Como orar por los gobernantes, aún en momentos de crisis, es un ensayo escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.
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Cómo orar por los gobernantes
La iglesia de Jesucristo, a través de los tiempos, ha tenido una relación paradójica con los gobiernos de este mundo. Por un lado, la iglesia nace a consecuencia de un asesinato político: La crucifixión de Jesús de Nazaret por el gobierno colonial y el ejercito romano en Judea. Por otro lado, con el correr del tiempo, la iglesia adquirió poder político, llegando a gozar del favor de gobernantes y reyes. Esto quiere decir que, en distintos momentos de su historia, la Iglesia ha sido tanto perseguida como favorecida por los gobiernos de este mundo.
Esta situación nos obliga a reflexionar sobre preguntas importantes: ¿Cómo puede la iglesia orar por los gobernantes terrenales? ¿Debe una iglesia perseguida orar por quienes le hostigan y oprimen? ¿Puede una Iglesia favorecida por el gobierno de turno orar de manera efectiva tanto por el partido en el poder como por la oposición?
La naturaleza humana nos dice que orar por nuestros enemigos es imposible. Nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a pedir el juicio de Dios en contra de quienes nos oprimen.
Empero, aquellas personas que confesamos a Jesucristo como Señor y Salvador no podemos doblegarnos ante nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 7.5-6). Por el contrario, debemos buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios» (Colosenses 3.1, RVC). Lo que para el «hombre natural» parece locura, es posible para quienes viven bajo la dirección del Espíritu de Dios (1 Corintios 2.14).
No debe sorprendernos, pues, que la Biblia nos ordene orar por los gobernantes, como indica 1 Timoteo 2.1-4 (RVR 1960):
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
Aquí encontramos una enseñanza que el Apóstol Pablo dejó como un legado a Timoteo, su hijo espiritual. El viejo Apóstol recomienda que la Iglesia persevere en la oración por todo ser humano (v. 1). Nótese que Pablo menciona cuatro tipos de oraciones: súplicas o «rogativas», oraciones, peticiones y acciones de gracias. De esta manera, el Apóstol cubre el amplio campo que abarca la oración.
En el v. 2, Pablo exhorta a extender esas oraciones a quienes ocupan puestos de autoridad en los gobiernos terrenales. De primera intención, esto parece un mero buen consejo que todo ciudadano y que toda ciudadana debe seguir. Sin embargo, una lectura más profunda nos recuerda el contexto histórico del pasaje.
El Emperador Nerón gobernó Roma desde el año 54 hasta el 68 del primer siglo. Nerón comenzó su principado a los 16 años. Por un tiempo estuvo bajo la tutela de su madre, Agripina, y de su tutor, el filósofo Séneca. Sin embargo, después de la muerte de su madre, en el año 59, Nerón se tornó cada vez más violento y sanguinario. De hecho, Nerón decretó la primera persecución organizada contra la Iglesia, después del fuego que destruyó parte de la ciudad de Roma en el año 64. Sus desmanes fueron tantos, que finalmente le pidió a uno de sus secretarios que lo asesinara después de que sus propios guardaespaldas—la Guardia Pretoriana—se revelaran en su contra, en el año 68.
Ahora podemos comprender cuán sorprendente es la exhortación del Apóstol. ¡Pablo le pide a la iglesia que interceda ante Dios por Nerón, el emperador que ordenó su ejecución! Nos pide que oremos aun por aquellos gobernantes que procuran aumentar el dolor del pueblo. ¿Con qué propósito? Debemos orar por la paz, pidiendo tranquilidad y reposo para el pueblo. Debemos pedir que Dios bendiga a nuestros gobernantes, transformando sus corazones, para que puedan actuar de manera cónsona con los valores del Evangelio.
¿Y cuáles son esos valores evangélicos, valores del Reino de Dios? La Biblia nos da un excelente resumen de estas virtudes en Gálatas 5.22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.»
Esto quiere decir que nuestras oraciones deben estar dirigidas a Dios, pidiendo que su Espíritu Santo transforme a nuestro liderazgo civil, infundiéndole estos valores evangélicos. Deseamos que exhiban el fruto del Espíritu Santo en sus vidas. En fin, deseamos que tengan una experiencia espiritual que les lleve a la conversión.
Además, debemos pedirle a Dios que nuestro liderazgo civil pueda conocer la verdad y actuar conforme a ella. ¿Por qué? Porque la Biblia deja claro que la verdad es una persona; la verdad es Jesús: Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14.6). Quien se aparta de la verdad, se aparta de Jesucristo.
Oremos por el liderazgo social y político de nuestros países, particularmente por aquellas personas que usan el odio como un arma política para dividir al pueblo y incitar a la violencia. Oremos por su conversión al Evangelio de Jesucristo y por su transformación, en el poder del Espíritu Santo. Si nuestro liderazgo civil cultiva una relación con Dios por medio de Jesucristo, cosecha el fruto del Espíritu y conoce la verdad, podremos vivir quieta y reposadamente, en el nombre de Jesús, AMÉN.
Tom Bandy presenta dos modelos de iglesia. El primero es el de la Iglesia tradicional que va en deterioro constante. Estas congregaciones están destinadas a cerrar en el futuro cercano. El segundo es el de la Iglesia que crece de manera firme y constante. Nuestro deseo es ofrecer pautas que lleven a nuestras congregaciones a ser Iglesias en crecimiento.
