia pensando que su versión equivocada de los hechos es la correcta.
  9. Apele a los sentidos: Hábleles del olor del campo, del rumor del arroyo y de la suavidad de la brisa. De primera intención, este consejo parece contradecir la regla de que no debemos añadir elementos a la historia. Pero esto no es así. Lo que estamos recomendando es describir en forma vívida los detalles que pueda contener el pasaje bíblico. En este sentido, si el texto indica que Jesús estaba con los discípulos en una barca es enteramente correcto hablar de la humedad en el viento o del ruido que hace el agua al chocar contra la embarcación.
  10. Déle más importancia al verbo que al adjetivo: El exceso de adjetivos y adverbios recarga los sermones, restándole agilidad a la expresión. Por el contrario, los verbos le dan movimiento a la narración. Digamos que deseamos caracterizar a Judas Iscariote. Quienes dependen de adjetivos dirán: «Judas Iscariote era un hombre deshonesto, infiel, pusilánime y traicionero». Por el contrario, quienes prefieren el verbo se expresarán de la siguiente manera: «Judas Iscariote traicionó a Jesús. Lo delató a cambio de un poco de plata. Y usó un beso, signo de compañerismo y amistad, para identificarle ante la policía del templo.» Como ven, la segunda descripción es mucho más amplia y más ágil que la primera.
  11. Déle sabor contemporáneo a la historia: Salpique la narración con alusiones a elementos comunes en la vida de su audiencia. Hay dos maneras de incluir estos elementos. La primera es comparando la situación del mundo antiguo con la actual: «En Israel los leprosos eran echados de sus comunidades cuando se enfermaban, pues la gente temía contagiarse con una enfermedad incurable. Era una actitud muy parecida a la de quienes hoy rechazan a las personas enfermas de SIDA.» La segunda es usando el anacronismo en forma responsable, es decir, presentando al personaje bíblico como si viviera en nuestro barrio: «Los soldados se acercaron a Jesús con sus ametralladoras y sus bayonetas.» Aunque esta segunda técnica puede ser muy impactante, debemos usarla en forma limitada. Ya explicamos anteriormente las consecuencias desastrosas que puede tener el mal uso del anacronismo en la predicación.
  12. Privilegie los encuentros: Las narrativas que narran encuentros, sobre todo los encuentros con Jesús en los relatos evangélicos, son una fuente excelente  para la predicación. Considere hacer una serie de sermones sobre este tipo de historias. Por ejemplo, puede predicar dos sermones sobre encuentros con Dios en el Antiguo Testamento; o cuatro sobre confrontaciones entre los profetas de Israel y la corte real; o tres sobre las mujeres que tuvieron encuentros transformadores con Jesús.

Esperamos que estos consejos prácticos le ayuden a diseñar sermones narrativos que lleguen a la mente y el corazón de su congregación.

12 Consejos para diseñar sermones narrativos
12 Consejos Sermón Narrativo

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Milagros, Parábolas e Historias de Llamamiento Profético

Aspectos bíblicos del sermón narrativo

por Pablo A. Jiménez

Introducción

En artículos anteriores hemos tratado el tema del sermón narrativo. En dichos artículos sugerimos que nuestros sermones narrativos pueden seguir la estructura del cuento corto: marco escénico, trama, punto culminante y desenlace. Ahora bien, hay otras alternativas para diseñar sermones narrativos. Específicamente, podemos seguir la forma y la estructura literaria del pasaje bíblico que deseamos predicar.

En esta ocasión, presentamos algunas sugerencias sobre cómo predicar sermones sobre tres tipos de narrativas bíblicas: las historias de milagros, las parábolas y las historias de llamamiento profético. Veamos, pues, cómo podemos diseñar sermones sobre estos tipos de literatura bíblica.

Cómo predicar las historias de milagros

En los evangelios encontramos dos tipos principales de historias de milagros: los milagros de sanidad y los exorcismos. Estas historias de milagros tienen cuatro componentes principales. Por regla general, los milagros comienzan describiendo la situación que requiere la intervención milagrosa. Es decir, nos indican cuál es el problema que afecta a la persona: si es leprosa, si está endemoniada o si  tiene un familiar gravemente enfermo. Pasa entonces a narrar el encuentro entre las personas necesitadas y el «agente» que Dios utilizará para llevar a cabo el milagro. En el Antiguo Testamento, los agentes divinos son los profetas, mientras que en el Nuevo, Jesús lleva a cabo los milagros en los Evangelios y los apóstoles en el libro de los Hechos. Después del encuentro, ocurre el milagro como tal y se presenta la evidencia de que la necesidad ha sido resuelta. 

