¿Sabe usted como reaccionar ante los conflictos que ocurren en su Iglesia local? ¿Conoce usted los distintos niveles de conflicto que ocurren en la Iglesia local?
Aprenda a discernir entre los conflictos normales, los peligrosos y los graves por medio de esta conferencia sobre los 7 niveles de conflicto que puede experimentar una Iglesia local.
¿Cómo están las Iglesias de América Latina lidiando con la crisis producida por la pandemia del Coronavirus? En este episodio, entrevistamos a tres líderes latinoamericanos, preguntando sobre las estrategias que están usando para pastorear en medio de la crisis del 2020. Estos son:
1. David Martínez Domínguez – Asamblea Apostólica – México
2. Wilson Baca Espino – Iglesia de Dios de la Profecía – Honduras
3. Pedro Pablo Suárez – Iglesia de Dios de la Profecía – Venezuela
Entrevista a cuatro personas que pastorean Iglesias en Puerto Rico:
Ramón O. Martínez Orabona – Bautista
Angelique Acevedo Reyes – Bautista
Daniel Andrés Rivera Rosado – Discípulos de Cristo
Héctor S. Reyes Martínez – Discípulos de Cristo
¿Cómo enfrentan la crisis multi sectorial que afecta a Puerto Rico? ¿Cómo planean celebrar la Semana Santa 2020, ante la cuarentena impuesta por el Covid 19?
Un sermón sobre Hechos 1.4-5, enfocando en el impacto del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia:
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
Medios
Texto
Una meditación sobre el primer capítulo del libro de Los Hechos de los Apóstoles, enfocando en la promesa del bautismo en el Espíritu Santo.
Por medio del Espíritu Santo, Dios le da a la Iglesia:
Como orar por los gobernantes, aún en momentos de crisis, es un ensayo escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Medios
Texto
Cómo orar por los gobernantes
La iglesia de Jesucristo, a través de los tiempos, ha tenido una relación paradójica con los gobiernos de este mundo. Por un lado, la iglesia nace a consecuencia de un asesinato político: La crucifixión de Jesús de Nazaret por el gobierno colonial y el ejercito romano en Judea. Por otro lado, con el correr del tiempo, la iglesia adquirió poder político, llegando a gozar del favor de gobernantes y reyes. Esto quiere decir que, en distintos momentos de su historia, la Iglesia ha sido tanto perseguida como favorecida por los gobiernos de este mundo.
Esta situación nos obliga a reflexionar sobre preguntas importantes: ¿Cómo puede la iglesia orar por los gobernantes terrenales? ¿Debe una iglesia perseguida orar por quienes le hostigan y oprimen? ¿Puede una Iglesia favorecida por el gobierno de turno orar de manera efectiva tanto por el partido en el poder como por la oposición?
La naturaleza humana nos dice que orar por nuestros enemigos es imposible. Nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a pedir el juicio de Dios en contra de quienes nos oprimen.
Empero, aquellas personas que confesamos a Jesucristo como Señor y Salvador no podemos doblegarnos ante nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 7.5-6). Por el contrario, debemos buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios» (Colosenses 3.1, RVC). Lo que para el «hombre natural» parece locura, es posible para quienes viven bajo la dirección del Espíritu de Dios (1 Corintios 2.14).
No debe sorprendernos, pues, que la Biblia nos ordene orar por los gobernantes, como indica 1 Timoteo 2.1-4 (RVR 1960):
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
Aquí encontramos una enseñanza que el Apóstol Pablo dejó como un legado a Timoteo, su hijo espiritual. El viejo Apóstol recomienda que la Iglesia persevere en la oración por todo ser humano (v. 1). Nótese que Pablo menciona cuatro tipos de oraciones: súplicas o «rogativas», oraciones, peticiones y acciones de gracias. De esta manera, el Apóstol cubre el amplio campo que abarca la oración.
En el v. 2, Pablo exhorta a extender esas oraciones a quienes ocupan puestos de autoridad en los gobiernos terrenales. De primera intención, esto parece un mero buen consejo que todo ciudadano y que toda ciudadana debe seguir. Sin embargo, una lectura más profunda nos recuerda el contexto histórico del pasaje.