I. La Iglesia en Deterioro
La congregación en deterioro valora, sobre todas las cosas, el sentido de pertenencia; quieren que la feligresía desarrolle un sentido de «familia», que cada persona se sienta parte del grupo. Aquí el proceso de «crecimiento en la fe» pasa por cinco etapas, a saber:
A. Miembro
Estas congregaciones recalcan la importancia de convertirse en miembro «activo» de la feligresía. Sin embargo, rara vez ofrecen clases para nuevos creyentes. Establecen requisitos mínimos para mantener la membresía, tales como asistir a la Iglesia una vez al mes (o menos, en algunas ocasiones). Lo importante es que las visitas «se sientan en familia» y acepten formar parte de la lista oficial de miembros.
B. Amigo
Estas congregaciones prestan gran importancia a la amistad. Allí es más importante entablar amistad con el liderazgo establecido que asistir a las actividades de la Iglesia. Los líderes establecidos informan a los nuevos miembros de las tradiciones y de la historia de la congregación, de manera que las personas «nuevas» sepan como actuar correctamente. En este tipo de congregación, la tradición tiene un peso muy grande.
C. Compañero
El liderazgo establecido nomina a los puestos directivos a aquellas personas que ven como sus «compañeras», compartiendo sus valores, su nivel social, o su trasfondo étnico. Por esta razón, los cuerpos directivos tienden a ser homogéneos étnica y culturalmente, aunque la congregación sea diversa. Las amistades de los líderes tradicionales pueden ser nominadas a puestos directivos aunque lleven pocos meses asistiendo a la Iglesia.
D. Director
El «premio» a la madurez espiritual es formar parte del cuerpo directivo de la congregación. Los miembros de estos cuerpos directivos entienden que su labor principal es «supervisar» tanto el funcionamiento general de la Iglesia como el trabajo específico del pastor o la pastora.
E. Guardián
El nivel más alto de liderazgo laico en este tipo de Iglesia se alcanza cuando un miembro es visto como uno de los baluartes o pilares de la congregación. En ocasiones, los guardianes ocupan los puestos más altos por varios años corridos; en otras, toman turnos. De todos modos, los guardianes entienden que su misión es «mantener» la tradición de la Iglesia.
El Rol del Ministro
En la «congregación en deterioro», el pastor se ve como un empleado de la congregación cuya responsabilidad principal es llevar a cabo la misión de la Iglesia. Es al pastor a quien le toca buscar «almas» (es decir, nuevos miembros) y relacionarse con la comunidad en general.
II. La Iglesia en crecimiento
La Iglesia en crecimiento valora, sobre todas las cosas, la misión de la Iglesia. Por esta razón, crece en términos espirituales y numéricos. Al igual que el modelo anterior, entiende que el crecimiento en la fe pasa por cinco etapas, pero muy distintos a los anteriores:
A. Misión
Cada congregación debe buscar cuál es su propósito o misión específica en la comunidad a la cual desea servir. Esta misión debe enunciarse en forma breve, tanto que pueda resumirse en una oración que pueda escribirse en un afiche o en una pancarta. Otra manera de ver este punto es afirmando que cada congregación debe buscar la «canción» que Dios ha puesto en su «corazón».
B. Membresía
La congregación en crecimiento recalca que no todo el mundo puede ser miembro. Por eso, ofrece clases de discipulado para nuevos creyentes y para personas que desean trasladarse de otras congregaciones. Queda claro que la membresía implica responsabilidades, tales como colaborar en alguno de los ministerios de la Iglesia, asistir regularmente, y ofrendar a cierto nivel.
C. Madurez
La Iglesia recalca que cada creyente debe buscar alcanzar madurez en la fe, por medio del ejercicio de las disciplinas espirituales. Por esto, ofrece diversas oportunidades para que cada persona crezca en la fe, discerniendo los dones y las capacidades que Dios la ha concedido.
D. Capacitación
Este tipo de congregación ofrece una amplia gama de oportunidades de adoración, estudio, y servicio. Ofrece, pues, servicios de adoración dirigidos a los distintos «públicos» que desea alcanzar, desde personas no-creyentes a creyentes maduros. Cultiva distintos estilos de adoración, ofreciendo servicios tradicionales, contemporáneos y hasta experimentales.
E. Ministerio
Cada creyente es responsable de discernir el «ministerio» al cual Dios le ha llamado. El liderazgo congregacional es responsable de facilitar el cumplimiento de esos ministerios, capacitando a cada creyente para hacer un trabajo de excelencia. En este sentido, la señal de la madurez espiritual es que el creyente es «enviado» a llevar a cabo su ministerio en beneficio de la comunidad donde se encuentra la congregación.
El Rol de la figura pastoral
Nótese, pues, que en este sistema el pastor o la pastora tiene un rol educativo o magisterial. El equipo ministerial le ofrece cuidado pastoral a la feligresía, mientras le enseña cómo crecer en la fe y como ser un agente activo en el desempeño de la misión de la Iglesia Cristiana. Cumplir la misión cristiana y relacionarse con la comunidad es labor de toda la membresía de la congregación.
La Iglesia en crecimiento tiene cuerpos directivos pequeños, que delegan autoridad y recursos económicos para que los grupos de trabajo puedan llevar a cabo su trabajo. Por ejemplo, sugiere que el grupo de adoración de la Iglesia puede tener una cantidad designada en el presupuesto anual de la congregación, de modo que puedan comprar los materiales que necesitan para llevar a cabo su ministerio.
III. Conclusión
Ofrecemos el modelo de la Iglesia en crecimiento con la esperanza de que sea de bendición para todas nuestras congregaciones.
Bibliografía
Thomas G. Bandy, Kicking Habits: Welcome Relief for Addicted Congregations (Nashville: Abingdon Press, 1997).
Un ensayo que ofrece consejos prácticos para la elaboración de ilustraciones para sermones, por el Dr. Pablo A. Jiménez.
