Un sermón sobre el tema de la búsqueda espiritual, basado en Colosenses 3.1-4.
Ve otros sermones sobre las Epístolas.
Un sermón sobre el tema de la búsqueda espiritual, basado en Colosenses 3.1-4.
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Id y haced discípulos es un sermón sobre la tarea educativa de la Iglesia, basado en Mateo 28.16-20.
Introducción:
Los últimos versículos del Evangelio de Mateo (28:16-20) describen un encuentro entre el Cristo resucitado y sus discípulos en Galilea. Este pasaje es fundamental para la evangelización y la formación espiritual, ofreciendo directrices para el ministerio educativo de la Iglesia.
Contexto:
La reunión ocurre en un monte, un lugar recurrente de revelaciones divinas en el Evangelio de Mateo, comparando a Jesús con Moisés. Los discípulos, aunque dudosos, adoran a Jesús, quien afirma haber recibido “toda potestad en el cielo y en la tierra”.
El Mandamiento:
Jesús da un nuevo mandamiento: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… y enseñándoles…”. Este mandamiento se desglosa en tres puntos:
Conclusión:
El ministerio educativo de la Iglesia busca preparar a nuevos creyentes para el discipulado cristiano, promoviendo una práctica de la fe basada en las enseñanzas de Jesús. Este proceso no es teórico, sino práctico, con la promesa de Jesús de estar con sus seguidores hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).
Y el hombre lo perdió todo: Un sermón que explora el significado de las parábolas de Jesús, basado en Lucas 12.13-21.
Un sermón para el Domingo de Pascua de Resurrección, de la Semana Santa, basado en Juan 21, escrito por el Dr. Pablo A. Jimenez.
Texto: Juan 20:19-22
Idea Central: Cristo nos llama a participar activamente en la misión de alcanzar el mundo con el mensaje del evangelio.
Área: Desafío profético
Propósito: Exhortar a la audiencia a abrazar la misión cristiana.
Tipo: Expositivo
Lógica: Inductiva
Audio:
Vídeo:
YouTube:
Hace un tiempo atrás, cuando dirigía el Instituto Bíblico de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico, el Pastor General de la denominación me asignó la tarea de escribir material de escuela bíblica dominical para nuevos creyentes. Esa tarea fue muy difícil para mi, tanto que me vi obligado a investigar el tema con cierto detalle. Aparte de leer varios manuales para nuevos creyentes, hablé con muchas personas que apenas comenzaban en la fe. En uno de esos diálogos, un hombre de mediana edad me preguntó por qué la Biblia tenía cuatro evangelios en lugar de uno. Él no entendía por qué el Nuevo Testamento (NT) narra la historia de Jesús desde cuatro perspectivas distintas.
La pregunta de este hermano es sumamente importante para la cristiandad. La existencia de cuatro versiones de la vida de Jesús crea serios problemas. Por ejemplo:
1. Hay algunas diferencias o discrepancias entre las versiones de algunas historias que aparecen en varios de dos evangelios o más. Tomemos el caso de la infancia de Jesús. Mateo no menciona la visita de los magos y Lucas no menciona el viaje de la sagrada familia a Egipto.
2. El otro problema está relacionado a la figura de Jesús. En Mateo y en Juan, Jesús pronuncia largos discursos en varias ocasiones. En Lucas y en Marcos, hay menos discursos y, los que hay, son más cortos. Mateo presenta a Jesús como un maestro de la ley; Marcos como un hacedor de milagros; Lucas como un filósofo que iba de sitio en sitio; y Juan como un predicador de sabiduría. ¿Cuál es, pues, la imagen correcta?
La Iglesia Antigua trató de solucionar el problema compilando los cuatro evangelios en un solo documento llamado “Armonía de los cuatro evangelios”. De hecho, esta tradición sigue hasta el día de hoy, como puede comprobar cualquier persona que visite una librería religiosa bien surtida. Sin embargo, la inmensa mayoría de los creyentes preferimos usar los evangelios tal y como están en el NT. La pregunta que se impone una vez más es, ¿por qué?
