Encuentro de adoración y predicación del Movimiento La Red, con una meditación para el Día de las Madres basada en Génesis 16.
El Día de las Madres es una festividad universal, donde celebramos a la mujer, en general, y a las madres, en particular. Ahora bien, no todas las madres celebran y no todas las madres son homenajeadas. Muchas mujeres son constantemente oprimidas, maltratadas y rechazadas por la sociedad. ¿Qué nos dice la fe cristiana sobre este problema? ¿Cómo Dios juzga a las madres cuyas vidas no se conforman al modelo ideal que celebra nuestra sociedad?
Encuentre respuestas a estas interrogantes en el mensaje predicado en este Encuentro de Adoración del Movimiento La Red, una comunidad de fe que se reúne a través de las redes sociales. La prédica gira en torno a la historia de Agar, según se narra en Génesis 16. Agar era una esclava egipcia, sierva de Abram y Saraí, y madre de Ismael.
Como el Señor le había hablado, ella le dio este nombre: «Tú eres el Dios que ve», pues dijo: «¿Acaso no he visto aquí también al que me ve?», 14 y al manantial lo llamó «Pozo del que vive y me ve». Ese pozo está entre Cades y Bered.
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Audio, vídeo y texto listo para predicar de un sermón sobre Isaías 9.6, apropiado para el día de Navidad.
Rudimentos
Texto: Isaías 9:6
Tema: Jesús desea tener una relación
personal con usted.
Área: Evangelización
Propósito: Explorar el significado de la
persona de Jesucristo.
Diseño: Expositivo, apropiado para el Día de Navidad
Lógica:
Inductiva
Manuscrito listo para predicar en Navidad
Introducción
¡Cristo es la Navidad! ¡Jesús es el motivo de nuestra celebración! ¡La Navidad es la celebración del nacimiento de nuestro Señor!
Para
la Iglesia, la Navidad es un tiempo de gran gozo. Celebramos la temporada
navideña con alegría, dado que conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret,
a quien la Iglesia confiesa como Señor y Cristo.
Una celebración distinta
Ahora
bien, queda claro que la forma como la Iglesia celebra la Navidad es distinta a
la forma como el mundo la celebra. Mientras el resto de la sociedad canta a la
comida, a la bebida y a la fiesta, la Iglesia celebra el milagro de la
encarnación; celebramos a Dios con nosotros.
Y ese me lleva a plantear una pregunta: ¿Quién es este Jesús que celebramos en la Navidad?
Esa
pregunta es de crucial importancia, dado que va a la médula del
asunto. ¿A cuál Jesús celebramos? Es claro que muchos celebran a un Jesús que no
tiene relación con la figura de
Jesús
como se presenta en las Sagradas Escrituras.
Muchos celebran a un niño indefenso, que no tiene impacto alguno en sus vidas.
Otros celebran el nacimiento de una celebridad, de una persona famosa.
Y aún otros celebran una Navidad sin Cristo, que sirve como una mera excusa para la fiesta y el desenfreno.
Por
eso repito la pregunta: ¿Quién es este Jesús que celebramos en la Navidad?
La promesa de Isaías
Esto
nos lleva a la profecía de Isaías, recogida en el versículo 6 del capítulo 9:
Porque
un niño
nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre
Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
En
términos
históricos,
esta profecía se refiere al nacimiento de Ezequías, quien
llegaría a ser Rey de Judá. Ezequías era hijo de Acaz, uno de los peores reyes que tuvo el
Reino del Sur. De acuerdo a 2 Reyes 16, Acaz fue un idólatra que
hasta llegó a sacrificar a uno de sus hijos a un ídolo. También se rindió
voluntariamente ante los Asirios, tomando el tesoro el templo para pagar
tributo a los extranjeros. Gracias a la profecía de Isaìas, el nacimiento de su hijo trajo esperanza al pueblo. Y
Ezequías
llegó
a ser uno de los mejores reyes de Judá, destacándose por la forma tan vigorosa como combatió la idolatría (véase 2 Reyes
18 al 20).
Empero,
en términos
proféticos,
la Iglesia ha afirmado por siglos que este es un texto mesiánico; un
texto que se refiere a la llegada del Mesías enviado por Dios para salvar a la humanidad.
Isaías habla del Mesías venidero de una manera particular. En lugar de describir sus características físicas o morales, Isaías enumera los nombres del Mesías. Y lo llama: “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Admirable consejero: Esta frase afirma la sabiduría del Mesías y asegura que dirigirá al pueblo con pericia.