Una ilustración es una anécdota o una historia que desarrolla, aclara o apoya una de las ideas presentadas en un sermón. También se consideran como «ilustraciones» el uso de símiles, metáforas, analogías, alegorías, ejemplos, poemas, y testimonios, entre otros recursos literarios y figuras de construcción.
Una ilustración efectiva debe ser tan clara que no necesite mayores explicaciones. Las ilustraciones demasiado complejas o complicadas no tienen utilidad alguna. A menos que usted tenga una enorme capacidad para explicar temas complejos, no emplee ilustraciones que hablen de asuntos científicos o técnicos, tales como la electricidad o la medicina. Una buena ilustración debe aclarar una idea; una mala ilustración confunde, aburre o distrae.
Todo sermón debe tener, por lo menos, una ilustración, anécdota o
una historia que aclare o ejemplifique su mensaje. Es común encontrar
libros que recogen cientos de ilustraciones para sermones. En términos
generales, estos libros son de poca utilidad por dos razones
fundamentales. Por un lado, estas historias, anécdotas y citas son tan
conocidas que la mayor parte de nuestra feligresía ya las ha escuchado
anteriormente. Por otro lado, muchas de estas historias hacen referencia a
la historia y la literatura europea o estadounidense. Por esta razón, gran
parte de nuestra feligresía no las puede comprender a cabalidad.
En el pasado, era común usar escenas de la literatura universal como ilustraciones para sermones. Por ejemplo, quienes predicaban citaban las obras de Cervantes, Shakespeare o de Calderón de la Barca. Sin embargo, es difícil hacer este tipo de referencias literarias en la actualidad sin darle al predicador un aire de superioridad, pues la mayor parte de la gente no conoce las novelas y las obras de teatro que hoy se consideran como «clásicos» de la literatura. Por lo tanto, si usa ilustraciones tomadas de la literatura, asegúrese que la audiencia comprenda adecuadamente su contenido.
Podemos encontrar una nueva fuente de ilustraciones para la predicación en las películas de cine y los programas de televisión. Sin embargo, es necesario evitar referencias a los productos culturales que puedan distraer a la audiencia, sobre todo a películas y a programas de televisión no tienen la dignidad que merece el púlpito cristiano. Nunca cite materiales chabacanos.
En conclusión, la mejor opción es que la persona que predica escriba sus propias ilustraciones, haciendo referencias claras que sean comprensibles para la congregación. En el proceso, evite el error de hablar de su vida privada, publicando las interioridades de su vida familiar. Busque historias, anécdotas y citas que ayuden a su congregación a recordar los puntos principales de su sermón.
Consejos prácticos para el diseño y la presentación de sermones narrativos, por el Dr. Pablo A. Jiménez.
El sermón narrativo es un tipo de predicación muy sencilla que apela a todos. Tanto grandes como chicos se involucran en la historia, prestándole más atención al sermón. Sin embargo, el diseño de sermones narrativos puede ser muy difícil, especialmente para aquellas personas que no están acostumbradas a prepararlos. A continuación presentamos doce consejos prácticos que podrán ayudarle a diseñar este tipo de sermones.
Apréndase bien la historia: El primer paso para predicar un sermón narrativo en forma efectiva es aprender la historia que vamos a narrar. Para lograr este objetivo podemos seguir el siguiente método. Primero, lea la historia varias veces. Segundo, encuentre las secciones principales de la historia (marco escénico, trama, punto culminante y desenlace) e identifique sus episodios más importantes. Tercero, identifique cada sección por medio de una palabra clave. Cuarto, haga un corto bosquejo siguiendo las palabras claves. Finalmente, memorice el bosquejo.
Identifique los tipos de personajes: Recuerde que una historia puede tener hasta tres tipos de personajes. Las «sombras» son los personajes que apenas se mencionan en la historia. Éstos, más que personajes, son parte del trasfondo de la narración. Los «tipos» son los personajes que representan a una clase de persona o a un grupo social. Es común que los «tipos» carezcan de nombre, por lo cual se les denomina por sus profesiones (un fariseo, un sacerdote, etc.). Muchos personajes secundarios pertenecen a esta clasificación. Los «caracteres» son aquellos personajes que se desarrollan a plenitud. En unión a la profesión que puedan tener, también tienen características personales que les distinguen. La mayor parte de los personajes principales de las historias son «caracteres».
Estudie el contexto social e histórico del pasaje bíblico: El conocimiento del contexto de la Biblia no sólo puede darle más vida a la historia sino que puede ayudarle a relacionar la narración con la vida diaria de su congregación. Por ejemplo, en Israel las mujeres no podían hablar en público con hombre alguno, ni siquiera con sus esposos. También estaba prohibido el contacto físico en lugares públicos entre personas de sexos opuestos. Estos detalles le ayudarán a comprender cómo la conducta de Jesús–quien hablaba públicamente con mujeres y hasta permitía que le tocaran los pies o le ungieran la cabeza–era escandalizante para el liderazgo religioso de la época. Del mismo modo, estos detalles le permitirán recalcar en sus sermones la actitud inclusiva y liberadora de Jesús hacia las mujeres de ayer y de hoy.
Conozca el contexto literario del pasaje: Quien predica un sermón narrativo debe tener presente los eventos que han ocurrido antes del pasaje bíblico que desea exponer. De otro modo, podrá cometer errores graves. Como un estudiante que, predicando un sermón de práctica sobre Lucas 5.1-11, recalcó varias veces que ésta era la primera vez que Simón (Pedro) veía o escuchaba a Jesús. Este novel predicador no había leído el capítulo anterior, donde Lucas 4.38-39 narra cómo Jesús sanó a la suegra de Simón.