La iglesia decidió incluir los cuatro evangelios en el NT precisamente porque son distintos. En su sabiduría, el liderazgo de la Iglesia Antigua reconoció que los seres humanos estamos condicionados por nuestras propias perspectivas. Cada cuál “lee” la realidad desde un punto de vista distinto, y por eso la entiende de manera diferente.
Se cuenta que en una ocasión un elefante visitó el país de los ciegos. Como no podían verlo, los ciegos le pidieron al elefante que les permitiera tocarlo. El elefante accedió gustoso, pero pronto tuvo que continuar su viaje. Ido el animal, los ciegos se reunieron a discutir cómo eran los elefantes. Unos dijeron que un elefante es como una pared; otros lo compararon con una serpiente; y aún otros afirmaron que era como el tronco de un árbol. Cada cual habló desde su propia experiencia y, por eso, cada tenía un pedacito de la razón.
Queda claro, pues, que cada ser humano aprende de manera distinta. Nuestra habilidad para percibir está condicionada por nuestra cultura, por el momento histórico en el cual vivimos y por nuestro propio temperamento. Pero, quizás más importante que todos estos elementos, nuestra habilidad para aprender está condicionada por nuestras propias experiencias.
En parte, esto explica por qué los discípulos y las discípulas de Jesús reaccionaron de maneras tan distintas al milagro de la resurrección. El capítulo 20 del Evangelio según San Juan describe variadas respuestas a la tumba vacía.
1. La mayor parte de las mujeres que fueron al sepulcro el domingo en la mañana reaccionaron con fe. La tumba vacía trajo a su memoria las muchas enseñanzas de Jesús sobre su propia muerte. Aun llenas de temor y gozo, las mujeres corrieron a compartir la buena noticia de la resurrección , piedra angular del mensaje evangélico hasta el día de hoy.
2. Pedro y Juan corrieron al sepulcro. Juan se quedó fuera, quizás para no contaminarse. Pero Pedro entró a la tumba y rebuscó la mortaja que una vez encerró a Jesús.
3. Por su parte, María Magdalena reacciona con dolor ante la tumba vacía. Para ella, el sepulcro abierto evidencia que se ha cometido un grave crimen. Está segura de que alguien ha robado el cuerpo de Jesús para desacrarlo. El dolor que la invade es tan grande que no le permite reconocer al Cristo Resucitado que viene a su encuentro. ¡El dolor no la deja! Por eso, confunde a Jesús con el jardinero que estaba a cargo de la huerta y le acusa de desacrar la tumba. No es hasta que Jesús grita su nombre que María la de Magdala lo reconoce. Entiendan bien, aún estando ante la visión del Cristo Resucitado, María no pudo reconocerlo por sí misma.
4. Finalmente, el resto de los discípulos se resistían a creer el testimonio de las mujeres. También tomaron con un grano de sal el testimonio de Pedro y de Juan. Al final de cuentas, ellos no habían tenido visión alguna. Hasta ese punto, la visión del Cristo resucitado era una realidad para las mujeres y para los dos discípulos más atrevidos. Sin embargo, la visión todavía no se había hecho una realidad en las vidas del resto de los discípulos.
La Biblia nos indica que los discípulos se encontraban aún encerrados y escondidos tres días después del asesinato de Jesús. Temían ser arrestados y asesinados; temían sufrir la misma suerte de su maestro.
Es precisamente cuando estaban a puerta cerrada que el Cristo resucitado se les aparece en visión. Jesús sabía que el testimonio de las mujeres no sería suficiente. El sabía que sus discípulos necesitaban tener una experiencia personal con lo divino para ser transformados.
Lo que es más, Jesús sabía que la cultura y la historia conspiraban contra la fe en el milagro de la resurrección. Después de todo, la cultura judía menospreciaba el testimonio de las mujeres y la historia indicaba que él había muerto pocos días atrás. Por todas estas razones, el antes crucificado aparece ahora resucitado para llevar a sus amados discípulos al camino de la fe.
