En este sermón basado en Lucas 15:11-24, Pablo A. Jiménez explora la parábola del Hijo Pródigo para ilustrar el amor y la misericordia de Dios. Jesús, un maestro excepcional, utilizaba parábolas para enseñar sobre el reino de Dios, comparándolo con situaciones cotidianas. En esta parábola, un padre judío tiene dos hijos, y el menor pide su herencia anticipadamente, un acto que implica un gran desprecio y dolor para el padre. A pesar de que la ley permitía un castigo severo para los hijos rebeldes, el padre elige la ruta de amor y concede la petición de su hijo.
El hijo menor se marcha y desperdicia su herencia en una vida disoluta. Cuando se queda sin dinero encuentra trabajo cuidando cerdos, una ocupación despreciable para un judío. Finalmente se da cuenta de su error y decide regresar a casa, dispuesto a ser tratado como un obrero. Sin embargo, su padre, lleno de amor, lo ve desde lejos, corre hacia él, lo abraza y organiza una fiesta para celebrar su regreso.
El padre pide ropa nueva, un anillo y sandalias para su hijo, símbolos de restauración de su dignidad y posición en la familia. La reacción del padre subraya que lo importante es que el hijo ha regresado, no las razones detrás de su retorno.
Eta prédica concluye afirmando que la parábola muestra cómo, a pesar de la rebeldía humana, Dios nos espera con amor. Dios está dispuesto a perdonarnos y a recibirnos con los brazos abiertos, reflejando el carácter redentor y misericordioso del reino de Dios.
El Salmo 46 nos exhorta a reconocer la presencia y poder de Dios en nuestras vidas, capacitándonos para enfrentar cualquier adversidad sin temor. Este mensaje se centra en la seguridad y fortaleza que encontramos en Dios, alentando a la audiencia a vivir su fe con valentía.
Salmo 46.10: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob.” Selah
El poder de Dios
El Salmo 46 comienza declarando que Dios es nuestro amparo y fortaleza, un auxilio siempre presente en la tribulación. La palabra “fortaleza” aquí se refiere a un refugio seguro, un castillo protector en tiempos de peligro. El salmista describe escenarios catastróficos como terremotos y tsunamis para ilustrar que, incluso en las peores situaciones imaginables, Dios nos protege y fortalece.
La realidad de la vida
Todos enfrentamos dificultades y desafíos diarios, independientemente de nuestra posición social o económica. Incluso personas exitosas y adineradas pueden experimentar crisis severas. En medio de estas dificultades, el salmista nos recuerda que Dios es nuestro refugio y fuerza, alentándonos a no temer ni vivir dominados por el miedo.
Los peligros del miedo
El miedo, una reacción natural ante amenazas reales o imaginarias, puede ser útil para evitar peligros. Sin embargo, el miedo excesivo paraliza y nos impide actuar. El Señor nos llama a vivir sin miedo, confiando en su protección y guiados por la fe. El miedo al fracaso no debe detenernos, pues necesitamos valor para iniciar nuevos proyectos y alcanzar nuestras metas.
El llamado de Dios
El versículo central, “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal 46.10), nos invita a detenernos y reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas. Este alto nos permite apreciar la acción divina y abrir nuestros corazones a su intervención sobrenatural.
Conclusión
Dios nos invita a detenernos y confiar en Él, entregándole nuestras vidas para experimentar su protección, sanidad y fortaleza. La promesa de su acompañamiento se cumple a través del Espíritu Santo, como enseñó Jesús. Por tanto, no estamos solos; Dios está con nosotros. Unimos nuestras voces al salmista para declarar: “Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Sal 46.11).
Instrucciones
Dele “Like/Me Gusta” al vídeo y compártalo en sus redes sociales.
Suscríbase a esta página web
Suscríbase a nuestro canal de YouTube, donde podrá ver y escuchar centenares de sermones y conferencias. No olvide oprimir la campanita para recibir las notificaciones inmediatamente.
Siga al Dr. Pablo A Jimenez Rojas en Facebook, Instagram y Twitter (drpablojimenez en todas las plataformas)
Compre los libros del Dr. Jiménez por medio de su tienda cibernética: AMAZON.
Venid a las aguas es un sermón expositivo sobre Isaías 55 que proclama la buena noticia: ¡Dios nos ofrece una nueva oportunidad para alcanzar vida y salvación!