Este sermón sigue el siguiente bosquejo:

I. Descripción de la necesidad

II. Encuentro con el agente divino

III. El milagro o exorcismo

IV. La evidencia de que el milagro ha ocurrido

Casi todos los milagros que narra el evangelio de Marcos le añaden un quinto elemento a las historias de milagro. Este elemento es el asombro de la multitud. En ocasiones, Jesús responde ante tal asombro indicándole a sus discípulos que no deben decir que él es el Mesías enviado por Dios (esto se conoce como el «Secreto Mesiánico»). En ocasiones, los milagros narrados por Mateo y Lucas también incluyen este quinto elemento.

Cómo predicar las parábolas

Las parábolas tienen una estructura muy sencilla. La misma tiene tres partes: marco escénico, trama y desenlace sorpresivo. Este desenlace sorpresivo sustituye al punto culminante y al desenlace que encontramos en el cuento corto. Como regla general, en estos finales sorpresivos se «invierten» algunos elementos de la historia. Por ejemplo, el hijo perdido vuelve, la oveja perdida regresa  al redil o la semilla da muchísimo más fruto de lo esperado. 

Este sería el modelo a seguir para predicar una parábola:

I. Marco escénico

II. Trama

III. Desenlace sorpresivo

La gran dificultad que encontramos al predicar las parábolas hoy es que nuestras congregaciones conocen muy bien cómo terminan estas historias. Por lo tanto, es difícil lograr el efecto sorpresivo que tanto necesitamos para predicar las parábolas en forma efectiva. Lo ideal es estudiar bien las parábolas hasta comprender en qué radicaba tal sorpresa y tratar de darle a la conclusión de nuestro sermón un sabor contemporáneo que recupere tal efecto. 

O, para decirlo con más claridad, si la gente se escandalizaba al escuchar una parábola, nosotros no podemos predicarla hasta que comprendamos por qué era escandalosa.

Cómo predicar las historias de llamamiento profético

Las historias de llamamiento profético aparecen mayormente en el Antiguo Testamento. Sin embargo, podemos encontrar algunas de estas historias en el Evangelio de Lucas–como la anunciación a María (Lucas 1.26-38) y la pesca milagrosa (Lucas 5.1-11)–y en el libro de los Hechos de los Apóstoles–como la conversión de Pablo (Hechos 9.1-6). Lo que distingue estas historias es que la persona llamada por Dios se resiste al llamado divino. Por eso Isaías afirma ser un hombre de labios inmundos (Isaías 6.5) y Jeremías trata de evadir el llamado divino afirmando ser sólo un niño (Jeremías 1). 

Un bosquejo sermonario basado en esta forma tendría la siguiente estructura:

I. Introducción

II. Confrontación: Encuentro del personaje bíblico con Dios o con el agente divino (un ángel o Jesucristo resucitado).

III. Comisión: Llamamiento al ministerio (profético)

IV. Protesta: La persona llamada expresa dudas sobre su propia capacidad para llevar a cabo la tarea que le ha sido asignada.

V. Reacción divina: Dios afirma su llamamiento mediante una promesa de salvación y un acto milagroso que le sirve de señal al profeta.

VI. Conclusión 

Al predicar estas historias de llamamiento profético debemos comparar las objeciones que presentan los personajes bíblicos con las excusas que los seres humanos continuamente presentamos al llamamiento que Dios nos hace hoy día.

Conclusión

Ofrecemos estas ideas con la esperanza de animar a quienes desean practicar el arte de la predicación narrativa. Aunque estos apuntes son breves, esperamos que los mismos le motiven a continuar el estudio y la práctica de este tipo de predicación. 


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El sermón narrativo

Por Pablo A. Jiménez

Un ensayo que explica qué es el sermón narrativo y ofrece consejos prácticos para el diseño diseño de bosquejos homiléticos narrativos.

Introducción

El sermón narrativo es aquel que presenta un aspecto del mensaje de una porción de las Sagradas Escrituras por medio de una o más historias. Es decir, este sermón transmite el mensaje por medio de la narración. La función de este tipo de sermón es involucrar a la audiencia en la narración de tal manera que se pueda identificar con la historia y pueda experimentar el mensaje del texto. Esto se hace posible por las características particulares que tiene el fenómeno de la narración.

Las virtudes del sermón narrativo son muchas. En primer lugar, despierta el interés de la audiencia; atrae y mantiene el interés a lo largo de la presentación. Segundo, guía la imaginación de los y las oyentes, de tal manera que las imágenes, ilustraciones e ideas presentadas en el sermón sean más llamativas y reales. Tercero, el sermón narrativo da viveza a la experiencia narrada. La historia facilita que la congregación se identifique con los personajes y, por lo tanto, que «viva» la experiencia que escucha. Cuarto, la narración creativa y bien ejecutada puede darle un sabor contemporáneo a la tradición bíblica, estableciendo un puente para que quien escucha pueda salvar la distancia entre la historia bíblica y el momento actual.

