Sé que estás enferma y que el tratamiento es terrible. Es deshumanizante y doloroso. Te sientes como si fueras invisible, dado que los enfermeros siguen conversando de cosas triviales mientras te conectan a la quimioterapia.
Sé que estás enferma y que la casa te es opresiva. Te sientes desaparecer lentamente en tu sofá, sabiendo que no puedes ir trabajar, porque no puedes salir a la calle. Tu sistema inmunológico está comprometido, por lo que no debes estar rodeada de personas que puedan contagiarte con alguna enfermedad que, aunque sencilla, en tu caso podría ser fatal.
Y sé que te sientes como si fueras un estorbo. Piensas que molestas a todo el mundo. Preferirías ir sola a las terapias, pero no es una buena idea. Te sientes tan débil que no puedes manejar. Y te sientes tan triste que no deseas estar sola.
Pero tú eres mucho más que una mujer enferma. Tu enfermedad no te define.
Eres mujer, esposa, madre y abuela. Eres hija, hermana, tía y sobrina. Eres obrera, profesional, maestra y mentora. Eres todo eso y más.
No permitas que tu enfermedad te defina. Tú eres mucho más que tu enfermedad, porque eres HIJA DE DIOS.
Que Dios te fortalezca y te dé una resonante victoria sobre esta y toda otra enfermedad. En el nombre de Jesús. AMÉN
Mujer virtuosa es un manuscrito o bosquejo de un sermón listo para predicar, apropiado para el día de las madres, por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Texto: Proverbios 31:10
Tema: La mujer que tiene fe en Dios llega a ser verdaderamente virtuosa.
Área: Desarrollo espiritual
Propósito: Invitar a la audiencia a pensar en las características de la mujer virtuosa.
Diseño: Sermón de ocasión especial
Lógica: Inductiva
Introducción
«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas», así comienza una de las porciones más hermosas de las Sagradas Escrituras. Se encuentra al final del libro de los proverbios, en el capítulo 31, a partir del versículo 10 y hasta el 31. Es un poema en forma de acróstico, donde cada una de las líneas comienza con una palabra que sigue el orden del alfabeto hebreo
La pregunta retórica apunta a una gran verdad, la virtud no abunda en nuestros medios. La gente tiende a vivir «a tontas y a locas», sin ponderar las consecuencias de sus actos. La persona simple termina viviendo para comer y comiendo para vivir. Se levanta y se acuesta pensando sólo en las necesidades físicas de hoy, sin sopesar las consecuencias de su conducta para el mañana.
Por eso es importante buscar y valorar la virtud.
Por eso el poeta bíblico afirma el valor de la mujer.
Por eso firma que una mujer virtuosa vale más que las piedras preciosas.
Las características de la mujer virtuosa
El poema comienza afirmando a la mujer con una palabra que puede ser traducida de varias maneras: virtuosa, capaz y noble (v. 10).
Después de afirmar el valor de la mujer, la palabra divina procede a describir las características de una mujer virtuosa. La mujer descrita en esta porción se distingue por su piedad y por sus buenos sentimientos. Además, es una mujer casada, de cierta posición social y con habilidades para el comercio.
El texto comienza destacando la hermosa relación que la mujer virtuosa tiene con su esposo. Es una relación de confianza y mutualidad, pues el esposo sabe que su esposa siempre hace el bien. El texto dice:
(11) El corazón de su marido confía en ella
y no carecerá de ganancias.
(12) De ella recibe el bien y no el mal
todos los días de su vida.
¡Cuán hermoso es tener una relación basada en la mutua confianza! ¡Cuán hermoso es saber que nuestra pareja sólo nos hará el bien!
El texto pasa a describir la industria de esta mujer.
(13) Ella busca la lana y el lino,
y trabaja gustosamente con sus manos.
(14) Es como la nave del mercader,
que trae su pan desde lejos.
(15) Siendo aún de noche, se levanta
para dar la comida a su familia
y la ración a sus criadas.
(16) Considera la heredad y la compra,
y con sus propias manos planta una viña.
(17) Se ciñe firmemente la cintura
y esfuerza sus brazos.
(18) Ve que van bien sus negocios;
su lámpara no se apaga de noche.
