Una reflexión sobre Eclesiastés 3.1-8, predicada el 23 de septiembre de 2018 en la Primera Iglesia Presbiteriana de Boston. Para más información, visite www.prediquemos.com y www.drpablojimenez.com
Tiempos de incertidumbre. Si una palabra describe los tiempos postmodernos es, precisamente, incertidumbre.
La postmodernidad se caracteriza por su incredulidad hacia las grandes historias maestras que definieron la Era Moderna. Y la cristiandad es, precisamente, una de esas grandes historias maestras. Cuando la juventud rechaza la modernidad, también rechaza la Iglesia.
En este episodio nos acercamos a la Biblia, particularmente a los escritos del Apóstol Pablo, para explorar cómo podemos predicar a un mundo que no esta dispuesto a creer.
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La espiritualidad es parte de todas las culturas del mundo. No hay sociedad humana que, de alguna manera, carezca de algún tipo de pensamiento religioso. De una u otra manera, toda la humanidad–en algún momento de la vida–piensa en la espiritualidad.
El ser humano ha sido creado por Dios. Esto explica porqué, de manera instintiva, el ser humano busca lo espiritual. Toda persona necesita cultivar la espiritualidad para poder llegar a alcanzar la plenitud de su potencial humano.
Esta meditación explora la relación entre la espiritualidad, la creación y la vida cotidiana, prestando particular atención al lugar de la oración en el desarrollo espiritual.
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Episodio en conjunto de dos podcasts–Prediquemos & TeoBytes–hablando sobre la crisis en la educación teológica en América Latina, sobre todo en lo que se refiere a las instituciones tradicionales.
El moderador del panel es Jesús Rodríguez-Cortés, director de TeoBytes. El expositor principal del tema es Pablo A. Jiménez, director de Prediquemos. El otro panelista invitado es José Rafael Morales, Pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Sonadora, Guaynabo, PR & profesor de Homilética en el Seminario Evangélico de Puerto Rico.
Entrevista a Roberto Amparo Rivera, uno de mis mentores, que ya mora con el Señor. Roberto fue ministro de la Iglesia De Dios (Cleveland), Doctor en Educación & Presidente de la Asociación para la Educación Teológica Hispana (AETH), entre muchos otros puestos y logros.
El libro de Nehemías es uno de los preferidos a la hora de animar a una congregación a participar en la construcción de un templo. Recientemente, el libro también ha sido estudiado desde la perspectiva del liderazgo, particularmente por Rick Warren. Sin embargo, en esta ocasión me acerco a Nehemías para explorar sus implicaciones para el ministerio educativo de la Iglesia contemporánea. La pregunta que nos ocupa es la siguiente: ¿Ofrece Nehemías pautas que puedan guiar hoy a quienes dedican su vida a enseñar la fe a los demás? La respuesta es positiva, ya que encuentro en este libro histórico de la Biblia Hebrea siete pautas para la formación espiritual en la Iglesia hoy.
La historia de Nehemías
Para contestar estas preguntas de manera efectiva, es necesario considerar primero algunos puntos sobresalientes sobre Nehemías.
Nehemías es un libro histórico de la Biblia, que en su momento formó parte del libro de Esdras. Hoy lo tenemos como un libro independiente, pero siempre ligado a Esdras.