No invente episodios: En ocasiones, debido a la brevedad de las historias bíblicas, algunos predicadores se sienten tentados a alargar las narraciones inventando episodios que no aparecen en el texto. Este es una práctica que debemos evitar pues tiende a confundir a los oyentes y a fomentar interpretaciones bíblicas equivocadas. Recuerdo con tristeza cuando un día mi abuela quiso enseñarme el pasaje bíblico que había servido de base al hermoso sermón que su pastor había predicado aquella mañana. Después de una larga búsqueda, encontramos el texto por medio de la concordancia. Pero al leer el pasaje nos dimos cuenta que, basado en la poca información que ofrecía el pasaje bíblico, su pastor había creado una versión ampliada de la historia.
No omita episodios: La mayor parte de las historias bíblicas son tan breves que, si se salta un episodio, se pierde el sentido de la historia. Hasta en historias bien conocidas, como la parábola del Hijo Pródigo (Lc. 15.11-32), es común omitir detalles. La inmensa mayoría de las personas que predican esta historia afirman que el hijo menor cae en una situación deplorable a consecuencia de haber despilfarrado su dinero. Pero pocos recuerdan que la región donde vivía este joven fue afectada por una crisis económica que dejó al pueblo hambriento (v. 14). Esto explica por qué el muchacho no pudo conseguir un trabajo honesto y tuvo que dedicarse a una profesión inmunda, como lo era la crianza de cerdos para el pueblo judío.
Evite los anacronismos: El anacronismo ocurre cuando se dice que un evento ocurrió en una fecha que resulta ser equivocada. ¡Como el predicador aquel que, exponiendo la historia de Ruth, afirmó que la situación de las viudas en la Biblia no era tan desesperada porque «el gobierno ayuda a las viudas y a los envejecientes»! Eso es un anacronismo, ya que en el mundo antiguo no habían programas de seguridad social. Ahora bien, los anacronismos más comunes en los sermones surgen del desconocimiento de la cronología bíblica. Por ejemplo, quien no conoce el orden de los eventos bíblicos puede afirmar equivocadamente que Salomón escuchó las profecías de Jeremías o que el apóstol Pablo estuvo presente en la «Última Cena».
Corrija sus errores: Si por alguna razón se salta un episodio o cambia el orden de la historia, detenga su sermón para explicar cual es el orden correcto de la historia. De otro modo, la congregación podrá salir de la iglesia pensando que su versión equivocada de los hechos es la correcta.
Apele a los sentidos: Hábleles del olor del campo, del rumor del arroyo y de la suavidad de la brisa. De primera intención, este consejo parece contradecir la regla de que no debemos añadir elementos a la historia. Pero esto no es así. Lo que estamos recomendando es describir en forma vívida los detalles que pueda contener el pasaje bíblico. En este sentido, si el texto indica que Jesús estaba con los discípulos en una barca es enteramente correcto hablar de la humedad en el viento o del ruido que hace el agua al chocar contra la embarcación.
Déle más importancia al verbo que al adjetivo: El exceso de adjetivos y adverbios recarga los sermones, restándole agilidad a la expresión. Por el contrario, los verbos le dan movimiento a la narración. Digamos que deseamos caracterizar a Judas Iscariote. Quienes dependen de adjetivos dirán: «Judas Iscariote era un hombre deshonesto, infiel, pusilánime y traicionero». Por el contrario, quienes prefieren el verbo se expresarán de la siguiente manera: «Judas Iscariote traicionó a Jesús. Lo delató a cambio de un poco de plata. Y usó un beso, signo de compañerismo y amistad, para identificarle ante la policía del templo.» Como ven, la segunda descripción es mucho más amplia y más ágil que la primera.
Déle sabor contemporáneo a la historia: Salpique la narración con alusiones a elementos comunes en la vida de su audiencia. Hay dos maneras de incluir estos elementos. La primera es comparando la situación del mundo antiguo con la actual: «En Israel los leprosos eran echados de sus comunidades cuando se enfermaban, pues la gente temía contagiarse con una enfermedad incurable. Era una actitud muy parecida a la de quienes hoy rechazan a las personas enfermas de SIDA.» La segunda es usando el anacronismo en forma responsable, es decir, presentando al personaje bíblico como si viviera en nuestro barrio: «Los soldados se acercaron a Jesús con sus ametralladoras y sus bayonetas.» Aunque esta segunda técnica puede ser muy impactante, debemos usarla en forma limitada. Ya explicamos anteriormente las consecuencias desastrosas que puede tener el mal uso del anacronismo en la predicación.
Privilegie los encuentros: Las narrativas que narran encuentros, sobre todo los encuentros con Jesús en los relatos evangélicos, son una fuente excelente para la predicación. Considere hacer una serie de sermones sobre este tipo de historias. Por ejemplo, puede predicar dos sermones sobre encuentros con Dios en el Antiguo Testamento; o cuatro sobre confrontaciones entre los profetas de Israel y la corte real; o tres sobre las mujeres que tuvieron encuentros transformadores con Jesús.
Esperamos que estos consejos prácticos le ayuden a diseñar sermones narrativos que lleguen a la mente y el corazón de su congregación.
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Un ensayo que explica qué es el sermón narrativo y ofrece consejos prácticos para el diseño diseño de bosquejos homiléticos narrativos.
Introducción
El sermón narrativo es aquel que presenta un aspecto del mensaje de una porción de las Sagradas Escrituras por medio de una o más historias. Es decir, este sermón transmite el mensaje por medio de la narración. La función de este tipo de sermón es involucrar a la audiencia en la narración de tal manera que se pueda identificar con la historia y pueda experimentar el mensaje del texto. Esto se hace posible por las características particulares que tiene el fenómeno de la narración.
