Séptima de las Siete Palabras, para el viernes de la semana santa: En tus manos encomiendo tu espíritu, Lucas 23.46.
La séptima palabra es:
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo tu espíritu. Habiendo dicho esto, expiró. (Lucas 23.46)
Media – Las Siete Palabras
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Después de haber cumplido su obra en el mundo, ¿qué le resta a Jesús? Sólo queda invocar al Padre para ser restaurado a la gloria que tuvo con él desde “antes que el mundo existiera” (Jn 17.5).
Jesús vuelve a llamar a Dios “Padre”, en forma íntima y personal. Probablemente usó la palabra aramea “abba” para referirse a Dios en esta ocasión. Esta es la misma palabra que aparece en Romanos 8.15 y Gálatas 4.6. Este vocablo se utilizaba sólo en la intimidad del hogar, ya que implica una íntima relación de amor y cariño sentido. En este sentido, es como si Jesús llamara a Dios “papi” o “papito”, como un bebé llama a su padre.
Jesús invoca al Dios “Padre” para volver a él, para entregarle su espíritu. De este modo, se cumple la profecía del Salmo 22.8: “Se encomendó a Jehová: líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”.
Jesús se entrega a Dios para ser restaurado, para ser reivindicado ante los ojos de los pecadores que le habían llevado a la cruz. En una palabra, Jesús se entrega a Dios para ser levantado de entre los muertos por medio del poder del Espíritu Santo.
El Galileo no quedó colgado en la cruz. Fue sepultado el viernes en la tarde, pero no resucitó hasta el domingo—día del Señor—en la mañana.
El Hijo entrega su espíritu al Padre en esperanza. Con la esperanza de resucitar de entre los muertos a una vida incorruptible. Y con su resurrección, Jesús abre el camino para toda aquella persona que cree. Y con él la iglesia tiene la esperanza gloriosa de vida abundante y eterna con su Señor. Desde ahora, nadie tendrá que morir en desesperanza.
Al leer este relato, una pregunta surge en mi mente. ¿Tendría yo la valentía necesaria para enfrentar la muerte con tanta valentía? ¿Tendría yo la fe necesaria para enfrentar la muerte con tanta paz? ¿Podría yo expirar confiado en quedar en las manos de Dios? ¿Podría yo? ¿Podría usted?
Conclusión
El viernes es el día de la muerte. Temprano en la tarde, el cuerpo de Jesús cuelga del madero. Ha expirado; ha muerto. Ha muerto
Por mis pecados,
Por tus pecados,
Y por los pecados de toda la humanidad.
En sus palabras finales ha resumido su obra salvífica. Jesús nos perdona, nos ofrece la gloria, nos da una nueva familia, afirma que ahora tenemos libre acceso a Dios, se identifica con nosotros y nos da esperanza de salvación.
Ahora sólo me resta invitarle a aceptar la invitación que Jesús nos hace desde la cruz. Jesús te invita a dejar atrás la vida vieja, a aceptar su perdón y a caminar hacia el futuro con esperanza. Jesús te invita a imaginar un nuevo futuro, dirigido hacia la vida plena que se encuentra cuando se vive en comunión con Dios. Jesús te invita. Jesús te invita.
Sin darse cuenta:Un sermón apropiado para la Semana Santa, basado en la Parábola del Juicio a las Naciones en Mateo 25.31-40, por el Dr. Pablo A. Jiménez.(Audio & Vídeo).
Un sermón para el Domingo de Ramos, de la Semana Santa, basado en Lucas 19.28-40, predicado por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Texto: Lucas 19:28-40
Tema: En la Entrada Triunfal, Dios viene a nuestro encuentro en la persona de Jesucristo, propiciando un momento de juicio y decisión.
Área: Evangelización
Propósito: Que la audiencia se sienta emplazada por la iniciativa salvífica de Dios.
