Encuentro del Movimiento La Red, una Iglesia online, con una meditación contrastando al Rey Saul con Jesús de Nazaret, basada en 1 S 10.10.
Los líderes en el antiguo Israel eran ungidos, es decir, consagrados echándole aceite por encima por la cabeza. Tanto los reyes como los sumo sacerdotes eran ungidos antes de comenzar sus respectivos ministerios. Saúl, un hombre joven de la tribu de Benjamín, fue consagrado como el primer rey de Israel. Además, intentó ser profeta y hasta sacerdote. Tristemente, fracasó en todas esas empresas. En contraste, Jesús de Nazaret, el mesías tan esperado por Israel, cumplió con su “triple oficio”, dando su vida para cumplir la misión que Dios le encomendó.
El texto base de la reflexión es 1 Samuel 10.9-12:
9 Aconteció luego, que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día. 10 Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. 11 Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas? 12 Y alguno de allí respondió diciendo: ¿Y quién es el padre de ellos? Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas?
Vídeo: Iglesia Online
Audio: Prediquemos Podcast
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Jesús, el refugiado es una reflexión sobre la huída de Jesús y su familia a Egipto, escapando de la tiranía de Herodes el Grande.
El 6 de enero, en la tradición puertorriqueña, es el día especial cuando recordamos la llegada de hombres sabios quienes, guiados por una estrella, llegaron hasta la tierra de Judea buscando al Mesías enviado por Dios para salvar a la humanidad.
Siguiendo la tradición española, en Puerto Rico celebramos la llegada de los Tres Reyes Magos. Esta es una tradición hermosa, aunque se aleja un tanto de la tradición bíblica. El Evangelio según San Mateo, el único que recoge esta historia, no dice el número de los hombres sabios que buscaban al niño Dios, no menciona sus nombres y nunca les llama “reyes”.
A pesar de su disparidad con el testimonio bíblico, la tradición puertorriqueña es hermosa y debe guardarse con amor. Sin embargo, dicha tradición no debe distraernos del profundo mensaje que tiene la historia de los Magos en el testimonio bíblico.
La historia bíblica, en Mateo 2, afirma lo siguiente:
Jesús nació al final del reinado de Herodes, el Grande (Mt. 2.1). Este era un extranjero—proveniente de Idumea—que había llegado al trono de Judá gracias a las maquinaciones de Antípatro, su padre, y su matrimonio con Mariammé, una princesa Asmonea, hija de Juan Hircano II.
Unos hombres sabios llegaron a Judea de tierras lejanas buscando al “rey de los judíos”, orientados por una estrella (v. 1). Se cree que estos hombres eran astrónomos provenientes de Persia. Evidentemente, habían estudiado las Sagradas Escrituras hebreas y la promesa del Mesías venidero, pues conocían la promesa de Números 24:17: “Yo lo veré, pero no en este momento; lo contemplaré, pero no de cerca. De Jacob saldrá una estrella; un cetro surgirá en Israel…”.
También es evidente que no conocían a Herodes, un rey hábil, pero sanguinario, quien había mandado a asesinar a dos de sus hijos con Mariammé, llamados Alejandro y Aristóbulo (7 a.c.). Del mismo modo, estuvo involucrado en el arresto y ejecución de su hijo mayor, Antípatro, a quien tuvo con Doris, su primera esposa. Antípatro falleció solo cinco días antes que su padre en el año 4 a.c.
Herodes recibió a los sabios extranjeros con amabilidad, fingiendo interés en su búsqueda (v. 2). Sin embargo, las palabras de los sabios le estremecieron (v. 3), pues Herodes sabía muy bien que no tenía derecho al trono de Judea.
El Rey recurrió a líderes religiosos versados en la teología para escudriñar las profecías bíblicas (v. 4). Correctamente, estos le indicaron que el Mesías habría de nacer en la ciudad de Belén (v. 5), como indica la profecía de Miqueas 5.2 (v. 6).
6. Con esta información en mano, Herodes llamó a los sabios y les pidió que encontraran al Mesías y que, a su regreso, pasaran por Jerusalén para informarle donde estaba el niño (vv. 7-8)
Los sabios siguieron la estrella hasta donde estaba el niño (vv. 9-10). Entraron a la casa donde estaba María de Nazaret, junto a Jesús, y le adoraron (v. 10).
