Paraíso Perdido

Encuentro del Movimiento La Red para el 6 de noviembre de 2022. Visite www.movimientolared.com

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Una meditación sobre Génesis 3.1-9, predicada en el Encuentro de Adoración del Movimiento La Red, una comunidad de fe que se reúne a través de las redes sociales. 

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Admiración

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Texto

¡Admiración!

Ciertamente «Admiración» es un nombre muy extraño para una meditación sobre la fe. Por lo regular, nos admiramos ante lo sorpresivo, lo extraordinariamente hermoso o lo que causa temor. Sentimos admiración ante lo desconocido o ante lo que representa una amenaza para nuestra seguridad. Entonces, ¿de qué modo se relaciona la fe con esta sensación de temor? ¿Qué relación hay entre la vida cristiana y la admiración? En esta hora presentaremos la importancia que tiene la admiración para el creyente y daremos cuatro ejemplos concretos dónde se manifiesta esa sensación en la vida cristiana. 

En primer lugar, debemos afirmar que la admiración es el punto de partida para toda búsqueda; es el comienzo de toda jornada. En la vida, cada ser humano encuentra diversas cosas que le atraen, que le interesan y, entonces, procede a estudiarlas de más cerca. La vida cristiana no es diferente. El caminar de fe comienza cuando nos quedamos maravillados ante la realidad del Dios que nos llama y respondemos con fe a su Palabra santa. De este modo, es imposible interesarse por las cosas de Dios si no hay una sensación de amor y respeto que nos lleve a buscar la presencia de Dios. 

En segundo lugar, y a diferencia de la admiración que nos lleva al estudio de otras materias, esa sensación de admiración no puede cesar después de un tiempo. Es imposible que un creyente fiel pierda esa capacidad de maravillarse. Esto es así, porque no estamos estudiando una materia que pueda ser comprendida a cabalidad, en todas sus partes. No amados míos. Nos hemos acercado al Dios infinito, sabio, poderoso, insondable y profundo. A aquél que es «Alfa y Omega» (Ap. 1:8), el principio y el fin del discurso (Ecl. 12:13). Nos hemos encontrado con un Dios poderoso cuyo conocimiento siempre nos sorprende, cuyo poder siempre nos maravilla, cuya fidelidad siempre causa admiración. De esta manera, podemos afirmar que es imposible que una persona pueda llegar al conocimiento de Dios sin maravillarse, o que pueda mantenerse en la fe sin experimentar una profunda admiración por el Dios que le ha dado la vida. 

Quizás, en este punto, sería provechoso presentar algunos ejemplos donde esa sensación de admiración se manifiesta en nosotros. El primero de ellos, lo encontramos en la Biblia, la Palabra de Dios. La Biblia contiene varios relatos que causan admiración. Relatos como el Éxodo, la conquista de Canaan, las historias de David, el Exilio y restauración de Judá, la historia del Bautista, el nacimiento de Jesús, la cruz, la resurrección, los milagros y las conversiones de distintas personas al Evangelio de Jesucristo. Esas historias nos hacen maravillar; nos hacen sentir admiración. 

Otro ejemplo lo tenemos en la maravilla de la conversión. ¿Quién no encuentra maravilloso el cambio que puede ocurrir en una vida? ¿Qué se puede pasar de muerte a vida; ir del pecado a la gracia de Dios? O, ¿dejar atrás una vida oscura por la luz del Evangelio de Jesucristo? 

Jesucristo mismo es nuestro tercer ejemplo. Él es el evento definitivo de Dios. Él es la persona en quien Dios ha revelado su amor, sus cuidados y su preocupación por cada uno de nosotros. 

Y, precisamente, nuestro cuarto ejemplo es el más sorprendente de todos, el más maravilloso, el más admirable. Lo que más admiración debe causarnos es nuestra propia experiencia. ¿Se imaginan ustedes a un Dios santo que recibe a criaturas pecadoras como hijas suyas? ¿Se imaginan que cada uno de nosotros ha experimentado la más grande de las maravillas? ¿Comprenden ustedes que cada uno de nosotros puede mirar al futuro y enfrentarlo sin temor porque podemos decir «Dios me ama; Dios me ama, a mi»? Permita Dios que cada uno pueda admirarse ante la profundidad de tal milagro. 

