En este episodio de PREDIQUEMOS exploramos la obra de Cristo, enfocando su “triple oficio” como profeta, sacerdote y rey. Para ver más episodio de nuestro podcast, visite www.prediquemos.com
“Jesús, modelo de Liderazgo” es una meditación sobre el impacto de Jesús de Nazaret en el liderazgo cristiano. Jesús es el ejemplo, el modelo a seguir para toda persona que desee servir como líder en la comunidad de fe que es la Iglesia.
«El mensaje de la cruz» es un sermón apropiado para el Viernes Santo de la Semana Santa, basado en Hebreos 4:14-16.
Rudimentos
Texto: Hebreos 4:14-16
Tema: Por medio de su sacrificio en la cruz, Jesús ha abierto el camino a la salvación para toda la humanidad.
Área: Evangelización
Propósito: Confrontar a la audiencia con el significado de la cruz
Diseño: Sermón Doctrinal
Lógica: Inductiva (Usando la forma conocida como “El ojal de Lowry”)
Manuscrito
Introducción
El viernes es el día de la cruz. Desde que el Señor quedó solo en el Jardín de Getsemaní, en manos de una turba furiosa, se conocía su destino: Jesús se dirige irremediablemente al sufrimiento y a la muerte. El Señor se dirige solo a enfrentar las consecuencias de su mensaje.
Alterar el equilibrio
Ante la realidad de la cruz, creo que debemos preguntarnos qué hacemos aquí. ¿Qué conmemoramos en este día llamado santo? Y si formulo esta pregunta es porque el orden de los eventos de aquel viernes de Pascua nos deja poco que celebrar. El día en que murió el Galileo fue un día oscuro, fue un día de vergüenza; digno de borrarse de todos los libros de la historia. Sólo basta que nos preguntemos, ¿Que pasó aquél día santo en Jerusalén? El evento principal fue un juicio viciado y una muerte injusta. En eso no hay gloria.
La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había en el mundo donde vivió Jesús. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano romano. Por el contrario, se empleaba sólo para esclavos, extranjeros y sediciosos
La cruz se levantaba por dos razones: maldición y vergüenza. El crucificado estaba maldito, por eso no tocaba la tierra, para no mancharla. Además, se colgaba en un lugar alto para que todo el mundo viera como el criminal se asfixiaba cuando el peso de los músculos del pecho hacía presión contra los pulmones y le impedía respirar.
Analizar la discrepancia
Entonces pregunto, ¿conmemoramos eso, la muerte injusta de un ciudadano de segunda clase, acusado de sedición y blasfemia en una pequeña provincia de Roma en el primer siglo?
O, por otra parte, ¿conmemoramos la cobardía de unos discípulos que huyen ante la necesidad del maestro y se esconden para no sufrir con él? O, ¿acaso celebramos la victoria de los partidos extremistas del judaísmo? La victoria de los fariseos, los saduceos y los herodianos, quienes lograron asesinar a Jesús aún cuando el derecho romano se lo prohibía.
En este punto, permítanme preguntar una vez más: ¿qué celebramos en un día como este; un día que según los criterios del mundo, no tiene nada de especial y sagrado?
Revelar la clave de la solución
Permítanme contestar la pregunta indicándoles que los eventos de este día no pueden ser entendidos usando los criterios del mundo. La muerte de Jesús de Nazaret en la cruz del Calvario hay que entenderla a la luz de los valores del Reino de Dios.
El hombre de la cruz es inocente. Jesús no había cometido falta alguna. En su vida sólo había hecho bien a los demás. Con sus actos, prodigios y su palabra viva, quedaba demostrado que en Jesús había algo de Dios. Algo que le acreditaba como un profeta enviado para el bienestar y la paz de los suyos.
Sin embargo, Jesús es tratado como un criminal y es asesinado vilmente. Tanto es así que Jesús se convierte en la víctima de los poderosos de su época. Víctima, sí mis hermanas y hermanos, Jesús fue una víctima. Y quizás este es el primer paso para entender la muerte de Jesús: es necesario saber que Jesús fue víctima inocente de la injusticia.
Interesantemente, la palabra víctima se usa también el otro contexto: el del sacrificio. El corderito que era llevado al templo para ser sacrificado era llamado, comúnmente “víctima”. Así que podemos establecer una comparación o analogía entre la muerte de Jesús y el sacrificio de un cordero.