Dios fuerte: La segunda frase recalca el poder del Mesías, quien
puede combatir el mal y defender a los fieles.
Padre Eterno: La tercera frase sugiere que el Mesías infundiría seguridad a
los creyentes, como un padre calma el corazón de sus hijos y de sus hijas.
Príncipe de paz: Y la cuarta frase describe al Mesías como el líder efectivo
que puede traer un orden paz, protegiéndonos del caos.
A
través
de los siglos, la Iglesia ha afirmado que esta profecía se cumplió en la
persona histórica de Jesucristo. El Maestro Galileo predicó un mensaje
de justicia y paz, invitando al mundo a soñar con otra manera de vivir. Su proclamación aún nos invita
a soñar
con el Reino de Dios:
Un nuevo orden de justicia que se opone al caos;
Un nuevo orden de vida que se opone a las fuerzas de la muerte;
Un nuevo orden de luz que se opone a las tinieblas que amenazan a la humanidad.
Conclusión
¿Conoces su nombre? ¡Se llama Jesús de Nazaret!
Es el Mesías, el Señor y el Salvador de la humanidad. Es tu Señor y tu Salvador. Jesús quiere traer luz, vida y salvación a tu corazón. Jesús quiere tener una relación personal contigo. Y esa relación bien puede comenzar hoy.
El libro de Nehemías es uno de los preferidos a la hora de animar a una congregación a participar en la construcción de un templo. Recientemente, el libro también ha sido estudiado desde la perspectiva del liderazgo, particularmente por Rick Warren. Sin embargo, en esta ocasión me acerco a Nehemías para explorar sus implicaciones para el ministerio educativo de la Iglesia contemporánea. La pregunta que nos ocupa es la siguiente: ¿Ofrece Nehemías pautas que puedan guiar hoy a quienes dedican su vida a enseñar la fe a los demás? La respuesta es positiva, ya que encuentro en este libro histórico de la Biblia Hebrea siete pautas para la formación espiritual en la Iglesia hoy.
La historia de Nehemías
Para contestar estas preguntas de manera efectiva, es necesario considerar primero algunos puntos sobresalientes sobre Nehemías.
Nehemías es un libro histórico de la Biblia, que en su momento formó parte del libro de Esdras. Hoy lo tenemos como un libro independiente, pero siempre ligado a Esdras.
La historia que narra Nehemías es relativamente sencilla. En los tiempos postexílicos, después que los primeros grupos judíos habían regresado a Judá desde Babilonia, Nehemías se conmueve considerando la condición de la ciudad de Jerusalén (1.1-11). Nehemías era parte de las fuerzas de seguridad de Artajerjes, el rey persa, a quien servía como «copero» (1.11). Artajerjes comisiona a Nehemías para volver a Jerusalén y reconstruir la Ciudad Santa (2.1-10). El texto dice:
En el mes de Nisán, del año veinte del reinado de Artajerjes, mientras yo me disponía a servirle vino al rey, éste me miró, y como nunca antes me había visto triste en su presencia, me preguntó: «¿Por qué estás triste, Nehemías? Enfermo no estás. Lo que reflejas es un profundo pesar.» Yo sentí mucho miedo, y le respondí: «¡Larga vida a Su Majestad! ¿Cómo no estar triste, si la ciudad donde mis padres están sepultados se encuentra en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?» El rey me preguntó entonces: «¿Y qué es lo que pides?» Yo oré al Dios de los cielos, y le respondí al rey: «Si es la voluntad de Su Majestad, y este siervo suyo es digno de su bondad, permítame Su Majestad ir a Judá, a la ciudad donde están sepultados mis padres, para reedificarla.» El rey, que tenía a su lado a la reina, me preguntó: «¿Cuánto tiempo necesitas? ¿Cuándo piensas regresar?» Y yo le dije el tiempo que necesitaba, y el rey consintió en dejarme partir. También le dije: «Si es la voluntad de Su Majestad, que se me den cartas para los gobernadores del otro lado del río, para que me permitan pasar y yo pueda llegar a Judá, y una carta más para que Asaf, el guardián de los bosques del rey, me provea de la madera necesaria para reforzar las puertas del palacio del Templo, las murallas de la ciudad, y la casa donde voy a vivir.» Todo eso me lo concedió el rey, porque la bondad de mi Dios estaba conmigo. Fui entonces con los gobernadores del otro lado del río, y les entregué las cartas del rey. Además, el rey había enviado a sus capitanes y a soldados de caballería, para que me escoltaran. Pero cuando lo supieron Sambalat el horonita y Tobías, el siervo amonita, se enojaron mucho, pues no les gustó que alguien se preocupara por el bien de los israelitas.
