¡Dios de la vida, bendito eres por todas las generaciones!
Te alabamos y te bendecimos con amor, sabiendo que eres la fuente de toda sabiduría.
Acudimos a ti con humildad, en este momento de crisis, para pedir una bendición sobre el pueblo de Puerto Rico.
Pedimos misericordia porque reconocemos nuestras faltas:
Dejamos que el sistema partidista nos dividiera, motivándonos a rechazar a los demás.
Permitimos que la ambición nos cegara, exigiendo que el gobierno nos ofreciera servicios y beneficios que no podíamos pagar.
Ignoramos las advertencias que por más de 25 años hicieron personas expertas en economía, que nos indicaron que la política financiera de los gobiernos de turno estaban erradas.
Elegimos y apoyamos gobernantes que tomaron préstamos excesivos, endeudando al país, para pagar gastos recurrentes y favores políticos.
Y nos acostumbramos a la corrupción que impera en el gobierno a todos los niveles, donde se beneficia al amigo y al correligionario.
Ahora explota la crisis, cuando estamos más divididos que nunca antes, y no hay salidas fáciles para los problemas del país.
Señor, en esta coyuntura:
Pedimos perdón por haber sido cómplices, ya sea con nuestros actos o con nuestro silencio, de quienes nos llevaron a la crisis.
Pedimos misericordia, rogando que protejas a todo nuestro pueblo, pero de manera particular a las personas más pobres y vulnerables del país.
Pedimos juicio contra la clase política y a élite financiera que nos han llevado a esta crisis.
Pedimos que ilumines a quienes reclaman sus derechos marchando en las calles, de manera que sus acciones redunden en soluciones positivas para los problemas del país.
Y pedimos sabiduría para nuestro gobierno, en particular para la Policía de Puerto Rico, de manera que pueda escuchar al pueblo y fomentar la paz.
¡Dios de la Vida, ten misericordia de nuestro pueblo! Lo pedimos en el nombre de Jesús, el Cristo. AMÉN
El asunto de la separación entre la Iglesia y el estado sigue siendo tema de debate en Puerto Rico.
Por un lado, algunas personas entienden que la separación legal entre estas entidades implica que las personas de fe y el liderazgo religioso no pueden practicar su fe en público ni emitir opinión alguna sobre temas políticos. Por otro lado, otras personas entienden que la separación entre la Iglesia y el estado minimiza el rol de la religión en la esfera pública, lo que les lleva a buscar aumentar la influencia de las comunidades religiosas en el gobierno.
Es evidente que ambos grupos no entienden lo que implica la separación legal que estipula la constitución de Puerto Rico, restricción que también incluye la constitución de los Estados Unidos de América. Como he explicado en escritos anteriores, el propósito de la cláusula que estipula la separación entre la Iglesia y el estado es evitar que el gobierno establezca una religión oficial del estado.
¿Qué implica todo esto? En términos prácticos, evita que el gobierno canalice fondos públicos para beneficiar a uno o más grupos religiosos, mientras le niega ayuda financiera y acceso a espacios públicos a los demás.
Con esta definición en mano, repasemos algunas de las controversias recientes en torno a la religión en Puerto Rico.
En primer lugar, encontramos la controversia sobre los círculos de oración en la Policía de Puerto Rico. Dado que la libertad de culto es un derecho constitucional, nadie puede impedir que un oficial de la Policía de Puerto Rico eleve una oración antes, durante o después de su turno de trabajo. Además, la Policía cuenta con un Cuerpo de Capellanes que hacen actividades ecuménicas en la cuales aquellas personas que así lo deseen bien pueden participar.
Ahora bien, algunas actividades pueden violar la separación entre la Iglesia y el estado. Por ejemplo, un oficial policíaco no debe detener a conductor alguno para obligarlo a participar de un “servi-carro” de oración. Del mismo modo, un oficial de mayor rango no debe obligar a sus subalternos a participar de actividades religiosas. Además, si un grupo de agentes deciden unirse voluntariamente para orar, deben hacerlo de manera discreta sin ofender la sensibilidad de quienes no comparten sus creencias religiosas.
El otro asunto candente es el auspicio gubernamental a las campañas de Cuarenta días de oración y ayuno. Una vez más, toda persona dedicada al servicio público tiene derecho a orar. También puede dejar de comer por unas horas o días, de manera total o parcial, para concentrarse en la oración y en la meditación.
Lo que es ilegal es que una entidad gubernamental use fondos públicos para respaldar estas actividades. Si una alcaldía o si la legislatura mostrara favoritismo hacia un grupo religioso en particular, estaría violando la constitución.
En el caso de la Cámara de Representantes, la pregunta que se impone es si la Legislatura está usando fondos del erario público para sufragar los gastos de las actividades relacionadas a la campaña de Cuarenta días de oración. El desembolso de dineros públicos para estos propósitos es inconstitucional. Si un grupo de legisladores decide unirse para orar, tienen que sufragar la actividad con recursos de entidades no-gubernamentales o con dinero de su propio bolsillo
Muchas personas de fe se alegran cuando ven que el gobierno anuncia iniciativas que tienen ribetes religiosos, particularmente si son actividades congruentes con su tradición religiosa. Empero, el liderazgo religioso debe insistir en que dichas actividades se hagan fuera del horario de trabajo regular y que se costeen con fondos privados. ¿Por qué? Porque a ninguna comunidad religiosa le conviene que el gobierno use fondos públicos para apoyar el trabajo de otra comunidad religiosa sobre las demás. Si nos quedamos callados ante una violación a la ley porque pensamos que hoy el gobierno nos favorece, estamos abriendo el camino para que en el futuro cercano el gobierno discrimine en contra nuestra.