Podemos decir que el propósito del sermón narrativo es que la audiencia identifique su historia, tanto personal como colectiva, con la historia que narramos. En este sentido, la predicación narrativa trasciende los detalles de la historia bíblica que podamos narrar. En este tipo de predicación proclamamos una «historia compartida» donde se entrelazan la historia bíblica, la historia de la Iglesia, la historia personal de quien predica y la historia personal de cada oyente.

Cómo diseñar el sermón narrativo

Podemos crear sermones narrativos siguiendo la estructura de un cuento corto. Como es bien sabido, un cuento corto tiene cuatro partes principales.

  • Marco escénico: En esta sección se presentan tanto los personajes como el problema o discrepancia que da pie a la acción.
  • Trama: Aquí encontramos el desarrollo de la acción. En esta parte la tensión narrativa aumenta a medida que los hilos narrativos se entrelazan y la situación se va complicando.
  • Punto culminante o «climax»: Este es el momento donde la tensión narrativa llega a su punto más alto. Desde este momento, comenzamos a vislumbrar el desenlace de la situación.
  • Desenlace: En este punto la tensión narrativa se disipa y la situación problemática comienza a resolverse.

El bosquejo más efectivo para predicar el sermón narrativo es el que reproduce la estructura del cuento corto. En lugar de comenzar con una introducción similar a la del sermón tradicional, empieza indicando el marco escénico de la historia. En vez de emplear «puntos» en el desarrollo del sermón, tiene una sección donde narra la trama y otra donde presenta el punto culminante de la historia. Finalmente, en vez de una conclusión, cuenta el desenlace de la historia.

Por lo tanto, el bosquejo del sermón narrativo luce de la siguiente manera:

  • Marco escénico
  • Trama
    • Episodio #1
    • Episodio #2 
    • Episodio #3
  • Punto culminante 
  • Desenlace

El elemento más importante de la historia es la trama. Es crucial describir adecuadamente cómo la historia central se complica, afectando a todos los personajes. Por eso, podemos afirmar que toda historia presenta uno o más problemas que deben ser resueltos. Si tomamos esta idea como punto de partida, podemos desarrollar sermones narrativos que comiencen describiendo un problema que necesita solución.

Dicho problema o discrepancia se complica a medida que avanza la historia. En el punto culminante de la historia se presentan nuevas perspectivas sobre el problema. El sermón termina narrando cómo se soluciona el problema. 

Sobre el sermón narrativo, en Prediquemos
Prediquemos

Podemos bosquejar este tipo de sermón de la siguiente manera:

  • Identifique el problema
  • Explique el problema, narrando los distintos episodios de la historia
    • Episodio #1
    • Episodio #2
    • Episodio #3
  • Ofrezca una nueva perspectiva sobre el problema
  • Solucione el problema 

Aunque lo ideal es tomar historias bíblicas como base para nuestros sermones, también podemos usar otras historias, que no se encuentran en la Biblia, como imágenes centrales del sermón. Esta variante narra episodios de la historia de la Iglesia, de la historia contemporánea o de la historia personal de quien predica con el propósito de ilustrar una doctrina cristiana o la idea central de un pasaje bíblico. Además, debe ser una historia impresionante y pertinente. Claro está, la dificultad con este tipo de sermón estriba en encontrar una historia extraordinaria que cumpla con todos los requisitos mencionados anteriormente. 

En este tipo de sermón, los comentarios que interpretan y contextualizan la historia se ofrecen a lo largo de la narración. La idea es entremezclar estos comentarios con la narración, de manera que su significado sea evidente. El mensaje central de la historia se presenta hacia el final del sermón, sea en el punto culminante o en el desenlace de la historia.

Conclusión

Esperamos que estas ideas les ayuden a diseñar sermones narrativos que exploren el mensaje de las muchas historias que encontramos en las Sagradas Escrituras. 

Vea varios modelos de sermones narrativos
Vea otros materiales sobre teoría homilética

Mujer Virtuosa (Proverbios 31.10-31)

Mujer virtuosa es un manuscrito o bosquejo de un sermón listo para predicar, apropiado para el día de las madres, por el Dr. Pablo A. Jiménez.


Texto: Proverbios 31:10

Tema: La mujer que tiene fe en Dios llega a ser verdaderamente virtuosa.

Área: Desarrollo espiritual

Propósito: Invitar a la audiencia a pensar en las características de la mujer virtuosa.