Las virtudes del sermón narrativo son muchas. En primer lugar, despierta el interés de la audiencia; atrae y mantiene el interés a lo largo de la presentación. Segundo, guía la imaginación de los y las oyentes, de tal manera que las imágenes, ilustraciones e ideas presentadas en el sermón sean más llamativas y reales. Tercero, el sermón narrativo da viveza a la experiencia narrada. La historia facilita que la congregación se identifique con los personajes y, por lo tanto, que «viva» la experiencia que escucha. Cuarto, la narración creativa y bien ejecutada puede darle un sabor contemporáneo a la tradición bíblica, estableciendo un puente para que quien escucha pueda salvar la distancia entre la historia bíblica y el momento actual.
Podemos decir que el propósito del sermón narrativo es que la audiencia identifique su historia, tanto personal como colectiva, con la historia que narramos. En este sentido, la predicación narrativa trasciende los detalles de la historia bíblica que podamos narrar. En este tipo de predicación proclamamos una «historia compartida» donde se entrelazan la historia bíblica, la historia de la Iglesia, la historia personal de quien predica y la historia personal de cada oyente.
Cómo diseñar el sermón narrativo
Podemos crear sermones narrativos siguiendo la estructura de un cuento corto. Como es bien sabido, un cuento corto tiene cuatro partes principales.
Marco escénico: En esta sección se presentan tanto los personajes como el problema o discrepancia que da pie a la acción.
Trama: Aquí encontramos el desarrollo de la acción. En esta parte la tensión narrativa aumenta a medida que los hilos narrativos se entrelazan y la situación se va complicando.
Punto culminante o «climax»: Este es el momento donde la tensión narrativa llega a su punto más alto. Desde este momento, comenzamos a vislumbrar el desenlace de la situación.
Desenlace: En este punto la tensión narrativa se disipa y la situación problemática comienza a resolverse.
El bosquejo más efectivo para predicar el sermón narrativo es el que reproduce la estructura del cuento corto. En lugar de comenzar con una introducción similar a la del sermón tradicional, empieza indicando el marco escénico de la historia. En vez de emplear «puntos» en el desarrollo del sermón, tiene una sección donde narra la trama y otra donde presenta el punto culminante de la historia. Finalmente, en vez de una conclusión, cuenta el desenlace de la historia.
Por lo tanto, el bosquejo del sermón narrativo luce de la siguiente manera:
Marco escénico
Trama
Episodio #1
Episodio #2
Episodio #3
Punto culminante
Desenlace
El elemento más importante de la historia es la trama. Es crucial describir adecuadamente cómo la historia central se complica, afectando a todos los personajes. Por eso, podemos afirmar que toda historia presenta uno o más problemas que deben ser resueltos. Si tomamos esta idea como punto de partida, podemos desarrollar sermones narrativos que comiencen describiendo un problema que necesita solución.
Dicho problema o discrepancia se complica a medida que avanza la historia. En el punto culminante de la historia se presentan nuevas perspectivas sobre el problema. El sermón termina narrando cómo se soluciona el problema.
Podemos bosquejar este tipo de sermón de la siguiente manera:
Identifique el problema
Explique el problema, narrando los distintos episodios de la historia
Episodio #1
Episodio #2
Episodio #3
Ofrezca una nueva perspectiva sobre el problema
Solucione el problema
Aunque lo ideal es tomar historias bíblicas como base para nuestros sermones, también podemos usar otras historias, que no se encuentran en la Biblia, como imágenes centrales del sermón. Esta variante narra episodios de la historia de la Iglesia, de la historia contemporánea o de la historia personal de quien predica con el propósito de ilustrar una doctrina cristiana o la idea central de un pasaje bíblico. Además, debe ser una historia impresionante y pertinente. Claro está, la dificultad con este tipo de sermón estriba en encontrar una historia extraordinaria que cumpla con todos los requisitos mencionados anteriormente.
En este tipo de sermón, los comentarios que interpretan y contextualizan la historia se ofrecen a lo largo de la narración. La idea es entremezclar estos comentarios con la narración, de manera que su significado sea evidente. El mensaje central de la historia se presenta hacia el final del sermón, sea en el punto culminante o en el desenlace de la historia.
Conclusión
Esperamos que estas ideas les ayuden a diseñar sermones narrativos que exploren el mensaje de las muchas historias que encontramos en las Sagradas Escrituras.
¿Qué es la predicación bíblica? ¿Cómo definirla? ¿Cuáles son los criterios que determinan cuán bíblico es un sermón? En este ocasión trataré el tema de la predicación bíblica. En primer lugar, presentaré una definición general del concepto. En segundo lugar, pasaré a discutir con más detalle los elementos que le dan carácter bíblico a la predicación. (1)
I. Definición
De primera intención, la frase «predicación bíblica» parece redundante. La predicación cristiana es, ante todo, la presentación del Evangelio en fidelidad a las Sagradas Escrituras. De este modo, podemos concluir que todo sermón debe ser «bíblico», en algún grado. Sin embargo, a través de la historia los estudiosos de la homilética han identificado dos estilos básicos de predicación: la bíblica y la temática.
A. La predicación bíblica
La predicación bíblica es aquella que toma como punto de partida para el sermón una porción bíblica. El propósito de este tipo de predicación es interpretar el mensaje del texto para los y las oyentes de hoy. Tradicionalmente, se han identificado tres tipos de sermones bíblicos: (2)
1. El sermón textual
Este tipo de sermón comenta frase por frase uno o dos versículos de la Biblia. El texto bíblico provee tanto la idea central del sermón como las divisiones de su desarrollo. (3) Un ejemplo de este tipo de sermón sería una presentación de tres puntos basada en Juan 3.16.