Quizás ésta es la clave; quizás esta comparación nos allane el camino para entender la muerte de Jesús.
Experimentar el evangelio
En la Biblia hay un libro que presenta la muerte de Jesús como un sacrificio. Este es el libro de los Hebreos. La carta a los Hebreos comienza diciendo:
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo.
Hebreos 1:1-2
Esta es una afirmación maravillosa. Hebreos deja claro que es Dios mismo quien ha salido a nuestro encuentro en Cristo Jesús, en su Hijo. Sin embargo, afirma que este no es un primer intento.
Dios ha estado tratando de hablar con nosotros, de hacer llegar su mensaje, en muchas ocasiones y diversas maneras. Pero esos intentos fueron poco exitosos. Así que Dios envió a su propio Hijo a presentarnos el mensaje salvífico.
Dios ha tratado de hablar a tu vida en muchas maneras: por medio de la naturaleza, de amistades, de familiares, de lecturas y hasta por los medios de comunicación masiva. Ahora te habla claramente por medio de su Hijo, ya que la presencia de Cristo está en medio nuestro.
Esa es la realidad: Dios ha hablado y a esa realidad le corresponde otra no menos importante: El ser humano siempre ha buscado a Dios. Pero esa búsqueda se ha hecho difícil. La realidad es que entre el ser humano y Dios hay una gran distancia.
Dios es santo; nosotros somos pecadores.
Dios es fiel; nosotros somos ambivalentes.
Dios es eterno; nosotros somos mortales.
Para salvar esa distancia necesitamos un mediador, alguien que tenga acceso. Ese mediador que tiene la vía franca será quien nos lleve ala presencia de Dios.
Hebreos deja claro que el pueblo de Israel buscó muchos mediadores, tales como los ángeles, Moisés, Josué y los Sumos Sacerdotes hebreos. De estos mediadores antiguos, el más efectivo lo fue el sumo sacerdote. Permítanme explicarles como funcionaba el sumo sacerdote en el Antiguo Israel:
1. El sumo sacerdote era un hombre de la familia de Aarón, descendiente de Leví.
2. Su ministerio o trabajo principal se llevaba a cabo una vez al año.
3. El día de la purificación (llamado en hebreo el “Yom Kippur”) el sumo sacerdote iba al templo.
4. El templo estaba dividido en tres partes principales: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.
5. Aquel hombre ofrecía un sacrificio por sus propios pecados y entonces procedía a entrar al lugar santísimo, donde ofrecía un sacrificio por los pecados del pueblo.
6. Entonces, el pueblo sabía que había recibido perdón.
7. Empero, hasta el año entrante no había otro sacrificio.
¿Complicado, verdad? Y no solamente era complicado, sino ineficaz. Porque, en el fondo, este mediador era un hombre tan pecador como los demás. Este no tenía acceso a Dios más que un día, por un ratito, en un cuartito. Este era un sacrificio deficiente; esta era una mediación ineficaz.
Nosotros podemos comprender eso de los “sacrificios ineficaces” porque en nuestra búsqueda, hemos caído en manos de muchos mediadores ineficaces:
1. El falso evangelio del formalismo: no transforma.
2. El falso evangelio del miedo: no libera.
3. El falso evangelio de la restricción: no permite el disfrute de la vida.
Tiene que haber, por lo tanto, otro mediador. Un mediador afectivo y eficaz; un mediador que tenga acceso de verdad a Dios. A esto Hebreos nos responde diciendo:
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:14-16
Jesús es nuestro sumo sacerdote. El sí tiene acceso a Dios, porque viene de Dios. El sí tiene acceso, porque es plenamente humano. Por lo tanto, ahora sí podemos caminar con confianza al trono, es decir, a la presencia de Dios. La cruz es pues el sacrificio final y último donde Jesús es víctima y sacerdote; cordero y eficiente. En la cruz el sumo sacerdote es perfecto, ofrece la víctima perfecta que abre el camino perfecto a Dios.
No hay otro mediador (ni santo, ni espíritu, ni hombre, ni obra alguna)
No hay otro evangelio (ni miedo, ni pompa, ni restricciones)
No hay otro camino
En la cruz, fuimos comprados a precio de sangre inocente para Dios
Anticipar las consecuencias
Ese es el mensaje de Dios para ti en esta hora. Dios te está buscando, porque desea salvarte. Ahora el camino a la salvación está libre, la vía está franca y el temor ha sido superado. Jesucristo, el mediador de un nuevo y mejor pacto, está dispuesto a recibirte.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
«El Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo, el Antiguo se hace patente en el Nuevo.»