Diseño: Sermón de ocasión especial

Lógica: Inductiva

Introducción

«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas», así comienza una de las porciones más hermosas de las Sagradas Escrituras. Se encuentra al final del libro de los proverbios, en el capítulo 31, a partir del versículo 10 y hasta el 31. Es un poema en forma de acróstico, donde cada una de las líneas comienza con una palabra que sigue el orden del alfabeto hebreo

La pregunta retórica apunta a una gran verdad, la virtud no abunda en nuestros medios. La gente tiende a vivir «a tontas y a locas», sin ponderar las consecuencias de sus actos. La persona simple termina viviendo para comer y comiendo para vivir. Se levanta y se acuesta pensando sólo en las necesidades físicas de hoy, sin sopesar las consecuencias de su conducta para el mañana.

Por eso es importante buscar y valorar la virtud. 

Por eso el poeta bíblico afirma el valor de la mujer. 

Por eso firma que una mujer virtuosa vale más que las piedras preciosas. 

Las características de la mujer virtuosa 

El poema comienza afirmando a la mujer con una palabra que puede ser traducida de varias maneras: virtuosa, capaz y noble (v. 10).

Después de afirmar el valor de la mujer, la palabra divina procede a describir las características de una mujer virtuosa. La mujer descrita en esta porción se distingue por su piedad y por sus buenos sentimientos. Además, es una mujer casada, de cierta posición social y con habilidades para el comercio. 

El texto comienza destacando la hermosa relación que la mujer virtuosa tiene con su esposo. Es una relación de confianza y mutualidad, pues el esposo sabe que su esposa siempre hace el bien. El texto dice:

(11) El corazón de su marido confía en ella

y no carecerá de ganancias. 

(12) De ella recibe el bien y no el mal

todos los días de su vida. 

¡Cuán hermoso es tener una relación basada en la mutua confianza! ¡Cuán hermoso es saber que nuestra pareja sólo nos hará el bien!

El texto pasa a describir la industria de esta mujer. 

(13) Ella busca la lana y el lino,

y trabaja gustosamente con sus manos. 

(14) Es como la nave del mercader,

que trae su pan desde lejos. 

(15) Siendo aún de noche, se levanta

para dar la comida a su familia

y la ración a sus criadas.

(16) Considera la heredad y la compra,

y con sus propias manos planta una viña. 

(17) Se ciñe firmemente la cintura

y esfuerza sus brazos. 

(18) Ve que van bien sus negocios;

su lámpara no se apaga de noche. 

(19) Aplica sus manos a la rueca

y sus dedos manejan el huso. 

Y,

(21) No teme por su familia cuando nieva,

porque toda su familia va vestida de ropas abrigadas. 

(22) Ella se teje los tapices,

y de lino fino y de púrpura es su vestido. 

Además, 

(24) Teje telas y las vende,

y provee de cintas al mercader. 

Aquí debemos reconocer que esta mujer se aparta de la norma del mundo antiguo. La inmensa mayoría de las mujeres del pasado no tenían oportunidades de estudio o de trabajo. La industria y el comercio se veían como campos donde sólo los hombres podían transitar. 

Sin embargo, esta mujer tiene varios negocios: hace ropa, teje tapices y hasta compra y vende propiedades. Repito, esto no era común en el mundo antiguo. 

Lo interesante es que su interés comercial no empañó su corazón. Por el contrario, de acuerdo al v. 20, la mujer virtuosa «alarga su mano al pobre; extiende sus manos al menesteroso».

Los valores de la mujer virtuosa

En la próxima sección podemos ver que esta mujer goza de una posición social muy alta. El v. 23 dice: «Su marido es conocido en las puertas de la ciudad,cuando se sienta con los ancianos del país». Esta es una referencia a una práctica muy antigua, donde los hombres más prominentes de la ciudad–los líderes de los clanes familiares–se sentaban a la puerta de la ciudad para discutir el futuro de la ciudad y para juzgar los casos legales que el pueblo les presentaba. 

Esto es lo que vemos en el capítulo 4 del libro de Ruth, cuando Booz acude a la puerta de la ciudad donde un improvisado tribunal decide quién tiene derecho a casarse con la viuda moabita (4:1-12).

Por lo tanto, la mujer virtuosa de Proverbios 31 es la esposa de un hombre importante; equivalente a alcalde o un legislador. Esto presenta un gran peligro para quienes leemos, estudiamos y exponemos este pasaje bíblico. Corremos el peligro de pensar de pensar que sólo las mujeres casadas, adineradas y prominentes son verdaderamente virtuosas.

Y esto sería un grave error. El valor de esta mujer no depende de su dinero, de su posición social o del trabajo de su esposo. Lo que distingue a esta mujer es su fe en Dios y los valores que se derivan de su fe. Por eso, los vv. 25 al 27 destacan su fuerza, su honor, su confianza, su sabiduría, su clemencia y su dedicación. 