Idea central: Dios desea salvar a la humanidad.
Puntos a desarrollar:
El motivo de la Salvación: «De tal manera amó Dios al mundo…»
El mediador de la Salvación: «…que ha dado a su hijo unigénito…»
El propósito de la Salvación: «…para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.»
2. El sermón expositivo
Este sermón es el que, fundamentado en una unidad literaria de la Biblia, presenta un aspecto del mensaje del texto. Digo «aspecto» porque nadie puede explicar todo el significado de un pasaje bíblico; nadie puede ponderar todo el peso teológico de una porción de las Sagradas Escrituras en un solo sermón. (4)
La extensión del pasaje bíblico no es lo importante en este caso; lo importante es que el sermón presente algunos de los muchos temas que sugiere el texto. Por ejemplo, La Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10.25-37) sugiere una larga lista de temas: el significado de ser prójimo, la responsabilidad social de la iglesia, nuestra actitud hacia aquel que consideramos como «otro», el peligro del legalismo religioso, y el amor de Dios por el marginado, entre otros. Un sermón expositivo sobre esta parábola enfocaría en solo una de esas grandes ideas que presenta el texto, dejando los demás temas como semilla para futuros sermones.
3. El sermón narrativo
En este tipo de sermón la persona que predica comunica el mensaje del Evangelio por medio de la narración de una historia bíblica. (5) Al hacerlo, la historia cobra vida ante nuestros ojos y el mensaje del texto se vuelve evidente. En realidad, es un estilo de predicación muy sencillo. Se presta, en particular, para sermones evangelísticos, para comunicar el Evangelio a la juventud y para predicar a la niñez.
Tomemos, por ejemplo, el relato de la Curación del Leproso en Marcos 1:40-45. Un buen sermón narrativo de propósito evangelístico nos llevará a comprender tanto el sufrimiento del leproso como el amor de Jesús. Al oír la historia nos involucramos en la misma y de pronto comprendemos que el leproso nos representa. Usted y yo estamos tan necesitados como el leproso. Sólo Jesús puede tocarnos, dejarnos limpios y restaurarnos a una vida plena.
B. La predicación temática
La predicación temática parte de un tema o asunto de interés general, una doctrina o un episodio de la historia de la Iglesia. (6) Hace una reflexión sobre el tema a la luz del mensaje de la Biblia y del pensamiento cristiano. El propósito de este tipo de predicación es, principalmente, didáctico, pues busca que la congregación aprenda más sobre el tema, tome conciencia de la importancia del mismo y actúe a base del conocimiento adquirido. Podemos identificar dos variantes básicas del sermón temático:
1. El sermón doctrinal
Este tipo de sermón presenta algún aspecto importante de una doctrina de la fe cristiana. Es decir, presenta un punto central del cristianismo tal como la necesidad de salvación, las consecuencias del pecado o los frutos del Espíritu Santo. Como indicamos anteriormente, su propósito es educativo.
2. El sermón sobre problemas sociales
El sermón sobre problemas sociales presenta una reflexión bíblica y teológica sobre un tema de actualidad que afecta a la comunidad de la cual formamos parte. Algunos temas pertinentes en nuestro contexto serían la discriminación racial, la violencia doméstica o el militarismo.
El enfoque básico de este tipo de sermón es teológico, puesto que la Biblia dice muy poco sobre nuestros problemas actuales. Es decir, nuestra sociedad confronta problemas tales como el aborto, la contaminación ambiental y el calentamiento global, que la Biblia no trata directamente. Por lo tanto, no existen textos bíblicos que contenga la frase «calentamiento global». Sin embargo, encontramos porciones bíblicas que nos llevan a reflexionar sobre el impacto negativo que tiene el pecado en el medio ambiente, como Romanos 8.18-24. Esta podría ser la base para un sermón sobre la responsabilidad del creyente hacia la naturaleza.
Como vemos, el sermón sobre problemas sociales entra en el área de la ética cristiana y, por lo tanto, su propósito oscila entre la formación espiritual y el desafío profético que llama a la acción.
II. Criterios
Anteriormente, indicamos que la predicación bíblica es aquella que toma como punto de partida un pasaje de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, esto es sólo el primer paso. Para ser verdaderamente bíblico, un sermón debe tener ciertas características adicionales.
La idea central de este escrito es: La predicación bíblica ocurre cuando el contenido, la función y la forma del texto moldean el contenido, la función y la forma del sermón. (7) En otras palabras, la predicación es bíblica cuando el sermón está diseñado en forma coherente con el pasaje bíblico que le sirve de base. (8) A continuación comentaremos brevemente los elementos que hacen «bíblica» la predicación.
A. Contenido
Un sermón es bíblico cuando su contenido corresponde al contenido del texto que le sirve de base. En otras palabras, un sermón ofrece una interpretación válida del texto bíblico. Para poder interpretar adecuadamente el contenido de un pasaje bíblico es necesario prestar atención a tres elementos importantes:
El contexto social e histórico: ¿En qué época fue escrito el texto? ¿Qué comunidad lo produjo? ¿A qué comunidad o persona en específico fue dirigido? ¿Cuál era la situación social e histórica de estas comunidades religiosas?
El mensaje: ¿Qué dice el texto? ¿Cuál es su argumento? ¿Cuáles son las ideas y los conceptos teológicos clave del pasaje? ¿Cómo podemos interpretar esta porción en forma valida? ¿Cuál es el mensaje del texto para nosotros hoy?
El estilo literario: ¿Es un texto narrativo, poético o discursivo? ¿Qué imágenes literarias usan? ¿Qué elementos del texto deben interpretarse en manera figurada?