Esta prédica cristiana, basada en Isaías 55:1-2, destaca que Dios nos ofrece una oportunidad gratuita de vida y salvación. Enfatiza la invitación al arrepentimiento y la promesa de vida. A través de un enfoque expositivo con lógica inductiva, el autor presenta la invitación divina con una notable expresión de alegría.
A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. 2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura.– Isaías 55.1-2, RVR 1960
El capítulo 55 de Isaías, escrito durante el exilio israelita, refleja la esperanza y el perdón de Dios. Este gozo culmina con la invitación divina a un banquete espiritual. La imagen del banquete es una metáfora de la salvación, similar a otras referencias bíblicas en los Evangelios y en Apocalipsis. Isaías 55:1-2 resalta que la salvación es un regalo gratuito, accesible tanto para los pobres como para los ricos, y advierte contra perseguir distracciones vacías en lugar de la verdadera satisfacción espiritual ofrecida por Dios.
La prédica titulada “Venid a las aguas” también subraya la fidelidad de Dios a sus promesas, recordando el pacto con David, que persiste a pesar de los errores humanos. Los versículos 3-5 renuevan esta promesa, reafirmando el continuo amor de Dios. Los versículos 6-7 urgen a buscar a Dios mientras se pueda, enfatizando que el tiempo para el arrepentimiento es ahora.
En conclusión, el mensaje central de Isaías 55 es que Dios ofrece una nueva oportunidad de vida y salvación disponible hoy. Es un llamado a arrepentirse y vivir una nueva vida en Cristo, asegurando que si lo buscamos con fe, podemos establecer una relación eterna con el Creador. La invitación de Dios es clara y accesible para todos: “Venid, todos los sedientos, venid a las aguas; venid, comprad y comed sin dinero ni precio.”
“Una espada traspasará tu alma” es un sermón narrativo en primera persona sobre María de Nazaret, basado en textos de Lucas y en Juan 2.1-11, apropiado para el Día de las Madres.
La prédica titulada “Una espada traspasará tu alma” por Pablo A. Jiménez, narra una interpretación dramatizada y en primera persona de la vida de María, madre de Jesús. Destaca su perspectiva sobre los eventos significativos de la vida de su hijo, desde su nacimiento hasta su muerte.
A partir del anuncio del ángel y hasta el nacimiento en Belén, el texto enfoca en cómo María, a pesar de ser una joven de Nazaret, acepta con fe su papel en la concepción y crianza del Mesías. La trama empieza alrededor de la presentación de Jesús en el Templo, donde el anciano Simeón profetiza el sufrimiento tanto de Jesús como de María, indicando que su alma sería “traspasada” por una espada, simbolizando el dolor que enfrentaría.
La historia también cubre la infancia y juventud de Jesús, resaltando un episodio clave cuando Jesús, a los doce años, se separa de sus padres. Lo encuentran debatiendo con maestros de la ley en el Templo, mostrando su creciente sabiduría y destino.
El relato alcanza un punto crucial en las bodas de Caná, donde Jesús realiza su primera señal milagrosa al convertir agua en vino, marcando el inicio de su ministerio público. El relato presenta este evento como un momento de revelación divina donde participa María, quien instiga a Jesús a mostrar su verdadera naturaleza.
La prédica culmina con la crucifixión de Jesús, descrita desde la dolorosa perspectiva de María que, a pesar de su sufrimiento, reconoce la importancia divina y redentora de los actos de su hijo. Este acto de sacrificio no solo subraya la misión mesiánica de Jesús sino también la profunda fe y la angustia maternal de María, quien, aunque atormentada por la pérdida, encuentra un propósito en su dolor.
En resumen, la prédica ilustra no solo los aspectos bíblicos de la vida de Jesús, sino también el impacto emocional y espiritual de estos eventos en su madre, ofreciendo una reflexión sobre el sacrificio, la fe y la obediencia a Dios.
Principios de evangelización es una conferencia sobre cómo evangelizar, con el propósito de revitalizar una iglesia local.
La conferencia titulada “Principios de evangelización” presenta un marco integral para entender y mejorar el proceso de evangelización en contextos eclesiales. Inicia estableciendo el propósito de la conferencia, que es explorar principios básicos sobre la evangelización, centrada en la transmisión del mensaje salvador en Cristo mediante el poder del Espíritu Santo.