(25) Fuerza y honor son su vestidura,

y se ríe de lo por venir. 

(26) Abre su boca con sabiduría

y la ley de la clemencia está en su lengua. 

(27) Considera la marcha de su casa

y no come el pan de balde. 

Conclusión

El texto termina enfocando precisamente en la fe y en los valores que distinguen a este mujer. Su valor es tal que su propia familia la alaba diciendo: 

(28) Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada,

y su marido también la alaba: 

(29) «¡Muchas mujeres han hecho el bien,

pero tú las sobrepasas a todas!». 

Y el texto concluye con una advertencia que hoy, en nuestra cultura de la celebridad, cobra una importancia crucial: 

(30) Engañosa es la gracia y vana la hermosura,

pero la mujer que teme a Jehová, esa será alabada. 

(31) ¡Ofrecedle del fruto de sus manos,

y que en las puertas de la ciudad la alaben sus hechos! 

En resumen, lo que hace a una mujer verdaderamente virtuosa es su fe en Dios. Y este mensaje es una «buena noticia» para todas las mujeres en nuestro entorno:

  • Las casadas y las solteras;
  • Las viudas y las divorciadas;
  • Las madres y las que nunca han tenido hijos o hijas;
  • Las que gozan de posición social y las de condición humilde;
  • Las que tienen títulos universitarios y las que no tuvieron oportunidades de estudio;
  • Las que tienen negocios y las que son amas de casa;
  • Las jóvenes y las ancianas.

El mensaje para todas ustedes es el mismo: «La mujer que honra al señor es digna de alabanza» (Prov. 31:30 DHH).

Mujer virtuosa
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El desafío de la Mujer Cananea (Mateo 15.21-28)

Un bosquejo listo para predicar sobre el desafío que la mujer cananea le planteó a Jesús, de acuerdo a Mateo 15.21-28, por Pablo A. Jiménez.

El final del Evangelio según San Mateo–conocido como «La Gran Comisión» (28:16-20)–presenta un entendimiento amplio de la misión cristiana. Este pasaje llama a hacer discípulos en todas las naciones (v. 19). Por lo tanto, afirma que el Evangelio está abierto tanto a las personas judías como a las que no lo son.

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Sin embargo, otras partes de Mateo presentan un concepto distinto de la misión. En el Sermón misionero de Jesús, que aparece en el capítulo 10, encontramos un texto que apoya una visión limitada de la tarea de la iglesia: «A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: Por camino de gentiles, no vayáis, y en ciudad de gentiles, no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mateo 10:5-6).

Esta discrepancia en la teología de Mateo conduce a una pregunta: ¿Por qué ocurre este cambio en la visión misionera? ¿Qué suceso provoca esta transformación?

La pista para resolver este enigma se encuentra en el relato de La fe de la Mujer Cananea que aparece en Mateo 15:21-28. Este pasaje marca el momento en el cuál Jesús adopta una posición abierta y universalista de la misión cristiana. En este sentido, el relato de la Cananea es uno de los pasajes centrales del Primer Evangelio. Pasemos, pues, a considerar algunos aspectos importantes de este relato y a explorar su mensaje para la iglesia de hoy.

Jesús y la Mujer Cananea

Según Mateo, este es el único episodio del ministerio de Jesús que ocurre fuera de Israel. Jesús va a las regiones de Tiro y de Sidón (v. 21)–la periferia de la Tierra Santa–al sur del Líbano. Estas regiones colindan con el norte de Galilea, la patria de Jesús. Para el liderazgo religioso de Jerusalén, éstos eran territorios impuros donde la fe judía estaba contaminada con ideas paganas. El Nuevo Testamento recoge este prejuicio en versos como Juan 7:52, donde los principales sacerdotes y fariseos le recuerdan a Nicodemo que «de Galilea nunca se ha levantado profeta.»

Al llegar a territorio extranjero, una mujer le sale al paso (v. 22a) y le dice que su hija era atormentada por un demonio (v. 22b). Al acercarse a Jesús, esta mujer estaba cometiendo un acto impropio para la gente de su época. En el mundo antiguo–como en algunas culturas islámicas hoy–se le prohibía a la mujer hablar en público. Sólo las prostitutas abordaban a los hombres en la calle. Nuestro idioma recoge este prejuicio en frases tales como «mujer de la calle» o «mujer pública». La condición de esta mujer era aún más grave, ya que era extranjera. El texto la identifica como «cananea», es decir, fenicia o libanesa. Sin embargo, la mujer tenía algún conocimiento de la fe judía, ya que llama a Jesús «Hijo de David» (v. 22b). Esto no implica que la mujer se había convertido al judaísmo, sino que–dada la proximidad a Galilea–conocía la esperanza de la llegada del Mesías de Israel.