Diseño: Narrativo, en ocasión del Domingo de Ramos, Semana Santa
Lógica: Inductiva
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Manuscrito del Sermón – Domingo de Ramos – Semana Santa
Para establecer el tono
Hay cosas inevitables; cosas que sabemos que vamos a enfrentar. Lo inevitable por excelencia: La muerte. Aun hay personas que perciben tener una cita con la muerte. Saben que la muerte, hermosa y atrevida, les coquetea y les ronda. Saben que la muerte tiene una cita con ellas.
Los profetas, en general, se saben condenados por hablar con la verdad, por decir lo que Dios ha puesto en su alma. Así el Dr. Martín Luther King, poco tiempo antes de su asesinato, predicó el sermón titulado “El tambor principal”. En él, Dr. King decía que la lucha por los derechos civiles no debía terminar con su muerte, pues él sólo era el tamborilero principal en la marcha.
En adición a esto, podemos decir que hay lugares, que nos huelen a encuentro; lugares donde sabemos que encontramos algo que transformará nuestras vidas. Para usted, ese lugar puede ser esta Iglesia, en esta hora. Para Jesús, ese lugar fue Jerusalén.
Marco escénico
Los eventos de este día de entrada triunfal , ocurren en Jerusalén, y esto no es casualidad. Para Lucas, Jerusalén es la ciudad de encuentro; el espacio vital y sagrado donde Dios viene a encontrarse en forma definitiva con la humanidad.
El Evangelio de Lucas, comienza en Jerusalén, narrando como un ángel del Señor se le aparece a Zacarías en el templo y le indica que su esposa, Elizabet, tendría un niño de nombre Juan (1:5-25).
Después de nacer el niño Jesús, sus padres le llevan al Templo en Jerusalén (1:21-38) donde un hombre justo y piadoso llamado Simeón, bendice a Dios al ver la salvación del mundo en la figura de aquel bebé.
En Lucas, la última de las tentaciones es aquella donde Jesús es llevado al pináculo del templo y es tentado a echarse abajo (4:9-13).
En Lucas 9:51, el texto nos dice que cuando se cumplió el tiempo en que Jesús había de ser recibido por Dios, “afirmó su rostro” para ir a Jerusalén.
Así el cuadro está claro: Jesús tiene una cita con su destino; Jesús tiene una cita con su misión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es Jerusalén. En Jesús, Dios mismo viene a visitar a su pueblo, a enfrentarle y a llevarlos a una toma de decisión.
Y ese momento salvífico se está repitiendo otra vez. Es más, se está repitiendo aquí y ahora. Jesús tiene una cita con nosotros; contigo y conmigo, Jesús tiene una cita salvífica, un momento donde su figura imponente y su presencia salvadora nos llaman a un momento de encuentro y decisión. La hora es ya, y el lugar de encuentro es este. En Jesús, Dios mismo viene a visitarnos, a enfrentarnos y a llevarnos a tomar una decisión.
Trama
La historia es viva, dinámica, eficaz y punzante, Jesús va delante de sus discípulos a enfrentar su destino; Jesús va delante subiendo a Jerusalén.
Al llegar al Monte de los Olivos, el Galileo envía dos de sus discípulos en una encomienda extraña:
Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un asno atado en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo necesita.”
Lucas 19:30-31
¿Por que, una encomienda tan extraña? ¿Para que tanto secreteo y tantas instrucciones en privado?
Las palabras de Jesús, no son vanas; sus instrucciones tienen razón y sentido. El pueblo judío, esperaba el cumplimiento de las profecías antiguas, esperaba la venida de un rey pacifico que fuera instrumento de salvación, bienestar y paz en las manos de Dios. Este relato nos deja claro quien es ese Rey.
El Mesías esperado, el que había de venir, el Rey pacifico, cuyo gobierno sería salvífico, no es otro que Jesús de Nazaret. Su cabalgata en un potrito joven y dócil, es señal y confirmación de su ministerio de paz. Su palabra aguda, segura y certera, deja claro que su misión proviene de Dios.
Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo necesita.”
Lucas 19:31
Por lo tanto, la acción de Dios comienza. El momento de Dios visitar a su pueblo ha llegado. El burrito ha sido traído, los discípulos están apostados en el camino, prestos a bendecir el nombre de Dios y el camino está franco.
Este es el momento de encuentro, el Señor monta en su cabalgadura y el camino se hace corto. Los discípulos le reconocen como el enviado de Dios, la multitud grita diciendo: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” (19:38).
¿Y nosotros, donde estamos? ¿Donde estas tú, en este cuadro? ¿Es Jesús para ti un hombre más o es el que había de venir? ¿Es Jesús para ti un maestro más o es el salvador de tu vida? ¿Es Jesús para ti otro hombre bueno, o es el rey que llega a transformar tu vida para el Reino de Dios?
Punto Culminante
Jesús recorre el camino a Jerusalén. Y a su paso encuentra dos tipos de personas. Los unos, lo aclaman como enviado de Dios y tienden sus mantos a su paso en señal de reconocimiento y reverencia (19:35-37). Los otros, miran recelosos a la distancia y le piden a Jesús que acalle a sus discípulos (19:38).
De este modo el mundo se divide ante Jesús en dos. Hay discípulos que reconocen su misión y fariseos que reniegan conocerlo. Hay seguidores y hay enemigos. Hay creyentes y hay incrédulos. Pero todos tienen que tomar postura; todos tienen que tomar una decisión.
¿ Quién es Jesús? Esa es la pregunta inescapable. Este domingo en el principio del fin. Hoy comienza la semana final. Hoy Dios viene en Cristo a tu encuentro y su presencia es inescapable.
Hoy es el día de tu visitación, Dios viene a visitarte en Cristo. Dios viene a propiciar un momento de salvación. Por lo tanto, la pregunta se impone: ¿Quién es Jesús y por qué puede salvarnos?
Este Jesús es el Dios hombre. Es Dios mismo hecho uno de nosotros. ¡Por eso puede salvarnos! Porque al compartir nuestra naturaleza, comprende nuestros problemas y nuestras necesidades.
Este Jesús es quien demostró claramente, por sus obras, que era el enviado de Dios. Por sus milagros y señales; por sus discursos y palabras vemos que Dios estaba obrando en él.
Este Jesús es quien está ahora mismo a tu lado, aunque no puedas comprenderlo; es quien te ha cuidado desde el principio; es quien te ha traído a esta Iglesia en esta hora.
Es evidente, es claro que Jesús es el enviado de Dios. Por eso si los discípulos no lo dicen, las piedras hablarían.
Desenlace
Hoy es el principio del fin, el momento de encuentro, el momento de decisión. Hoy puedes mirar de lejos y criticar la figura del maestro, perdiendo así la oportunidad de vida y paz en Cristo. O bien, puedes tomar tu manto, ponerlo a sus pies y decir: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (19.38).
Una nueva creación es una prédica cristiana basada en Juan 1.1-14, apropiada para la celebración del Año Nuevo.
Introducción
No sé si alguno de ustedes ha experimentado el placer y el terror de mudarse a una casa nueva. Quienes hayan pasado por la experiencia de mudarse a un nuevo hogar pueden testificar que uno la vive con una mezcla de euforia y de temor.Por un lado, uno disfruta el proceso, pensando en todas las nuevas posibilidades que abre la relocalización. Pero, por otro lado, no podemos negar que relocalizarnos es un proceso difícil que ciertamente nos da temor.
Dejar lo conocido para aventurarnos a lo desconocido puede paralizarnos del miedo. Es necesario invertir mucha energía emocional en el proceso.
Se me antoja pensar que el comienzo del nuevo año presenta desafíos similares a los de una mudanza o una relocalización. El nuevo año trae consigo posibilidades y desafíos; oportunidades y dificultades. Y la pregunta que se impone es: ¿De dónde vamos a sacar fuerzas físicas, emocionales y espirituales para lidiar con esos desafíos, esas dificultades y esos retos que trae el Año Nuevo?