La idea central de la conferencia titulada “Principios de evangelización” es que el crecimiento de la iglesia no puede ser forzado. El crecimiento es algo que Dios otorga, de acuerdo al NT. Sin embargo, la iglesia puede y debe crear condiciones propicias para dicho crecimiento, como “preparar el terreno” y “sembrar la semilla”, dejando el fruto en manos de Dios.
Christian A. Schwarz identifica ocho características de iglesias saludables en su libro “Desarrollo Natural de la Iglesia”. Estas características incluyen: capacitación y desarrollo de liderazgo, reconocimiento y uso de dones espirituales, fomento de una espiritualidad ferviente, estructuras funcionales que faciliten el trabajo de la iglesia, un culto inspirador, células integrales que activen a la congregación, evangelismo orientado a las necesidades específicas de los no-creyentes, y la promoción de relaciones afectivas saludables y abiertas.
El factor mínimo
Además, se introduce el concepto del “factor mínimo”, que se refiere a la calidad más baja en cualquier área de la iglesia, limitando su crecimiento general. Se propone identificar y superar estos factores mínimos mediante estrategias específicas que incluyen: recalcar la importancia de la espiritualidad, establecer metas cualitativas, y estar atentos a nuevos desafíos que puedan surgir.
“Principios de evangelización” concluye con un llamado a superar estos factores mínimos sin perder de vista los principios cualitativos que fomentan el crecimiento saludable de la iglesia, motivando a los participantes a seguir creciendo en su fe y práctica.
La prédica cristiana titulada “Rutas de restauración” basada en Juan 3.16 aborda el tema de la restauración espiritual a través de Jesucristo. Apropiado para el Viernes Santo, refleja cómo la tecnología, aunque útil, ha simplificado experiencias que antes eran comunes, como perderse, sirviendo como metáfora de cómo a menudo las personas no reconocen estar espiritualmente perdidas.
Jiménez utiliza el relato bíblico de Adán y Eva para ilustrar cómo, tras el pecado, no solo se perdieron, sino que comenzaron a experimentar emociones negativas como la vergüenza y el miedo, no dándose cuenta de su estado hasta enfrentar una crisis. Esta historia sirve para enfocarse en cómo el pecado ha roto relaciones fundamentales del ser humano: con Dios, con otros, con la naturaleza y consigo mismo.
El sermón avanza discutiendo cómo, a lo largo de la historia, Dios ha intentado restaurar estas rupturas a través de pactos y leyes, especialmente mediante la Torá dada a Israel. Sin embargo, Jiménez señala que la ley por sí sola no fue suficiente para la restauración completa, lo que llevó a Dios a establecer un nuevo pacto, prometido en Jeremías 31, que implicaba una relación más profunda y personal mediante la escritura de la ley en los corazones de las personas y una nueva relación con el Espíritu Santo, conforme a Joel 2.
El foco del sermón es el sacrificio de Jesucristo, visto como la culminación de los esfuerzos de Dios por salvar a la humanidad. Jesucristo no solo vino a enseñar y predicar, sino a ofrecer su vida como un sacrificio final, cumpliendo las funciones tanto de sacerdote como de víctima perfecta. Este acto abre un camino nuevo y vivo hacia la salvación, según la enseñanza de la Epístola a los Hebreos.
En conclusión, el sermón enfatiza que la oferta de salvación a través de Cristo está disponible ahora. Es un mensaje de esperanza que ofrece a los oyentes una “ruta hacia la restauración” sin más sacrificios necesarios, ya que Cristo ya ha pagado el precio completo por la salvación. El mensaje termina con un llamado a responder con amor al que lo ha dado todo por amor.
La prédica cristiana titulada “No sabía que me tocaba a mí”, escrita por el Dr. Pablo A. Jiménez interpreta la narrativa bíblica de Marcos 6.30-44, destacando la comisión de Jesús a sus discípulos para ser colaboradores activos en la misión de salvar a la humanidad. El texto utiliza una estructura narrativa para recalcar la tarea misionera de la Iglesia y enfatiza el llamado a la acción personal en el ministerio.
Este ejemplo de predicación narrativa comienza describiendo el agotamiento de los discípulos tras predicar el mensaje del Reino de Dios en Galilea, donde experimentaron éxito en su ministerio, con conversiones y milagros. Sin embargo, su regreso se ve empañado por la noticia del asesinato de Juan el Bautista por Herodes Antipas, lo que marca un punto de inflexión emocional en la historia.