Jesús permanece callado ante el grito de la mujer (v. 23a). Esto contrasta con la actitud de los discípulos, quienes le piden a Jesús que la despida porque estaba haciendo un escándalo (v. 23b). El Maestro responde usando palabras muy duras: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (v. 24). Jesús afirma el concepto judío tradicional de la misión: Su ministerio está limitado al pueblo de Israel (vea Mt. 10:6).

Sin embargo, la mujer cananea continúa gritando: «¡Señor, socórreme!» (v. 25). El entendimiento tradicional de la misión no es suficiente para ella, pues no puede transformar su situación dolorosa. Una vez más, Jesús reitera su posición usando palabras sumamente fuertes: «No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos» (v. 26). En el tiempo de Jesús la palabra «perro» era un término común para expresar desprecio o injuriar a otra persona. En particular, los judíos llamaban «perros» a los samaritanos y a los extranjeros.

Sorpresivamente, la mujer desafía a Jesús con una frase maravillosa: «Sí, Señor; pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos» (v. 27). Las «migajas» eran los pedazos de pan sin levadura usados por los comensales para meter la mano en el plato, recoger la comida y llevársela a la boca. Cuando se mojaba, se echaba al piso y se cortaba otro pedazo. También se usaban pedazos de pan para limpiarse las manos después de comer. En otras palabra, las «migajas» sustituían a los cubiertos y las servilletas de hoy.

La Cananea no desea desbancar al pueblo judío ni desafiar su posición en el plan divino. Ella sólo aspira a «comer las sobras». Sólo aspira a alcanzar un poco de la misericordia que los «escogidos» han rechazado.

Ante la contundente frase de la mujer cananea, Jesús contesta su petición. Después de alabarla por su fe, el Maestro la despide afirmando que la joven endemoniada había sido liberada de las fuerzas del mal (v. 28).

Un nuevo concepto de la misión

Al principio, Jesús afirma que su ministerio está limitado al pueblo de Israel. Sin embargo, la mujer cananea desafía el concepto limitado de la misión y Jesús adopta una nueva política misionera. Ahora los extranjeros también pueden alcanzar salvación. A partir de este momento, la misión cristiana queda abierta y la Iglesia está llamada a ir «a todas las naciones» (Mt. 28:19).

Este relato nos llama a evaluar nuestra práctica misionera. Los discípulos, convencidos de estar siguiendo la voluntad de Dios, rechazaron a una mujer atormentada por el mal. La rechazaron por su nacionalidad, por su condición social y por ser mujer. En vez de conducirla al Dios de la vida, la dejaron en garras de las fuerzas del mal. Mirándonos en este espejo, debemos preguntar, ¿quiénes son las «mujeres cananeas» hoy? ¿Cuál es nuestra actitud ante las personas que son distintas a nosotros? ¿Cómo podemos desarrollar ministerios para liberar a las personas marginadas?

El encuentro de Jesús y la mujer cananea nos llama a desarrollar una visión misionera abierta e inclusiva. Un trabajo misionero que libere a las personas oprimidas por el mal. Un enfoque misionero libre del sexismo, del racismo y de los prejuicios sociales que limitan el alcance de la iglesia. Una iglesia donde las «mujeres cananeas» de hoy encuentren salud, misericordia y salvación.

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Siete elementos que matan las Iglesias

Las Iglesias en deterioro corren el peligro de cerrar sus puertas pronto. En gran parte, esto se debe a dos condiciones negativas. Por un lado, viven enamoradas de su pasado, que se ha convertido en un “héroe” para la feligresía. Por otro lado, han abandonado la evangelización y el discipulado.

En lugar de enseñar las disciplinas espirituales a los nuevos creyentes, estas congregaciones les enseñan las “Las cuatro P’s”: 

  1. A preocuparse por la PROPIEDAD (el templo, las instalaciones y los terrenos de la Iglesia).
  2. A apoyar el PROGRAMA tradicional de la Iglesia, rechazando todo tipo de actualización, modificación o cambio.
  3. A conocer la POLITICA de la Iglesia local y de la denominación, prestando atención a la elección de quienes han de servir en distintos puestos de autoridad.
  4. A supervisar al PERSONAL, particularmente a la figura pastoral, a quien consideran como una empleada de la congregación. Esto implica que el liderazgo laico de la Iglesia tiene un rol de supervisión sobre el pastor o la pastora.