(19) Aplica sus manos a la rueca
y sus dedos manejan el huso.
Y,
(21) No teme por su familia cuando nieva,
porque toda su familia va vestida de ropas abrigadas.
(22) Ella se teje los tapices,
y de lino fino y de púrpura es su vestido.
Además,
(24) Teje telas y las vende,
y provee de cintas al mercader.
Aquí debemos reconocer que esta mujer se aparta de la norma del mundo antiguo. La inmensa mayoría de las mujeres del pasado no tenían oportunidades de estudio o de trabajo. La industria y el comercio se veían como campos donde sólo los hombres podían transitar.
Sin embargo, esta mujer tiene varios negocios: hace ropa, teje tapices y hasta compra y vende propiedades. Repito, esto no era común en el mundo antiguo.
Lo interesante es que su interés comercial no empañó su corazón. Por el contrario, de acuerdo al v. 20, la mujer virtuosa «alarga su mano al pobre; extiende sus manos al menesteroso».
Los valores de la mujer virtuosa
En la próxima sección podemos ver que esta mujer goza de una posición social muy alta. El v. 23 dice: «Su marido es conocido en las puertas de la ciudad,cuando se sienta con los ancianos del país». Esta es una referencia a una práctica muy antigua, donde los hombres más prominentes de la ciudad–los líderes de los clanes familiares–se sentaban a la puerta de la ciudad para discutir el futuro de la ciudad y para juzgar los casos legales que el pueblo les presentaba.
Esto es lo que vemos en el capítulo 4 del libro de Ruth, cuando Booz acude a la puerta de la ciudad donde un improvisado tribunal decide quién tiene derecho a casarse con la viuda moabita (4:1-12).
Por lo tanto, la mujer virtuosa de Proverbios 31 es la esposa de un hombre importante; equivalente a alcalde o un legislador. Esto presenta un gran peligro para quienes leemos, estudiamos y exponemos este pasaje bíblico. Corremos el peligro de pensar de pensar que sólo las mujeres casadas, adineradas y prominentes son verdaderamente virtuosas.
Y esto sería un grave error. El valor de esta mujer no depende de su dinero, de su posición social o del trabajo de su esposo. Lo que distingue a esta mujer es su fe en Dios y los valores que se derivan de su fe. Por eso, los vv. 25 al 27 destacan su fuerza, su honor, su confianza, su sabiduría, su clemencia y su dedicación.
(25) Fuerza y honor son su vestidura,
y se ríe de lo por venir.
(26) Abre su boca con sabiduría
y la ley de la clemencia está en su lengua.
(27) Considera la marcha de su casa
y no come el pan de balde.
Conclusión
El texto termina enfocando precisamente en la fe y en los valores que distinguen a este mujer. Su valor es tal que su propia familia la alaba diciendo:
(28) Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada,
y su marido también la alaba:
(29) «¡Muchas mujeres han hecho el bien,
pero tú las sobrepasas a todas!».
Y el texto concluye con una advertencia que hoy, en nuestra cultura de la celebridad, cobra una importancia crucial:
(30) Engañosa es la gracia y vana la hermosura,
pero la mujer que teme a Jehová, esa será alabada.
(31) ¡Ofrecedle del fruto de sus manos,
y que en las puertas de la ciudad la alaben sus hechos!
En resumen, lo que hace a una mujer verdaderamente virtuosa es su fe en Dios. Y este mensaje es una «buena noticia» para todas las mujeres en nuestro entorno:
Las casadas y las solteras;
Las viudas y las divorciadas;
Las madres y las que nunca han tenido hijos o hijas;
Las que gozan de posición social y las de condición humilde;
Las que tienen títulos universitarios y las que no tuvieron oportunidades de estudio;
Las que tienen negocios y las que son amas de casa;
Las jóvenes y las ancianas.
El mensaje para todas ustedes es el mismo: «La mujer que honra al señor es digna de alabanza» (Prov. 31:30 DHH).
Un ensayo en honor a la madre trabajadora, en ocasión del día de las madres, escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Te levantas temprano en la mañana, habiendo dormido pocas horas, para atender a los tuyos y prepararte para salir a laborar.