(San Agustín)
por Julio A. González López
A pesar de que no hay evidencia concreta que nos indique quién es el autor o la autora del libro de Hebreos, podemos inferir que una de sus características es su conocimiento y experiencia extensiva en la exégesis de las escrituras judías. El autor o la autora incluye referencias del AT utilizando la «Septuaginta». La «Septuaginta», también conocida como la «Biblia griega» o «LXX», es una colección de escritos traducidos del hebreo al griego que incorpora todos los libros incluidos en el canon hebreo. El autor o la autora de Hebreos usa de referencia los pasajes de Génesis 14:17-24 y del Salmo 110 principalmente (cf. 1.3, 5.6, 7.17, 7.21, 8.1, 10.12-13 y 12.2) para afirmar el triple oficio de Jesucristo como profeta, sacerdote y rey. Este triple oficio de Jesucristo nos hace libres de la ley del pecado y de la muerte, y nos trae un nuevo Reino con nuevos valores y un nuevo orden. Por esto, algunos autores afirman que Hebreos puede clasificarse como un comentario bíblico escrito o, en hebreo, midrash. Un «midrash» se define como la explicación o ilustración de un pasaje de la Biblia en función del tiempo presente[1]. Por medio de técnicas literarias y hermenéuticas, el autor o la autora hace referencias al AT en el NT como palabra de Dios, viva y actual. Primeramente Hebreos hace uso de una cadena o un compendio de trozos selectos del AT. A esto se le conoce como «florilegio». El autor o autora usa esta técnica, por ejemplo, en la primera sección del libro (1.5-2.18) donde cita y alude a siete pasajes del AT (cf. Salmo 2.7, 2 Samuel 7.14, Deuteronomio 32.43, Salmo 104.4, Salmo 45.6-7, Salmo 102.25-27 y Salmo 110.1) para hacer un llamado a reconocer la superioridad y autoridad de Jesucristo. Hebreos también estudia e interpreta personajes e historias del AT para establecer relación con personajes e historias del NT. Esto se conoce como tipología bíblica. El texto hace referencias a quince personajes bíblicos que no sólo son héroes y heroínas de la fe del AT sino que han pasado a ser parte de nuestra historia en el presente (11.4-40). Hebreos también compara la figura de Cristo con la de Moisés (3.1-6) e interpreta a los creyentes de Jesucristo como el nuevo Israel. A través de diversos capítulos y textos se compara a la iglesia como un pueblo que marcha, como el pueblo hebreo al salir de Egipto (3.7-4.11).
Notas bibliográficas
[1] Jiménez, Pablo A. Hebreos. Minneapolis: Augsburg Fortress, 2006.
La Epístola de los Hebreos tiende a ser un poco densa para su interpretación si se trata de manera aislada. Para comprender la misma se requiere tener una noción clara secuencial y entrar en la mente del autor, que tiene la habilidad de hacer conexiones con los eventos trascendentales de gran significado teológico. Uno de los temas que el autor de Hebreos trata es lo sagrado y los espacios sagrados.
Entre las definiciones que se debe trabajar para comprender lo que el autor quiere transmitir se encuentran: gloria, presencia de Dios, lugar santo, lugar santísimo, utensilios sagrados, morada celestial, diestra de Dios y santuario entre otros. Aunque el tema de lo sagrado está difuminado a lo largo de la epístola, donde mayor se evidencia es en el capítulo 9. Aquí hay una clara referencia donde el autor nos menciona sobre el lugar santo y santísimo que muy bien evoca en detalle Éxodo del 25 al 27. En 9:2-7, el autor describe el lugar santo, el lugar santísimo y las reliquias que se encontraban en dicho lugar con el propósito de contrastar el acceso limitado que tenían los sacerdotes y sumo sacerdote a los lugares sagrados del tabernáculo.
Tal deficiencia fue corregida por Jesús al asumir el sacerdocio por una orden no levita entrando a ocupar el lugar de Sumo sacerdote, no de manera temporera sino eterna. No en un santuario como lo describe el Antiguo Testamento sino un santuario cósmico. Lo sagrado trasciende de un lugar visible a un lugar invisible e incorruptible.