Cuando no se presta la atención debida a estos elementos, surgen interpretaciones erradas. ¡Así hay quienes toman literalmente un texto poético del Antiguo Testamento, como Eclesiastés 9:8, y andan siempre vestidos de blanco!
B. Función
Un sermón es bíblico cuando su función corresponde a la función del texto que le sirve de base.Es decir, un sermón bíblico logra en la audiencia un efecto similar al que logra el texto.
Los pasajes bíblicos han sido escritos con diversos propósitos. Un texto puede consolar, exhortar, desafiar, edificar, llamar a la fe, etc. Quien desea predicar de manera «bíblica», debe aprender a discernir el propósito del texto bíblico y procurar que su sermón tenga un propósito similar. Por ejemplo, el libro de Apocalipsis fue escrito para consolar a la comunidad cristiana que sufría opresión de parte del Imperio Romano. (9) El propósito del texto es dar aliento a la audiencia, llamándola al compromiso con el Dios amoroso y liberador que se ha revelado en Jesucristo. Un sermón sobre Apocalipsis debe tener, pues, el propósito de consolar a la Iglesia, dándole esperanza para el futuro. Un sermón basado en Apocalipsis que provoque miedo en los oyentes traiciona la función del texto.
C. Forma
Un sermón es bíblico cuando su forma corresponde a la forma del texto que le sirve de base. Dicho de otro modo, un sermón bíblico toma en cuenta la estructura literaria de la porción bíblica que le sirve de base.
La estructura de un texto bíblico es muy importante. Recordemos que es imposible separar la forma del contenido. Por lo tanto, es imposible separar la estructura del texto de su mensaje. Por esta razón, por regla general, el estudio de la estructura literaria de un texto bíblico aclara el contenido.
Por ejemplo, si leemos las parábolas de Jesús notaremos que casi todas tienen un final sorpresivo: El esposo llega cuando menos lo esperan (Mateo 25.10); el samaritano se compadece del judío herido (Lucas 10.33-35); y el publicano es justificado antes que el fariseo (Lucas 18.14). Todo esto habla de la sorpresa que causa la revelación de Dios en Cristo, ya que en el Reino de Dios todo es novedoso. Aquí vemos claramente cómo la forma y el contenido de un texto bíblico van de la mano. Por esta razón, un sermón sobre una parábola que tenga un final sorpresivo será más claro e impactante que un sermón con un final tradicional.
III. Conclusión
En resumen, afirmamos que la predicación es verdaderamente bíblica cuando el sermón es un reflejo fiel del contenido, la función y la forma del texto que le sirve de base.(10) La tarea, pues, de quien predica es dejar que Dios hable a través de la exposición del mensaje bíblico. Sólo entonces quienes escuchen el mensaje tendrán la oportunidad de encontrarse con el Señor de la Vida por medio de la proclamación de la Palabra de Dios.
Notas bibliográficas
He tratado algunos temas relacionados a este, tales como la interpretación bíblico para la predicación, en Principios de predicación(Nashville: Abingdon Press, 2003); y en La predicación en el Siglo XXI (Barcelona: Editorial CLIE, 2009). Para consideraciones teológicas sobre la hermenéutica hispana, véase a Pablo A. Jiménez & Justo L. González, Manual de homilética hispana (Barcelona: Editorial CLIE, 2006).
Para una introducción más detallada a los distintos tipos de sermones véase Principios de predicación, capítulos 7 al 10 y apéndices A al D.
Véase a Clarence S. Roddy. «La clasificación de sermones» en Diccionario de la teología práctica: Homilética, editado por Roberto G. Turnbull. (Grand Rapids, Michigan: Subcomisión Literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada, 1976, 20).
Los textos bíblicos no tienen un solo tema ni un solo significado. Por el contrario, cada pasaje bíblico levanta toda una serie de diversos asuntos. Esto es lo que ha sido llamado por los intérpretes de la Biblia el problema de la polisemia. Para abundar más sobre este tema consulte el libro de José Severino Croatto, Hermenéutica Bíblica. (Buenos Aires: La Aurora, 1984).
La predicación narrativa ha sido estudiada, mayormente, en los Estados Unidos de Norteamérica. Para una introducción a este tema vea el panfleto de Gilbert L. Bartholomew, Narrative Preaching (Nashville: Disciples Resources, s/f). Para un tratamiento más extenso y variado consulte el libro editado por Edmund A. Steimle, Morris J. Niedenthal y Charles Rice, Preaching the Story (Philadelphia: Fortress Press, 1980). Para un comentario sobre la importancia de la predicación narrativa en las comunidades Afro-Americanas de los Estados Unidos, véase a James Earl Massey, Designing the Sermon: Order and Movement in Preaching.(Nashville: Abingdon Press, 1980), 35-49 y a Henry H. Mitchell, Black Preaching(New York: Harper and Row, 1970), 132-147 y 169-172.
William J. Carl III, Preaching Christian Doctrine (Philadelphia: Fortress Press, 1984), 9.
Para un comentario más amplio sobre el tema, consulte a Leander E. Keck, The Bible in the Pulpit: The Renewal of Biblical Preaching(Nashville: Abingdon Press, 1980), 100-137, passim. Vea, además, a Elizabeth Achtemeier, Creative Preaching: Finding the Words (Nashville: Abingdon Press, 1980), 61.
Don M. Wardlaw, «Shaping sermons by the context of the text», en Preaching Biblically: Creating Sermons in the Shape of Scripture,editado por Don M. Wardlaw. (Philadelphia: The Westminster Press), 61-62.