Les sugiero que, del mismo que hacemos cuando vamos a hacer una mudanza grande, busquemos ayuda, particularmente de alguien que sea experto en ese tipo de transiciones. ¿Y quién mejor que Dios mismo, el Señor del tiempo y el espacio, para ayudarnos a empezar un nuevo tiempo en un nuevo lugar?
La creación (Génesis 1)
De acuerdo al testimonio bíblico, Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Esto lo encontramos en Génesis 1.1 al 2, que dice: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.”
El texto es impresionante, porque describe el acto de la creación como una lucha contra el caos que imperaba en el mundo. Dios impone el orden y llena un mundo que, hasta ese momento, había estado vacío y en desorden.
¿Y cómo es que Dios crea? Lo hace por medio del poder de su palabra. Eso lo vemos en el resto del capítulo 1 de Génesis, del cual les leo los versículos 3 al 5, a manera de ejemplo: “Y dijo Dios: “¡Que haya luz!” Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas; a la luz, Dios la llamó “Día”, y a las tinieblas las llamó “Noche”. Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día primero.”
Nótese que Dios crea por medio de su palabra. Solo tiene que decir “que haya luz” para que esta sea una realidad. Así es que la Biblia describe cómo era el mundo “en el principio”.
La nueva creación (Juan 1)
Por su parte, el Evangelio según San Juan comienza con palabras muy similares a las de Génesis, cuando dice: “En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho.”
Como bien habrán notado, Juan también comienza con la frase “en el principio”. ¿Por qué el evangelista hace esto? Sencillo, porque quiere decir que la llegada de Cristo Jesús al mundo de los seres humanos marca un nuevo “Génesis”, una nueva creación.
Jesucristo se presenta, pues, como el agente de la creación, por medio del cual todo lo que existe ha sido creado. Esta idea no solo aparece claramente en los versículos ya leídos, sino que también se encuentra en otros libros del Nuevo Testamento, tales como Colosenses, que dice en el capítulo 1, versículos 15 al 17: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. En él fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de él y para él. Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden.”
Por lo tanto, podemos concluir que Jesucristo transforma el corazón del ser humano. Esa transformación es tan profunda, que bien podemos decir que la persona que entra en una profunda relación de amor y amistad con Dios llega a ser una nueva creación.
Una vez más, esta idea no es particular de Juan, sino que la encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento, tales como 1 Corintios 5.17, que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!”
Ahora bien, ¿cómo es que Dios hace esta nueva creación? Al igual que en Génesis 1, Dios crea por medio de su palabra. Lo único que esa “palabra” ahora se ha hecho carne en Cristo Jesús, como dice Juan 1, del 9 al 14: “La Palabra, la luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.”
Conclusión
Comenzamos un nuevo año, marcando una nueva etapa en el tiempo y en el espacio. En cierto modo, este nuevo tiempo también marca el comienzo de una nueva creación.
No importa tu pasado,
No importa tu presente,
No importa el futuro que hayas pensado tener,
Hoy Dios te dice, por medio de su palabra, que está dispuesto a hacer de ti una “nueva creación”.
Sí, esa es la promesa divina. Gracias a la obra de Jesucristo, quien es la Palabra de Dios hecha carne, hoy puedes llegar a ser “hecho” hijo o hija de Dios.
Sé que la oportunidad que Dios nos ofrece presenta tanto posibilidades como desafíos. Y también sé que, si bien por un lado nos da ánimo y esperanza, por otro bien puede infundirnos temor.
Aún así, Dios nos invita a transitar por estos tiempos nuevos con ánimo renovado, con esperanzas nuevas. ¡No tengan temor! El Dios del tiempo y del espacio nos llama porque desea imponer orden en el caos de nuestras vidas. Desea que seamos nuevas criaturas, en el nombre del Señor Jesucristo. AMÉN