A estos cuatro elementos se unen tres más:

  1. La HERENCIA, recalcando la importancia de conocer la historia de la Iglesia local, los nombres de feligreses fallecidos, los nombres de quienes donaron propiedades o terrenos, etc.
  2. La HIMNODIA CLASICA, afirmando que los himnos tradicionales son superiores a los cánticos contemporáneos. Esto puede causar una “guerra de adoración” en la congregación, obligando a la facción “perdedora” a irse de la Iglesia.
  3. Las PREFERENCIAS PERSONALES, entendidas como la insistencia en que el programa, los horarios de las actividades, el orden del culto de adoración, la música y hasta la longitud de los sermones sean del agrado de la mayoría de la feligresía. Quienes llevan mucho tiempo en la Iglesia, entienden que tienen “derechos adquiridos” y que, por lo tanto, el ministro está obligado complacerlos. 

¿Por qué afirmo que estos elementos son negativos? Son peligrosos para la vida de la Iglesia local porque miran “hacia adentro”, no “hacia afuera”. Crean condiciones donde la congregación deja de enfocarse en la misión, en la evangelización y en el discipulado, que son las prácticas que distinguen a la Iglesia de Jesucristo. Cuando la Iglesia se enfoca en sus propias preferencias y necesidades, olvida el mandato de Jesús de “Ir y hacer discípulos” (Mateo 28.19). La congregación que abandona la evangelización y el discipulado, entra en un ciclo de deterioro, crisis y, eventualmente, cierre.

¡La buena noticia es que su Iglesia local no tiene que morir! Para crecer, solo tiene que enfocarse en la misión de alcanzar a la comunidad circundante con el poderoso mensaje del Evangelio de Jesucristo, evangelizando a las personas no creyentes y discipulando a quienes reconozcan a Jesús como Señor y Salvador. 

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Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu: Séptima palabra del Sermón de Las Siete Palabras

La séptima palabra es:  “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Habiendo dicho esto, expiró.” Lucas 23.46

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Después de haber cumplido su obra en el mundo, ¿qué le resta a Jesús? Sólo queda invocar al Padre para ser restaurado a la gloria que tuvo con él desde “antes que el mundo existiera” (Jn 17.5).

Jesús vuelve a llamar a Dios “Padre”, en forma íntima y personal. Probablemente usó la palabra aramea “abba” para referirse a Dios en esta ocasión. Esta es la misma palabra que aparece en Romanos 8.15 y Gálatas 4.6. Este vocablo se utilizaba sólo en la intimidad del hogar, ya que implica una íntima relación de amor y cariño sentido. En este sentido, es como si Jesús llamara a Dios “papi” o “papito”, como un bebé llama a su padre.

Jesús invoca al Dios “Padre” para volver a él, para entregarle su espíritu. De este modo, se cumple la profecía del Salmo 22.8: “Se encomendó a Jehová: líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”.

Jesús se entrega a Dios para ser restaurado, para ser reivindicado ante los ojos de los pecadores que le habían llevado a la cruz. En una palabra, Jesús se entrega a Dios para ser levantado de entre los muertos por medio del poder del Espíritu Santo.

El Galileo no quedó colgado en la cruz. Fue sepultado el viernes en la tarde, pero no resucitó hasta el domingo—día del Señor—en la mañana.

El Hijo entrega su espíritu al Padre en esperanza. Con la esperanza de resucitar de entre los muertos a una vida incorruptible. Y con su resurrección, Jesús abre el camino para toda aquella persona que cree. Y con él la iglesia tiene la esperanza gloriosa de vida abundante y eterna con su Señor. Desde ahora, nadie tendrá que morir en desesperanza. 

Al leer este relato, una pregunta surge en mi mente. ¿Tendría yo la valentía necesaria para enfrentar la muerte con tanta valentía? ¿Tendría yo la fe necesaria para enfrentar la muerte con tanta paz? ¿Podría yo expirar confiado en quedar en las manos de Dios? ¿Podría yo? ¿Podría usted?

Conclusión

El viernes es el día de la muerte. Temprano en la tarde, el cuerpo de Jesús cuelga del madero. Ha expirado; ha muerto. Ha muerto: 

Por mis pecados,

Por tus pecados,

Y por los pecados de toda la humanidad.

En sus palabras finales ha resumido su obra salvífica. Jesús nos perdona, nos ofrece la gloria, nos da una nueva familia, afirma que ahora tenemos libre acceso a Dios, se identifica con nosotros y nos da esperanza de salvación. 

Ahora sólo me resta invitarle a aceptar la invitación que Jesús nos hace desde la cruz. Jesús te invita a dejar atrás la vida vieja, a aceptar su perdón y a caminar hacia el futuro con esperanza. Jesús te invita a imaginar un nuevo futuro, dirigido hacia la vida plena que se encuentra cuando se vive en comunión con Dios. Jesús te invita. Jesús te invita.