El Emperador Nerón gobernó Roma desde el año 54 hasta el 68 del primer siglo. Nerón comenzó su principado a los 16 años. Por un tiempo estuvo bajo la tutela de su madre, Agripina, y de su tutor, el filósofo Séneca. Sin embargo, después de la muerte de su madre, en el año 59, Nerón se tornó cada vez más violento y sanguinario. De hecho, Nerón decretó la primera persecución organizada contra la Iglesia, después del fuego que destruyó parte de la ciudad de Roma en el año 64. Sus desmanes fueron tantos, que finalmente le pidió a uno de sus secretarios que lo asesinara después de que sus propios guardaespaldas—la Guardia Pretoriana—se revelaran en su contra, en el año 68.
Ahora podemos comprender cuán sorprendente es la exhortación del Apóstol. ¡Pablo le pide a la iglesia que interceda ante Dios por Nerón, el emperador que ordenó su ejecución! Nos pide que oremos aun por aquellos gobernantes que procuran aumentar el dolor del pueblo. ¿Con qué propósito? Debemos orar por la paz, pidiendo tranquilidad y reposo para el pueblo. Debemos pedir que Dios bendiga a nuestros gobernantes, transformando sus corazones, para que puedan actuar de manera cónsona con los valores del Evangelio.
¿Y cuáles son esos valores evangélicos, valores del Reino de Dios? La Biblia nos da un excelente resumen de estas virtudes en Gálatas 5.22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.»
Esto quiere decir que nuestras oraciones deben estar dirigidas a Dios, pidiendo que su Espíritu Santo transforme a nuestro liderazgo civil, infundiéndole estos valores evangélicos. Deseamos que exhiban el fruto del Espíritu Santo en sus vidas. En fin, deseamos que tengan una experiencia espiritual que les lleve a la conversión.
Además, debemos pedirle a Dios que nuestro liderazgo civil pueda conocer la verdad y actuar conforme a ella. ¿Por qué? Porque la Biblia deja claro que la verdad es una persona; la verdad es Jesús: Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14.6). Quien se aparta de la verdad, se aparta de Jesucristo.
Oremos por el liderazgo social y político de nuestros países, particularmente por aquellas personas que usan el odio como un arma política para dividir al pueblo y incitar a la violencia. Oremos por su conversión al Evangelio de Jesucristo y por su transformación, en el poder del Espíritu Santo. Si nuestro liderazgo civil cultiva una relación con Dios por medio de Jesucristo, cosecha el fruto del Espíritu y conoce la verdad, podremos vivir quieta y reposadamente, en el nombre de Jesús, AMÉN.
El sermón textual es aquel que presenta un aspecto del mensaje de un texto bíblico corto, en fidelidad a su contenido, forma y función. Decimos «corto», porque la atención al detalle que requiere este tipo de sermón nos obliga a examinar sólo uno o dos versículos de las Sagradas Escrituras a la vez.
Aunque no todos los textos bíblicos se prestan para el sermón textual, hay infinidad de versículos que bien pueden servir como punto de partida para nuestras reflexiones. Entre los muchos textos «clásicos» que podemos señalar, destacamos pasajes bíblicos tales como Mateo 28.18 al 20, Juan 3.16 y Romanos 5.1.
En esta ocasión, sugiero tres modelos básicos para bosquejar sermones textuales. En particular, les presento tres técnicas homiléticas:
Bosquejos basados en palabras clave
Bosquejos basados en las frases principales del texto
Bosquejos basados en las ideas fundamentales del pasaje bíblico
Tomemos Romanos 5.1 para ilustrar estas técnicas. Ese hermoso pasaje bíblico dice de la siguiente manera, en la versión Reina-Valera Revisión del 1960: «Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.»
1. Bosquejos basados en palabras clave
Si analizamos el texto, podemos identificar varios conceptos importantes, tales como:
Justificar
Fe
Paz
Dios
Jesucristo.
Es necesario, pues, buscar en un buen diccionario bíblico el significado de estas palabras tan importantes. Si posible, se debe identificar el vocablo hebreo o griego que está en la base de nuestra traducción. En este caso, como el Nuevo Testamento fue escrito en griego, encontramos que el verbo «justificar» es la traducción de «diakaióo»; «fe» la de «pístis»; y «paz» la de «eiréne».