Lo sorprendente es que Jesús no les recrimina ni su cobardía ni su poca fe. Y comprendan que bien pudo hacerlo. Después de todo, los discípulos y las discípulas que se atrevieron ir hasta la tumba vacía tuvieron sus respectivas visiones a la luz del sol. Ellos muy bien pudieran haber salido de su encierro para encontrarse con el Resucitado.
Pero ese no fue el caso. Estaban encerrados; paralizados por el miedo; y convencidos de su propia debilidad. Demos pues, gracias a Dios porque el Resucitado venció todo obstáculo para poder llegar a sus discípulos incrédulos con el mensaje liberador del evangelio.
En esta hora, debemos preguntarnos a nosotros mismos cuál es nuestro lugar en esta historia. Es decir, debemos preguntarnos con cuál personaje nos identificamos; cual de ellos o de ellas nos representa.
Esta pregunta es importante porque Dios continúa hablándole a la humanidad, revelando el mensaje liberador del Evangelio de Jesucristo. Sí, mis buenos hermanos y mis buenas hermanas, Dios continúa revelando su carácter y su santa voluntad a la humanidad. El Cristo Resucitado está presente en nuestro mundo, por medio del poder del Espíritu Santo, transformando vidas torcidas y sanando corazones rotos.
El Cristo Resucitado está presente en nuestro mundo, por medio del poder del Espíritu Santo, transformando vidas torcidas y sanando corazones rotos.
Y si Dios sigue hablando a la humanidad, también sigue hablando al liderazgo de su iglesia cristiana. Para aquellos que se atreven a caminar hasta la tumba vacía–rodeada por los militares que defienden los intereses de este mundo–la visión es clara. Dios llama a su iglesia a:
Sí, algunos entre nosotros tienen el mismo celo misionero de las discípulas, de la Magdalena, de Pedro y de Juan. Sin embargo, debemos reconocer que la mayor parte de nosotros, al igual que el resto de los discípulos, estamos encerrados por nuestros propios temores. Nos han enseñado
Por eso es fácil encerrarse; quedarse a puerta cerrada; atemorizados ante la inmensa tarea que tenemos por delante.
Pero hoy Dios nos llama a echar fuera todo temor. El Cristo Resucitado atraviesa las puertas que nos aíslan y nos separan. Jesús se hace presente aún en medio del dolor, del temor, y del sufrimiento, diciendo: “Paz”.
“¿Por qué Jesús es el salvador del mundo?” es un breve ensayo sobre cristología y soteriología escrito por el Dr. Jiménez.
Romanos 1:16-17 define el evangelio como la manifestación del poder de Dios para la salvación de todas las personas que creen en él. De este modo, la Biblia afirma que Jesucristo es nuestro salvador; es el redentor de nuestros pecados, por medio del cual podemos establecer una relación con Dios.
Ahora bien, la pregunta que se impone es sencilla: ¿Por qué Jesucristo es el salvador del mundo?
Desde sus primeras páginas, la Biblia declara la intención de Dios para la humanidad. Dios crea el ser humano para que disfrute la vida a plenitud. Eso lo vemos con claridad en Génesis 1:28, donde Dios bendice a la humanidad y le da autoridad para administrar la creación.
Génesis 2 es mas claro, afirmando que Dios creó las relaciones de pareja para procurar que el ser humano tenga compañía y disfrute de su sexualidad. Eso lo vemos en Génesis 2:18, donde Dios dice que no es bueno que el hombre esté solo, y en 2:24, que dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”
También podemos ver las buenas intenciones de Dios en Génesis 3, donde el ser humano cae en pecado. La primera pareja, que nos representa a todos nosotros, decide violar los mandamientos divinos con tal de ser “como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gen. 3:5). Después de este acto, Dios va en busca de ser humano y le pregunta “¿Dónde estás tú? (Gen. 3:9).
