Entrevista a cuatro personas que pastorean Iglesias en Puerto Rico:
Ramón O. Martínez Orabona – Bautista
Angelique Acevedo Reyes – Bautista
Daniel Andrés Rivera Rosado – Discípulos de Cristo
Héctor S. Reyes Martínez – Discípulos de Cristo
¿Cómo enfrentan la crisis multi sectorial que afecta a Puerto Rico? ¿Cómo planean celebrar la Semana Santa 2020, ante la cuarentena impuesta por el Covid 19?
Un sermón sobre Hechos 1.4-5, enfocando en el impacto del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia:
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
Medios
Texto
Una meditación sobre el primer capítulo del libro de Los Hechos de los Apóstoles, enfocando en la promesa del bautismo en el Espíritu Santo.
Por medio del Espíritu Santo, Dios le da a la Iglesia:
Como orar por los gobernantes, aún en momentos de crisis, es un ensayo escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Medios
Texto
Cómo orar por los gobernantes
La iglesia de Jesucristo, a través de los tiempos, ha tenido una relación paradójica con los gobiernos de este mundo. Por un lado, la iglesia nace a consecuencia de un asesinato político: La crucifixión de Jesús de Nazaret por el gobierno colonial y el ejercito romano en Judea. Por otro lado, con el correr del tiempo, la iglesia adquirió poder político, llegando a gozar del favor de gobernantes y reyes. Esto quiere decir que, en distintos momentos de su historia, la Iglesia ha sido tanto perseguida como favorecida por los gobiernos de este mundo.
Esta situación nos obliga a reflexionar sobre preguntas importantes: ¿Cómo puede la iglesia orar por los gobernantes terrenales? ¿Debe una iglesia perseguida orar por quienes le hostigan y oprimen? ¿Puede una Iglesia favorecida por el gobierno de turno orar de manera efectiva tanto por el partido en el poder como por la oposición?
La naturaleza humana nos dice que orar por nuestros enemigos es imposible. Nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a pedir el juicio de Dios en contra de quienes nos oprimen.
Empero, aquellas personas que confesamos a Jesucristo como Señor y Salvador no podemos doblegarnos ante nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 7.5-6). Por el contrario, debemos buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios» (Colosenses 3.1, RVC). Lo que para el «hombre natural» parece locura, es posible para quienes viven bajo la dirección del Espíritu de Dios (1 Corintios 2.14).
No debe sorprendernos, pues, que la Biblia nos ordene orar por los gobernantes, como indica 1 Timoteo 2.1-4 (RVR 1960):
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
Aquí encontramos una enseñanza que el Apóstol Pablo dejó como un legado a Timoteo, su hijo espiritual. El viejo Apóstol recomienda que la Iglesia persevere en la oración por todo ser humano (v. 1). Nótese que Pablo menciona cuatro tipos de oraciones: súplicas o «rogativas», oraciones, peticiones y acciones de gracias. De esta manera, el Apóstol cubre el amplio campo que abarca la oración.
En el v. 2, Pablo exhorta a extender esas oraciones a quienes ocupan puestos de autoridad en los gobiernos terrenales. De primera intención, esto parece un mero buen consejo que todo ciudadano y que toda ciudadana debe seguir. Sin embargo, una lectura más profunda nos recuerda el contexto histórico del pasaje.
El Emperador Nerón gobernó Roma desde el año 54 hasta el 68 del primer siglo. Nerón comenzó su principado a los 16 años. Por un tiempo estuvo bajo la tutela de su madre, Agripina, y de su tutor, el filósofo Séneca. Sin embargo, después de la muerte de su madre, en el año 59, Nerón se tornó cada vez más violento y sanguinario. De hecho, Nerón decretó la primera persecución organizada contra la Iglesia, después del fuego que destruyó parte de la ciudad de Roma en el año 64. Sus desmanes fueron tantos, que finalmente le pidió a uno de sus secretarios que lo asesinara después de que sus propios guardaespaldas—la Guardia Pretoriana—se revelaran en su contra, en el año 68.
Ahora podemos comprender cuán sorprendente es la exhortación del Apóstol. ¡Pablo le pide a la iglesia que interceda ante Dios por Nerón, el emperador que ordenó su ejecución! Nos pide que oremos aun por aquellos gobernantes que procuran aumentar el dolor del pueblo. ¿Con qué propósito? Debemos orar por la paz, pidiendo tranquilidad y reposo para el pueblo. Debemos pedir que Dios bendiga a nuestros gobernantes, transformando sus corazones, para que puedan actuar de manera cónsona con los valores del Evangelio.