Claro está, las divisiones centrales o «puntos» del pasaje bíblico deben enunciarse en oraciones completas, no en palabras sueltas o frases carentes de verbos. Por lo tanto, es importante desarrollar puntos que, basados en estos conceptos, transmitan ideas completas. Por ejemplo:
Justificar significa ser declarado por Dios como una persona «justa», es decir, que está en una relación correcta tanto con el Señor como con la comunidad.
Fe significa desarrollar una relación de fidelidad a y de confianza en Dios.
Paz, en el sentido griego de la palabra «eiréne», marca el fin de un conflicto y el comienzo de una relación sana con el Señor.
2. Bosquejos basados en las frases principales del texto
Un análisis gramatical nos lleva a considerar los verbos principales, los secundarios y los implícitos, así como las cláusulas independientes y dependientes del texto. Esto nos permite identificar las frases clave del texto. Por ejemplo:
Justificados, pues, por la fe
Tenemos paz para con Dios
Por medio de nuestro Cristo Jesús
Aunque esto facilita la tarea de bosquejar el pasaje, es necesario recordar que los puntos o divisiones principales del sermón deben ser enunciados en oraciones completas, con sujeto, verbo y predicado. Por ejemplo:
Dios justifica a la humanidad por medio de la fe.
La gracia de Dios elimina los conflictos que separan a la humanidad de su Señor.
La obra de Cristo ha hecho posible la justificación de la humanidad.
3. Bosquejos basados en las ideas fundamentales del pasaje
La tercera alternativa presupone el análisis semántico—es decir, de las palabras y conceptos del texto—y el gramatical. Aunque diferentes personas tendrán diversas maneras de interpretar las ideas teológicas centrales del texto, a continuación presento un posible bosquejo basado en Romanos 5.1:
La justificación por la fe es el medio de la salvación.
La paz con Dios es uno de los beneficios principales de la salvación.
Cristo Jesús es el agente de la salvación.
Conclusión
Como podemos ver, estas técnicas pueden ser muy útiles a la hora de bosquejar un sermón textual. Esperamos, pues, que estas sugerencias sean de bendición para usted y para su ministerio homilético.
Si usted desea leer, escuchar o ver más bosquejos de sermones acceda a: Sermones
A manera de apéndice, comparto una nota homilética con un bosquejo de un sermón textual basado en Hebreos 11.1, esperando que las mismas también puedan motivarles a redactar bosquejos para sermones textuales:
LA FE
Un bosquejo homilético listo para predicar
Texto: Hebreos 11:1
Tema: La fe es fidelidad, confianza y compromiso con Dios.
Área: Formación espiritual
Propósito: Exhortar a la iglesia a ampliar su definición del concepto «fe».
Diseño: Textual-Expositivo
Introducción: La Iglesia usa la palabra «fe» en dos maneras distintas, pero complementarias. Por un lado, la «fe» es el acto de creer en Dios. Por otro lado, se refiere al contenido de nuestra religión.
Puntos a desarrollar:
La fe es «confianza». Tener fe significa confiar en Dios. La fe implica una relación de amor a y de confianza en Dios, quien nos ama. Esa confianza nos permite conocer el carácter y la naturaleza de Dios. Más importante aún, la fe nos permite amar a Dios y vivir en el mundo que ha creado para nosotros.
Hebreos 11:1 define la fe como esperanza y como convicción. Tener fe implica estar convencido o convencida de la existencia y la veracidad de las realidades espirituales. La fe es fidelidad, confianza y compromiso con Dios.
Tener fe en Dios implica serle fiel a Dios. Quien deposita su confianza en Dios, descubre que Dios es fiel a quienes le aman. Debemos, pues, responder con fidelidad a la fidelidad divina.
Conclusión: En resumen, la fe es confianza y fidelidad. Empero, la fe también es compromiso. Tener fe, implica estar comprometido con una causa. Quien tiene fe en algo, invierte su vida en eso. Por eso, quien tiene fe en el Señor, invierte su vida en el servicio a Dios, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
*Estas notas homiléticas se basan en el bosquejo que publiqué en LA BIBLIA PARA LA PREDICACION, editada por las Sociedades Bíblicas Unidas en el 2012, p. 894.
Un bosquejo para un sermón listo para predicar sobre Jeremías 31, adecuado para el Año Nuevo, por Pablo A. Jiménez.