También le dieron tres regalos: Oro, incienso y mirra (v. 11). El oro representa la realeza de Jesús, el incienso evoca el culto a Dios y la mirra, la amargura que sufren los profetas. De esta manera, los regalos de los sabios profetizan el “Triple Oficio” de Cristo, como profeta, sacerdote y rey.
Por medio de una revelación en sueños, Dios le dice a los sabios que regresen a su tierra “por otro camino”, sin informar a Herodes sobre el paradero del Mesías recién nacido (v. 12).
Del mismo modo, Dios le dijo en sueños a José que emigrara a Egipto para escapar de la ira de Herodes (v. 13). Tan pronto despertó, viajó con su familia a Egipto, donde encontraron refugio hasta que Herodes murió (vv. 14-15).
Cuando notó que los sabios no regresaban a decirle donde estaba el niño, Herodes mandó a asesinar a todos los niños menores de dos años en la ciudad de Belén (v. 16). Dado que la ciudad era relativamente pequeña, contando con unos 150 a 200 habitantes, se calcula que el número de niños asesinados debió oscilar entre 5 a 7. Claro está, no hay evidencia histórica de esta masacre, pues la historia no recuerda la muerte de los pobres. Sin embargo, nadie duda que Herodes—quien mató a dos de sus propios hijos—era capaz de asesinar a los hijos de otros personas.
Un ángel dio la noticia sobre la muerte de Herodes a José (vv. 19-20), quien pronto regresó al territorio de Israel (v. 21).
Sin embargo, cuando supo que Arquelao, uno de los hijos de Herodes, era el rey de Judea, José decidió ubicarse en Galilea, una provincia al norte del territorio nacional (v. 22).
Específicamente, la familia se mudó a la aldea de Nazaret, razón por la cual Jesús era llamado “Nazareno” (v. 23).
El mensaje teológico de este pasaje bíblico es claro: Los sabios extranj eros representan a todas las personas no-judías que vendrían a la fe de Jesucristo.Confirman, de manera milagrosa, que Jesús era el Mesías enviado por Dios para salvar a la humanidad. Además, de manera profética, anuncian el “Triple oficio” de Cristo como profeta, sacerdote y rey.
Sin embargo, el texto también contiene otra enseñanza, pertinente para todo tiempo y lugar. Por medio de esta historia, Dios en Cristo se identifica con la niñez perseguida, que escapa buscando refugio. Sí, Jesús es el rostro humano de Dios, encarnado en un niño pobre, quien escapa junto a su familia de un dictador desalmado.
Desgraciadamente, a través de los tiempos la niñez ha sufrido a causa de la pobreza y de la violencia. Regímenes, tanto de derecha como de izquierda, han perseguido y asesinado a niños y niñas sin defensa. Y líderes religiosos sin escrúpulos se han vendido al mejor postor, usando su conocimiento teológico para facilitar la violencia y la persecución de las personas más vulnerables de la sociedad.
Ante esta dura realidad, Mateo 2 anuncia la buena noticia del Evangelio: Que Dios se hizo humano en la persona histórica de Jesús de Nazaret, quien nació pobre, fue perseguido y eventualmente asesinado. ¡La buena noticia es que Dios ha provisto salvación a la humanidad precisamente por medio de ese niño refugiado!
Demos gracias a Dios, pues, por Cristo Jesús y luchemos en favor de la niñez pobre, perseguida y refugiada. ¿Por qué? Porque cuando bendecimos a un niño o a una niña, estamos bendiciendo a Dios mismo. “De cierto les digo, que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humilla como este niño es el mayor en el reino de los cielos; y cualquiera que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí.” (Mateo 18.3-5 RVC)
Tema:Jesucristo cumple el “triple oficio” de ser profeta, sacerdote y rey.
Área: Desarrollo espiritual
Propósito: Explorar quién es Jesucristo.
Diseño: Temático
Lógica: Deductiva
Introducción
Las encuestas lo dicen con toda claridad. Las nuevas generaciones no creen en iglesias, ni en instituciones religiosas ni en sus líderes. La gente hoy ya no cree en la religión.
Sin embargo, esas mismas encuestas también reflejan que Jesús de Nazaret sigue siendo una de las figuras más respetadas, y amadas y admiradas de la historia. Para decirlo con toda claridad: Hoy la mayor parte de la gente cree en Jesús, pero no creen en la iglesia.