Cocinas desayuno, almuerzo y a veces hasta la cena antes de las seis de la mañana. Preparas a tus chicos y a tus chicas para ir a la escuela. En ocasiones, hasta tienes que llevarlos tú misma.
Aún así, tu día apenas comienza. Tienes que llegar al trabajo, a veces en tu vehículo privado y otras en transporte público. Trabajas horas y horas, quizás haciendo labores que no te agradan, para mantener a tu familia. Enfrentas sexismo y hostigamiento de parte de hombres que te ven como presa fácil. Y, a veces, pasas el día sin comer.
Quizás tienes un esposo amoroso y trabajador, lo que aliviaría tu carga, pero no siempre es así. A veces tienes una pareja errática, que no abona a tu estabilidad emocional ni financiera. Puede que tu esposo sea un hombre cuya condición de salud no le permita trabajar. Sea por machista, por estar confinado, por estar ausente, por trabajar tiempo extra o, sencillamente, por pereza, tu pareja no coopera. Ve las tareas de la casa como responsabilidad exclusiva de la mujer.
Y no puedo olvidar que quizás nunca te casaste legalmente o, si lo estuviste, ahora estás divorciada. Eso hace tu carga aún mayor, principalmente cuando tu ex-pareja no cumple con sus responsabilidades financieras.
Sales del trabajo, pero tienes compras que hacer. Llegas a tu casa tarde en la tarde, a terminar de cocinar, a supervisar asignaciones y a hacer otras tareas del hogar. Y las tareas son interminables, tantas que no voy a enumerarlas aquí.
No puedo olvidar que también trabajas como voluntaria en tu comunidad, ya sea en la escuela local, en alguna institución social o en la Iglesia. No sé como haces tantas cosas a la vez, pero las haces. Las haces aunque te agotan y te obligan a acostarte muy tarde.
¿Cuánto duermes? Pocas horas. Mañana te levantarás temprano–aunque agotada–para volver a comenzar.
A ti, madre trabajadora, te deseo felicidad, justicia y paz en el Día de las Madres. Que Dios te bendiga hoy y siempre.
Vea otros vídeos, ensayos y sermones para el Día de las Madres.
Una meditación adecuada para el Día de las Madres, escrita por el Dr. Pablo A. Jiménez.
El chico apenas comienza la adolescencia. Su papá nunca ha estado en el panorama. Por lo tanto, toda la vida ha transcurrido al lado de su mamá: Dos “mosqueteros” peleando contra el mundo.
Empero, todo ha cambiado recientemente. Mamá está enferma, gravemente enferma, y el mundo jamás volverá a ser igual.
Mientras otros chicos pasan sus 11, 12 o 13 años procurando conseguir alguno de los nuevos juegos electrónicos, el chico conoce todos los hospitales del área. Ha visitado infinidad de oficinas médicas junto a mamá y hasta conoce cuales son las farmacias donde los medicamentos son más baratos y donde le dan el mejor trato a los pacientes.
Mientras otros chicos están pendientes a las novedades de Netflix, el chico tiene que ayudar a su mamá a vestirse, a subir al auto y hasta a caminar.
El chico es muy inteligente y puede leer el futuro cercano.
Mamá está enferma y sigue deteriorando.
Mamá está enferma y no mejora.
Mamá está enferma y bien puede morir antes de que él llegue a ser un hombre.
La soledad de este chico es larga y su tristeza añeja. Lo peor es que su soledad es real.
Su amistades le tienen pena, pero no comprenden su dolor.
Su familiares le da alguna ayuda para calmar sus conciencias, pero nadie se compromete a cuidar a mamá.
Y sus maestros y maestras le dan tiempo adicional para terminar las tareas, pero nadie le da un poco de esperanza en la situación.
Este Día de las Madres, oremos por aquellas madres que están enfermas y por quienes las cuidan con amor. ¡Señor, ten piedad!
Una meditación celebrando a todas las madres, reconociendo que no todas las madres se ajustan al modelo de la familia tradicional.