Nehemías regresa a Jerusalén (2.11-20) y organiza la reconstrucción de la ciudad, a pesar de enfrentar gran oposición (3.1–7.73).
Además, Nehemías promueve la lectura, el estudio y la observación de la ley, lo que conduce al pueblo a renovar su pacto con Dios (8.1–10.39).
Esdras lee la Palabra de Dios al pueblo: «Era el día primero del mes séptimo del año. Entonces Esdras, que también era sacerdote, llevó el libro y lo mostró a todo el pueblo y a todos los que podían entender, lo mismo a hombres que a mujeres, y desde el alba hasta el medio día lo leyó en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas.» (Nehemías 8.2-3b)
Un grupo de levitas «explica»—sería mejor decir que «traduce»—la palabra de Dios al pueblo: «Mientras la ley era leída, los levitas Josué, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Kelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaía explicaban al pueblo la lectura, y el pueblo estaba tan interesado que no se movía de su lugar.» (Nehemías 8.7)
El pueblo responde renovando su pacto y su compromiso con Dios: «El resto del pueblo, junto con los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, los criados del templo, todos aquellos que se habían apartado de los pueblos extranjeros, y sus esposas, hijos e hijas, y todos los que podían entender y comprender, se reunieron con sus hermanos y con los jefes importantes del pueblo para jurar que se comprometían a obedecer la ley que Dios le había dado a su siervo Moisés, y que cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos del Señor nuestro Dios.» (Nehemías 10.28-29)
También promovió otras reformas y cambios en la vida del pueblo de Dios (11.1-13.31).
Siete pautas para el ministerio educativo contemporáneo
Aunque una lectura somera del texto nos deja con la impresión que Nehemías tiene poco que decir sobre la educación, una lectura deliberada del libro revela siete pautas para el ministerio educativo de la Iglesia hoy.
El ministerio educativo requiere sensibilidad: Nehemías fue sensible a las necesidades de su pueblo. Esa sensibilidad fue lo que le movió a tomar acción. Del mismo modo, quienes hoy dedican su vida a la enseñanza de la fe cristiana deben ser sensibles al dolor de la comunidad a la cual aspiran servir.
El ministerio educativo requiere compromiso: Nehemías estuvo dispuesto a dejar un empleo prestigioso y bien remunerado para servir a su pueblo. Hoy el pastorado sigue siendo un empleo de remuneración relativamente humilde. Del mismo modo, la mayor parte de las personas que sirven como maestros o maestras de Escuela Bíblica Dominical lo hacen de manera voluntaria y, por lo tanto, gratuita.
El ministerio educativo requiere visión y misión: Nehemías tenía una visión clara que motivaba su sentido de misión. De manera similar, los maestros y las maestras deben tener una visión clara de lo que desean alcanzar con sus estudiantes y deben tener un claro sentido de misión que les motive a la acción. Esto nos enseña que la vocación es un elemento crucial para la práctica del ministerio educativo hoy.
El ministerio educativo requiere un buen plan de trabajo: Nehemías supo diseñar un plan de trabajo adecuado, con metas, objetivos, estrategias y cronograma. Hoy, el diseño de cursos y el desarrollo de planes de trabajo es parte integral de la pedagogía.
El ministerio educativo requiere organización & motivación: Nehemías supo organizar y motivar al pueblo para ejecutar el plan que él había desarrollado. La organización y la motivación son elementos cruciales para el manejo efectivo de los programas educativos en la comunidad cristiana.
El ministerio educativo requiere determinación: Nehemías enfrentó los obstáculos con determinación, lo que le llevó a triunfar sobre los enemigos de su pueblo. Siguiendo su pauta, los maestros y las maestras deben mostrar inteligencia emocional ante la adversidad, manejando los conflictos de manera efectiva.
El ministerio educativo requiere estudio: Nehemías impulsó la lectura y el estudio de la Biblia, fomentando la alfabetización del pueblo. El amor a la lectura y al estudio son elementos cruciales para la educación hoy; y el amor a la lectura de la Biblia es un elemento crucial para la formación y el crecimiento espiritual de todo creyente.