El problema es que el conocimiento que esas nuevas generaciones tienen de Jesús es limitado. A pesar del aprecio que le tienen a su figura, la gente que dice admirarle no sabe quién es Jesús. No conoce su historia ni comprende sus enseñanzas.
Declaración del tema
Esto nos lleva a plantear una pregunta crucial: ¿Quién es Jesús?
Aunque hay varias maneras de responder a esa pregunta, hoy responderé usando un acercamiento muy viejo, pero siempre vigente, sobre quién es Jesucristo. Es tan viejo que hunde sus raíces en los escritos de Eusebio de Cesarea, el primer historiador de la Iglesia Antigua, y en la reflexión de Juan Calvino, el gran teólogo de la Reforma Protestante. Me refiero a la doctrina conocida como el Triple Oficio de Cristo. Esta perspectiva afirma que Jesucristo cumple tres roles cruciales en la historia de la salvación: Jesucristo es profeta, sacerdote y rey.
Transición
Pasemos a considerar cada uno de los “oficios” de Cristo, de acuerdo a esta forma de entender su vida y su ministerio.
Puntos a desarrollar
A. Jesús es el profeta por excelencia
En primer lugar, esta doctrina afirma que Jesús es el profeta por excelencia.
Un profeta es una persona que habla en nombre de Dios, llamando al pueblo a la fidelidad. Su mensaje no siempre habla del futuro. Por lo regular, menciona el futuro solo cuando afirma que Dios ha de hacer algo extraordinario o cuando advierte sobre el posible juicio que acarrea la infidelidad a Dios.
Jesús es el profeta por excelencia por dos razones. Primero, es de quien hablan y en quien se cumplen las profecías del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Mateo 2 encontramos el relato de la visita de los Magos, que recalca el cumplimiento de las profecías en Jesús.
Jesús nació en Belén de Judea en los tiempos del rey Herodes. En aquel tiempo, unos sabios que venían desde el oriente llegaron a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarlo.” Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó, y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: “Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guía que apacentará a mi pueblo Israel.”
Mateo 2.1-6
Segundo, Jesús es el poderoso profeta que habla de Dios como nadie lo ha hecho jamás. Esto lo vemos en pasajes bíblicos tales como Juan 7.45-46.
Los guardias fueron adonde estaban los principales sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Los guardias respondieron: “¡Nunca antes alguien ha hablado como este hombre!”
B. Jesús es el gran Sumo Sacerdote
El segundo oficio de Cristo es el de sacerdote.
El sacerdote es la persona dedicada y consagrada a hacer, celebrar y ofrecer sacrificios ante Dios. Además, es la persona que sirve como mediador entre Dios y la humanidad.
Jesús es “sacerdote” porque fue la víctima perfecta ofrecida en sacrificio perfecto ante Dios. Dado que Jesús dio su vida voluntariamente, cumplió con el rol de “sacerdote” y con el rol del cordero ofrecido en sacrificio ante Dios.
Lo que es más, Jesús viene a ser el gran Sumo Sacerdote que intercede ante Dios por todos nosotros.
Por lo tanto, y ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, retengamos nuestra profesión de fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Hebreos 4.14-15
Hebreos afirma contundentemente que Jesús es el mediador entre Dios y la humanidad
Pero nuestro Sumo Sacerdote ha recibido un ministerio mucho mejor, pues es mediador de un pacto mejor, establecido sobre mejores promesas.
Hebreos 8.6
C. Jesús es Rey
En tercer y último lugar, Jesús cumple con el oficio de ser rey de todo lo creado.
Un rey es el monarca soberano de un reino. En este caso, Jesús es el príncipe del Reino de Dios. Ese reino marca la presencia y el gobierno de Dios sobre el mundo.
Jesús es rey porque “Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre” (Fil. 2.9-11).
El libro de Apocalipsis anticipa la victoria final que Jesús, nuestro rey, tendrá sobre las fuerzas del mal, del pecado y de la muerte. El texto dice:
Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, en su cabeza tenía muchas diademas y tenía escrito un nombre que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios. Los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, lo seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro. Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
Apocalipsis 19.11-16
Conclusión
En resumen, la doctrina cristiana nos enseña que Jesús es profeta, sacerdote y rey.
Es profeta porque nos enseña la palabra de Dios.
Es sacerdote porque intercede ante Dios por nosotros.
Y es rey porque ha vencido a los poderes del mal.
¡Celebremos hoy la obra de Cristo y confesémosle como Señor y Salvador, en el nombre de Jesús! AMÉN