Jesús, consciente del cansancio de sus seguidores, les invita a descansar en un lugar apartado, evocando su propio retiro en el desierto. Al llegar, se encuentran con una multitud que los ha seguido, deseosa de escuchar a Jesús. Al ver a la multitud desorientada y necesitada, Jesús se conmueve y decide enseñarles, destacando su compasión y su rol como pastor de aquellos que están perdidos.
El clímax de la historia ocurre cuando Jesús desafía a sus discípulos a alimentar a la multitud, a pesar de su inicial resistencia y preocupación por la falta de recursos. Jesús les pide que revisen lo que tienen, encontrando solo cinco panes y dos peces. A través de un acto de fe y la bendición de Jesús, estos alimentos se multiplican milagrosamente, alimentando a todos y dejando sobras, lo que simboliza una provisión abundante.
El milagro se interpreta como una manifestación del Salmo 23, con Jesús como el Buen Pastor que provee para su rebaño. El episodio culmina con una lección vital para los discípulos: ellos también están llamados a ser pastores, evaluando y atendiendo las necesidades materiales y espirituales de la gente. La multiplicación de los panes no solo atiende una necesidad física inmediata, sino que también enseña sobre la responsabilidad de cuidar a los demás, un principio central en la misión de la Iglesia.
En resumen, el sermón utiliza la narrativa del milagro de los panes y los peces para ilustrar la importancia del liderazgo compasivo y proactivo en el ministerio cristiano, enfatizando el llamado a cada creyente a participar activamente en la misión de la Iglesia, tanto en el plano espiritual como en el material.
Es una historia sencilla. Por un lado, tenemos al hombre más poderoso del país. Por otro lado, tenemos a un hombre del pueblo, aferrado por sus valores.
El hombre poderoso es Acab, el rey de Samaria, el reino del norte. Acab, quien era hijo del rey Omrí, gobernó a principios del noveno siglo a.c. (1 Reyes 16.29). Se casó con Jezabel, una princesa extranjera, proveniente de Sidón, una ciudad fenicia. Se cree que Jezabel era devota de Baal y que quizás fue hasta sacerdotisa del culto a esa divinidad (16.31).
De acuerdo al relato bíblico, Acab fue un rey malvado, que vivió muy lejos del Dios de Israel (16.30). En lugar de honrar el pacto entre Dios e Israel, Acab construyó un templo a Baal en la ciudad de Samaria, la capital de su reino (16.32).
En respuesta a los excesos de Acab, Dios levantó al profeta Elías, quien confrontó al rey con su pecado (17.1). Es en ese contexto que ocurre una confrontación entre Elías y un grupo de falsos profetas que adoraban a Baal (18.20-40). Aunque Elías llevó la mejor parte en esta confrontación, Acab y su esposa Jezabel siguieron por sus malos caminos, violando el pacto entre Dios y el pueblo de Israel y haciendo sufrir al pueblo.
Pero les dije al principio que esta es la historia de una confrontación entre Acab y un hombre del pueblo. Ese hombre se llamaba Nabot.
Nabot vivía en el valle de Jezreel. Allí tenía una propiedad que, para su desgracia, colindaba con la residencia de verano del rey (21,1). Esa era su única virtud y su único pecado, tener un terreno hermoso sembrado de uvas cerca de la casa del rey.
Un buen día, Acab habla con Nabot y le propone un negocio. Acab desea adquirir la viña de Nabot y está dispuesto a comprarlo o a darle otro terreno a cambio (21.2). Para nosotros, quienes leemos el texto bíblico con ojos contemporáneos, la propuesta de Acab no tiene nada extraño. Es una simple transacción comercial de bienes raíces, como cualquier otra.
Sin embargo, en el antiguo Israel el ofrecimiento de Acab tenía otras implicaciones. De acuerdo a la tradición hebrea, la tierra le pertenecía primeramente a Dios y, en segundo lugar, a la tribu o al clan a quien Dios la había dado. Es decir, las propiedades eran patrimonios familiares, por lo que una sola persona no podía tomar la decisión de venderla. Quien vendía su tierra renunciaba a la herencia recibida de su padre y de su madre y malversaba la herencia que debía dejar a sus hijos e hijas. Por eso, el Antiguo Testamento prohíbe la venta de la tierra en pasaje bíblicos tales como Levítico 25.23: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es, y vosotros como extranjeros y forasteros son para mí” (véase, además, Nm 27.7-11, 36.1-12 y Dt 19.14).