¿Y cuáles son esos valores evangélicos, valores del Reino de Dios? La Biblia nos da un excelente resumen de estas virtudes en Gálatas 5.22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.»
Esto quiere decir que nuestras oraciones deben estar dirigidas a Dios, pidiendo que su Espíritu Santo transforme a nuestro liderazgo civil, infundiéndole estos valores evangélicos. Deseamos que exhiban el fruto del Espíritu Santo en sus vidas. En fin, deseamos que tengan una experiencia espiritual que les lleve a la conversión.
Además, debemos pedirle a Dios que nuestro liderazgo civil pueda conocer la verdad y actuar conforme a ella. ¿Por qué? Porque la Biblia deja claro que la verdad es una persona; la verdad es Jesús: Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14.6). Quien se aparta de la verdad, se aparta de Jesucristo.
Oremos por el liderazgo social y político de nuestros países, particularmente por aquellas personas que usan el odio como un arma política para dividir al pueblo y incitar a la violencia. Oremos por su conversión al Evangelio de Jesucristo y por su transformación, en el poder del Espíritu Santo. Si nuestro liderazgo civil cultiva una relación con Dios por medio de Jesucristo, cosecha el fruto del Espíritu y conoce la verdad, podremos vivir quieta y reposadamente, en el nombre de Jesús, AMÉN.
Eran días malos; tiempos de crisis donde la tormenta se veía bordeando
el horizonte.
Israel, el Reino del Norte compuesto por diez tribus hebreas, había
caído en las manos de los Asirios. Los ejércitos extranjeros habían arrasado la
ciudad, asesinado a los hombres jóvenes y adultos y violado a las mujeres. De
Israel ya no quedaba nada.
Pasados casi cien años, los ejércitos babilonios acechaban al reino de
Judá. La pregunta era: ¿Pasará aquí lo que pasó allá? ¿Caerá Jerusalén como
cayó Samaria? ¿Será Judá borrada de la faz de la tierra?
El tema del futuro de Jerusalén dividía al liderazgo religioso de Jerusalén.
La mayor parte de los sacerdotes afirmaban que Jerusalén no podía caer en manos
de los ejércitos extranjeros. Afirmaban que Dios intervendría milagrosamente
para garantizar la seguridad de la Ciudad Santa.
Sin embargo, el profeta Jeremías tenía una visión distinta. El profeta
afirmaba que Dios había entregado la ciudad en las manos de los invasores
extranjeros, debido a los muchos pecados de la comunidad. Acusaba a los reyes y
las familias de los poderosos de haber violado el pacto con Dios, robando al
pueblo inocente. También acusaba al pueblo de haber caído en el pecado de la
idolatría, adorando a las divinidades de los pueblos extranjeros. Sus palabras
eran muy duras.
Jeremías anunció que los ejércitos extranjeros
invadirían Jerusalén: «Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de
esta tierra. Porque yo convoco a todas las familias de los reinos del norte,
dice Jehová; vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las
puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros en derredor y contra todas las
ciudades de Judá (Jer. 1:14-15).
Y sobre la idolatría del pueblo, el
Profeta decía: «Cómo te he de perdonar por esto? Tus
hijos me dejaron y juraron por lo que no es Dios. Los sacié y adulteraron, y en
casa de prostitutas se juntaron en compañías. Como caballos bien alimentados,
cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo. ¿No había de castigar esto?,
dice Jehová. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma? Escalad
sus muros y destruid, pero no del todo; quitad las almenas de sus muros porque
no son de Jehová. Porque resueltamente se rebelaron contra mí la casa de Israel
y la casa de Judá, dice Jehová» (Jer. 5:7-11).
El pueblo estaba muy confundido. ¿Cómo discernir la verdad entre estos
dos mensajes? Los profetas de la corte del rey decían que Jerusalén no podía
caer en manos extranjeras. Pero Jeremías anunciaba juicio, diciendo: «No
confíen en esos que los engañan diciendo: ¡Aquí está el templo del Señor, aquí
está el templo del Señor!» (Jer. 7:4)
Los profetas acostumbraban acompañar sus mensajes con actos proféticos
que, de alguna manera, ilustraban sus enseñanzas. Jeremías hizo varios actos
proféticos, pero quizás el más memorable es el que hizo en la casa del
alfarero.
Jeremías escuchó la voz de Dios que le decía: «Levántate y desciende a
casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras» (18:2). Al llegar allí, el
profeta vio al alfarero de la vecindad que estaba trabajando en el torno.
El torno de alfarero es una máquina que
tiene una superficie redonda y plana (también llamada la «platina») sobre un
eje que la hace girar. Sobre la platina, el alfarero modela o tornea el barro
con las manos mojadas en una substancia llamada «barbotina» (una pasta con alto
contenido de agua). El artesano moldea el barro por medio de apretones y
estiramientos.