En resumen, podemos afirmar que Nehemías fomentó la espiritualidad de su pueblo, llevándolo a renovar su relación de pacto con Dios. La enseñanza, pues, queda clara: el maestro efectivo y la maestra efectiva fomentan el desarrollo espiritual del estudiantado.
Conclusión
En fin, la Biblia presenta a Nehemías como un líder efectivo, quien se distinguió por su carácter y por su fidelidad a Dios. Nehemías empleó sus dotes para el liderazgo, de manera especial, en el campo de la educación religiosa y la formación espiritual del pueblo de Dios.
Quiera Dios que las siete pautas que ofrece Nehemías nos inspire a ser líderes educativos dinámicos, que fomentemos el crecimiento espiritual de la Iglesia como pueblo de Dios, en el nombre de Jesús. AMÉN
El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez se reserva todos los derechos de publicación de estos materiales. Queda prohibida cualquier forma de reproducción total o parcial, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la debida autorización del autor. Para solicitar los permisos correspondientes, contacte al autor.
Una reseña bibliográfica del libro escrito por Ronald J. Allen y Gilbert Bartholomew, titulado Preaching Verse by Verse. Louisville: Westminster / John Knox Press, 2000, 144 pp.
El sermón donde se comenta una porción de las escrituras versículo por versículo es uno de los estilos más antiguos de predicación. Esta forma sermonaria encuentra sus raíces en los “sermones” que se predicaban en la sinagoga judía, donde fieles tenían la responsabilidad de leer el texto bíblico en hebreo y comentarlo en arameo. Además, es uno de los estilos más populares de predicación expositiva. En distintos manuales de predicación en español se le llama “homilía” (particularmente en la tradición anglo-católica) o “lectura bíblica”, entre otros nombres.
Allen y Bartholomew nos ofrecen una interesante introducción a este estilo de predicación. Más que una introducción, el libro es una defensa o apología de esta forma sermonaria, la cual ha caído en desuso en los púlpitos de las denominaciones tradicionales en los Estados Unidos. La tesis del libro es precisamente que el sermón que ofrece un breve comentario continuo de una porción bíblica ayuda tanto a quien predica como a la congregación a crecer y a madurar en la fe. Este tipo de sermón es un antídoto a la “analfabetismo bíblico” que exhiben muchas congregaciones anglo-europeas. El propósito del libro es, pues, ayudar al lector o a la lectora a poder preparar y predicar con excelencia esta forma sermonaria.
El libro está dividido en seis capítulos. El primero afirma la continua utilidad del sermón que comenta un pasaje bíblico versículo por versículo. El segundo, explora la historia de la predicación, ofreciendo ejemplos de las figuras que usaron con provecho este estilo de sermón. El tercero ofrece consejos prácticos sobre la preparación del sermón; el cuarto, sobre la estructura del sermón; y el quinto, sobre la presentación o entrega del sermón. El capítulo final sugiere ocasiones cuando es deseable predicar este tipo de sermón expositivo. La metodología sugerida en los capítulos cuatro y cinco se ilustra con cinco trabajos exegéticos cortos que sirven de base a cinco sermones anotados. Cada autor produjo dos sermones y Linda Milavec el quinto.
Es evidente que los autores están en diálogo con la historia de la predicación cristiana, pues en el segundo capítulo hacen un resumen histórico que comienza con la predicación en la sinagoga, pasa por la Reforma Protestante, y llega a la tradición británica y estadounidense que representan los autores. Del mismo modo, el libro ofrece un correctivo para aquellas personas que han abandonado la predicación expositiva para explorar nuevos modelos de predicación, como la inductiva expuesta por Fred B. Craddock o la narrativa defendida por Eugene Lowry, entre otros autores contemporáneos.
Este manual presenta su idea central de manera clara y elocuente, logrando su objetivo de entusiasmar al lector o a la lectora a practicar este estilo tradicional de predicación. Ahora bien, desde un punto de vista hispano, la utilidad del libro es menor. Esto se debe a que la predicación expositiva, en general, y la predicación versículo por versículo, en particular, siguen vivas en el púlpito hispano. En este sentido, aquellas personas hispanas que lean este libro o que lo usen como texto en cursos de predicación bíblica deberán adaptar su contenido a nuestro contexto. Específicamente, deberán leer el libro con el doble propósito de afirmar su compromiso con la predicación bíblica y de mejorar tanto la preparación como el diseño del sermón que comenta una porción bíblica versículo por versículo.