Así vemos que Dios no desecha a la humanidad pecadora. Por el contrario, Dios busca a la humanidad perdida con el propósito de bendecirla y restaurarla. Podemos ver estas buenas intenciones divinas en la historia de Israel, particularmente en episodios tales como el llamamiento de Abraham, la donación de la ley y la proclamación de los profetas.
En cierto modo, Jeremías 29:11 al 14 resume las intenciones de Dios para con la humanidad, cuando dice:
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
Con el tiempo, el pueblo de Israel desarrolló una religión basada en las enseñanzas de la ley de Moisés y en la proclamación de los profetas de Israel y Judá. Empero, esa religión no era monolítica. Para el tiempo de Jesús, el judaísmo estaba dividido en distintos grupos que sostenían doctrinas diversas y, en ocasiones, hasta contradictorias.
El judaísmo normativo estaba dominado por dos grupos. Primero, encontramos a los saduceos, quienes eran los custodios del sistema sacerdotal. Los saduceos dominaban el sumo sacerdocio, el templo de Jerusalén y todo el aparato cúltico de Judá. Llevaban a cabo sacrificios de animales y otros rituales que procuraban la comunión entre Dios y la humanidad.
Segundo, estaban los fariseos, quienes dominaban las sinagogas. Afirmaban la importancia de la palabra de Dios, estudiando las sagradas escrituras y las interpretaciones bíblicas de los rabinos. Procuraban la comunión con Dios por medio del estudio bíblico y trataban de cumplir las 633 leyes que los rabinos afirmaban se encontraban en la Biblia Hebrea.
Además del judaísmo normativo, encontramos otros grupos judíos que no se conformaban a las enseñanzas saduceas ni a las fariseas. Me refiero a grupos como los esenios de Qumram, un grupo que acusaba al judaísmo normativo de corrupción y colaboración con el Imperio Romano; los judíos alejandrinos, ejemplificados por Filón de Alejandría, que buscaban armonizar las enseñanzas bíblicas con la filosofía griega; y otros grupos revolucionarios que deseaban liberar al pueblo de Israel por medio de la lucha armada.
Empero, ninguno de estos grupos cumplía a plenitud con la visión profética de Isaías, de Jeremías y de Ezequiel. A pesar de tener líderes religiosos, la masa del pueblo esperaba la llegada de un “Mesías”, de decir, de un líder ungido por Dios de manera especial para cumplir las profecías de liberación, expresadas en textos tales como:
El Apóstol Pablo, quien había sido un rabino fariseo, tiene un encuentro sobrenatural con Jesús y comprende que el Maestro Galileo era el Mesías enviado por Dios en cumplimiento de las profecías de la Biblia Hebrea (Véase Hch. 9, entre otros pasaje bíblicos pertinentes).
En Romanos 3, Pablo ataca los postulados de la teología farisea, afirmando que “por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de” Dios (3:20). Es decir, el otrora rabino fariseo ahora reconoce que la obediencia a la ley y el esfuerzo ético-moral no es suficiente transformar el corazón humano. Para cambia algo hace falta poder y para cambiar el corazón humano hace falta poder de el Dios que viene por medio del evangelio de Jesucristo.
Jesucristo es la manifestación de la justicia de Dios en el mundo. Es el mediador del nuevo pacto prometido por Isaías, Jeremías y Ezequiel. Por medio de la obra de Jesucristo, podemos superar las consecuencias del pecado que nos ha separado de Dios.
Esta es la buena noticia del evangelio: Dios nos declara justos por medio de la obra de Jesucristo, quien dio su vida para que ustedes y yo alcanzáramos salvación. Jesucristo es el “redentor”, es decir, es quien paga la deuda que teníamos con Dios y con la humanidad. Jesucristo es, pues, nuestro salvador.
¿Quién es Jesús? Jesús es:
Por lo tanto, concluimos afirmando que Dios ha cumplido su intención de salvar a la humanidad por medio de la obra redentora de Jesucristo. Jesucristo es el salvador enviado por Dios para salvar a toda la humanidad.
