Le doy la más cordial bienvenida a este nuevo episodio de Prediquemos.
Información sobre este episodio:
En esta ocasión, comparto un sermón titulado “El hombre a quien Jesús llamó necio”, basado en Lucas 12.13-21. El mismo fue grabado en vivo, en la Iglesia Cristiana (Discipulos de Cristo) en el Barrio Sonadora de la ciudad de Guaynabo en Puerto Rico. Este sermón está inspirado en una prédica de Martin Luther King, Jr., titulada “The man whom Jesus called a fool”, aunque no es una traducción de la misma. Sencillamente, es mi propia versión, inspirada en el sermón de King.
Todo sermón necesita una idea central. La “gran idea”, proposición o enfoque de este sermón es: “Dios nos exhorta a colocar la búsqueda de la espiritualidad sobre la búsqueda de la prosperidad.” Es un sermón de Desafío Profético, cuyo propósito es llamar a la audiencia a retomar el compromiso con Dios. Es un sermón de diseño expositivo, que sigue una lógica inductiva. Los sermones de lógica inductiva no anuncian su “gran idea” o proposición al principio de la exposición, sino que presentan su idea central al final.
El sermón termina diciendo:
“Para decirlo con toda claridad, nuestras vidas no son nuestras y, por lo tanto, el futuro no está en nuestras manos. La vida de cada ser humano le pertenece a Dios. El Señor, en su infinita bondad y misericordia, nos permite administrar esa vida. Por lo tanto, somos mayordomos de nuestras vidas, no dueños de las mismas.
Así quedan claros los reclamos del texto bíblico sobre nuestras vidas:
Dios nos llama a colocar la comunidad, sobre la individualidad.
Dios nos llama a colocar la teología sobre la tecnología.
Dios nos llama a colocar la espiritualidad sobre la prosperidad.
Respondamos al mensaje bíblico con fe, volviendo nuestras vidas a Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN”
PREDIQUEMOS es un podcast dedicado a la predicación, el liderazgo cristiano y la teología pastoral, producido por el Dr. Pablo A. Jiménez. Presentamos el episodio inaugural de este podcast, que habla sobre el tema: ¿Qué es la predicación bíblica?
Aguilar, Abel. Homilética I: El arte de predicar. Miami: Editorial Vida, 2000.
Aldazabal, José. El arte de la homilía. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 1979. [Tema: La predicación en la Iglesia Católica Romana]
Anderson, Kenton C.Predicar es una decisión: Una introducción descriptiva de homilética bíblica. Miami: Editorial Vida, 2010.
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Amor: Si hay una palabra que nos lleva a pensar en la grandeza de Dios es, precisamente, amor. Del mismo modo, la palabra amor define la Navidad como ninguna otra. Quien nace humilde en el pesebre de Belén es Emanuel, “Dios con nosotros”, el amor hecho carne para bendición de toda la humanidad.
Hoy exploraremos ese amor desde una perspectiva diferente, meditando sobre las enseñanzas de la Epístola del Apóstol Pablo a Tito, un texto bíblico que no es muy conocido en nuestras congregaciones.
La Epístola de Tito
Cuando pensamos en Tito, pensamos en 1 y 2 Timoteo. En conjunto, estas tres cartas se conocen como “Las Epístolas Pastorales”, dado que recalcan la organización de la Iglesia Primitiva.
Allí encontramos enseñanzas sobre temas relacionados al liderazgo de la Iglesia, tales como los requisitos para servir como anciano o anciana, diácono o diaconisa y para puestos que ya la Iglesia no tiene, tales como el de la “viuda” (que era ocupado por ancianas solitarias que eran mantenidas por la Iglesia).
Por esta razón, rara vez se escuchan sermones sobre estas epístolas, a menos que se hable sobre la organización de la iglesia, sobre el ministerio o sobre los diversos aspectos administrativos de la Iglesia.
Cuando se manifestó la bondad
Por eso es tan sorprendente encontrar en esa corta epístola un pasaje cuyo contenido teológico es tan exquisito que rivaliza el contenido de otras epístolas paulinas, tales como Romanos, Gálatas y Efesios.
Me refiero a Tito 3, versículos del 4 al 7, que lee de la siguiente manera:
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Enumeremos brevemente los muchos temas que este corto texto trata de manera tan condensada. Este pasaje bíblico habla sobre:
La revelación o manifestación de Dios, a quien el ser humano sólo puede conocer si el Señor decide revelarse a la humanidad.
De las cualidades o atributos de Dios, entre los cuales se encuentran la bondad y el amor.
De la salvación por gracia, por medio de la fe en Dios. Los seres humanos alcanzamos salvación por la pura misericordia divina, no por nuestras obras ni por nuestras buenas acciones.