Nabot, pues, rechaza tajantemente la oferta del rey Acab, diciendo: “¡Líbreme Jehová de darte yo la heredad de mis padres!” (21.3). Nabot rechaza la oferta del rey porque es obediente al pacto con el Dios de Israel. Nabot prefiere obedecer a Dios antes que a los hombres (compare con Hch 4.19).
Como es de esperar, Nabot reacciona como el niño malcriado que era. El rey está acostumbrado a que la gente le obedeciera, fuera por respeto o por temor. Por eso, reacciona a la negativa de Nabot llegando a su casa triste y enojado (21.4). Cuando su esposa lo vio en la cama, a donde se había ido sin cenar, le preguntó: “¿Por qué estás tan decaído de espíritu y no comes?” (21.5). Acab le explicó que le había hecho una oferta muy generosa a Nabot, quien le había rechazado diciendo: “Yo no te daré mi viña” (21.6).
Jezabel respondió al berrinche del rey con palabras muy duras: “¿No eres acaso tú el rey de Israel? Levántate. Come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel” (21-7). De inmediato, la reina organizó una conspiración en contra de Nabot. Jezabel escribió cartas, a nombre de Acab, ordenando que testigos falsos acusaran a Nabot de blasfemia; de maldecir a Dios y de maldecir al rey (21.8-9).
Noten la ironía de esta escena. El hombre fiel al pacto con Dios es acusado de infidelidad y la reina extranjera adoradora de Baal escribe cartas defendiendo el honor de un rey corrupto. Jezabel le “fabricó un caso” falso a Nabot, acusándole de un crimen capital por el que se pagaba con la muerte.
Punto culminante
Engañados por la astucia de la reina extranjera, los líderes de la ciudad juzgan a Nabot y, sobre la base del testimonio de dos testigos falsos, apedrean a Nabot hasta la muerte (21.11-14). Claro está, Nabot hubiera podido salvar su vida cediendo a la presión. Con toda seguridad, el rey hubiera abogado a su favor si Nabot hubiera concedido sus deseos.
No obstante, Nabot no cedió ante los caprichos de Acab y de Jezabel. Aun bajo amenazas de muerte, Nabot persistió en su integridad: La viña no está en venta.
Aunque me presiones, la viña no está en venta.
Aunque me acuses falsamente, la viña no está en venta.
Aunque levantes testigos falsos en mi contra, la viña no está en venta.
Aunque me fabriques un caso capital, la viña no está en venta.
Aunque me mates, la viña no está en venta.
La viña no está en venta porque el pacto no está en venta. No puedo vender la viña porque eso sería una violación a los mandatos divinos. No puedo venderla porque mis principios no están en venta. No voy a vender porque prefiero obedecer al Dios del cielo antes que a los reyes corruptos de este mundo.
Desenlace
Y la sangre de Nabot nos habla, como la de Abel, desde la tumba. Nos llama a la integridad y al compromiso. Nos llama a examinar nuestra fidelidad a Dios y a la comunidad de fe. Nos llama a examinar nuestras vidas a la luz de la fe. La sangre inocente de Nabot nos habla y nos recuerda que tenemos una herencia espiritual. Nuestros padres y nuestras madres en la fe nos dejaron una herencia viva (véase 1 P 1.3). Y nosotros tenemos la responsabilidad de legar esa herencia a nuestros hijos y a nuestras hijas, a nuestros nietos y a nuestras nietas.
El ejemplo de Nabot nos desafía, pues, a vivir en integridad moral y espiritual. Ante las presiones de este mundo, ante las seducciones de la sociedad, y ante las ofertas de la corrupción, debemos tener solo una respuesta: “la viña no esté en venta”.
El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez se reserva todos los derechos de publicación de estos materiales. Queda prohibida cualquier forma de reproducción total o parcial, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la debida autorización del autor. Para solicitar los permisos correspondientes, contacte al autor.