El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez se reserva todos los derechos de publicación de estos materiales. Queda prohibida cualquier forma de reproducción total o parcial, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la debida autorización del autor. Para solicitar los permisos correspondientes, contacte al autor.
Use el siguiente formato para citar este artículo:
Pablo A. Jiménez, “¿Por qué Jesús es el salvador del mundo?”, DrPabloJimenez.com. Accedido el ** de ** de 20**. Disponible en: https://www.drpablojimenez.com/2016/03/31/por-que-jesus-es-el-salvador-del-mundo/
Un sermón sobre la oración de Jesús en Getsemaní, basado en Marcos 14:32-42, apropiado para el Jueves Santo, de la Semana Santa.
Texto: Marcos 14:32-42
Texto: Marcos 14:32-42
Tema: En Getsemaní, nos encontramos con Jesús como el hijo obediente hasta la muerte, muerte de cruz por un pueblo que lo deja en la absoluta soledad.
Área: Desafío profético
Propósito: Que la audiencia se identifique con los discípulos de Jesús.
Diseño: Expositivo
Lógica: Inductiva
Introducción
El Jueves es el comienzo del fin. Al salir del “aposento alto ya dispuesto” (Mr. 14:15) donde tomaban la cena, Jesús y sus discípulos se enfrentaban a la escena final que comienza y que les llevaba al sufrimiento de la cruz.
Difícilmente hubieran podido encontrar un sitio más adecuado. Getsemaní, que significaba “molino de aceite”, era un pequeño jardín de olivos donde Jesús acostumbraba a meditar y que hoy se convierte en el lugar de encuentro con la voluntad de Dios.
Puntos a desarrollar
A. En Getsemaní, encontramos al Jesús-Hombre que se enfrenta a la exigencia terrible de Dios.
1. Al llegar al jardín, el Señor divide a sus discípulos en dos grupos. Por un lado están Pedro, Juan y Jacobo, quienes siempre le acompañaban en los momentos más difíciles, y les insta a orar. Por otro, están el resto de los discípulos.
2. En esos momentos Jesús hace una revelación que nos parece extraña: Jesús está angustiado y tiene miedo. El Señor se enfrenta en su carácter de “Dios-ser humano” con la realidad del futuro. Le espera una muerte terrible a manos de un grupo religioso dispuesto a romper su ley, por prenderle, y de un gobierno impersonal e injusto. Jesús se enfrenta a las consecuencias de su mensaje: Ha predicado la vida y el mundo le depara la muerte y el sufrimiento.
3. Esta revelación de la angustia de Jesús debe parecernos extraña. Por lo regular la historia celebra a aquellos que enfrentan la muerte en forma heroica o estoica, es decir, sin mostrar dolor o angustia. La historia recuerda a Sócrates por tomar la cicuta y morir plácidamente, sin mostrar sentimiento alguno. Pero ese no es el caso de Jesús.
4. No hermanos míos, Jesús no se encuentra en ninguna de estas categorías Jesús sufre porque es verdadero hombre, porque su humanidad no es un juego. El Señor se enfrenta a una muerte cruel e injusta que le obliga a dejar atrás la compañía y el amor de sus amigos. Jesús sufre porque es hombre, porque es siervo de Dios y el ministerio que Dios da en el mundo no es uno que nos lleva a evitar el sufrimiento, sino que nos lleva a través del valle de la sombra de la muerte (Sal. 23:3).
5. Este hecho de la humanidad de Cristo es sumamente importante para nosotros, porque significa que tenemos en él no un “Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hebreos 4:15).
B. En Getsemaní encontramos a Jesús-siervo el que está dispuesto a obedecer al Padre hasta la muerte.
1. Ahora bien hermanos, este siervo que sufre es uno que tiene una relación especial con su amo. Este “siervo” no es esclavo, es hijo. Es uno que tiene una relación más profunda de la que ha tenido ningún otro con Dios. El Siervo que sufre es el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Santo de Israel.