Con amor, damos gracias a Dios por todas las madres que se sacrifican día a día por el bienestar de sus respectivas familias. Aunque tienen en común la dedicación a los suyos, reconocemos su enorme diversidad:
Algunas tienen solo un niño o una niña, otras tienen familias mucho más grandes.
Algunas son amas de casa a tiempo completo, otras trabajan desde sus casas.
Algunas trabajan fuera del hogar a tiempo parcial, otras a tiempo completo.
Algunas dependen económicamente de sus esposos, otras sostienen tanto a sus parejas como a sus hijos e hijas.
Algunas están casadas, otras nunca lo han estado o ya no lo están.
Algunas tienen una posición económica holgada, otras apenas pueden cubrir sus necesidades básicas.
Algunas son mujeres de fe profunda, otras apenas han explorado su espiritualidad.
En este Día de las Madres las celebramos a todas, en toda su diversidad. No importa su situación, damos gracias a Dios por ellas. Reconocemos sus enormes sacrificios por los suyos y su disposición a posponer sus propias metas para avanzar la de sus hijos e hijas. Y nos solidarizamos con aquellas que se ven forzadas por las situaciones a convertirse en jefas de familia, muchas veces en contra de su voluntad.
¡Mamá, recibe este sencillo homenaje. En este día tan especial, le pedimos a Dios te bendiga hoy y siempre!
Una reflexión para el Día de las Madres, por Pablo A. Jiménez
La frase que sirve de título a esta reflexión es una que he escuchado centenares de veces. Personas que vienen a hablar conmigo, buscando algún alivio a la angustia emocional y espiritual que sufren, me cuentan sus respectivas historias personales. Por lo regular, esas historias tienen aspectos dolorosos; momentos tristes que ocasionaron la tristeza que tanto les pesa hoy.
Es interesante lo que ocurre cuando llegan al tema de mamá. Con dolor, me explican cómo mamá, en el peor de los casos, les abandonó o les maltrató. O me cuentan, en el mejor de los casos, de cómo mamá permitió que otra persona les abusara, ya fuera porque no se daban cuanta de la situación o porque ellas mismas también eran víctimas.
“Mami hizo lo mejor que pudo”, me dicen con dolor, tratando de excusar a esa mujer que tanto han amado. Es como si se sintieran obligados a defender a sus madres, porque no quieren que yo piense mal de ellas.
Y el hecho es que todas las personas que hemos tenido la dicha y aceptado la responsabilidad de tener hijos e hijas hacemos “lo mejor que podemos”, dentro de nuestras respectivas circunstancias. Y el hecho también es que en muchas ocasiones “lo mejor que podemos” se queda corto; sencillamente, no es suficiente para satisfacer las necesidades de nuestros seres queridos.
Los hijos a veces no comprendemos que nuestros padres y nuestras madres no lo saben todo. Esperamos que nos críen proveyendo todo lo que necesitamos, como lo necesitamos y cuando lo necesitamos. Cuando crecemos, comprendemos que no hicieron todo lo que debieron y eso causa resentimientos.
Cuando llegamos a ser padres o madres, nos damos cuenta de cuán difícil es esta tarea. Nos damos cuenta que tendemos a cometer los mismos errores que cometieron con nosotros. Y, a medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta que no tratamos a los hijos y las hijas tenidos en la juventud de la misma manera como tratamos a los que hemos tenido en la edad madura. Los primeros pagan el precio de nuestras novatadas; los postreros se benefician de nuestra experiencia.
Una de las cosas más duras que puedo decirle a una persona es: “Sí, tu mamá hizo lo mejor que pudo, pero eso no fue suficiente”. La respuesta, por lo regular, es el llanto. Esa persona sabe que digo la verdad. Sabe que mamá tenía buenas intenciones, pero que su buena fe no pudo protegerle de los errores que cometió.
Por eso, es tan importante perdonar como pedir perdón. Sí, mamá hizo lo mejor que pudo, y se quedó corta. Papá también hizo lo mejor que pudo, y también se quedó corto. ¿Y yo? Yo también he hecho “lo mejor que he podido”, sabiendo que en algunos aspectos estoy fallando también.
En este Día de las Madres perdonemos los errores que otros cometieron con nosotros, y pidámosle perdón a quienes hemos defraudado. Al final, lo importante no es la perfección en la conducta y el carácter. Al final, lo más importante es el amor (1 Corintios 13.13).