Use el siguiente formato para citar este artículo: Pablo A. Jiménez, “La viña no está en venta”, DrPabloJimenez.com. Accedido el ** de ** de 20**. Disponible en: https://www.drpablojimenez.com/2024/04/14/la-vina-no-esta-en-venta/
Reseña del sermón titulado “Restauración, El testimonio del apóstol Pedro”
Por Yeury Ferreira
El sermón “Restauración” por Pablo A. Jiménez se enfoca en el poder restaurador de Jesús a través del testimonio de Pedro, desde su llamado inicial hasta su restauración tras negar a Jesús. El sermón utiliza la narrativa bíblica, comenzando con el encuentro de Pedro con Jesús y siguiendo su viaje de fe, incluyendo su liderazgo entre los discípulos, su falla durante la crucifixión de Jesús, y su restauración final por Jesús después de la resurrección. Este recorrido destaca la capacidad de Jesús para transformar y restaurar la vida espiritual, presentando a Pedro como un ejemplo de cómo la gracia puede superar la falla y el arrepentimiento conduce a la renovación. Ahora, destaquemos cinco comentarios positivos y relevantes tanto del contenido como de la técnica homilética utilizada:
Uso de la narrativa en primera persona: La técnica de narrar el sermón desde la perspectiva de Pedro permite una inmersión profunda y personal en la historia, facilitando la identificación del oyente con las experiencias de Pedro. Esta aproximación narrativa en primera persona hace que el mensaje sea más accesible y emotivo.
Enfoque en la restauración: La idea central de que Jesús puede y quiere restaurar nuestra vida espiritual es un mensaje de esperanza universalmente relevante. La historia de Pedro sirve como un poderoso testimonio del amor incondicional y la gracia restauradora de Jesús, ofreciendo consuelo y esperanza a los oyentes que enfrentan sus propias luchas espirituales.
Inclusión de detalles bíblicos y culturales: El sermón se enriquece con detalles bíblicos y contextuales que profundizan la comprensión de la historia de Pedro. La explicación de los nombres, los rituales, y las costumbres de la época aporta una capa adicional de significado y autenticidad al relato.
Aplicación práctica y personal: Al final del sermón, se hace un llamado directo a la audiencia, invitándola a experimentar la misma restauración que Pedro. Este llamado a la acción personaliza el mensaje, alentando a los oyentes a reflexionar sobre su propia vida espiritual y a buscar su propia restauración en Jesús.
Estructura clara y fluidez narrativa: El sermón está bien estructurado, siguiendo una línea narrativa clara que guía a los oyentes a través de los eventos de la vida de Pedro de manera lógica y emotiva. La fluidez de la narración mantiene el interés y facilita la comprensión del mensaje central.
Estos aspectos destacan la efectividad del sermón en comunicar su mensaje central de restauración y transformación espiritual a través de una técnica homilética narrativa e inmersiva.
Un sermón del Dr. Pablo A Jiménez sobre la Parábola de la viña, texto también conocido como el Cantar de la vida.
La Biblia, aparte de su valor religioso, tiene valor literario. En ella encontramos prosa, narración, leyes, poemas y cánticos. Estos pasajes bíblicos hablan de Dios, de la relación entre Dios y la humanidad, de la relación entre los seres humanos y de la relación que toda persona tiene consigo misma. Y entre esas porciones bíblicas se encuentran algunas de las piezas literarias más hermosas producidas jamás.
El capítulo 5 del libro del profeta Isaías contiene una de esas porciones bíblicas “clásicas”: el poema o canción de la viña.
Isaías 5 tiene una forma literaria particular, dado que el texto es una canción de amor. Sí, es una canción de amor que Dios, el “novio”, le dedica a su “amada”, la comunidad de fe. Es una canción de amor que comunica los sentimientos divinos hacia la humanidad.
En la primera línea, el profeta presenta el cántico y lo dedica al pueblo de Dios (v. 1a). A partir de la segunda frase (v. 1b), el profeta habla en nombre de Dios, dando voz a las sentimientos divinos. El profeta habla a nombre de un “amigo”, quien será identificado más adelante. Todo comienza con una afirmación muy sencilla: El amigo plantó una viña en terreno fértil (v. 1b-c).
En la literatura hebrea, es común comparar a la persona amada con una viña, es decir, con un sembradío de uvas. Esta imagen aparece en varias veces en el libro del Cantar de los Cantares, específicamente en 1:6, 2:15 y 8:12.
El v. 2 describe los cuidados que el “amigo” tiene para con su viña. Todas las imágenes recalcan el cuidado que tiene el amado por su amada. El “amigo” ha colocado una cerca alrededor de la viña, para evitar la entrada de ladrones y de animales salvajes (v. 2a). También ha quitado las piedras que estorban el proceso de sembrar (v. 2a). Aunque toda persona que desea sembrar debe quitar las piedras del terreno, esto es una referencia al terreno israelita, particularmente en la zona noroeste, que está lleno de rocas de basalto, es decir, de piedras negras de origen volcánico.