La historia que narra Nehemías es relativamente sencilla. En los tiempos postexílicos, después que los primeros grupos judíos habían regresado a Judá desde Babilonia, Nehemías se conmueve considerando la condición de la ciudad de Jerusalén (1.1-11). Nehemías era parte de las fuerzas de seguridad de Artajerjes, el rey persa, a quien servía como «copero» (1.11). Artajerjes comisiona a Nehemías para volver a Jerusalén y reconstruir la Ciudad Santa (2.1-10). El texto dice:
En el mes de Nisán, del año veinte del reinado de Artajerjes, mientras yo me disponía a servirle vino al rey, éste me miró, y como nunca antes me había visto triste en su presencia, me preguntó: «¿Por qué estás triste, Nehemías? Enfermo no estás. Lo que reflejas es un profundo pesar.» Yo sentí mucho miedo, y le respondí: «¡Larga vida a Su Majestad! ¿Cómo no estar triste, si la ciudad donde mis padres están sepultados se encuentra en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?» El rey me preguntó entonces: «¿Y qué es lo que pides?» Yo oré al Dios de los cielos, y le respondí al rey: «Si es la voluntad de Su Majestad, y este siervo suyo es digno de su bondad, permítame Su Majestad ir a Judá, a la ciudad donde están sepultados mis padres, para reedificarla.» El rey, que tenía a su lado a la reina, me preguntó: «¿Cuánto tiempo necesitas? ¿Cuándo piensas regresar?» Y yo le dije el tiempo que necesitaba, y el rey consintió en dejarme partir. También le dije: «Si es la voluntad de Su Majestad, que se me den cartas para los gobernadores del otro lado del río, para que me permitan pasar y yo pueda llegar a Judá, y una carta más para que Asaf, el guardián de los bosques del rey, me provea de la madera necesaria para reforzar las puertas del palacio del Templo, las murallas de la ciudad, y la casa donde voy a vivir.» Todo eso me lo concedió el rey, porque la bondad de mi Dios estaba conmigo. Fui entonces con los gobernadores del otro lado del río, y les entregué las cartas del rey. Además, el rey había enviado a sus capitanes y a soldados de caballería, para que me escoltaran. Pero cuando lo supieron Sambalat el horonita y Tobías, el siervo amonita, se enojaron mucho, pues no les gustó que alguien se preocupara por el bien de los israelitas.
Nehemías regresa a Jerusalén (2.11-20) y organiza la reconstrucción de la ciudad, a pesar de enfrentar gran oposición (3.1–7.73).
Además, Nehemías promueve la lectura, el estudio y la observación de la ley, lo que conduce al pueblo a renovar su pacto con Dios (8.1–10.39).
Esdras lee la Palabra de Dios al pueblo: «Era el día primero del mes séptimo del año. Entonces Esdras, que también era sacerdote, llevó el libro y lo mostró a todo el pueblo y a todos los que podían entender, lo mismo a hombres que a mujeres, y desde el alba hasta el medio día lo leyó en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas.» (Nehemías 8.2-3b)
Un grupo de levitas «explica»—sería mejor decir que «traduce»—la palabra de Dios al pueblo: «Mientras la ley era leída, los levitas Josué, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Kelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaía explicaban al pueblo la lectura, y el pueblo estaba tan interesado que no se movía de su lugar.» (Nehemías 8.7)
El pueblo responde renovando su pacto y su compromiso con Dios: «El resto del pueblo, junto con los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, los criados del templo, todos aquellos que se habían apartado de los pueblos extranjeros, y sus esposas, hijos e hijas, y todos los que podían entender y comprender, se reunieron con sus hermanos y con los jefes importantes del pueblo para jurar que se comprometían a obedecer la ley que Dios le había dado a su siervo Moisés, y que cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos del Señor nuestro Dios.» (Nehemías 10.28-29)
También promovió otras reformas y cambios en la vida del pueblo de Dios (11.1-13.31).
Siete pautas para el ministerio educativo contemporáneo
Aunque una lectura somera del texto nos deja con la impresión que Nehemías tiene poco que decir sobre la educación, una lectura deliberada del libro revela siete pautas para el ministerio educativo de la Iglesia hoy.
El ministerio educativo requiere sensibilidad: Nehemías fue sensible a las necesidades de su pueblo. Esa sensibilidad fue lo que le movió a tomar acción. Del mismo modo, quienes hoy dedican su vida a la enseñanza de la fe cristiana deben ser sensibles al dolor de la comunidad a la cual aspiran servir.
El ministerio educativo requiere compromiso: Nehemías estuvo dispuesto a dejar un empleo prestigioso y bien remunerado para servir a su pueblo. Hoy el pastorado sigue siendo un empleo de remuneración relativamente humilde. Del mismo modo, la mayor parte de las personas que sirven como maestros o maestras de Escuela Bíblica Dominical lo hacen de manera voluntaria y, por lo tanto, gratuita.