Vea, por ejemplo, Ap. 1:17; 5:5; 7:14-18; 11:15; 12:10-11; 19:1-8 y 21:3-4. Consulte, además, el comentario de G.S. Gorhulho y A.F. Anderson, No tengáis miedo: Actualidad del Apocalipsis(Madrid: Ediciones Paulinas, 1981). Para un tratamiento más académico, donde se utiliza el análisis sociológico y una hermenéutica liberadora, vea a Elizabeth Schussler Fiorenza, The Book of Revelation: Justice and Judgment(Philadelphia: Fortress Press, 1985).
Para profundizar en el tema de la predicación bíblica, consulte La Biblia para la predicación (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2012).
Ficha bibliográfica
Si desea citar este escrito en un ensayo académico, puede usar el siguiente formato:
Jiménez, Pablo A. «¿Qué es la predicación bíblica?» Disponible en: https://www.drpablojimenez.com/2019/05/14/que-es-la-predicacion-biblica-2/
Recuerde incluir el día en el cual accedió al escrito.
La séptima palabra es: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Habiendo dicho esto, expiró.” Lucas 23.46
Después de haber cumplido su obra en el mundo, ¿qué le resta a Jesús? Sólo queda invocar al Padre para ser restaurado a la gloria que tuvo con él desde “antes que el mundo existiera” (Jn 17.5).
Jesús vuelve a llamar a Dios “Padre”, en forma íntima y personal. Probablemente usó la palabra aramea “abba” para referirse a Dios en esta ocasión. Esta es la misma palabra que aparece en Romanos 8.15 y Gálatas 4.6. Este vocablo se utilizaba sólo en la intimidad del hogar, ya que implica una íntima relación de amor y cariño sentido. En este sentido, es como si Jesús llamara a Dios “papi” o “papito”, como un bebé llama a su padre.
Jesús invoca al Dios “Padre” para volver a él, para entregarle su espíritu. De este modo, se cumple la profecía del Salmo 22.8: “Se encomendó a Jehová: líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”.
Jesús se entrega a Dios para ser restaurado, para ser reivindicado ante los ojos de los pecadores que le habían llevado a la cruz. En una palabra, Jesús se entrega a Dios para ser levantado de entre los muertos por medio del poder del Espíritu Santo.
El Galileo no quedó colgado en la cruz. Fue sepultado el viernes en la tarde, pero no resucitó hasta el domingo—día del Señor—en la mañana.
El Hijo entrega su espíritu al Padre en esperanza. Con la esperanza de resucitar de entre los muertos a una vida incorruptible. Y con su resurrección, Jesús abre el camino para toda aquella persona que cree. Y con él la iglesia tiene la esperanza gloriosa de vida abundante y eterna con su Señor. Desde ahora, nadie tendrá que morir en desesperanza.
Al leer este relato, una pregunta surge en mi mente. ¿Tendría yo la valentía necesaria para enfrentar la muerte con tanta valentía? ¿Tendría yo la fe necesaria para enfrentar la muerte con tanta paz? ¿Podría yo expirar confiado en quedar en las manos de Dios? ¿Podría yo? ¿Podría usted?
Conclusión
El viernes es el día de la muerte. Temprano en la tarde, el cuerpo de Jesús cuelga del madero. Ha expirado; ha muerto. Ha muerto:
Por mis pecados,
Por tus pecados,
Y por los pecados de toda la humanidad.
En sus palabras finales ha resumido su obra salvífica. Jesús nos perdona, nos ofrece la gloria, nos da una nueva familia, afirma que ahora tenemos libre acceso a Dios, se identifica con nosotros y nos da esperanza de salvación.
Ahora sólo me resta invitarle a aceptar la invitación que Jesús nos hace desde la cruz. Jesús te invita a dejar atrás la vida vieja, a aceptar su perdón y a caminar hacia el futuro con esperanza. Jesús te invita a imaginar un nuevo futuro, dirigido hacia la vida plena que se encuentra cuando se vive en comunión con Dios. Jesús te invita. Jesús te invita.
Dos palabras. Nunca dos palabras habían dicho tanto como éstas. Nunca una frase tan corta había tenido un sentido tan profundo como ésta.
“Consumado es.” Esta es una declaración de victoria. La obra salvífica de Jesús estaba sellada. El mundo perdido ahora tiene oportunidad de salvación. Jesús ha obedecido al Padre hasta lo sumo y éste lo ha declarado “Hijo de Dios con poder”, como dijo el Apóstol Pedro en Hechos 2. Con obediencia perfecta, Jesús ha demostrado que el mal no es absoluto; que es posible vivir en comunión con Dios. Con su obediencia perfecta, Jesús ha llevado la humanidad hasta el seno del Padre. Ahora la humanidad tiene en Jesús un intermediario, un intercesor.
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, pero alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4.14-16
“Consumado es” es la declaración de la derrota del mal. Ya la vida ha triunfado sobre la muerte. Ya la esperanza ha triunfado sobre el dolor. Ya la justicia ha triunfado sobre el pecado. Ya Dios ha triunfado sobre el Adversario y sus huestes del mal. Ahora:
…ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo alto, ni lo bajo, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús.
Romanos 8.38-39
Pero, en un sentido más profundo, “consumado es” significa que ya no hay abismo. El grito de Jesús desde la cruz le dice al mundo que el abismo que creó el pecado entre Dios y el ser humano ya no existe. Ahora hay un punto de contacto entre la divinidad y el género humano. La cruz es el puente.
La cruz es el puente que lleva al ser humano hasta la presencia de Dios. La cruz de Jesús ha revelado la justicia divina y ahora es posible ser salvo por gracia. La salvación es, pues, don divino; regalo de vida para todo aquel que cree.