Tema: El amor de Dios por la humanidad es comparable al amor de una madre por su cría.
Área: Sermón en ocasión del día de las madres
Propósito: Que la audiencia reflexiones sobre el aspecto maternal y femenino del amor de Dios.
Diseño: Narrativo
Lógica: Inductiva
Para establecer el tono
Hay experiencias que hermanan a la humanidad. Una de ellas es la maternidad. Todo ser humano conoce el amor maternal. Tanto hombres como mujeres hemos visto de cerca el inmenso amor y los cuidados que le proporciona una madre a su hijo.
La Biblia presenta varios ejemplos del amor maternal. Uno de los más emotivos es el caso de Agar.
Marco escénico
La historia de Agar forma parte del ciclo de historias relacionadas a Abram, el patriarca hebreo.
Abram había recibido la promesa de parte de Dios de que sería padre de un niño. Este sería su heredero (15.4). Sin embargo, al retardarse el cumplimiento de la promesa, su esposa Sara le sugiere que tome a su esclava como “madre sustituta.” Agar, la esclava, no tenía opciones. Su condición de esclava la obligaba a someterse a los deseos de su ama. Por eso Sara la trata como si fuera un objeto.
Trama
Agar concibió. Su embarazo cambió su situación en la casa de Abram. Agar ya no era un objeto; ahora era la madre del heredero. Esto provoca una situación de tensión y rivalidad entre Sara y Agar (16.4). Agar huye al desierto, quizás tratando de volver a su tierra (16.7). Y es precisamente en el desierto donde Dios viene al encuentro de Agar.
Pero esta no fue la única vez que Dios tuvo que venir en auxilio de la mujer egipcia. Unos 14 años después del nacimiento de Ismael, Abram vio cumplida la promesa del Señor. Abram hizo un pacto con Dios, pacto que cambió su nombre en el proceso a Abraham. Como señal del pacto, Abraham tuvo un hijo con Sara, llamado Isaac.
Esto sólo agravó la rivalidad entre Agar y Sara. Finalmente, Sara le ordenó a Abraham que echara a Agar a la calle. Abraham le dio un poco de comida para el camino—pan y agua—y Agar se encaminó al desierto.
Vencida por el hambre y la sed, Agar se echó a morir (21.15-16). Una vez más, Dios vino a su encuentro proveyendo agua en forma milagrosa, dándole así un nuevo futuro (21.17-19)
Punto culminante
¿Por qué Dios vino en auxilio de Agar? Hay varias respuestas posibles:
Podemos decir que Dios ama a todo el mundo.
O podemos explicarlo a base de la misericordia de Dios.
Quizás sea parte de su plan para la vida de Agar.
Ahora bien, creo que la respuesta es más profunda que eso. Dios intervino a favor de Agar porque Dios conoce de primera mano el amor que siente una madre por su hijo. Dios conoce el amor maternal porque ama a la humanidad como una madre a sus hijos.
Debemos recordar que Dios no es un hombre, sino un espíritu. Por lo tanto, queda claro que Dios no es un “varón”. De hecho, la Biblia emplea varias imágenes femeninas para describir el carácter y la acción de Dios.
Por ejemplo, hay varios pasajes bíblicos que describen a Dios como un ave que guarda a sus pollitos bajo sus alas. Deuteronomio 32.11-12 se compara a Dios con un águila y Mateo 23.37 con una gallina de pollos.
El libro de los Salmos se refiere constantemente a la protección que reciben los justos bajo “las alas de Dios” (Sal 17.8; 36.7; 57.1; 61.4; 63.7; 91.4).
Quizás el texto que relaciona más directamente el amor de Dios al amor maternal es Isaías 66.13, donde la profecía afirma que Dios consolará al pueblo exilado como una madre consuela a sus hijos e hijas.
Desenlace
En este sentido, hoy estamos celebrando el día del amor de Dios, encarnado y revelado en al amor de una madre. Del mismo modo que una madre ama, cuida y protege a sus hijos e hijas, Dios te ama, te cuida y te protegerá por siempre. Amén.