El ministerio educativo requiere visión y misión: Nehemías tenía una visión clara que motivaba su sentido de misión. De manera similar, los maestros y las maestras deben tener una visión clara de lo que desean alcanzar con sus estudiantes y deben tener un claro sentido de misión que les motive a la acción. Esto nos enseña que la vocación es un elemento crucial para la práctica del ministerio educativo hoy.
El ministerio educativo requiere un buen plan de trabajo: Nehemías supo diseñar un plan de trabajo adecuado, con metas, objetivos, estrategias y cronograma. Hoy, el diseño de cursos y el desarrollo de planes de trabajo es parte integral de la pedagogía.
El ministerio educativo requiere organización & motivación: Nehemías supo organizar y motivar al pueblo para ejecutar el plan que él había desarrollado. La organización y la motivación son elementos cruciales para el manejo efectivo de los programas educativos en la comunidad cristiana.
El ministerio educativo requiere determinación: Nehemías enfrentó los obstáculos con determinación, lo que le llevó a triunfar sobre los enemigos de su pueblo. Siguiendo su pauta, los maestros y las maestras deben mostrar inteligencia emocional ante la adversidad, manejando los conflictos de manera efectiva.
El ministerio educativo requiere estudio: Nehemías impulsó la lectura y el estudio de la Biblia, fomentando la alfabetización del pueblo. El amor a la lectura y al estudio son elementos cruciales para la educación hoy; y el amor a la lectura de la Biblia es un elemento crucial para la formación y el crecimiento espiritual de todo creyente.
En resumen, podemos afirmar que Nehemías fomentó la espiritualidad de su pueblo, llevándolo a renovar su relación de pacto con Dios. La enseñanza, pues, queda clara: el maestro efectivo y la maestra efectiva fomentan el desarrollo espiritual del estudiantado.
Conclusión
En fin, la Biblia presenta a Nehemías como un líder efectivo, quien se distinguió por su carácter y por su fidelidad a Dios. Nehemías empleó sus dotes para el liderazgo, de manera especial, en el campo de la educación religiosa y la formación espiritual del pueblo de Dios.
Quiera Dios que las siete pautas que ofrece Nehemías nos inspire a ser líderes educativos dinámicos, que fomentemos el crecimiento espiritual de la Iglesia como pueblo de Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN
El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez se reserva todos los derechos de publicación de estos materiales. Queda prohibida cualquier forma de reproducción total o parcial, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la debida autorización del autor. Para solicitar los permisos correspondientes, contacte al autor.
Id y haced discípulos es un sermón sobre la tarea educativa de la Iglesia, basado en Mateo 28.16-20.
Introducción: Los últimos versículos del Evangelio de Mateo (28:16-20) describen un encuentro entre el Cristo resucitado y sus discípulos en Galilea. Este pasaje es fundamental para la evangelización y la formación espiritual, ofreciendo directrices para el ministerio educativo de la Iglesia.
Contexto: La reunión ocurre en un monte, un lugar recurrente de revelaciones divinas en el Evangelio de Mateo, comparando a Jesús con Moisés. Los discípulos, aunque dudosos, adoran a Jesús, quien afirma haber recibido “toda potestad en el cielo y en la tierra”.
El Mandamiento: Jesús da un nuevo mandamiento: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… y enseñándoles…”. Este mandamiento se desglosa en tres puntos:
Id a todas las naciones: Jesús redefine la misión, haciéndola inclusiva para toda la humanidad, no solo para Israel.
Haced discípulos: Ser discípulo implica imitar al maestro, viviendo en comunión con él y aprendiendo de su ejemplo y enseñanzas.
Bautizando y enseñando: El bautismo inicia a los nuevos creyentes en la comunidad de fe, mientras que la enseñanza les guía a vivir según los mandamientos de Jesús.
Conclusión: El ministerio educativo de la Iglesia busca preparar a nuevos creyentes para el discipulado cristiano, promoviendo una práctica de la fe basada en las enseñanzas de Jesús. Este proceso no es teórico, sino práctico, con la promesa de Jesús de estar con sus seguidores hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).