Encuentro de Adoración y Predicación del Movimiento La Red para la semana del 29 de mayo de 2022. La meditación gira en torno al mensaje del libro de Job.
El ensayo titulado “¿Son seres humanos?” critica la deshumanización que sustenta la discriminación y la violencia.
Jesús de Nazaret se distinguió tanto por sus enseñanzas como por su práctica de la fe.
Sí, Jesús era un gran maestro.
Sí, Jesús hablaba con autoridad sobre temas espirituales,
Sí, Jesús hacía milagros que maravillaban aún a sus enemigos.
Empero, también se distinguió por la manera tan sencilla y directa como se relacionaba con todo tipo de personas, aún con aquellas que la sociedad no consideraba como plenamente humanas.
Ya sé, probablemente le confundí al decir «plenamente humanas». ¿Qué quiero decir con esta enigmática frase?
En el mundo antiguo, donde se practicaba la esclavitud, la servidumbre y el vasallaje, los filósofos debatían si las personas que pertenecían a las capas más bajas de la sociedad eran humanas. Por ejemplo, se debatía si los esclavos tenían alma. Del mismo modo, se debatía la plena humanidad de quienes padecían enfermedades crónicas, ya que se veían como personas asediadas por las fuerzas de la muerte. Por ejemplo, en las sociedades judías del tiempo de Jesús se debatía si un leproso todavía era un hombre, al punto que algunos rabinos afirmaban que era un «muerto que todavía caminaba».
Cuando estudiamos los Evangelios de Jesús tenemos que «leer entrelíneas» para ver las consecuencias prácticas de este debate. Sin embargo, los estragos sociales causados por esta discusión filosófica son claros:
Se cuestionaba la plena humanidad de la mujer.
Se cuestionaba la plena humanidad de las personas extranjeras.
Se cuestionaba la plena humanidad de las personas sometidas a la esclavitud y a la servidumbre.
Se cuestionaba la plena humanidad de las personas enfermas, particularmente de quienes padecían enfermedades crónicas o incurables.
Y se cuestionaba la plena humanidad de aquellas personas consideradas como «pecadoras» por el judaísmo rabínico.
Jesús de Nazaret, como un buen hombre judío, conocía todas estas trabas sociales. Sabía que, dependiendo de factores tales como el género, la condición de salud, el empleo, el trasfondo religioso y hasta la etnicidad, una persona judía podía ser catalogada como alguien con «mancha leve» o «mancha grave». Jesús sabía que había personas «intocables» en la sociedad, tales como los leprosos, las prostitutas y los recaudadores de impuestos para el opresivo Imperio Romano.
Aún sabiendo todo esto, Jesús toma la opción de transgredir las barreras sociales, relacionándose con todas aquellas personas que la sociedad de su época consideraba como inferiores, sub-humanas o «subalternas».
Jesús se relacionaba con mujeres (véase Lucas 10.38-42), hablando con ellas en público (véase Juan 4.1-42) y hasta aceptándolas como discípulas (véase Lucas 8.1-3).
Jesús se relacionaba con personas extranjeras (véase Lucas 17 .11-19; Mateo 2.1-12 & 19-20), aún con mujeres de otros países (véase Mateo 15.21-28) y hasta con militares romanos (véase Lucas 7.1-10).
Jesús se relacionaba con los esclavos y con los siervos que formaban la masa del pueblo. De hecho, los vocablos «siervo», «pobre» y «esclavo», en conjunto, aparecen más de 100 veces en los Evangelios.
Jesús se relacionaba con personas enfermas (véase Marcos 1.32-34), aún con quienes padecían condiciones terribles que no tenían tratamiento ni cura (véase Marcos 1.40-45 y sus textos paralelos, Lucas 7.11-17, Juan 5.1-15, 9.1-12 & 11.38-44).
Jesús se relacionaba con personas consideradas como «pecadoras» (véase Mateo 9.9-13), al punto que era llamado «amigo de pecadores» (véase Mateo 11.19).
Jesús se relacionaba con personas de todas las capas sociales, sin tomar en consideración las «manchas» que la sociedad usara para catalogarlas. Jesús se relacionaba con hombres y mujeres; con personas enfermas y sanas; con ricos y pobres; con personas empleadas y desempleadas; con esclavos y libres; con personas judías y extranjeras; con amigos y hasta con enemigos.