Una vez preparado el terreno, el “amigo” plató las semillas de mejor calidad (v. 2b). Además, construyó una torre desde la cual vigilantes podían proteger la viña (v. 2c) y un “lagar”, es decir, un pequeño edificio donde había recipientes para aplastar las uvas maduras, extrayendo su jugo (v. 2d).
Como es evidente, el “amigo” había invertido tanto tiempo y dinero en este proyecto porque esperaba que su viñedo produjera uvas dulces, de buena calidad (v. 2e). Sin embargo, el “amigo” no recibió lo esperado. En lugar de uvas dulces, su viña produjo uvas agrias, es decir, uvas que no eran adecuadas para producir vino (v. 2f).
En el v. 3, el profeta presenta la situación ante la consideración de sus amigos y vecinos para que juzguen el caso, diciendo “juzgad entre mí y mi viña”. Este es un ejemplo de la justicia popular israelita, donde los vecinos de una comunidad—particularmente los líderes de los clanes y las familias prominentes—se reunían para impartir justicia. El profeta pregunta qué más hubiera podido hacer su amigo en este caso (v. 4a-b). Y, por segunda vez, usa el verbo esperar (compare con v. 2e): ¿Cómo es posible que la buena semilla hubiera dado uvas comunes y corrientes? ¿De dónde salieron estas uvas agrias y, por lo tanto, inútiles?
La justicia divina
Sin esperar respuesta, el “amigo” toma la palabra e indica cómo ha de responder a la situación (v. 5a-b). El dueño va a quitar la verja que protegía la viña, para que los vecinos se coman las uvas y los animales se coman las plantas (v. 5c-d).
Además, el dueño planea abandonar la viña, es decir, no ha de cultivarla más (v. 6a-b). Por lo tanto, la viña antes bien cuidada ahora estará llena de hierba mala, de cizaña, de matojo (v. 6c). Y, en la primera referencia al poder divino del “amigo”, hasta mandará a las nubes que no derramen más lluvia sobre la viña (v. 6d-e). Así la identidad del amigo queda clara: El “amigo” enamorado es Dios.
El v. 7 ofrece una interpretación clara del cantar de la vida, dejando clara la identidad de la viña. Israel es la viña y sus habitantes son las uvas. Este pueblo desciende de Abraham, de Isaac, de Jacob y del resto de las personas llamadas por Dios, de acuerdo al libro del Génesis. Por lo tanto, el pueblo es fruto de “semillas escogidas”. Esto explica por qué Dios esperaba buenos frutos de su pueblo. Es lógico esperar que las personas descendientes de Abraham, el padre de la fe, sean fieles a Dios.
No obstante, el pueblo no dio buen fruto, es decir, no cumplió con las expectativas que Dios tenía. El v. 7 termina con dos juegos de palabras, en el idioma hebreo original. El texto dice: “Esperaba juicio, y hubo vileza; justicia, y hubo clamor.”
Primero, la palabra traducida como “juicio”, es la palabra hebrea “mishpat”, que tradicionalmente se traduce como “justicia” pero que también significa “buena obra” o “acto de justicia”. Y la palabra hebrea traducida como “vileza” es la palabra hebrea “mispah”, que significa derramamiento (de sangre). Segundo, la palabra traducida como “justicia” es la palabra “tsedaka” y la palabra “clamor” o grito es “tse’aka”.
Ahora podemos comprender mejor la calidad literaria del texto. El cantar de la viña termina denunciando los pecados del pueblo, afirmando que en lugar de justicia (“mishpat”) el pueblo derrama sangre inocente (“mispah”); que en lugar de justicia (“tsedaka”) el pueblo desesperado grita (“tse’aka”).
Las expectativas divinas
Queda claro que, aún en medio de la crisis social que arropa nuestro mundo, Dios espera que su pueblo de buen fruto. Aún en medio de derramamiento de sangre que continúa manchando nuestras calles, Dios desea que el pueblo actúe con justicia. Aún en medio de los gritos de desesperación de la gente inocente, Dios desea que su pueblo sea un agente de justicia.
Sí, Dios espera grandes cosas de su pueblo. Si usted se identifica como creyente, Dios espera buenos frutos de usted. Por eso, nos atrevemos a afirmar que el mensaje que Dios lanzó al antiguo pueblo de Israel por medio del profeta Isaías sigue vigente. Hoy, Dios espera que su Iglesia produzca buen fruto, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.