¡ASÍ NOS AYUDE DIOS

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El Apocalipsis habla a la Iglesia

Una meditación sobre la misión de la Iglesia basada en Apocalipsis 7.9-13

Después de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Era imposible saber su número. Estaban de pie ante el trono, en presencia del Cordero, y vestían ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma, 10 y a grandes voces gritaban: «La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» 11 Todos los ángeles estaban de pie, alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, y delante del trono inclinaron el rostro y adoraron a Dios. 12 Decían: «¡Amén! A nuestro Dios sean dadas la bendición y la gloria, la sabiduría y la acción de gracias, y la honra, el poder y la fortaleza, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

13 Entonces uno de los ancianos me dijo: «Y estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son? ¿De dónde vienen?» 14 Yo le respondí: «Señor, tú lo sabes.» Entonces él me dijo: «Éstos han salido de la gran tribulación. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios, y le rinden culto en su templo de día y de noche; y el que está sentado en el trono los protege con su presencia. 16 No volverán a tener hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el calor los molestará, 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los llevará a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secará de sus ojos toda lágrima.

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Prediquemos
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Fe y crisis de fe (Lucas 5.1-11)

Fe y crisis de fe

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Texto: Lucas 5.1-11

Idea Central: El encuentro con Jesús provoca una crisis de fe que nos lleva al reconocimiento de nuestro pecado y nos compromete con la proclamación del Reino de Dios.

Área: Evangelización

Propósito: Invitar a la audiencia a aceptar el mensaje del Evangelio.

Diseño: Expositivo

Lógica: Deductivo

Introducción

Los seres humanos vivimos entre la fe y la crisis de fe. Si bien en algunos momentos sentimos una fe plena en Dios, en otros momentos dudamos hasta de su existencia.

Anuncio del Tema

Sin embargo, esta realidad no debe alarmarnos. No se puede llegar a tener fe verdadera sin pasar por la crisis de fe.

Puntos a desarrollar

  1. El encuentro con Jesús provoca una crisis de fe.
    1. En la historia que hoy nos ocupa, vemos como Jesús pasa casi inadvertido para Pedro y sus compañeros de trabajo. Jesús acostumbra llegar a nuestras vidas así, sin que nos demos cuenta.
    2. Jesús le pide a Pedro que le preste una barca para predicar desde ella. Pedro no esperaba dicha petición. Jesús acostumbra confrontarnos así, invadiendo nuestro terreno y cuestionando nuestros valores.
    3. Después de predicar desde la barca, Jesús confronta a Pedro una vez más y le ordena que vuelva a pescar. Pedro, quien había estado pescando toda la noche, sabía que no se acostumbraba pescar durante el día. Jesús acostumbra desafiarnos así, poniendo un gran signo de interrogación sobre nuestra vida y haciéndonos dudar de nuestra situación existencial. Jesús plantea la posibilidad de una nueva realidad.
  1. El encuentro con Jesús nos lleva al reconocimiento de nuestro pecado.
    1. Las palabras de Jesús llevaron a Pedro a evaluarse a sí mismo. De alguna manera, Jesús pone en nuestras mentes la duda existencial: ¿Acaso es nuestra vida todo lo que debe ser? O, por el contrario, ¿habrá algo nuevo en nuestro horizonte?
    2. Imagino que Pedro tuvo ciertos problemas para convencer a sus cansados compañeros de trabajo de la idea de que debían volver a pescar. Jesús demanda de nosotros una confianza radicar en él. Una confianza que nos lleve a renunciar a nuestra confianza en nosotros mismos. Una confianza que nos lleve a confiar primeramente en Dios.
    3. La confrontación con la voluntad de Dios nos confronta y nos convence de nuestro propio pecado. Somos personas pecadoras porque sobreestimamos nuestras propias habilidades, posibilidades y talentos.
  1. El encuentro con Jesús nos compromete con la proclamación del Evangelio.
    1. Reconocer nuestro pecado es difícil, pues nos llena de temor. Notemos el temor de Pedro cuando ve la pesca milagrosa. Pedro, sintiendo plenamente su pecado, le pide al milagroso Jesús que se aparte de él. Pero Jesús no se va a apartar de nosotros; Jesús no va a «dejarnos tranquilos» hasta que analicemos nuestras vidas a la luz de la fe en el único y verdadero Dios.
    2. Sin embargo, el temor desaparece cuando encontramos la voluntad de Dios para nuestras vidas. En el caso de Pedro, la voluntad divina era que de dedicara en cuerpo y alma a proclamar el Evangelio del Reino de Dios.
    3. Dios desea que acatemos su voluntad, aunque tengamos que dejar atrás aquellas cosas que, aunque amadas, pueden apartarnos de la fe.

Conclusión

Dios nos invita, pues, a aceptar el mensaje salvífico del Evangelio de Jesucristo. Jesús nos invita a aceptar el mensaje del Evangelio y a convertirnos en pescadores ya no de peces, sino de personas que necesiten conocer a Dios.

Lucas 5.8
Lucas 5.8