Media
Rudimentos del sermón
Texto: Jeremías 31.7-14
Idea Central: Dios desea hacer un nuevo pacto con su pueblo.
Área: Cuidado pastoral
Propósito: Motivar a la congregación a pensar positivamente
sobre su relación con Dios.
Diseño: Expositivo, en ocasión del Día de Año Nuevo
Lógica: Inductivo
Bosquejo listo para predicar – Jeremías 31
Introducción
El comienzo de año nos da la
oportunidad de cerrar capítulos viejos y de abrir nuevos capítulos. Esto es muy
importantes en términos psicológicos y sociológicos. Particularmente después de
un año difícil, es importante poder decir que ese tiempo acabó y que comienzan
tiempos nuevos. El Día de Año Nuevo marca un nuevo comienzo para cada persona y
para toda la sociedad.
Puntos a desarrollar
A. La realidad del sufrimiento
Y si hablamos de tiempos difíciles es porque la vida es dura para toda persona, en todo tiempo y en todo lugar. Cada uno de nosotros tiene que luchar por la vida diariamente. Tenemos que procurar el bienestar propio, el de nuestros seres queridos y el de nuestra sociedad.
Empero, algunos tiempos son más difíciles que otros. En el caso del texto bíblico que hoy nos ocupa, el pueblo de Judá había sido conquistado por el Imperio de Babilonia. Los ejércitos extranjeros habían ocupado la Tierra Santa, manchándola de sangre. Y el liderazgo del pueblo fue deportado a campos de concentración en Babilonia. Esto dejó al pueblo dividido entre la masa de gente pobre que permanecía en Judá bajo el mandato militar extranjero y el liderazgo encarcelado lejos de su tierra.
La destrucción de Jerusalén, la ocupación militar de Judá y la deportación del liderazgo del pueblo dejó a los judíos a una profunda crisis. La crisis era política, económica, social, moral y religiosa. Tal parecía que el pueblo no tenía esperanza alguna.
B. La promesa divina
En medio de esa crisis, Dios le ordena a Jeremías que profetice, ofreciendo palabras de esperanza. El mensaje es claro: el cautiverio tendrá fin y el pueblo volverá a su tierra oportunamente (Jer. 31.7-14, RVC):
«El Señor dice: “Canten de gozo y alegría por el pueblo de Jacob, la principal entre todas las naciones. Hagan oír sus alabanzas y digan: ‘El Señor salvó a su pueblo, lo que quedaba de Israel.’ Voy a hacerlos volver del país del norte, y a reunirlos del último rincón del mundo. Con ellos vendrán los ciegos y los cojos, las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz; ¡volverá una enorme multitud! Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua, por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel, y Efraín es mi hijo mayor. “Naciones, escuchen la palabra del Señor y anuncien en las costas lejanas: ‘El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas.’ Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob, lo libró de una nación más poderosa. “Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión, se deleitarán con los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serán como una huerta bien regada, y no volverán a perder las fuerzas. Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría, y les daré una alegría mayor que su dolor. Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes. Yo, el Señor, lo afirmo.” »
La promesa divina, proclamada por el profeta, demuestra el interés y la disposición de Dios para relacionarse con su pueblo. En particular, nos enseña que Dios está dispuesto a entrar en una nueva relación de pacto con nosotros. Es más, Jeremías 31.31-34 (RVR1960) afirma que Dios desea hacer un nuevo pacto con cada creyente.
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
En el pasado, las palabras de Jeremías le dieron aliento y esperanza al pueblo de Dios. Quienes fueron deportados guardaron en sus corazones la promesa de libertad, enseñando a sus hijos y a sus hijas que el cautiverio no sería permanente. Por eso, cerca de 70 años después de llegar a Babilonia, el grupo de personas deportadas pudieron volver a la tierra de Judá.
Conclusión
Y hoy, las palabras de Jeremías también
deben darnos aliento y esperanza. La Biblia nos enseña que:
Aunque todos pasamos por momentos de crisis, el
sufrimiento no es permanente.
Dios promete liberarnos del sufrimiento, causado por
el pecado, la violencia y la maldad.
Y, más importante aún, Dios desea hacer un nuevo
pacto con su pueblo.
Sí, hermanos y hermanas, la buena
noticia es que Dios desea hacer un nuevo pacto con nosotros. La pregunta que
resta es si nosotros, ustedes y yo, estamos dispuestos a entrar en una nueva
relación de pacto con Dios.