El texto habla sobre el bautismo, al que describe como el “lavamiento de la regeneración”. Es decir, que por medio del bautismo el ser humano es hecho nueva criatura, dejando atrás la vida vieja y los pecados de ayer.
No podemos olvidar la referencia a la obra del Espíritu Santo de Dios, que Jesucristo ha derramado sobre la Iglesia para salvación de toda la humanidad.
El tema de la justificación también se encuentra presenta, recalcando que Dios nos convierte en personas justas de manera gratuita, por pura gracia divina.
Todo esto es una herencia espiritual a la cual las personas que llegan a ser hijas de Dios por medio de la fe pueden aspirar.
Finalmente, el tema de la esperanza también está presente. Lo encontramos como esperanza de vida eterna, de vida perdurable, de vida en un un mundo asediado por las fueras de la muerte.
Conclusión
Todo esto toma un tinte distinto cuando lo leemos durante la temporada navideña. Hoy lo vemos con toda claridad: El nacimiento de Jesús de Nazaret es la plena manifestación de la bondad divina; es la plena revelación de los propósitos salvíficos de Dios para con la humanidad.
Por eso hoy damos gracias a Dios por Cristo: por su nacimiento, por su vida, por sus enseñanzas, por su sacrificio en la cruz y por su obra salvífica a favor de toda la humanidad.
Damos gracias a Dios por Cristo, nuestro Señor. AMÉN
Tema: Por medio del sacrificio de Jesucristo, Dios le ha dado a la iglesia el don de la paz.
Área: Desafío profético
Propósito: Sentar las bases para un llamado a la reconciliación.
Lógica: Inductiva
Clasificación: Temático
Introducción
El mundo del Nuevo Testamento era un mundo multicultural
Ese mundo amenazaba la supervivencia del pueblo judío.
La discordia del Evangelio
El movimiento de Jesús, nacido dentro del seno del judaísmo, fue motivo de discordia y división.
Aún dentro del mismo movimiento cristiano, surgieron dos actitudes contradictorias ante el multiculturalismo.
Algunos afirmaban que todas aquellas personas que aceptaban el Evangelio debían convertirse al judaísmo.
Otros, ejemplificados en la persona del Apóstol Pablo, afirmaban que no era necesario convertirse al judaísmo para ser cristiano.
Esta disputa dividió a la iglesia, como vemos en los Hechos de los Apóstoles 15, en Gálatas 1 y 2, y en Filipenses 3.
El don de la paz
Contra esas divisiones, la epístola a los Efesios afirma la obra reconciliadora de Jesucristo.
Afirma que en Cristo ha derribado la “pared” que dividía a judíos y cristianos.
Afirma que Dios sólo tiene un pueblo, al cual pertenecen los que históricamente habían sido herederos de la promesa y los que antes estaban excluidos.
En resumen, Efesios nos enseña que la paz es un don que Dios le ha dado a la humanidad por medio de la obra de Cristo.
La pregunta que se impone es, si Dios nos ha regalado el don de la paz, ¿por qué la iglesia está tan dividida? La única respuesta posible es que nuestro pecado ha impedido la construcción de la paz.
Conclusión
Nos toca a nosotros, pues, construir la paz.
Siguiendo la forma como el Apóstol Pablo utilizó “el indicativo y el imperativo”, podemos decir lo siguiente: Si Dios nos ha regalado la paz, vivamos en paz.
Más adelante discutiremos en detalle algunas estrategias para construir la paz, pero el primer paso lo debemos dar hoy.
El primer paso es confesar nuestros pecados, pidiendo perdón a aquellas personas que hemos ofendido con nuestras actitudes, hostiles y divisorias. Pidamos perdón, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. ¡Amén!
Tema: Los seres humanos no podemos escapar de la presencia del Dios que nos ama.
Área: Cuidado pastoral
Propósito: Recalcar la grandeza del amor y de la misericordia de Dios
Diseño: Inductivo
Lógica: Inductiva
Introducción
El acompañamiento pastoral a personas en crisis es uno de los aspectos más difíciles del ministerio cristiano. Aunque es un honor ayudar a la gente en sus momentos de dolor, uno se identifica con el sufrimiento y el dolor que están pasando. Lo peor es que en ocasiones uno se siente impotente ante el sufrimiento de los demás.
Puntos a Desarrollar
A. La gente en crisis
Las personas en crisis comparten una serie de características y experiencias. Pasemos a enumerar algunas de estas características.
La negación: Es común que nieguen la realidad, rehusándose a aceptar lo que está ocurriendo.