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Consumado es: Sexta palabra del sermón de Las Siete Palabras

La sexta palabra es: “Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es!” Juan 19.30

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Dos palabras. Nunca dos palabras habían dicho tanto como éstas. Nunca una frase tan corta había tenido un sentido tan profundo como ésta.

“Consumado es.” Esta es una declaración de victoria. La obra salvífica de Jesús estaba sellada. El mundo perdido ahora tiene oportunidad de salvación. Jesús ha obedecido al Padre hasta lo sumo y éste lo ha declarado “Hijo de Dios con poder”, como dijo el Apóstol Pedro en Hechos 2. Con obediencia perfecta, Jesús ha demostrado que el mal no es absoluto; que es posible vivir en comunión con Dios. Con su obediencia perfecta, Jesús ha llevado la humanidad hasta el seno del Padre. Ahora la humanidad tiene en Jesús un intermediario, un intercesor.

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, pero alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4.14-16

“Consumado es” es la declaración de la derrota del mal. Ya la vida ha triunfado sobre la muerte. Ya la esperanza ha triunfado sobre el dolor. Ya la justicia ha triunfado sobre el pecado. Ya Dios ha triunfado sobre el Adversario y sus huestes del mal. Ahora:

…ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo alto, ni lo bajo, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús. 

Romanos 8.38-39

Pero, en un sentido más profundo, “consumado es” significa que ya no hay abismo. El grito de Jesús desde la cruz le dice al mundo que el abismo que creó el pecado entre Dios y el ser humano ya no existe. Ahora hay un punto de contacto entre la divinidad y el género humano. La cruz es el puente.

La cruz es el puente que lleva al ser humano hasta la presencia de Dios. La cruz de Jesús ha revelado la justicia divina y ahora es posible ser salvo por gracia. La salvación es, pues, don divino; regalo de vida para todo aquel que cree.

Sed tengo: Quinta Palabra del sermón de Las Siete Palabras

La quinta palabra es: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliera: ¡Tengo sed!” Juan 19.28

Adquiera el libro del Dr. Jiménez sobre Las Siete Palabras.

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La quinta palabra no puede ilustrar mejor la humanidad de Jesucristo. El crucificado no es un fantasma que aparenta sufrir en la cruz. Jesús no es una aparición que cumple una formalidad en el plan divino. Jesús de Nazaret es un ser humano verdadero. Su dolor fue tan real como el nuestro; su sufrimiento tan duro como el de cualquier otra persona.

Jesús tiene sed. Tiene sed para que se cumplan las profecías: «Y mi lengua se pegó a mi paladar» (Sal 22.15); «Y en mi sed me dieron a beber vinagre» (Sal 69.21).

Su sed es real. Es la sed de un torturado que se levanta en el árbol de la cruz en representación de todo el género humano.

Ahora bien, escondido en este episodio hay un pasaje que considero pertinente para nuestro contexto. El Evangelio de Marcos afirma que el vinagre que le ofrecen a Jesús es la cruz es vino mezclado con mirra (15.23). En el mundo antiguo, esta mezcla se hacía con el propósito de endrogar al penitente. Se le daba el brebaje para que la pena del crucificado no fuera tan amarga. Al parecer, se entendía que el vino podía ayudar al crucificado a olvidar su dolor.

¿No les parece conocido este cuadro? Nuestro país vive momentos tan amargos que muchas personas desean escapar de la realidad. Por eso tantas personas abusan del alcohol, de las drogas ilegales y de los medicamentos recetados. Están buscando medicina que cure el alma; y la están buscando en los lugares equivocados. Por eso tantas personas buscan en la música, en el baile y en el “vacilón”, la felicidad que no encuentran en sus vidas diarias. Lo que es más, por eso tantas personas buscan en la iglesia un escape para sus problemas. Estas quieren una adoración que le ayude a desconectarse del mundo; no una que les ayude a confrontar las situaciones difíciles en el nombre del Señor.

Pero el Crucificado nos enseña otro camino. Jesús no escapó de las situaciones difíciles, al contrario, “afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lc. 9.51b). Aun sabiendo que en Jerusalén podría encontrar la muerte; aun sabiendo que en Sión le esperaban sus enemigos, Jesús va a la Ciudad Santa a enfrentar su futuro.

En el momento difícil de Getsemaní enfrenta la copa amarga y enfrenta la turba que viene a arrestarle. Y enfrenta estas situaciones con valentía, sin la violencia de Pedro y sin la cobardía de los discípulos que huyeron.

Después va a la cruz. Y aún allí, en el agudo dolor del madero, se niega a escapar. Se niega a tomar el vino drogado. Se niega a dejarse vencer por la cobardía. Jesús sabe que la única manera de vencer los problemas es dándoles el frente.

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