En resumen: Jesús se relacionaba hasta con las personas que la sociedad consideraba «intocables». Para decirlo de manera positiva: Jesús afirmó la plena humanidad de toda persona, aún de aquellas rechazadas por la sociedad.
¿Por qué la actitud de Jesús ante los demás es tan importante? Porque todo movimiento que fomenta el odio, la discriminación y el rechazo niega la plena humanidad del «otro» para justificar sus acciones. Por ejemplo:
Los europeos que conquistaron América negaron la humanidad de las comunidades indígenas.
Los promotores del movimiento esclavista negaron la humanidad de las comunidades africanas.
Y el movimiento Nazi negó la humanidad de las comunidades judías, entre muchas otras.
Esta corta lista recalca una gran verdad: Los movimientos políticos y sociales que fomentan el odio cuestionan la humanidad de los demás para justificar tanto sus discursos como sus actos de violencia.
El racismo que nos divide hoy también está predicado sobre la negación de la humanidad del «otro». El odio que consume a las personas racistas les lleva a justificar el maltrato de niños y niñas; de hombres y mujeres; y de ancianos y ancianas.
Esto me lleva a plantear respetuosamente una serie de preguntas:
El feto que se desarrolla saludablemente en el vientre de una madre, ¿es un ser humano?
La niña que cruzó la frontera entre Estados Unidos y México de la mano de su madre, ¿es humana?
Y las personas adultas que entran ilegalmente a otro país, ¿son humanas?
El chico que está preso por haber cometido un crimen, ¿es un ser humano?
La mujer reducida a practicar la prostitución por un proxeneta, ¿es humana?
El criminal convicto que espera la pena de muerte, ¿es un ser humano?
El anciano que espera la muerte en un hospicio, ¿es un ser humano?
¿Ven que este debate no es tan fácil? Estoy seguro que algunas de mis preguntas han levantado objeciones en su mente: «Sí, son humanos, pero…» Aún las personas más liberales justifican la muerte de alguien y aún las más conservadores justifican el maltrato de alguna otra persona.
El debate es difícil, pero necesario. Tenemos que hablar de estos temas, porque tanto ustedes como yo formamos parte de sociedades que justifican el maltrato y aún la muerte de los demás, cuestionando su plena humanidad. Hablemos de estos temas con mesura, antes de que alguien decida que usted o yo no debemos vivir porque no somos seres humanos. Y, sobre todas las cosas, sigamos el ejemplo de Jesús de Nazaret, quien siempre afirmó la plena humanidad de los demás.
¡Dios de la vida, bendito eres por todas las generaciones!
Te alabamos y te bendecimos con amor, sabiendo que eres la fuente de toda sabiduría.
Acudimos a ti con humildad, en este momento de crisis, para pedir una bendición sobre el pueblo de Puerto Rico.
Pedimos misericordia porque reconocemos nuestras faltas:
Dejamos que el sistema partidista nos dividiera, motivándonos a rechazar a los demás.
Permitimos que la ambición nos cegara, exigiendo que el gobierno nos ofreciera servicios y beneficios que no podíamos pagar.
Ignoramos las advertencias que por más de 25 años hicieron personas expertas en economía, que nos indicaron que la política financiera de los gobiernos de turno estaban erradas.
Elegimos y apoyamos gobernantes que tomaron préstamos excesivos, endeudando al país, para pagar gastos recurrentes y favores políticos.
Y nos acostumbramos a la corrupción que impera en el gobierno a todos los niveles, donde se beneficia al amigo y al correligionario.
Ahora explota la crisis, cuando estamos más divididos que nunca antes, y no hay salidas fáciles para los problemas del país.
Señor, en esta coyuntura:
Pedimos perdón por haber sido cómplices, ya sea con nuestros actos o con nuestro silencio, de quienes nos llevaron a la crisis.
Pedimos misericordia, rogando que protejas a todo nuestro pueblo, pero de manera particular a las personas más pobres y vulnerables del país.
Pedimos juicio contra la clase política y a élite financiera que nos han llevado a esta crisis.
Pedimos que ilumines a quienes reclaman sus derechos marchando en las calles, de manera que sus acciones redunden en soluciones positivas para los problemas del país.
Y pedimos sabiduría para nuestro gobierno, en particular para la Policía de Puerto Rico, de manera que pueda escuchar al pueblo y fomentar la paz.
¡Dios de la Vida, ten misericordia de nuestro pueblo! Lo pedimos en el nombre de Jesús, el Cristo. AMÉN