2. Jesús es el único personaje en la historia de Israel que llamó a Dios “Padre” en forma personal. La palabra “abba ” es una expresión del lenguaje arameo, que era utilizada solamente por los niños pequeños para dirigirse a su padre. En este sentido, Jesús hace lo que sería la herejía frente a los fariseos de su época. Jesús llama a Dios “papi” o “papito”, algo que no había hecho ningún otro personaje en la historia de Israel, donde Dios aparece como el Padre del pueblo en su totalidad.
3. Es este hombre con una relación especial con Dios el que se enfrenta con la copa amarga. Copa que no era otra cosa que el destino que Dios le tenía deparado para el futuro. Esto es importante, no es un destino preparado por los hombres, por las instituciones o poderes de su época. Nadie le quita la vida a Jesús, el la da voluntariamente (Jn. 10:18). La muerte de Jesús no es una muerte forzada por el pecado, sino que es instrumento de Dios en la revelación su justicia.
4. En este sentido es importante el uso de la palabra “copa” y de la frase “la hora señalada” los judíos utilizaban estas frases, para hablar del tiempo futuro, en el cual el Reino de Dios se haría una realidad para todo el pueblo. Con la palabra “copa” se hablaba del momento en que la salvación llegaría a todo el mundo, en la manifestación del momento de Dios.
5. En este sentido, vemos claro el motivo de la obediencia del Hijo. Jesús obedecía la exigencia de Dios porque su muerte sería instrumento, camino, puente por el cual llegaría la manifestación poderosa del Reino de Dios para todo el mundo. Su muerte –el tomar la “copa”– marcaría “la hora señalada” por la cual Dios llegaría a la humanidad y todo creyente recibiría el “Espíritu de Adopción” que le capacitaría para decir “abba, Padre” (Ro. 8:15; Gal. 4:16).
C. En Getsemaní vemos a Jesús dispuesto a sufrir por el pueblo pecador que lo deja solo.
1. En este momento, hemos llegado al punto de preguntarnos el significado para los discípulos de esta noche de oración. Si para Jesús el jardín de oración es angustia y obediencia, debemos preguntarnos que significó el monte para aquellos que acompañaban al Señor en aquella noche crucial. Este es el momento de ver, que significa Getsemaní para los discípulos del Señor.
2. En este sentido, Getsemaní es lugar de llamado, de vocación y de comisión. El monte es el lugar escogido por Dios para asignar a los discípulos una tarea especial: Getsemaní es llamado divino a velar en oración. Velar no solo en el sentido de “romper una noche orando” sino, de vigilar y estar atento a la voluntad Dios que nos revela. De este modo el “velad” que les dice el Maestro a sus discípulos transciende el tiempo y se convierte en un mandato a seguir la voluntad de Dios en forma inquebrantable.
3. Pero si bien por un lado, Getsemaní es lugar de llamado y comisión, por otro, el monte es también lugar de flaqueza. Flaqueza que se expresa en el sueño, en la dejadez, en la ceguera ante la llegada de los acontecimientos que se temían. La “debilidad” de los discípulos consiste en no tener la sabiduría de Dios y el discernimiento para leer en el tiempo que el mal estaba a la mano, dispuesto a destruir a su Maestro. La “debilidad de la carne” no consiste sólo en el cansancio físico sino que nos habla principalmente de la condición humana; del pecador que se resiste a hacer la voluntad divina y busca siempre su propia comodidad.
4. Es precisamente esa debilidad la que nos lleva al fracaso. Fracaso de no poder velar una hora; fracaso de resistir el Espíritu de Dios –el cual está siempre dispuesto– y seguir la pereza; fracaso de dejar solo al Maestro en la lucha; fracaso de no poder resistir los pecadores que se llevan a nuestro Señor; fracaso que nos lleva a salir corriendo desnudos (Mr. 14:52) y a negar a nuestro Señor (Mr. 14:66-72).