En la
antigüedad, el torno era movido por el pie del alfarero, que actuaba sobre una
pesada rueda de madera. Esto le daba al sistema suficiente inercia para girar
constantemente a pesar de la presión y el freno que ejercía el alfarero sobre
el barro.
Mientras el profeta veía al alfarero trabajar, notó que la vasija le
estaba saliendo mal (v. 4). Entonces, usando el mismo barro, el alfarero unió
la masa y volvió a empezar. Esta vez, la vasija quedó bien y el alfarero pudo
colocarla en el horno (v. 5).
En ese momento, Dios volvió a hablarle al profeta, diciendo: «¿No
podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice Jehová.
Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de
Israel.» (v. 6).
Ese día el pueblo de Judá comprendió el mensaje que Dios le había dado
a Jeremías. Dios no deseaba destruir a su pueblo. Del mismo modo que el
alfarero podía hacer otra vasija de la misma masa de barro, Dios quería darle
una nueva forma a su pueblo. Como el alfarero no desecha el barro, Dios no
deseaba desechar a su pueblo.
Dios desea que su pueblo comprenda que ha pecado y que, arrepentido,
regrese a la comunión con Dios. Dios no desea destruir a su pueblo, como
tampoco desea substituirlo por otro pueblo. Dios desea darnos una forma nueva,
un camino nuevo, un futuro nuevo.
Lamentablemente, el pueblo de Judá no
cambió sus caminos y terminó oprimido por los babilonios. El liderazgo político,
cívico y religioso fue deportado a Babilonia, donde fue encarcelado en campos
de concentración. El liderazgo militar fue asesinado. Pasaron varias décadas
antes que el pueblo judío pudiera volver a su tierra.
Lamentablemente, muchas personas hoy
leen este pasaje como una pieza arqueológica. Lo ven como una reliquia del
pasado, que habla de las tribulaciones del antiguo pueblo de Israel. No piensan
que tiene pertinencia alguna para sus vidas.
Yo les propongo otro camino. Leamos este
pasaje bíblico como lo que es: palabra de Dios para nosotros hoy. Dios le dice
hoy a nuestro pueblo que debe mejorar sus caminos y sus obras si quiere un
futuro de paz y prosperidad. Por mucho tiempo nos hemos amparado en la idea de
que «nada malo nos puede pasar». Mientras tanto, el crimen arropa nuestra tierra,
derramando la sangre de personas inocentes.
Basta ya; basta ya de usar el nombre de
Dios en vano para justificar nuestros excesos. La corrupción tiene un precio
muy alto. La crisis de valores que carcome nuestro pueblo nos está matando a
plazos cómodos. Si no cambiamos nuestros caminos, enfrentaremos el juicio de
Dios.
La buena noticia es que el juicio de
Dios no destruye, sino que transforma. Dios no quiere destruirte, sino que
quiere darle una vida nueva.
Dios no quiere destruir a la iglesia, sino que
quiere transformarla en una comunidad de fe vibrante que bendiga a toda nuestra
comunidad tanto con sus palabras como con sus obras de misericordia.
Dios no quiere destruir al pueblo, sino que quiere darle un nuevo futuro, en el nombre del Señor. AMÉN.
Un sermón narrativo en primera persona sobre el Buen Samaritano, una parábola que se encuentra en Lucas 10.25 al 37.
Sobre el Buen Samaritano – Medios
El Buen Samaritano – Lucas 10.25-37
En ese momento, un intérprete de la ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» 26 Jesús le dijo: «¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?»27 El intérprete de la ley respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.» 28 Jesús le dijo: «Has contestado correctamente. Haz esto, y vivirás.»
29 Pero aquél, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» 30 Jesús le respondió: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, que le robaron todo lo que tenía y lo hirieron, dejándolo casi muerto. 31 Por el camino descendía un sacerdote, y aunque lo vio, siguió de largo. 32 Cerca de aquel lugar pasó también un levita, y aunque lo vio, siguió de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él 34 y le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó a una posada, y cuidó de él. 35 Al otro día, antes de partir, sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada, y le dijo: “Cuídalo. Cuando yo regrese, te pagaré todo lo que hayas gastado de más.” 36 De estos tres, ¿cuál crees que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» 37 Aquél respondió: «El que tuvo compasión de él.» Entonces Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo.»
Video conmemorando la inauguración de la Sala Roberto & Mery Rivera, en la Biblioteca Juan L. Lugo, de la Universidad Teológica del Caribe en St. Just, Puerto Rico.