Finalmente, les recuerdo que la separación entre la Iglesia y el estado no impide que las personas de fe opinen sobre temas políticos o sociales. Por el contrario, podemos opinar con libertad precisamente porque no recibimos fondos públicos y porque pagamos impuestos como cualquier otro ciudadano.
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Pablo A. Jiménez es un ministro protestante, profesor de teología pastoral y autor de varios libros religiosos. Para más información, visite: http://www.drpablojimenez.com
Una de las medidas contenidas en la nueva ley de Reforma Laboral es la virtual abolición de la Ley de cierre en Puerto Rico. Esta es la ley que regula el horario de los comercios en Puerto Rico, particularmente de los establecimientos que emplean 25 personas o más.
Hasta tiempos recientes, la ley de cierre obligaba a los comercios a seguir un horario muy estricto, cerrando en las noches y en los domingos. Los únicos comercios exentos de la regulación eran los negocios familiares, con menos de 25 empleados.
A partir de la década de los 90, la ley fue liberalizada poco a poco. Eventualmente permitió que los Centros Comerciales abrieran los domingos, aunque aún limitaba el trabajo en la mañana. Al principio quienes trabajaban los domingos recibían mayor compensación, a razón de tiempo y medio por cada hora. Esa medida fue derogada hace algunos años, de manera que el salario hoy es el mismo trabaje usted lunes o domingo.
En el pasado, la Iglesia protestó vehementemente en contra de la liberalización de la Ley de cierre. El tema era candente y las vistas públicas sobre las enmiendas a la ley eran muy concurridas. La comunidad religiosa no solo defendía el domingo como día de adoración, sino que también lo defendía como día de descanso necesario para afirmar el valor de la familia y la justicia social hacia la clase obrera.
Sin embargo, en esta ocasión la muerte de la Ley de cierre pasó sin pena ni gloria. ¿Por qué? Primero, porque es hasta cierto punto sorpresivo que una ley sobre Reforma Laboral afecte la Ley de cierre. Por lo tanto, las Iglesias no esperaban que se tocara el tema en ese proyecto de ley. Segundo, porque otros puntos de la Reforma fueron mucho más controversiales que los cambios a la Ley de cierre. Y, tercero, porque la Reforma Laboral fue aprobada a la carrera, en sesiones que se extendieron hasta tarde en la noche.
Ahora bien, propongo que hay otra razón por la cual no hubo protestas en esta ocasión. Si la Iglesia no protestó es porque la Ley de cierre existente hasta hace unos días—para todos los efectos prácticos—carecía de impacto y efectividad. Por ejemplo, aunque la antigua ley obligaba a los comercios a abrir los domingos a las 11 am, en términos prácticos limitaba las actividades de los empleados en la mañana, incluyendo sus actividades religiosas.
Por otro lado, las Iglesias hoy reconocen que el mundo ha cambiado. Antes la mayor parte de la gente pensaba que el mundo occidental, en general, y Puerto Rico, en particular, estaban orientados por una cultura “cristiana” o “judeo-cristiana”. Hoy comprendemos que nuestras culturas son “post-cristianas”, lo que implica que nuestros respectivos países ya no son “cristianos”.
La Iglesia hoy vive una nueva realidad misionera. Nuestros países, si bien una vez fueron “cristianos”, necesitan ser evangelizados de nuevo. La iglesia debe comprender que el gobierno ya no ha de favorecerla, como lo hizo alguna vez en el pasado. Hoy la Iglesia tiene que “competir” por la atención de la gente en un mundo donde hay una enorme variedad de alternativas.
Para decirlo con mayor claridad: mientras cuarenta años atrás solo las iglesias estaban abiertas los domingos, hoy todos los comercios pueden abrir. Y no solo los comercios, pues algunas universidades están ofreciendo cursos intensivos los sábados y los domingos en Puerto Rico.
Esto implica que las Iglesias necesitan ser más pertinentes que nunca, ofreciendo programas atractivos que muevan a la gente a visitarlas regularmente. También implica que las Iglesias deben revisar sus programas, ofreciendo oportunidades de adoración fuera del horario tradicional del domingo en la mañana.
Finalmente, esto también implica que la Iglesia debe reconocer su nuevo rol minoritario en la sociedad. Ya no predicaremos desde una posición de poder, respaldados por los partidos políticos de turno. Ahora tendremos que ministrar tal como lo hicieron los profetas del antiguo Israel y tal como lo hizo Jesús de Nazaret: Desde una posición contra-cultural, anunciando las virtudes de Dios y denunciando los vicios de una sociedad seducida por la idolatría.
Visto desde esta perspectiva, la Iglesia puertorriqueña debe levantar su voz profética para cuestionar los efectos de la eliminación de la Ley de cierre tanto en la sociedad como en la familia. En lugar de enfocar en la asistencia al culto dominical, debe cuestionar el consumismo desmedido de nuestra sociedad. Y debe defender a la clase obrera, que cada vez pierde más derechos.
Si la Iglesia no amplía su perspectiva, corre el peligro que quedar irrelevante, como una institución pasada de moda que solo está preocupada por su propia supervivencia.