5. Getsemaní es el lugar donde todos abandonamos a Jesús –donde todos le fallamos– y le dejamos absolutamente solo, luchando contra el pecado por nosotros.
Conclusión
Como Iglesia, el Señor que se da por nosotros nos llama a velar en oración por un mundo que se pierde. Somos con quien único el Señor cuenta a su lado en esta lucha contra los elementos del mundo. Pudiera usar ángeles –legiones de ángeles– con sólo una palabra suya. Empero nos ha escogido a nosotros como mensajeros suyos. El Señor cuenta con nosotros. Sin embargo, hoy le hemos fallado; le hemos dejado solo: “Ahora ya podéis dormir y descansar, Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” (v. 41).
La primera palabra es:
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La primera frase nos revela la bondad de Jesús. En el momento de agonía y de muerte, su primera palabra es una oración dirigida—en forma personal—al Padre celestial; oración por medio de la cual intercede aún por los asesinos que le crucificaban.
Jesús llama a Dios “Padre”, hablándole en forma íntima y personal. Jesús le llama “padre” para subrayar su profunda comunión con el Creador de todo. Y en su oración al Padre, pide misericordia para sus victimarios.
Jesús intercede por aquellos soldados que se repartían sus vestidos al pie del árbol de la cruz y echaban suertes sobre su manto. Soldados que “no sabían lo que hacían” porque sólo obedecían la férrea disciplina militar del ejército romano. Sólo seguían las órdenes de Pilatos, el gobernador militar. Este había cedido a las presiones políticas de los líderes religiosos que deseaban ver muerto al profeta galileo. Por eso hoy los soldados asesinan a Jesús, considerándolo un reo más; otro condenado a muerte por el regente romano.
Jesús intercede, además, por aquellos que le condenaron. En su oración, el caminante de Nazaret intercede ante Dios por Pilatos, quien le condenó a cruz después de una profunda lucha consigo mismo. Del mismo modo, intercede por Herodes Antipas, el desquiciado gobernante que veía a Jesús como la reencarnación de Juan el Bautista.
Jesús intercede por los fariseos y los saduceos—los líderes religiosos de la época—quienes le mataban pensando que hacían un servicio a Dios. El Maestro pide por aquellos religiosos que en su esfuerzo de salvarse a sí mismos, se encuentran de frente con Dios en la persona de Jesucristo. Lo contradictorio es que una vez encuentran al Dios encarnado, en vez de adorarle deciden asesinarle.
Jesús intercede por la masa del pueblo, por esa muchedumbre que aún hoy es llevada de un lado para otro por cualquier líder hábil que presente lo malo como bueno y lo bueno como malo.
En fin, Jesús intercede desde la cruz por la humanidad perdida, dejando claro que esa será su labor por toda la eternidad: el representar a la humanidad ante el Padre celestial. En este sentido, Jesús intercede por ti, por mí, por todos nosotros delante de Dios. Intercede porque cuando pecamos contra Dios y el prójimo, tú y yo tampoco “sabemos lo que hacemos”.
La segunda palabra es:
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Imaginen el cuadro: el justo, el fiel, el verdadero, el santo de Dios está crucificado entre dos criminales en el monte de la calavera.
Y si digo “criminales” es por una razón justificada. La cruz era el castigo más violento y despiadado que se conocía en el mundo romano. Al crucificado se le colocaba en lo alto de una cruz para morir asfixiado por el peso de sus músculos desgarrados sobre su pecho. En la cruz, el hambre, la sed, la infección y la gangrena carcomían al condenado. Además, los judíos consideraban que cualquier persona crucificada quedaba “maldita” por la ley de Moisés (Dt. 21.22-23). Por eso le crucificaban alto, para que no contaminara la tierra. Por estas razones sólo eran crucificados los extranjeros, los sediciosos y los criminales más despiadados; porque el castigo de la cruz era algo inhumano.
Jesús es colocado en el Gólgota entre dos crucificados; es llevado a lo alto del monte de la cruz entre dos malhechores que padecían justamente, según confiesa uno de ellos (v. 41).