Para entrar en esa relación, debemos examinar
nuestras vidas.
¿Qué tenemos que dejar de hacer?
¿Qué tenemos que comenzar a hacer?
¿Qué tenemos que volver a hacer?
Respondamos con amor a la oferta divina, renovando nuestro pacto con Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN.
Ciertamente «Admiración» es un nombre muy extraño para una meditación sobre la fe. Por lo regular, nos admiramos ante lo sorpresivo, lo extraordinariamente hermoso o lo que causa temor. Sentimos admiración ante lo desconocido o ante lo que representa una amenaza para nuestra seguridad. Entonces, ¿de qué modo se relaciona la fe con esta sensación de temor? ¿Qué relación hay entre la vida cristiana y la admiración? En esta hora presentaremos la importancia que tiene la admiración para el creyente y daremos cuatro ejemplos concretos dónde se manifiesta esa sensación en la vida cristiana.
En primer lugar, debemos afirmar que la admiración es el punto de partida para toda búsqueda; es el comienzo de toda jornada. En la vida, cada ser humano encuentra diversas cosas que le atraen, que le interesan y, entonces, procede a estudiarlas de más cerca. La vida cristiana no es diferente. El caminar de fe comienza cuando nos quedamos maravillados ante la realidad del Dios que nos llama y respondemos con fe a su Palabra santa. De este modo, es imposible interesarse por las cosas de Dios si no hay una sensación de amor y respeto que nos lleve a buscar la presencia de Dios.
En segundo lugar, y a diferencia de la admiración que nos lleva al estudio de otras materias, esa sensación de admiración no puede cesar después de un tiempo. Es imposible que un creyente fiel pierda esa capacidad de maravillarse. Esto es así, porque no estamos estudiando una materia que pueda ser comprendida a cabalidad, en todas sus partes. No amados míos. Nos hemos acercado al Dios infinito, sabio, poderoso, insondable y profundo. A aquél que es «Alfa y Omega» (Ap. 1:8), el principio y el fin del discurso (Ecl. 12:13). Nos hemos encontrado con un Dios poderoso cuyo conocimiento siempre nos sorprende, cuyo poder siempre nos maravilla, cuya fidelidad siempre causa admiración. De esta manera, podemos afirmar que es imposible que una persona pueda llegar al conocimiento de Dios sin maravillarse, o que pueda mantenerse en la fe sin experimentar una profunda admiración por el Dios que le ha dado la vida.
Quizás, en este punto, sería provechoso presentar algunos ejemplos donde esa sensación de admiración se manifiesta en nosotros. El primero de ellos, lo encontramos en la Biblia, la Palabra de Dios. La Biblia contiene varios relatos que causan admiración. Relatos como el Éxodo, la conquista de Canaan, las historias de David, el Exilio y restauración de Judá, la historia del Bautista, el nacimiento de Jesús, la cruz, la resurrección, los milagros y las conversiones de distintas personas al Evangelio de Jesucristo. Esas historias nos hacen maravillar; nos hacen sentir admiración.
Otro ejemplo lo tenemos en la maravilla de la conversión. ¿Quién no encuentra maravilloso el cambio que puede ocurrir en una vida? ¿Qué se puede pasar de muerte a vida; ir del pecado a la gracia de Dios? O, ¿dejar atrás una vida oscura por la luz del Evangelio de Jesucristo?
Jesucristo mismo es nuestro tercer ejemplo. Él es el evento definitivo de Dios. Él es la persona en quien Dios ha revelado su amor, sus cuidados y su preocupación por cada uno de nosotros.
Y, precisamente, nuestro cuarto ejemplo es el más sorprendente de todos, el más maravilloso, el más admirable. Lo que más admiración debe causarnos es nuestra propia experiencia. ¿Se imaginan ustedes a un Dios santo que recibe a criaturas pecadoras como hijas suyas? ¿Se imaginan que cada uno de nosotros ha experimentado la más grande de las maravillas? ¿Comprenden ustedes que cada uno de nosotros puede mirar al futuro y enfrentarlo sin temor porque podemos decir «Dios me ama; Dios me ama, a mi»? Permita Dios que cada uno pueda admirarse ante la profundidad de tal milagro.