La culpa: Tienen sentimientos de culpa, pensando que sus crisis son producto de su conducta o de su inacción. En algunas ocasiones. Tienen toda la razón, porque sus acciones pasadas en verdad han causado sus problemas actuales.
La soledad: Quienes sufren piensan que todo el mundo les ha abandonado.
El deseo de escapar: Las personas desean “salir corriendo”; desean huir de la realidad.
B. El silencio de Dios
Cuando usted está en crisis, su dolor no le deja discernir la presencia de Dios en su vida. Por eso, usted siente tanta soledad.
Como parte de la crisis, cada persona tiende a negociar con Dios, ofreciendo votos y haciendo promesas que intentan mover la voluntad de Dios.
Pero esas promesas y votos no funcionan. Por el contrario, nos distraen y nos impiden escuchar la voz divina.
Olvidamos que Dios no busca ni necesita nuestros sacrificios. Por el contrario, Dios es quien envió a Jesucristo, su hijo, para sacrificarse por la salvación de la humanidad.
La persona que se enfrenta al “silencio de Dios” se hunde en su crisis y en su depresión.
C. ¿A dónde me iré de tu Espíritu?
El salmista que entona el Salmo 139 es una persona en crisis. Es una persona que ha intentado escapar de la realidad y de su dolor.
Sin embargo, cuando se detiene a meditar—dejando por un momento su conmiseración y su activismo—puede discernir la presencia de Dios en su vida (vv. 1-6).
La comprensión del conocimiento de Dios le lleva a reconocer el alcance de la presencia divina. Comprende que la presencia de Dios le rodea; que no puede escapar de la presencia de Dios (vv. 7-12).
Dado que Dios nos ama, permítanme indicarle una idea que bien puede transformar su vida: Los seres humanos no podemos escapar la presencia del Dios que nos ama; no podemos escapar del amor de Dios.
No hay acción humana que pueda cancelar el amor de Dios por usted. No hay nada que usted puede hacer para cancelar el amor de Dios por usted.
Conclusión
“¿A dónde me iré de tu Espíritu?” pregunta el salmista. Esa es la pregunta que usted y yo también debemos hacer en esta hora: ¿A dónde ir para escapar de la presencia divina? ¿Dónde escondernos del amor de Dios? ¿Dónde?
La respuesta es sencilla. Usted nunca podrá escapar la presencia del Dios que le ama. No hay nada que usted pueda hacer para cancelar el amor de Dios por usted.
Reconocer la presencia y el amor de Dios es el primer paso para salir de la crisis en la que usted se encuentra. Responda hoy, con amor, al amor de Dios.
Una reseña bibliográfica del libro escrito por Ronald J. Allen y Gilbert Bartholomew, titulado Preaching Verse by Verse. Louisville: Westminster / John Knox Press, 2000, 144 pp.
El sermón donde se comenta una porción de las escrituras versículo por versículo es uno de los estilos más antiguos de predicación. Esta forma sermonaria encuentra sus raíces en los “sermones” que se predicaban en la sinagoga judía, donde fieles tenían la responsabilidad de leer el texto bíblico en hebreo y comentarlo en arameo. Además, es uno de los estilos más populares de predicación expositiva. En distintos manuales de predicación en español se le llama “homilía” (particularmente en la tradición anglo-católica) o “lectura bíblica”, entre otros nombres.
Allen y Bartholomew nos ofrecen una interesante introducción a este estilo de predicación. Más que una introducción, el libro es una defensa o apología de esta forma sermonaria, la cual ha caído en desuso en los púlpitos de las denominaciones tradicionales en los Estados Unidos. La tesis del libro es precisamente que el sermón que ofrece un breve comentario continuo de una porción bíblica ayuda tanto a quien predica como a la congregación a crecer y a madurar en la fe. Este tipo de sermón es un antídoto a la “analfabetismo bíblico” que exhiben muchas congregaciones anglo-europeas. El propósito del libro es, pues, ayudar al lector o a la lectora a poder preparar y predicar con excelencia esta forma sermonaria.
El libro está dividido en seis capítulos. El primero afirma la continua utilidad del sermón que comenta un pasaje bíblico versículo por versículo. El segundo, explora la historia de la predicación, ofreciendo ejemplos de las figuras que usaron con provecho este estilo de sermón. El tercero ofrece consejos prácticos sobre la preparación del sermón; el cuarto, sobre la estructura del sermón; y el quinto, sobre la presentación o entrega del sermón. El capítulo final sugiere ocasiones cuando es deseable predicar este tipo de sermón expositivo. La metodología sugerida en los capítulos cuatro y cinco se ilustra con cinco trabajos exegéticos cortos que sirven de base a cinco sermones anotados. Cada autor produjo dos sermones y Linda Milavec el quinto.