El cuadro es interesante. En el momento en que los tres condenados a padecer fueron elevados en sus cruces, comienza una dolorosa conversación. Uno de los criminales se burla de Jesús, sugiriéndole que se salve a sí mismo y que le salve a él también. El malhechor le pide a Jesús que haga un milagro, que llame a sus discípulos, en fin, que haga algo para detener la ejecución. Entonces entra en escena el otro criminal, quien reprende al primero por equipararse con Jesús. Después de callar a su compañero, se dirige a Jesús, hablando seguramente con gran dificultad. Este otro criminal reconoce la grandeza de Jesús y le pide “posada”; le pide humildemente que se acuerde de él cuando venga en su reino.
Si, lo oyeron bien, el primero en reconocer al Crucificado como Señor fue otro crucificado. Un marginado, desecho por la sociedad, es quien recibe la revelación divina que le permite reconocer en Jesús al Mesías prometido. A este compañero de cruz, Jesús le ofrece la esperanza de vida eterna. Y esta vida no se pospone a un futuro lejano. La vida abundante que Jesús ofrece comienza aquí y ahora.
Esta es una buena noticia para toda aquella persona que ha sufrido en la vida. Todos aquellos que han sido “crucificados” por el dolor, la pobreza, el desamor y el sufrimiento, pueden encontrar la vida plena en Jesús.
Tercera de las Siete Palabras, para el viernes de la semana santa: Mujer, he ahí tu hijo – He ahí tu madre – Juan 19.26-27
La tercera palabra es: “Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” (Juan 19.26-27)
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De todos los discípulos de Jesús, sólo uno estuvo con él durante el proceso judicial. Pero, para ser justos, debemos decir que no tuvo que enfrentarse a las autoridades judías ni a las romanas. La tradición nos dice que entró al patio de la casa del Sumo Sacerdote porque conocía a su familia. Este discípulo fiel es llamado “el discípulo amado” en el evangelio que lleva su nombre. Allí se indica que su relación con Jesús era tan cercana que acostumbraba recostar su cabeza sobre el pecho del Maestro. Este discípulo amado no es otro que Juan, el mismo que recibió a María en su casa después de la muerte de Jesús.
Muchas conjeturas se han hecho sobre por qué Jesús le encomendó el cuidado de su madre a Juan. Algunos dicen que sucedió porque José había muerto, lo cual probable. Otros dicen que sucedió porque Juan era hijo de Zebedeo y Salomé, la hermana de María. Por lo tanto, Juan era primo-hermano de Jesús. Esto también es probable. Pero se me antoja pensar que la razón es aún más profunda. Veamos lo que dice el Evangelio de Juan, capítulo 7, versículo 5: “Porque ni aún sus propios hermanos creían en él [Jesús]”.
María fue encomendada por Jesús a su discípulo Juan porque fue rechazada por su familia a causa de su fe. La madre fue echada a un lado por la falta de fe de sus hijos.
Esto tiene dos ribetes importantes. En primer lugar, vemos una vez más que el Evangelio es un mensaje para aquellas personas que son rechazadas. Es palabra de Dios para quienes no tienen lugar en la sociedad. Es buena noticia para el que está desamparado y necesita consuelo, ayuda, protección y abrigo. Al morir Jesús, María quedaba desamparada. Por eso Jesús le brinda protección.
Sí, escuchó bien, el Crucificado aún en su dolor puede consolar y proteger al desamparado.
En segundo lugar, debemos señalar que la experiencia de María y Juan es la vivencia de muchos de nosotros. Nuestra familia más cercana es la familia de la fe. Al colocar a su propia madre al cuidado de un discípulo suyo, Jesús inaugura una nueva comunidad: la iglesia. Esa iglesia de Cristo es la que ama y cuida al necesitado; la que se preocupa por el desamparado; la que consuela al afligido. Esa es la iglesia donde todos somos hermanos y hermanas, en el nombre del Señor.