Es evidente que los autores están en diálogo con la historia de la predicación cristiana, pues en el segundo capítulo hacen un resumen histórico que comienza con la predicación en la sinagoga, pasa por la Reforma Protestante, y llega a la tradición británica y estadounidense que representan los autores. Del mismo modo, el libro ofrece un correctivo para aquellas personas que han abandonado la predicación expositiva para explorar nuevos modelos de predicación, como la inductiva expuesta por Fred B. Craddock o la narrativa defendida por Eugene Lowry, entre otros autores contemporáneos.
Este manual presenta su idea central de manera clara y elocuente, logrando su objetivo de entusiasmar al lector o a la lectora a practicar este estilo tradicional de predicación. Ahora bien, desde un punto de vista hispano, la utilidad del libro es menor. Esto se debe a que la predicación expositiva, en general, y la predicación versículo por versículo, en particular, siguen vivas en el púlpito hispano. En este sentido, aquellas personas hispanas que lean este libro o que lo usen como texto en cursos de predicación bíblica deberán adaptar su contenido a nuestro contexto. Específicamente, deberán leer el libro con el doble propósito de afirmar su compromiso con la predicación bíblica y de mejorar tanto la preparación como el diseño del sermón que comenta una porción bíblica versículo por versículo.
Desde Cuba nos llega el aporte más reciente a la homilética hispanoamericana. Carlos Emilio Ham-Stanard nos ofrece una introducción al estudio y la práctica de la predicación, escrita para el liderazgo laico de la Iglesia. Ham-Stanard escribió este libro mientras completaba su Doctorado en Ministerio en el Austin Presbyterian Theological Seminary.
Ham-Stanard parte del supuesto que la predicación es un ejercicio en teología contextual. Por esta razón, no debe sorprendernos que el autor indique que escribe su libro en respuesta a la situación de la Iglesia en Cuba, donde “muchas personas asisten por primera vez a las iglesias, debido a una crisis económica profunda causada por la caída súbita de los países socialistas de Europa Oriental y la Unión Soviética, el endurecimiento del embargo de los Estados Unidos contra Cuba y como consecuencia de nuestros propios errores” (p. 11). Este súbito crecimiento de la iglesia explica por qué es necesario preparar más personas laicas para compartir el ministerio de la predicación.
La idea central del libro—que la predicación debe ser una expresión teológica contextual—explica también su título. Ham-Stanard afirma que la predicación tiene tres componentes básicos: la Biblia, la congregación y la persona que predica (p. 12). Quien predica no sólo interpreta la Biblia, sino que analiza el contexto en el cual se encuentra la congregación y se interpreta a sí mismo.
El libro se divide en cuatro capítulos. Como es de esperar, los primeros tres capítulos estudian las distintas partes del “trípode homilético” propuesto por el autor. El primero ofrece perspectivas sobre el estudio y la interpretación de la Biblia para la predicación. Con alegría, indicamos que en este capítulo Ham-Stanard toma en cuenta los aportes de la teología latinoamericana, la caribeña, y la feminista al campo de la interpretación bíblica. El segundo capítulo invita al lector o a la lectora a analizar su propio contexto, tanto a nivel congregacional como nacional y global. El tercer capítulo estudia la tarea del predicador y de la predicadora. Este capítulo ofrece perspectivas teológicas tanto sobre la función del laicado en la vida de la iglesia como de la predicación como tal.
El cuarto y último capítulo estudia el sermón, evento donde convergen las tres partes del trípode. El mismo habla sobre el diseño, la preparación, y la presentación del sermón. La bibliografía, breve pero sustanciosa, completa el libro.
No debe sorprendernos el hecho de que los eruditos que más han influenciado el pensamiento de Ham-Stanard sean aquellos que recalcan el carácter contextual tanto de la teología, en general, como de la homilética, en particular. Se destacan las referencias a Leonora Tubbs-Tisdale, autora de Preaching as Local Theology and Folk Art (Minneapolis: Fortress Press, 1997); a John McClure, autor de The Roundtable Pulpit (Nashville: Abingdon Press, 1995); y a varias teólogas feministas, tales como Carol Schlueter, Christine Smith, y Elsa Tamez.
Trípode homilético cumple su propósito, pues sería un buen libro de texto para cursos básicos de homilética. Sin embargo, la brevedad del libro obliga al autor a resumir varias ideas y a dar por sentado que su audiencia comprende ciertos conceptos teológicos avanzados. Por esta razón, la lectura de este libro se haría difícil para principiantes que deseen estudiar el mismo por su cuenta. Este es un libro de texto, que necesita de un maestro o maestra que ayude al estudiantado a usarlo con provecho.